Jorge Zamora G.*
Universidad de Talca*
Facultad de Ciencias Empresariales
Casilla 721, Talca - Chile
Email: jzamora@pehuenche.utlaca y
integrante del Cuerpo Académico del
Programa MBA, Universidad de Chile
Recepción originales 24 de mayo de 1998
Establishing research needs tbr determining causes of rejection to commercial co-operation amongst small holders
Key Words: commercial co-operation, small holder, agriculture modemization
A major problem for policy-making in Chile - as this open economy grows - is how to modernize small holders, so that they can rise production yields and reach sound competitiveness levels. Any solution involves commercial co-operation of these farmers in strong and integrated organizations. Yet, there prevails in the sector a strong resistance towards these kind of co-operation. Here it is reviewed concepts related to commercial co-operation among small holders and it is suggested priorities for future research.
La incorporación de la agricultura familiar campesina a una dinámica de desarrollo que facilite y mejore sus actuales niveles de rentabilidad y competitividad es un requerimiento y prioridad de las políticas agrarias en aplicación en Chile. Para este fin es indispensable la asociación de los productores en unidades comerciales eficaces e integradas en unidades de tamaño viable. No obstante, existe gran resistencia hacia la asociatividad. Aquí se presenta una revisión de los principales conceptos relacionados con la asociatividad comercial campesina y se proponen futuras líneas de investigación.
El proceso de modernización se basa en la capacidad
de los agentes económicos participantes para optimizar el uso de los
recursos productivos mejorando la productividad y ofrecer bienes y servicios
competitivos al mercado. El mejoramiento de la productividad y su organización
en unidades comerciales de la pequeña producción campesinas
que enfrenten unidas al mercado y a la empresa moderna, es una condición
de la modernización sostenible y sustentable. Aún más,
por ejemplo Zamora (1995) encontró que las organizaciones
de pequeños productores tienen la oportunidad de mejorar la coordinación
de las actividades comerciales de sus asociados, mejorar la calidad y ganar
etapas en el canal de comercialización y desarrollar marcas comerciales,
basadas en la seriedad comercial de estos agricultores. Sin embargo, los extensiónistas
que diariamente trabajan en terreno, frecuentemente reportan las serias dificultades
para organizar comercialmente al sector. Aquí se intenta presentar
una revisión bibliográfica que sirva de base para una reflexión
sistemática y que oriente la investigación empírica sobre
este tema.
Gómez (1996) agudamente establece una paradoja organizacional
a lo largo de las cuatro últimas décadas.Durante la década
de los sesenta existió en Chile una organización campesina muy
estructurada y que expresaba con fuerza sus demandas. Paralelamente el empresariado
agrícola en general se encontraba desorganizado y desestructurado y
esa actividad contaba con una baja valoración social. Durante los noventa
se puede observar una organización empresarial muy estructurada y que
expresa con fuerza sus demandas. Sin embargo, paralelamente se puede constatar
la existencia de un sector campesino y de asalariados agrícolas desestructurado.
Ha ocurrido así un cambio apreciable en la valoración social
hacia este tema en los componentes vitales del sector.
Aquí se revisa la organización comercial campesina en Chile,
durante los años sesenta y el primer quinquenio de los años
noventa.
El rol de la pequeña agricultura en el desarrollo de una economía competitiva urbana, es frecuentemente puesto en duda. Chayanov y otros autores más modernos han defendido su importancia estratégica en la ocupación y de arraigo en espacios abiertos y poblamiento rural, además de constituir una fuente estratégica de empleo familiar en los cientos de miles de minifundios y pequeñas y medianas empresas agrícolas. La importancia de este sector en el uso de recursos y como fuente de trabajo en Chile, es innegable: produce un 35% del PGB agrícola, utiliza un 40% del suelo agropecuario y emplea cerca de un 80% de la población rural chilena. (Echenique y Rolando, 1989). Si se desea mantener a este sector productivo de la economía, obviamente se requiere implementar con mejores técnicas y estrategias que asegure su supervivencia.
La viabilidad de la agricultura campesina en Chile, se ve enfrentada a dos grandes desafíos: alteraciones en la naturaleza de la competencia y en la dinámica de los canales de comercialización. En este contexto, la comercialización conjunta, puede convertirse en una eficaz autodefensa. El productor que comercializa en forma individual su producción, difícilmente lo hace con mayor eficiencia que el intermediario especializado. La cooperativa de mercadeo - u otros de tipo de organización con el mismo objetivo - como intermediario especializado, puede lograr un alto nivel de eficiencia. En un clásico manual de la FAO, se recuerda cuales funciones comerciales pueden asumir al unirse los productores tales como: acopio, envase, almacenamiento, y la venta (Abbott, 1969). Los productores intensifican así la competencia con las agencias ya establecidas. Al descentralizar el mercadeo y establecer convenios directos de abastecimiento, estas organizaciones contribuyen a mejorar la coordinación e integración en el sistema de alimentos.
Por otro lado, son evidentes las limitaciones de la empresa agrícola que desempeña aisladamente su acción de marketing: volumen limitado de recursos disponibles y dificultad para diferenciar su producto, en relación con los competidores y acceso a mercados finales. Estas limitaciones disminuyen significativamente o desaparecen, si las empresas actúan en forma colectiva (Caldentey et al. 1987).
El gobierno chileno, a través de INDAP, ha diseñado programas de apoyo a la agricultura familiar campesina basado en la identificación de negocios asociativos, desarrollo de gestión y comercialización asociativa, apoyo al emprendimiento asociativo, entre otros (INDAP, 1998). La importancia oficial de la asociatividad es tal, que los campesinos individuales prácticamente tienen acceso a muy limitadas facilidades crediticias para operaciones anuales y mejoras intraprediales. Muy significativas facilidades proporciona así el estado a iniciativas productivas y económicas grupales, que tiendan hacia una experiencia comercial asociativa. INDAP reconoce un universo de 220.000 familias campesinas, pero que sólo está atendiendo a unos 29.000 en 1.500 grupos con Servicio de Asesoría Local: además atiende a 6,000 familias en 178 grupos con Contratos de Cooperación Técnica, (INDAP,1998).
La agricultura campesina se ve afectada por la naturaleza
del liderazgo en el canal de comercialización. Las primeras ventas
de los campesinos son el eslabón inicial en la larga cadena de comercialización.
Dichas cadenas tradicionalmente incluyen gran número de intermediarios,
que agregan poco valor al producto y que interfieren en el paso de las «señales
del mercado» desde los consumidores a los productores. Como resultado,
el margen al productor, es cada vez menor. Así, el sistema de precios
tiende a perder eficacia como mecanismo rector de la economía, a la
vez que los ingresos de los productores se deterioran (Carmona
y Zamora, 1973) y (Zamora, 1993b). En este contexto,
el modernismo es generado por aquellos que: i) están más cerca
del consumidor final y ii) desarrollan una mejor capacidad de gestión,
y que particularmente acortan la cadena comercial y se integran más
eficazmente en redes colaborativas de largo plazo. Efectivamente, la integración
de la actividad minorista en las grandes cadenas de supermercados generan
una formidable demanda concentrada, en reemplazo de miles de minoristas independientes.
Esa demanda efectiva concentrada, tiene su propia racionalidad, que logra
imponerla en el canal: alta calidad, grandes volúmenes de operación,
estricta regularidad de abastecimiento y bajos márgenes de utilidades.
En este esquema, los productores agrícolas pasivos, con una política
de producción tradicional y rutinaria, tienden a transformarse a la
larga, en meros proveedores de pedidos, en mercados genéricos que son
parte de largas cadenas de distribución, recibiendo finalmente una
reducida participación del valor generado (Zamora, Saldías
y Urzúa, 1994).
La agricultura campesina chilena de hoy, compite no sólo contra sus colegas en su misma localidad o en otras regiones, o con el gran agricultor, sino que contra el agricultor de otros países cuyos procesos productivos y de exportaciones pueden estar fuertemente subsidiados. Tal ha sido el caso de las lentejas. Paradojalmente, al mismo tiempo que Chile exporta lentejas, también las importa. Tradicionalmente se exportan las de mayor tamaño, pero desde los últimos diez años, las de menor calibre se importan desde Canadá. El fenómeno afecta principalmente a los pequeños productores de la Región del Maule. (Zamora, 1993a).
Al superar las barreras a la asociatividad comercial, la
agricultura familiar tendría la oportunidad de usar su flexibilidad
para identificar y satisfacer nichos específicos de mercado, crear
marcas comerciales de reputación, incorporar mayor valor agregado al
producto y eventualmente en forma gradual avanzar en el canal de comercialización.
Para tal finalidad, debe establecer alianzas tácticas y/o estratégicas
y asumir gradualmente funciones comerciales, a través de una integración
vertical hacia adelante.
De lo anterior se deduce que, el éxito de los pequeños productores
en una economía competitiva, requiere necesariamente de un aumento
de su tamaño económico, para lograr una mayor capacidad de negociación
y reducir sus costos a través de economías a escala.
Las cooperativas en los últimos 30 años en Chile, han tenido un notable dinamismo. Han pagado de un activo crecimiento con 160 nuevas cooperativas por año hasta 1970, para declinar a 2 ó 4 por año entre los años 1982 a 1989 y revivir en el último quinquenio.
En 1992, existían 237 cooperativas campesinas registradas, con un total de 14.400 socios. De ellas, en la Región del Maule, 28 organizaciones contaban con 1.355 socios (Departamento de Cooperativas, 1992). Hacia fines de 1993, se había creado sólo una cooperativa más.
Las cooperativas campesinas fueron un tipo de organización muy afectado durante los años del gobierno militar. El crecimiento sostenido hasta 1973, se detuvo completamente desde 1975 hasta 1990. En esos años se disuelven 97 cooperativas de este tipo, 90 forzadamente. Sin embargo, ya en 1991 se creaban 37 nuevas cooperativas campesinas y se reactivan otras 17, que aún estaban vigentes. (Departamento de Cooperativas, Subsecretaría de Economía, 1992).
Gómez y Echenique (1988) explican
esta evolución en tres etapas: organización, fraccionamiento
y recomposición. A su formación concurrió simultáneamente
un progresivo deterioro del sistema de la hacienda; un apoyo sustancial de
otros grupos sociales; y un clima político favorable. En la medida
en que se altera el clima político, de un ambiente estimulante, hacia
uno hostil o de represión, la organización campesina se debilita
notablemente. Estos autores sugieren que la organización campesina
en Chile ha sido frágil, debido entre otros, a la excesiva dependencia
del estado y de los partidos políticos.
A partir de 1984 se detecta una incipiente recomposición de estas agrupaciones.
(Salinas, 1985). Aunque la estructura de varias organizaciones
de segundo y de tercer grado, logran sobrevivir, su arraigo en las bases,
representatividad y eficacia de movilización y orientación de
sus bases, están seriamente disminuidas. (Rojas, 1993).
Para completar el cuadro de la asociatividad campesina, hay que agregar la existencia de asociaciones gremiales que agrupan campesinos para actividades comerciales, pero sobre las cuales no se encontró documentación publicada. No obstante, estas cifras ya revelan que la asociatividad actual es deficitaria. Allí está uno de los mayores desafíos que impone la modernidad del sector.
La dinámica de las empresas asociativas no constituye
una dinámica lineal, sino, como advierte CEPAL/FAO (1988),
es una dinámica multiactiva, basado en la estrategia global de desarrollo
impulsada por el estado y por los campesinos.
La División Conjunta CEPAL/FAO (1988) sugiere dos
tipos de factores para explicar el desempeño y evolución del
sistema asociativo: externo e internos.
Los factores externos escapan al control directo de la gerencia. Son elementos que inciden en la definición del contexto en que se ha desenvuelto la empresa asociativa, tales como: las políticas de crédito, tasas de interés, precios y la relación de intercambio; comercialización y asistencia técnica, etc.
Los factores internos se refieren a los elementos más cercanos y propios de la empresa social y productiva. Incluyen a las subculturas y tradición que portan los socios, factores geográficos y ecológicos que forman el medio ambiente en que opera la empresa. Además, comprende a las relaciones sociales implícitas en la nueva estructura agraria; las instancias de gestión y decisión relativas al uso de los recursos, la producción, el empleo y remuneración de los factores.
La mayor parte de las empresas asociativas en América Latina se han formado con la intervención del estado. No ha primado el principio de ingreso y retiro voluntario, que rige la formación de organizaciones sociales. Aunque no se ha forzado a los campesinos a ingresar a esas organizaciones, éstos se han visto constreñidos a integrarse en asociaciones que no son generadas por autoconvocatoria ni por selección grupal. Esto conduce a una gran heterogeneidad de los socios, y a la formación orgánica dirigida oficialmente, crea dificultades de cohesión interna, disciplina y deserción. A todo esto se suma a la carencia de actividades tendientes a incorporar a otros miembros de la familia a la cooperativa. Los demás miembros de la familia no apoyan sus programas. La perduración de una lógica paternalista por sobre la gestión participativa, impide solucionar el problema de la pasividad de las bases en la toma de decisiones de la dirección de la empresa. Por último, la gestión estatal fue un factor decisivo en la disolución de las empresas asociativas.
Alcántara y La Gra (1985) detectaron que existe un fuerte ascendiente democrático y elevados niveles de conciencia asociativa, van unidos en la gran masa de organizaciones espontáneas de comercialización generadas en la República Dominicana. Allí 1.400 organizaciones pre-cooperativas agrupaban a 114.000 asociados. Mendoza (1987) sugiere, después de revisar la experiencia Sud Americana, que algunas asociaciones gremiales logran superar las etapas de representación gremial, para desarrollar actividades de producción y comercialización de productos. Tal es el caso de FEDECAFE en Colombia, que siendo una organización gremial, se ha convertido en una especie de junta de producción y comercialización, controlando el fomento del rubro y vendiendo más de la mitad de la cosecha nacional. Además, administra las políticas de comercio exterior del café.
La revisión planteada sugiere ciertas líneas investigativas futuras. Debido a que la acción del individuo está predispuesta con los valores, ideas y preconcepciones personales. Es necesario entonces detectar las principales actitudes sobre la asociatividad y en particular aquellas que la frenan. Algunos aspectos de dichas actitudes serán obvios, explícitos y abiertos, pero otros serán menos aparentes y probablemente no serán directamente detectados. Es probable que estas actitudes varíen por grupos etáreos y por género. Se espera que la actitud hacia la asociatividad comercial también cambie según el grado de exigencia empresarial y técnico de los rubros y localidades. Asimismo la capacidad de gestión del productor y su forma de enfrentar el mercado, particularmente cómo y a quién y por qué efectúa sus primeras ventas son además importantes diferenciales a explorar. Las principales características de la «organización ideal», pueden ser también la base de un avance para la acción diferencial de los extensionistas, debido a que las propuestas organizativas serán más atractivas mientras más se acerquen a dicha quimera.
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