ESTUDIOS FILOLÓGICOS, N° 34, 1999, pp. 99-119
DOI: 10.4067/S0071-17131999003400008

 

 

El contacto lingüístico como configurador dialectal.  Estudio de un caso en el área andina suramericana

Linguistic contact as a factor in dialect configuration. A case study from the South American Andes

 

Germán de Granda


 

Las especiales -y muy notables- características estructurales que presenta el quechua hablado en Santiago del Estero, Argentina (modalidad sureña extrema del QIIC), han sido, en general, conectadas causalmente con la condición geográfica periférica de esta modalidad dialectal.

En este estudio se intenta demostrar que el factor determinador primario de las peculiaridades lingüísticas del quechua santiagueño debe ser identificado con tres procesos de contacto que han tenido lugar en el área territorial de lo que es hoy el noroeste argentino (dos de ellos interdialectales, interlingüístico el tercero).

El primero de ellos es el referido al contacto de variedades de QI, QIIA y QIIB (llevadas al área de Santiago del Estero por los yanaconas peruanos que acompañaron a los conquistadores y primeros pobladores hispánicos) con modalidades del QIIC (implantadas previamente en dicha zona por los mitmaqkuna incaicos. Este hecho determinó, a través de un proceso de acomodación colectiva, la constitución de una variedad koiné de quechua en la zona en cuestión.

El segundo, cronológicamente, de los fenómenos de contacto considerados se refiere al mantenido por la modalidad koiné santiagüeña originaria con la variante prestigiosa de quechua cuzqueño-boliviano, lo que determinó, en aquélla, un fuerte proceso estandarizador.

El tercero y último de los procesos de contacto considerados es el desarrollado como consecuencia de la convivencia del santiagueño con el español (modalidad H de una intensa situación diglósica en la que el quechua local representa la modalidad L). Este hecho ha dado lugar a intensos fenómenos de transferencia de pautas gramaticales del español al quechua santiagueño, tanto por interferencia como por convergencia estructural.


The variety of Quechua spoken in Santiago del Estero (Argentina), the southern limit of QIIC, is characterized by special, quite distinctive structures often attributed to the geographical location of this population on the periphery of the Quechua dialect complex.

Our study will demonstrate that the most important determining factor behind the linguistic constructions peculiar to the Quechua spoken in Santiago del Estero are three processes of linguistic contact which have taken place in Northwest Argentina. Two are contacts between dialects, while the third involves two different languages.

The first has to do with contact in the Santiago area between QI, QIIA and QIIB, brought by the Peruvian yanaconas who accompanied the Spanish conquerors and early settlers, and QIIC, which had previously been implanted by the mitmaqkuna Incas. A process of collective linguistic accommodation paved the way for a variety of Quechuan koiné in Santiago del Estero.

In chronological order the second event took place between the original Santiago koiné and the prestige variety of Cuzco-Bolivian Quechua. The influence exerted by the latter over the former supposed a marked process of standardization.

The third process of interlanguage contact is the result of the coexistence of Quechua and Spanish in Santiago del Estero, where Spanish is the high variety in an intense diglossic situation in which Quechua is the low variety. Said contact has given way to a series of structural tranfers from Spanish to Santiago Quechua through the process of structural interference or convergence.


La publicación, hace ahora justamente diez años, del volumen de Thomason y Kaufman (1988) dedicado a la consideración teórica de las diversas modalidades de contacto lingüístico y de sus consecuencias estructurales en los códigos comunicativos implicados en dichos procesos constituyó un verdadero punto de inflexión, en sentido positivo, para este tipo de estudios. Así lo demuestran, sin lugar a duda, las numerosas y, en abundantes ocasiones, relevantes monografías dedicadas a la temática en cuestión en el último decenio (cfr., entre otros, los volúmenes editados -o redactados- por Ivir y Kalogjera 1991; Bechert y Wildgen 1991; Jahr 1992; Bakker y Mous 1994; Dutton y Tyron 1994 y Thomason 1996a).

La postulación metodológica (sólidamente respaldada en consideraciones factuales difícilmente refutables) expuesta por los mencionados especialistas en el doble sentido de que no existen condicionamientos limitadores internos a los fenómenos de transferencia derivados de situaciones de lenguas en contacto y de que la extensión y profundidad de los mismos están relacionadas, de modo exclusivo, con los contextos históricos y sociológicos en que han tenido lugar los procesos de referencia, ha atraído, en especial, la atención de los estudiosos hacia los casos denominados por Thomason y Kaufman como de heavy structural borrowing (1988:74-76, 91-95). Estos casos están caracterizados por la producción, en la lengua objetivo o receptora, de intensísimas transferencias estructurales de la lengua fuente que pueden determinar ocasionalmente en aquélla la modificación (parcial e, incluso, total) de alguna o algunas de sus estructuras gramaticales fundamentales.

Los casos de "intensa transferencia estructural" entre variedades lingüísticas, a que acabamos de aludir, no son frecuentes en el área geográfica europea ni en contextos de contacto de lenguas como lo manifiestan, por ejemplo, los resultados -de incidencia extremadamente superficial en los códigos afectados- de la coexistencia en la Península Ibérica de catalán y castellano por una parte (Payrató 1985; Montoya Abad 1989; Blas Arroyo 1993) y de gallego-portugués y castellano por otra (Monteagudo y Santamarina 1993) ni, desde luego, en contextos de contacto entre dialectos (Bec 1968; Trudgill 1986). Solamente se aproximan a la tipología mencionada situaciones como las que caracterizan a algunas variedades del retorrománico (Diekmann 1982), fuertemente interferidas por el alemán, y a determinados dialectos rumanos, como el istro-rumano (Kovacec 1971), ampliamente condicionados por estructuras eslavas procedentes de modalidades vecinas de esta familia lingüística. Entran, sin embargo, plenamente en la misma casos de índole geográfica periférica como el de la lengua (semítica) maltesa, intensamente reestructurada por el influjo italiano (Krier 1976; Cremona 1990), o el del árabe de Kormakiti (Chipre), modificado en profundidad como consecuencia de su multisecular coexistencia con el griego (Newton 1964).

Son, con mucho, más frecuentes y relevantes los fenómenos de transferencia estructural intensa que han tenido lugar en las áreas geográficas asiática y africana. Citaré aquí solamente, entre otros varios a que podría referirme, tres casos representativos que han sido ya objeto de valiosas monografías al respecto. El primero de ellos es el referido al griego del Asia Menor (actual Turquía) en el que, por contacto con el turco, han penetrado abundantes rasgos de tipología aglutinante existentes en esta última lengua (Dawkins 1916). El segundo, que ha tenido lugar en el archipiélago oceánico de las Molucas, consiste en la sustitución, por transferencia, de una parte mayoritaria de las estructuras propias de la lengua austronésica Laha por las, homólogas funcionalmente, que se dan en el malayo de contacto (Grimes 1994). Y el tercero, que ha sido excelentemente analizado en varias monografías recientes (por ejemplo Mous 1994; Thomason 1983; 1996b), afecta a la lengua cuchítica Ma'a que, por su enclavamiento entre varias modalidades locales bantu, ha sustituido la mayor parte de sus rasgos estructurales originarios por los que están presentes en esta última familia lingüística.

Por lo que toca al continente americano, el caso más destacado (y también mejor y más detalladamente analizado) de procesos de intensa transferencia estructural derivados del contacto lingüístico se encuentra en Norteamérica (EE.UU. y Canadá). Se trata de la lengua Michif, de procedencia Cree que, como resultado de su íntima convivencia con el francés utilizado por los cazadores y comerciantes franco-canadienses, ha adoptado la totalidad del sintagma nominal de este último código comunicativo (Bakker y Papen 1996).

También, desde luego, existen en territorios americanos más meridionales otras situaciones lingüísticas de índole semejante. Mencionaré, sumariamente, algunas de ellas: modalidades, denominadas "sincréticas" por J. y K. Hill, del náhuatl, profundamente interferidas estructuralmente por el castellano en México (Hill y Hill 1986) y Centroamérica (Campbell 1987); guaraní "criollo" del Paraguay (Granda 1988; Morínigo 1990), caracterizable del mismo modo; dialectos portugueses del norte del Uruguay, también fuertemente reestructurados hacia el español local (Thun 1986, Elizaincín, Behares y Barrios 1987; Elizaincín 1992), y, finalmente, en el ámbito geográfico andino, lengua (o, más adecuadamente, modalidad lingüística de grupo) kallawaya, manejada por los curanderos ambulantes de Charazani, la cual, según recientes investigaciones al respecto de Muysken (1996), no sólo integra en su estructura gramatical -básicamente quechua- léxico de procedencia puquina (Torero 1987) sino también elementos gramaticales de esta última lengua, ya desaparecida.

También se integra en el mismo ámbito geográfico y en idéntica familia lingüística, la quechua, el fenómeno que en esta ocasión deseo analizar como una situación más incluible en la relación (voluntariamente incompleta y saltuaria) de contextos de contacto determinadores de transferencias estructurales intensas en una, al menos, de las variedades comunicativas implicadas. Se trata, concretamente, del quechua santiagueño.

Esta variedad dialectal de la familia lingüística quechua (Torero 1983) constituye la modalidad más meridional del QIIC, en la clasificación de Torero (1964), y del QS2 según la de Taylor (1994: 16-20). Es manejada en el centro de la actual provincia argentina de Santiago del Estero (entre y en las márgenes de los ríos Salado y Dulce) por menos de cien mil personas, todas ellas bilingües de castellano y quechua, que la emplean como variante L de una intensísima situación diglósica en la que la modalidad local del español constituye no sólo la variante H de la misma sino también la lengua hegemónica regional (Woolard 1985).

Las notables peculiaridades estructurales que presenta el quechua santiagueño han sido por lo común, en los estudios de índole general referidos a la lengua o familia lingüística quechua, o minusvaloradas y prácticamente ignoradas (cfr., por ejemplo Torero 1972: 88) o, en el mejor de los casos, consideradas simplemente como rasgos propios de una variedad lateral, geográficamente periférica (Cerrón-Palomino 1987a: 283).

En mi opinión, ambos puntos de vista son inadecuados y no dan cuenta de los factores determinantes que han configurado, diacrónicamente, la actual fisonomía dialectal del quechua santiagueño.

Es, así, necesario, en mi opinión, replantear la problemática a ello referida con el fin de integrarla adecuadamente en las perspectivas, renovadas, que son requeridas por los abundantes datos nuevos (o por las inflexiones teóricas en ellos basadas) de que ahora disponemos. Lo cual nos permitirá, en principio, no solamente evaluar, a partir de ángulos de enfoque inéditos, las tesis explicativas hasta ahora propuestas en relación con la temática que aquí nos ocupa, sino también (al menos en propósito) avanzar, respecto a esta última, puntos de vista teóricos más sólidamente fundamentados y de ámbito implicativo más extenso.

Presentaré a continuación, en resumen extremadamente conciso, los datos o elaboraciones teóricas recientes que, en mi concepto, pueden incidir en el replanteo en cuestión.

En el ámbito lingüístico son los que siguen:

- Postulación, sobre bases metodológicas renovadas, de la hipótesis de la relación genética de las lenguas quechua y aimara (Campbell 1995) y, como consecuencia de ello, inclusión, por ejemplo, de las series consonánticas glotalizadas y aspiradas en el Protoquechumara y, también, en el Protoquechua (Campbell 1995: 163-181). El contacto (posterior a la escisión de las lenguas aimara y quechua) mantenido por ambas en las tierras altas surandinas no generó, pues, sino que sólo retuvo las consonantes laringalizadas quechuas en el área diatópica de la actual variedad cuzqueño-boliviana1.

- Propuesta (evidentemente alternativa a la anterior) de considerar la homología de estructura (Cerrón-Palomino 1994) existente en las lenguas quechua y aimara como un fenómeno de génesis areal (Calvo Pérez 1994).

- Sólidas precisiones sobre la tipología de base y los rasgos caracterizadores (entre ellos la ausencia de series consonánticas laringalizadas) de la lengua general (Cerrón-Palomino 1989 y 1995b), identificable con el quechua costeño descrito por fray Domingo de Santo Tomás, y del quechua del Manuscrito de Huarochirí (Taylor 1985 y 1987; Salomon 1991; Adelaar 1994)2.

- Valiosas consideraciones sobre las peculiaridades estructurales funcionales y de uso del quechua general surgido del III Concilio Limense (Cerrón-Palomino 1987b; Itier 1991 y 1992).

- Por lo que atañe al área de Santiago del Estero, adecuada (aunque sólo parcial) actualización de las, incompletas y poco rigurosas, descripciones anteriores de las estructuras gramaticales del quechua regional (Nardi 1989 y ms.; Kirtchuk 1987; Alderetes 1990 y 1994; Granda 1997a, 1997b, 1997c, 1997d, e.p. a y e.p. b) y reconstrucción de la desaparecida lengua kakán, coexistente con la quechua en la zona santiagueña al menos hasta el siglo XVII (Nardi 1979). Y, ante todo, postulación, con base en rasgos fonéticos y morfosintácticos, del carácter mixto del quechua santiagueño y de su relación genética, parcial, con modalidades norteñas de la lengua (QIIA, QIIB y QI) (Adelaar 1995; Granda 1997b).

- En el campo de la teorización lingüística general son atinentes a determinados aspectos de la problemática que aquí analizamos relevantes aportaciones recientes referidas al contacto de lenguas y la transferencia lingüística (Thomason y Kaufman 1988), los procesos de acomodación interlingüística (Giles y Smith 1979; Giles 1984), la formación de modalidades de lengua koiné (Domingue 1981; Siegel 1985; Cardona 1990; Granda 1994) y la persistencia temporal de determinadas pautas de realización en la dimensión diacrónica de los sistemas lingüísticos (Lieberson 1982).

En cuanto al ámbito histórico, son de consideración obligada en relación con el tema en cuestión, las aportaciones que siguen:

- Verificación, a partir de datos historiográficos, toponímicos y arqueológicos, de la existencia de mitmas incaicos en el área santiagueña (Gramajo 1982; Lorandi 1983; Williams y Lorandi 1986; Lorandi y Cremonte 1991), como ya lo habían sugerido anteriormente Christensen (1970) y Stark (1985a), en paralelismo con lo acontecido en numerosas áreas territoriales del Imperio Inca (como ejemplo de ello véase Hartmann 1994).

- Importancia destacada de los numerosos yanaconas o "indios amigos", que acompañaron a los conquistadores y primeros pobladores de la zona santiagueña en el proceso de quechuización lingüística del área (Nardi 1962: 268-271; Granda 1997b), y posibilidad (altamente probable) de que los mismos procedieran mayoritariamente de comarcas norperuanas, dados los condicionamientos históricos concretos que se encontraban vigentes en el Perú -en lo relativo a aspectos poblacionales- en las décadas centrales y finales del siglo XVI (Sempat Assadourian 1994).

La utilización correcta de estos datos (en buena parte claramente renovadores respecto a los utilizados, por lo general, en la década de los años 80) nos permite primeramente descartar, como alternativas viables a las cuestiones implicadas en la temática que en estas páginas abordamos, algunas de las hipótesis, previamente propuestas respecto a esta última, que hemos enumerado más arriba en este mismo texto.

Mi propia visión de la problemática que aquí nos ocupa se fundamenta, metodológicamente, en la correcta consideración de la totalidad de los factores renovadores aportados por las recientes investigaciones, lingüísticas e históricas, relacionadas (en mayor o menor adyacencia teórica) con ella, tal como los he expuesto, en apretadísima síntesis, en párrafos anteriores de este mismo texto. Y, de modo voluntariamente esquemático, puede ser reducida a cuatro componentes básicos de la diacronía específica del quechua santiagueño, identificables cada uno de ellos, por cierto, con diferentes niveles temporales, secuencialmente ordenados.

El primero coincide con las últimas décadas del siglo XV (posteriores a la asunción del poder por el Inca Túpac-Yupanqui ¿1471?) y las cuatro primeras del XVI. En este lapso se establecieron grupos de mitmas incaicos en numerosos puntos del actual noroeste argentino, incluyéndose entre ellos el territorio santiagueño (Lorandi 1980; González 1982). Dichos grupos desarrollaron en las áreas en cuestión -al igual que ocurrió en otros casos, homólogos, que han sido mejor estudiados (Hartmann 1994)- una indudable función de quechuización lingüística que, entre otros, parece haber afectado a los grupos juríes asentados en lo que es hoy la provincia de Tucumán y en el este de Catamarca (Lorandi y Cremonte 1991: 229).

Teniendo en cuenta que los datos arqueológicos y toponímicos disponibles parecen indicar que los lugares de procedencia de los mitmaqkuna en cuestión pueden ser identificados con comarcas próximas a Cuzco (entre ellas las de Canas y Canchis) por una parte y, por otra, con zonas enclavadas en el altiplano actualmente boliviano, está fuera de toda duda que la modalidad de quechua trasplantada por estos contingentes poblacionales incaicos al territorio noroccidental de la actual Argentina (y, dentro de él, al área santiagueña) fue la variedad diatópica antecesora de la actualmente denominada por Taylor (1994) QS1 o, en otros términos, la cuzqueño-boliviana3.

El segundo componente (teórico y, simultáneamente, cronológico) del modelo explicativo que aquí desarrollamos se inscribe temporalmente en los primeros decenios de la presencia hispánica en Santiago del Estero, y se relaciona no sólo con la procedencia de los conquistadores y primeros pobladores españoles de la zona sino también, y sobre todo, con la del elevado contingente de yanaconas o "indios amigos" que acompañaron a aquéllos4. Está claro (Bazán 1986) que todos ellos llegaron, directa o indirectamente del Perú (en este último caso a través de Chile), pero además, dadas las condiciones poblacionales negativas que prevalecían en las tierras altas de los Andes sureños como consecuencia de una serie ininterrumpida de hambrunas y guerras que se sucedieron entre 1530 y la década de los años 50 del siglo XVI (Sempat Assadourian 1994), parece de todo punto probable, por lo que toca a las comarcas originarias de los yanaconas arribados a Santiago del Estero, que se pueda fijar su enclavamiento mayoritario en las áreas norteñas o centro-norteñas del Perú.

Si ello es así es evidente que los códigos lingüísticos primarios de comunicación que manejarían la mayor parte de los "indios amigos" peruanos asentados en la zona santiagueña serían coincidentes con variedades locales del QI y del QIIA y B sin perjuicio de que algunos de ellos (y también una parte, al menos, de los conquistadores y primeros pobladores españoles) utilizaran igualmente la modalidad lingüística denominada lengua general, identificable con la variante costeña de la lengua quechua que sirvió como base a la descripción realizada por fray Domingo de Santo Tomás (Cerrón-Palomino 1989 y 1995b).

Pues bien, esta hipótesis, asentada como hemos visto en fundamentos históricos no totalmente definitorios (aunque sí sólidos), es plenamente confirmada por los datos derivados del análisis de las estructuras fónicas y morfosintácticas del actual quechua santiagueño, en las que han sido identificados numerosos rasgos5 que sólo pueden ser explicados genéticamente de modo coherente si se parte de una matriz lingüística originaria identificable con variantes diatópicas del quechua peruano norteño o central (Adelaar 1995; Granda 1997b). Y esto es así, ya que estas variantes no pudieron ser trasladadas a Santiago del Estero sino por los conquistadores españoles y los yanaconas indios de la primera etapa de la colonización hispánica, ya que con posterioridad a dicho período temporal no existieron prácticamente entre esta última área y las zonas del centro del Perú relaciones de intercambio poblacional dignas de mención.

Parece, pues, fuera de toda duda que, como lo expresa Adelaar (1995: 46-47), "los primeros colonos [de Santiago del Estero en su época hispánica] habrían llegado del norte o centro del Perú" llevando consigo, como es natural, sus propias modalidades primarias de QI, QIIA o QIIB y también en ocasiones, seguramente no infrecuentes, la lengua general de base costeña.

El tercer componente de nuestro modelo explicativo abarca, en su determinación temporal, los últimos decenios del siglo XVI y los primeros del XVII mientras que, en cuanto a su perfil funcional se refiere, debe ser puesto en relación con un proceso sociológico, colectivo, de acomodación lingüística (Giles y Smith 1979; Giles 1984) conducente a la constitución de una modalidad local, básicamente unificada, de koiné (Siegel 1985; Cardona 1990) quechua, producto de la convergencia, hacia una variedad común, de las diferentes variantes de esa lengua existentes previamente en territorio santiagueño y, en general, tucumano.

Hemos visto, en efecto, que, como consecuencia de los movimientos poblacionales que tuvieron lugar en el área que aquí consideramos, confluyeron en ella durante los siglos XV y XVI variantes diatópicas de QS1 y de Ch1, Ch2, Ch3 (utilizando la terminología de Taylor 1994) o de QI y de QIIA, B y C en su rama cuzqueño-boliviana (según la clasificación de Torero 1964), además de la modalidad de lengua general de base costeña (Cerrón-Palomino 1989 y 1995b). Y es precisamente en este tipo de contextos, de marcada heterogeneidad dialectal interna, en los que, en general, se desarrollan ?para eliminar por este medio indeseables diferenciaciones grupales que podrían ser atentatorias a la cohesión intracomunitaria? procesos de koineización, es decir de "convergencia y nivelación entre variedades lingüísticas ... estrechamente relacionadas desde el punto de vista genético" (Mohan 1978)6, como los que han tenido lugar en relación con las diferentes modalidades del hindi transportadas a las islas Fiji (Moag 1977), Guyana (Gambhir 1981) o Isla Mauricio (Domingue 1981) y también, en un nivel más amplio, en el español de América (Granda 1994) o en el alemán implantado en el mismo continente (Gilbert 1971).

Dicho proceso koineizador, que puede culminar teleológicamente en algo más de medio siglo (Trudgill 1986: 95), se lleva a cabo a través de dos mecanismos evolutivos. El simplificador, mediante el cual se seleccionan, de entre las alternativas -de funcionalidad homóloga- que coexisten en la situación de heterogeneidad dialectal previa al desarrollo de las tendencias hacia la convergencia lingüística en el territorio estudiado, las que poseen la condición de ser mínimamente marcadas y, por ello, máximamente económicas. Y el nivelador, por el que se incorporan a la modalidad koiné en gestación los rasgos lingüísticos cuantitativamente mayoritarios entre los que compiten en su función en la etapa previa a la constitución de aquélla. Aunque, como lo he expuesto en otra oportunidad (Granda 1994: 69-70), el primero de ellos (simplificación) posee evidente primacía jerárquica, en cuanto a su actuación puntual, sobre el segundo (nivelación).

Si, como parece difícilmente discutible después de tomar en consideración los datos hasta aquí expuestos, se atribuye la tipología genética de modalidad koiné a la variedad de quechua (unificado a partir de su heterogeneidad dialectal originaria) que se utiliza en el área santiagueña, muy probablemente desde las primeras décadas del siglo XVII, podrán ser valorados de modo adecuado una gran cantidad de rasgos caracterizadores de esta variante diatópica de la lengua andina.

Así, determinados fenómenos tanto de reestructuración7 como de restricción funcional8 y de reducción del repertorio de elementos morfosintácticos9 que se dan en ella, serán considerados como resultados de la actuación del mecanismo simplificador de la koineización verificada en el área santiagueña. Otros10 podrán ser atribuidos a la acción del ?complementario? mecanismo nivelador y, finalmente, algunos más (quizá los más sugestivos)11 deberán relacionarse causalmente con ambos.

Es preciso tener en cuenta, del mismo modo, que el mecanismo simplificador actuante en el proceso de koineización que tuvo lugar en el área santiagueña fue reforzado sin duda por tendencias, igualmente simplificadoras, derivadas del fenómeno de sustitución lingüística que se desarrolló entre la población aborigen de habla diaguita (kakán), al reemplazar ésta su lengua primaria por el quechua, de uso general en Santiago del Estero (Cerrón-Palomino 1987a: 347).

En situaciones de este tipo caracterizadas por la producción de fenómenos de shifting, como los denominan Thomason y Kaufman (1988), es sabido que las estructuras complejas o fuertemente marcadas de la L2 adquirida por hablantes de L1 primaria son, de modo general, reducidas a paradigmas funcionales más económicos y simples (Thomason y Kaufman 1988: 51-52), lo que, muy probablemente, ocurrió también en el caso que nos ocupa dando lugar, así, a la generalización de tendencias simplificadoras no sólo entre los quechuahablantes locales de procedencia peruana sino también entre la población indígena, nativa, de lengua originaria kakán12.

El cuarto (y último) componente del paradigma explicativo diacrónico que proponemos en estas páginas para el quechua santiagueño, abarca cronológicamente desde la consumación del proceso koineizador de que nos ocupamos en los párrafos inmediatamente anteriores hasta la actualidad, aunque, como veremos, se deban establecer en el mismo dos subdivisiones cronológicas dotadas, en parte, de orientaciones dinámicas claramente diferenciadas.

La caracterización de base del segmento temporal en cuestión, en su totalidad viene determinada por lo que, con terminología de Siegel (1985), podemos denominar vernacularización de la modalidad koiné generada en las décadas finales del período cronológico anterior (¿1610-1620?), es decir, por el asentamiento y prolongación en el tiempo de los rasgos fundamentales de la misma. Lo que está de acuerdo con las justas observaciones de Lieberson (1982) acerca de la persistencia en el tiempo de fenómenos lingüísticos producidos por factores sociales actuantes en una dimensión pretérita, más o menos lejana, ya superada en cuanto a sus determinaciones causales específicas.

Es obligado, no obstante, constatar que la modalidad vernácula de tipología genética koiné, que se constituyó en las primeras décadas del siglo XVII en el área santiagueña y zonas próximas (Nardi 1962), fue sometida, con posterioridad, a transformaciones relevantes -aunque no lo suficiente como para eliminar de la misma la totalidad de sus rasgos tipológicos distintivos- originadas por la actuación de dos condicionamientos diferentes.

El primero de ellos impone al quechua santiagueño una evidente deriva orientada a la sustitución de sus peculiaridades vernáculas por rasgos, homólogos, de procedencia cuzqueño-boliviana (QS1 en terminología de Taylor). Este proceso, relativamente transparente por lo que toca a la re-lexificación del vocabulario original del santiagueño, a la reestructuración (parcial) de su paradigma verbal (Adelaar 1995: 46) y a otros fenómenos gramaticales similares (adopción, por ejemplo, del sufijo verbal contaminativo -LLI), requiere, sin duda, investigaciones mucho más profundas que las que hasta ahora se le han dedicado, pero parece, en principio, postulable su extensión a otros constituyentes lingüísticos de la modalidad diatópica que nos ocupa (cfr. Trudgill (1986) para un examen general de índole teórica del tema).

Los factores causales generadores del proceso mencionado son de clara, casi obvia, identificación, así como también lo son los límites temporales de su actuación transformadora sobre el quechua santiagueño.

El más remoto y, posiblemente, de incidencia menos marcada en el sentido a que nos referimos, es coincidente con la utilización en el área del quechua general impuesto por el III Concilio Limense cuyas características lingüísticas cuzqueñas fueron preponderantes a pesar de los acertados esfuerzos de sus proponentes por eliminar del mismo localismos extremos (Cerrón-Palomino 1987b; Itier 1991 y 1992).

El más reciente y, al mismo tiempo, más intenso y temporalmente prolongado fue el derivado de la intensa relación mantenida, durante todo el siglo XVII y una parte del XVIII, entre el área santiagueña y las comarcas sureñas del Alto Perú (hoy Bolivia), especialmente el foco de actividad económica que representaba Potosí y la ciudad de Chuquisaca, La Plata o Charcas, de cuya Audiencia dependían, jurídicamente, los territorios norteños de la actual Argentina.

La comunicación permanente de ambas zonas, los desplazamientos poblacionales (en los dos sentidos) entre ellas desarrollados y el intercambio comercial fueron, sin duda, circunstancias que facilitaron y determinaron un paralelo contacto lingüístico entre los quechuahablantes de las respectivas zonas con la consecuencia, inevitable, de que la modalidad diatópica santiagueña, evidentemente periférica y por ello heterónoma (Chambers y Trudgill 1980), fuera receptora de influjos modificadores, progresivamente más intensos con el tiempo. Estos influjos eran procedentes del quechua local del sur del Alto Perú (Stark 1985b), variante prestigiada no sólo por su empleo en áreas centrales del Virreinato peruano (Slicher van Bath 1979) sino también, y sobre todo, por su (parcial) identificación con la variedad cuzqueña, considerada, ya en las décadas centrales del siglo XVII, como norma diatópica modélica para el uso de la lengua quechua (Mannheim 1991; Torero 1995: 18-19).

La posibilidad, perfectamente factible por cierto13, de que la prolongación de un estado de cosas como el descrito pudiera haber llegado a modificar radicalmente la tipología genética originaria del santiagueño a través de una reestructuración completa de sus peculiaridades locales dirigida a reemplazarlas por los rasgos, de funcionalidad homóloga, existentes en las modalidades quechuas del Alto Perú meridional o, en otros términos, orientada hacia una situación de isogramatismo total (Granda 1996), quedó, sin embargo, frustrada por la sustitución acaecida en la primera mitad del siglo XVIII (Farberman 1992) de la ruta que comunicaba, hasta entonces, el área territorial del Río de la Plata y Potosí con escala en la zona de Santiago del Estero (Tenenes) por otra, de trazado más occidental, apoyada en la comarca de San Miguel de Tucumán (Palomar).

Este hecho, que a pesar de las reiteradas gestiones realizadas por las autoridades locales santiagueñas nunca pudo ser revertido, significó para el área en cuestión no sólo su incomunicación definitiva con las comarcas altoperuanas sino también su aislamiento, prolongado prácticamente hasta la centuria actual, respecto a los núcleos urbanos más influyentes del Virreinato rioplatense primero y de la Argentina independiente después (Farberman 1992; Bazán 1986). Y, en el ámbito lingüístico, representó, para la modalidad diatópica santiagueña, la finalización de un proceso, probablemente muy intenso, de reestructuración y re-lexificación direccionalmente orientado hacia la adopción de pautas de realización identificables con las existentes en la variante prestigiosa del quechua cuzqueño-boliviano y, con base en ello, también la persistencia en la misma (hasta hoy) de algunos, al menos, de los rasgos caracterizadores de su peculiaridad tipológica, originaria, de variedad koiné.

Este mismo factor condicionador fue, sin duda, el que determinó que el santiagueño no llegara a compartir con el quechua cuzqueño-boliviano determinadas evoluciones, muy específicas de estas últimas modalidades dialectales, que, según las cuidadosas y concluyentes investigaciones llevadas a cabo al respecto por Mannheim (1990 y 1991), tuvieron lugar en ellas entre las últimas décadas del siglo XVII y las primeras del XVIII.

Me refiero, en concreto, a los procesos fonéticos de erosión consonántica en implosión silábica que afectaron, en cuzqueño-boliviano, a la serie consonántica oclusiva y también a -m y -c dando lugar a las evoluciones siguientes:[-p] > [f], [-t] > [-s] , [-k / -q] > [-x], [-c] > [s] , [-m] > [-n] y, del mismo modo, a loscambios, en el nivel morfológico, del subordinador obviativo -ptl hacia [-xtl] y del sufijo casual de genitivo -p / -pa hacia [-x]/ [-xpa]. El santiagueño ha incorporado a su propio paradigma fonético los resultados de las evoluciones [-k / -q] > [-x] y [-c] > [-s] pero no el resto de los cambios enumerados.

El segundo de los condicionamientos determinadores de profundas modificaciones reestructuradoras (y, desde luego, también re-lexificadoras) en la fisonomía del quechua santiagueño es de identificación evidente y manifiesta. Se trata de la presión ejercida sobre esta variedad lingüística por el español, lengua en contacto con el quechua local desde 1543.

Dicha presión, empero, debió de ser extremadamente reducida durante más de dos siglos. Colaboraron, sin duda, a ello no solamente la política lingüística general de la Corona española, alentadora del uso de las llamadas lenguas generales tanto en el Virreinato peruano (Heath y Laprade 1982; Mannheim 1984; Cerrón-Palomino 1987c; Carrión Ordóñez 1989) como en el resto de la América hispánica, sino también circunstancias de índole específica entre las que deben ser incluidas la relativa marginación del área santiagueña respecto al resto del territorio rioplatense, el amplio manejo por la población criolla santiagueña del quechua local como lengua de comunicación interétnica y, como parte constituyente de este último contexto, la quechuización lingüística (prácticamente total, sin duda, en el siglo XVIII) de los grupos aborígenes de la zona (Balmori 1959; Morínigo 1959).

En este prolongado período temporal no es probable que el quechua santiagueño recibiera de la lengua de contacto rasgos de transferencia estructuralmente relevantes, aunque sí es evidente que en la época que consideramos se produjeron algunos fenómenos de calco sintáctico y semántico (Granda 1997c y 1997e) referidos, como modelos determinadores, a configuraciones funcionales del español clásico y también, con práctica seguridad, numerosos casos de enriquecimiento léxico derivados de la apropiación, por parte del quechua del área, de vocabulario castellano relacionable con actividades, objetos y conceptos conexos con los procesos específicos de aculturación sociológica desarrollados en la zona como consecuencia de su incorporación a la sociedad hispánica (Poplack, Sankoff y Miller 1988; Hout y Muysken 1994).

Cabe postular, con mínimas posibilidades de error, que la situación descrita se prolongara en la comarca de Santiago del Estero -no así en otras, como las correspondientes a las actuales provincias argentinas de Tucumán y Salta (Granda 1993)- no sólo con posterioridad a la promulgación en 1770 de la Real Cédula que ordenó (con escaso éxito por lo general) el uso exclusivo de la lengua castellana en la América de soberanía española y la cesación, por lo tanto, del empleo en ella de las lenguas generales, sino incluso después de la independencia de la República Argentina.

Tal estado de cosas se modificó, abrupta y velozmente, a partir de los años centrales del siglo pasado. Diversos factores, de ámbito nacional unos y otros de índole regional, confluyeron para determinar este hecho.

Deben ser destacados entre aquéllos14 la ideología sarmientina, básicamente menospreciadora de las etnias y las culturas indígenas americanas y auspiciadora de la función homogeneizante de la "lengua nacional" (castellana), y también la adopción por la llamada "Generación del 80" argentina de referentes culturales, sociales, económicos y políticos europeocéntricos, en especial de procedencia francesa. Y, como consecuencia de todo ello, la implementación, por los gobernantes porteños, de políticas educativas, administrativas y lingüísticas orientadas, de modo evidentemente premeditado, a eliminar de la fisonomía colectiva del país cualquier peculiaridad cultural relacionable con núcleos sociológicos aborígenes o, si ello no fuera posible, a considerar a estos últimos si no como inexistentes sí, al menos, como invisibles a nivel nacional.

Por lo que atañe en concreto al área santiagueña, son valorables como elementos modificadores de especial relevancia, en cuanto a la temática específica mencionada, los nuevos condicionamientos derivados de la desregionalización de la economía y la administración provinciales. Este proceso, al mismo tiempo que daba entrada en los niveles superiores de la sociedad santiagueña a un gran número de forasteros, todos ellos monolingües en español, determinaba una creciente intensificación de la emigración local a otras zonas de la república, definitiva en muchas ocasiones y en otras sólo estacional, pero, en ambos casos, generadora de un claro debilitamiento cuantitativo de la población quechuahablante del área, y de un avance, paralelo, en la generalización del conocimiento y uso de la lengua castellana15. Esta se imponía progresivamente como lengua hegemónica (Woolard 1985) y variedad H de una clara situación diglósica (Britto 1986; Hudson-Edwards 1992) no sólo a través de un eficaz sistema educativo, difusor de la "lengua nacional" (y sólo de ella) en todos los niveles, sino también mediante la creciente apertura a los medios de comunicación de masas (primeramente escritos, luego también orales y últimamente televisivos) y a fenómenos de movilidad poblacional (servicio militar, turismo, relaciones laborales, etc.), factores, todos ellos, de clara incidencia lingüística hispanizadora. Facilitada esta última, además, por la incomunicación, ya total en la actual centuria, del núcleo quechuahablante santiagueño con otras variedades territoriales de la lengua común, como las bolivianas, y por la extinción (irreversible) de las empleadas en épocas históricas anteriores en diversas zonas del noroeste argentino (Granda 1993).

Las consecuencias, obvias, de los factores determinadores hasta aquí apuntados en el perfil macrosociolingüístico que debe ser asignado al quechua local contemporáneo, son esquematizables en las tres siguientes: reducción progresiva del porcentaje de la población santiagueña usuaria de esta última modalidad lingüística y, paralelamente, limitación de su área geográfica de uso y restricción de sus contextos de empleo; bilingüismo total (en muchos casos con el español como lengua primaria) de los grupos poblacionales que manejan aún la lengua quechua y, finalmente, consideración colectiva (muy mayoritaria por parte de los quechuahablantes locales) del código lingüístico español como modalidad referencial de prestigio incluso para la utilización de su propio sistema lingüístico primario.

No parece caber duda, pues, de que si bien esta variante territorial de la lengua quechua no puede ser considerada por su número, aún relativamente alto de hablantes, como una variedad obsolescente (Dorian 1989; Taylor 1992), sí debe ser incluida entre las modalidades lingüísticas en peligro (Robins y Uhlenbeck 1991; Fase, Jaspaert y Kroon 1992) dada la clara direccionalidad minorizadora, aparentemente irreversible (a pesar de muy valiosos intentos, recientes, de invertir la tendencia en cuestión), de su dinámica evolutiva.

En cuanto a los intensos fenómenos de reestructuración que han tenido lugar en el santiagueño como resultado de la presión ejercida sobre sus paradigmas funcionales por el español de contacto, me he ocupado de los mismos en varios trabajos recientes (Granda 1997a, 1997c, 1997d, e.p.a y e.p. b) a los que aquí me remito para no prolongar en exceso este texto. Baste decir, ahora, sobre ellos que, aunque no llegan a afectar a los constituyentes de base del paradigma gramatical del quechua local, sí han modificado en profundidad numerosos rasgos de sus estructuras funcionales, bien a través de claros hechos de interferencia o mediante modificaciones, no menos evidentes, originadas en procesos de convergencia lingüística (Granda 1996). Así, por ejemplo, el santiagueño ha modificado, en dirección al castellano, la mayoría de los rasgos sintácticos derivados de su integración tipológica originaria entre las lenguas SOV, está adquiriendo marcas de género en el sintagma nominal y, contrariamente, se encuentra en camino de eliminar la oposición estructural inclusivo-exclusivo, caracterizadora de la lengua quechua (y de otras muchas lenguas indoamericanas).

Los datos que hasta aquí hemos aducido respecto a la formación y evolución histórica de la modalidad quechua de Santiago del Estero permiten, en mi opinión, proponer, como esquematización conclusiva del sentido y las implicaciones teóricas de los mismos, los siguientes puntos que considero básicamente establecidos, sin perjuicio de que investigaciones futuras -totalmente necesarias, como ya lo hemos apuntado, sobre todo en relación con algunos temas específicos- puedan modificarlos en algún aspecto concreto.

1. La tipología genética primaria que debe ser atribuida a la variedad diatópica santiagueña de la lengua quechua es la de modalidad koiné, derivada de un proceso sociológico de acomodación o convergencia -que culminó o cristalizó (Foster 1960) en las primeras décadas del siglo XVII- de las variantes de la misma lengua arribadas anteriormente al área territorial de Santiago del Estero. Entre estas últimas son, de modo especial, relevantes las relacionadas históricamente con dialectos quechuas, identificables como QIIC (o QS1) y, sobre todo, como QI y QIIA y B ( o Ch1, Ch2 y Ch3).

2. La tipología originaria del santiagueño fue, sin embargo, modificada (aunque no totalmente) como consecuencia de fenómenos de reestructuración condicionados causalmente por su parcial estandarización, dirigida hacia la adopción de la norma ejemplar cuzqueño-boliviana con la cual estuvo en intenso contacto durante un prolongado período de tiempo (1620 - primera mitad del siglo XVIII). Este hecho configuró al quechua santiagueño como una clara manifestación de los denominados dialectos terciarios (Coseriu 1980), en la cual los rasgos subsistentes de la modalidad originaria de tipología genética koiné coexisten con los procedentes de la variedad estándar prestigiosa (en este caso la cuzqueña-boliviana) que se impusieron a aquéllos desplazando, en gran número de casos, a sus homólogos funcionales autóctonos.

3. La fisonomía lingüística del santiagueño, derivada de los dos factores determinadores mencionados, fue posteriormente modificada de nuevo, en un elevado porcentaje de sus elementos constitutivos, por un intensísimo proceso de incorporación de transferencias (Granda 1996) generadas en la lengua española de contacto.

Como conclusión de todo ello se impone (en mi opinión de modo insoslayable) la necesidad, ya apuntada por Parker (1969: 281) y acertadamente perfilada después por Adelaar (1995: 46 y, sobre todo, 1994: 149, nota 2), de reconsiderar la, vigente, clasificación dialectal del quechua santiagueño como modalidad incluible, sin más precisiones, en QIIC (Torero 1964) o en QS2 (Taylor 1994).

Teniendo en cuenta debidamente la especial tipología genética originaria -de carácter koiné- atribuible a dicha variedad dialectal (que persiste aún, a pesar de intensos procesos posteriores de reestructuración, en algunos de sus rasgos caracterizadores de base), considero de todo punto necesaria o bien su plena desvinculación taxonómica16 del resto de las variantes diatópicas quechuas incluidas en los modelos clasificatorios de las mismas hoy existentes o, en todo caso, su apreciación como modalidad tipológica dotada de rasgos determinadores propios y exclusivos, asociable sólo a efectos de enclavamiento territorial -no taxonómicos- a los grupos dialectales QIIC (Chínchay meridional) o QSC propuestos, respectivamente, por Torero y Taylor.

Como resumen final de las anteriores páginas, podemos afirmar, pues, por lo que se refiere a la caracterización dialectal de la modalidad quechua de Santiago del Estero, que la misma no debe ser conectada causalmente (al menos de modo preponderante) con su localización geográfica periférica respecto al resto de las variantes locales de la familia lingüística a la que pertenece, sino que, contrariamente, sus peculiares perfiles estructurales han sido configurados, sin lugar (creo) a dudas, mediante la actuación, sucesiva en el tiempo, de los tres procesos (interdialectales los dos primeros, interlingüístico el último) de transferencia por contacto que hemos analizado en el presente texto: Quod, en esta ocasión, erat demonstrandum.

NOTAS

1 Con muy escasa anterioridad a la renovada formulación de la hipótesis de la unidad genealógica quechumara por Campbell, Landerman (1994) ya había sugerido la conveniencia de incluir, definitivamente, las series consonánticas glotalizada y aspirada en el Protoquechua.

2 Los estudios sobre este tema mencionados en el texto fueron precedidos en el tiempo por otros varios, escasamente afortunados, como el debido a Urioste (1983), por ejemplo.

3 Es de todo punto probable que entre los componentes de los grupos de mitmas desplazados a los territorios del noroeste de la actual República Argentina existieran hablantes de lengua aimara (al menos como código primario de comunicación) si se toma en cuenta la distribución areal de las lenguas altiplánicas sureñas que, para la época aquí considerada, proporcionan los estudios sobre el tema de Bouysse-Cassagne (1975), Espinoza Soriano (1982) y Torero (1987). Es éste tema que requiere, en mi opinión, una consideración más detenida que la que hasta hoy se le ha dedicado teniendo en cuenta, sobre todo, su posible incidencia en la conformación de determinados rasgos del actual quechua santiagueño.

4 Ténganse en cuenta, acerca de este particular, las opiniones al respecto de Hernando de Santillán y de Gonzalo Fernández de Oviedo, conocedores directos del tema en cuestión: "... cada conquistador tomó tantos anaconas como tenía el inca casi" (Santillán 1968: 137); "... los han llevado [a los yanaconas] cargados y en colleras y muertos de hambre y no hay entrada que se haya hecho que no cueste más de diez mil indios que llevan de esta manera", "... aquellos capitanes que salieron a poblar, como es dicho, llevaron de los indios de paz a tres y a cuatro mil indios para cargar y, como los sacan de sus naturalezas, por maravilla vuelve indio porque los más se mueren y a los que quedan córtanles los cabellos y hácenlos yanaconas" (Fernández de Oviedo 1959: 136 y 207).

Por lo que se refiere al caso concreto del área territorial de Tucumán sabemos, por un informe del Gobernador D. Juan Ramírez de Velasco, que la ciudad de San Salvador de Jujuy fue fundada con una población originaria constituida por cuarenta "vecinos" (españoles y criollos) y tres mil "indios amigos" y que, del mismo modo, Córdoba recibió un contingente poblacional inicial de cincuenta "vecinos" y más de seis mil indios (Morínigo 1959: 83-84). La relevancia demográfica de los yanaconas de origen peruano en el poblamiento de los territorios noroccidentales de la actual Argentina durante los siglos XVI - XVII es comprobable a través de datos, de índole toponímica y antroponímica, aducidos al respecto, muy justamente, por Nardi (1962: 270-271) que, sin duda, son aún susceptibles de ampliación (como ejemplo de ello cfr. Bravo 1990: 25-27).

5 En el nivel fonético, entre otros, pérdida de h -inicial, fricativización de /ll/ y ensordecimiento posterior del sonido resultante ante consonante sorda, conservación (parcial) de la distinción /s/ - /s/ y de la s- inicial. En el nivel morfológico, generalización de la transición -su a todos los casos de objeto verbal de segunda persona y empleo del morfema casual -ta tanto para objeto directo como indirecto. En cuanto al léxico, posee la misma implicación genética el uso, por ejemplo, de voces como tukuy, qaya y qanimpa (Adelaar 1995; Granda 1997b).

6 La traducción de la cita es propia.

7 Entre otros, la reestructuración de funciones de los sufijos casuales -TA y -MAN (Granda 1997b).

8 Cfr. las restricciones de uso que afectan en santiagueño al morfema continuativo -raq, al certitudinal -PUNI y al contrastivo -TAQ (Nardi ms.).

9 Por ejemplo, el desuso en quechua local del marcador aproximativo simultáneo -STIN, del sufijo derivacional verbal inductivo (y afectivo) -YKU, del eductivo -RQU, del oscilativo -YKACHA, del frecuentativo -PAYA, del estático -RAYA, del simulativo -TUKU, del continuativo -NYA, del asistivo -YSI, del sufijo derivacional nominal de índole privativa -NAQ, etc. Sobre los valores funcionales secundarios de algunos de ellos, véanse, sobre todo, los estudios de Adelaar (1988) y Weber (1989).

10 Así la preservación parcial de la oposición /s/ - /s/ y de s- inicial o la eliminación de h- también inicial (Adelaar 1995).

11 Como la ampliación funcional que experimentó en santiagueño la transición verbal -su marcadora de objeto de segunda persona (Adelaar 1995).

12 En muchos casos (quizá en la mayoría) ni siquiera sería necesaria la puesta en marcha de estas tendencias simplificadoras en el proceso de apropiación de la lengua quechua por la población aborigen santiagueña. Así, la modalidad de aquélla que era transmitida a los hablantes originarios de lengua kakán no poseía mayoritariamente series consonánticas aspiradas y glotalizadas, por ejemplo (para referirnos a un rasgo estructural concreto muy destacado). Recuérdese en este sentido que, en una Información ordenada por el Virrey Don Francisco de Toledo en 1571 (Levillier 1920: 409, 411, 413, 415), varios testigos declararon que, por falta de sacerdotes, eran los yanaconas quienes se encargaban de enseñar la doctrina cristiana a la población aborigen tucumana. Y en esta tarea (que comportaba evidentemente un proceso simultáneo de quechuización lingüística) la modalidad de lengua empleada por los improvisados evangelizadores fue, sin duda, muy mayoritariamente o el quechua peruano central y norteño o la lengua general, modalidades ambas carentes de consonantes laringalizadas en la época fundacional de Santiago del Estero. Por lo que se refiere al posible empleo (en estas tareas y en otros casos de interacción lingüística entre la población aborigen santiagueña y los conquistadores y yanaconas llegados del Perú) de la lengua general, coincidente con la descrita por Fray Domingo de Santo Tomás, debe ser debidamente valorada la afirmación de este último de que la misma "se usaua generalmente della de todos los señores y principales de la tierra, y de muy gran parte de la gente común della" (Santo Tomás 1995 [1560]: 9), lo que debe ser aplicable también a una parte, al menos, de los contingentes humanos de origen peruano (no sólo de los "indios amigos" sino también de los españoles) actuantes en la conquista y colonización del área santiagueña.

13 No hay, en efecto, limitaciones estructurales, internas, a la intensidad de los procesos de transferencia derivados de situaciones de lenguas en contacto (Thomason y Kaufman 1988: 35) si los condicionamientos sociolingüísticos (referidos básicamente a la duración, modalidad e intensidad del contacto) son los adecuados. Concluyente comprobación de ello facilita, entre otros hechos similares, el conocido caso de la lengua africana ma'a o mbugu, reestructurada de modo intensísimo en dirección a la variedades dialectales de tipo bantu que la circundan (Thomason 1983 y 1997; Mous 1994).

14 Como se ha hecho recientemente (Fernández Lávaque 1997) en relación con el estado actual y las perspectivas de futuro de otras lenguas aborígenes del noroeste argentino.

15 Fenómenos sociológicos como los mencionados en el texto han debido determinar en el área santiagueña, desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, un proceso progresivo de sustitución de sus redes sociales internas, originariamente densas y múltiples, por otras de índole laxa y débil. Este hecho, como es sabido, origina en el ámbito lingüístico una acelerada restricción de las modalidades vernáculas de habla (en este caso la lengua quechua), que son reemplazadas por la modalidad comunitaria prestigiosa (español en el contexto en cuestión). Sobre este enfoque teórico del tema que aquí consideramos cfr. Milroy y Margrain (1980), Milroy (1980) y Milroy (1991).

16 Quizá juntamente con el quechua ecuatoriano, que parece compartir con el santiagueño características básicas propias de modalidades diatópicas de tipología genética koiné (Muysken ms.).

Universidad de Valladolid
Facultad de Filosofía y Letras

Departamento de Lengua Española
47011 Valladolid, España

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