ESTUDIOS
FILOLÓGICOS,
N° 37, 2002, pp. 151-167
DOI: 10.4067/S0071-17132002003700009
La incidencia idiomática de diversas globalizaciones*
The idiomatic impact of several globalizations
Víctor Valembois
* Ponencia presentada en las VII Jornadas de Investigación del Instituto de Investigaciones Filosóficas (INIF) de la Universidad de Costa Rica, en diciembre del 2001. Uno de los temas de ese evento era la celebración del aniversario de la Enciclopedia, por lo cual la "globalización avant la lettre" que subyace a ese movimiento recibe más énfasis en el presente escrito.
"Ninguna cultura, ya sea asiática o europea, africana o latinoamericana, puede desenvolverse hoy en día exclusivamente, en su propia tradición, sin volverse provinciana". R.A. Mall, en Revista de Filosofía, UCR, N74. |
Para
Alexander Jiménez, en la senda de la ciudadanía del mundo,
precisamente por estudiar a fondo y a distancia lo tico.
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Parto de la globalización actual, desde la perspectiva de su nombre, su fecha de inicio, sello mayor, prototipo de lo humano que propugna, la lengua dominante y el medio principal que ocupa. Investigo sobre todo la incidencia idiomática que ese movimiento generó. Esas mismas siete pautas, las aplico enseguida, en forma respectiva, al Imperio de Alejandro el Grande, al Cristianismo anclado sobre lo romano, al espíritu de las Cruzadas, al llamado "Encuentro de dos Mundos", a El "Siglo de las Luces" y al cosmopolitismo que prevaleció al final del siglo XIX y principios del XX. Esta confrontación similar a diversos movimientos "universales", también siete en total, permite comprobar, por un lado, la similitud de esas etapas en la mirada a lo "global" (utilizo el término de moda), y por el otro, explicar las particularidades de cada una.
I start studying the present globalization from the point of view of its name, momentum, major emphasis, the kind of human being it promotes, the dominant language that goes with it and the main vehicle it uses. I also consider especially its idiomatic impact. These seven characteristics are later applied, in a retrospective way, to the times of Alexander the Great, to the beginning of Christianity under Roman rule, to the Spirit of the Crusades, to the Conquest of the New World, to the Age of Enlightenments and to the Cosmopolitism as found at the end of the XIX Century and the beginning of the XXth. This similar confrontation of several "universal" movements, also seven in total, underlines, on the one hand, similarities of those epochs in terms of understanding the "global", and on the other hand, explains the peculiarities of each one.
1. MUNDIALIZACIONES Y SEMÁNTICA
No ignoro que globalización y civilización no son sinónimos, pese a que así lo quisieran Nicolás Negroponte1 y otros agoreros de la actual revolución tecnológica, con tremendas repercusiones en las esferas de la comunicación y la información y, por ende, en lo comercial. Precisamente para contribuir a civilizar (¿humanizar?) esos ámbitos, quiero subrayar la dimensión lingüística que necesariamente subyace a ellos; en ejercicio esencialmente semántico, demostraré además que ese cacareado empuje "universal" tampoco es tan inaudito como lo presentan. Propondré una disección en siete ciclos históricos, todos con un común denominador, de épocas con una vivencia del mundo en totalidad. Para confrontar aquello, a su vez, a cada período lo analizaré a la luz de otros tantos criterios idénticos cada vez, que permitirán comprobar, por un lado, cuán parecidas han sido esas etapas en aquello de la mirada a lo "global" (utilizo el término de moda), al mismo tiempo que se caracterizaron también por su peculiaridad.
2. LA GLOBALIZACIÓN ACTUAL BAJO LUPA LINGUÍSTICA
Para entrar en materia, y a modo de ilustración metodológica de los criterios que voy a confrontar, propongo empezar por el último período que, a todas luces, se siente y se proclama como un movimiento mundial. La famosa globalización tiene este nombre (característica 1; abreviado será: "car. # ..."), especialmente en el continente americano, por influencia directa y servil dependencia de su impulsor principal, los Estados Unidos de Norteamérica. Eso de la equivalencia de globo y mundo obedece desde luego a un calco, no impuesto por el Tío Sam, sino de mentalidad de dependencia, como lo demuestra la tesis del muy costarricense Carlos Gagini, en El árbol enfermo. En el español de España, por ejemplo, como en francés, etc., se suele preferir el vocablo "mundialización". A no ser, cosa probable, que ya sea tarde por estas latitudes, entre nosotros más valdría quizá dejar eso de los globos para los cumpleaños infantiles...
Respecto de la fecha (característica 2), puede postularse que empezó en 1989, con la caída del Muro de Berlín2 y quién sabe cuánto tiempo durará este período. Al igual que la gente que vivió la Revolución Francesa quizá no reconocía su trascendencia, nos encontramos en realidad ante un cambio de época: ahora es fácil ubicar todo un período de turbulencias, entre la Toma de la Bastilla en 1789 y la caída de Napoleón, en 1815. Pero cierto es también que no se pueden cortar secuencias históricas de manera nítida, como tajadas de un queque.
El sello mayor (característica 3) de esta época es indudablemente lo comercial- económico: todo gira en torno a la producción material, el rendimiento cuantitativo, el dinero como valor supremo. Se vale lo que se tiene (¿ser = tener?) y uno parece lo que aparece. Como si esa conducta fuera la única posible, actuar diferente se cataloga como caer fuera de la norma, a-normal. Todo se ve acompañado de una peligrosa tendencia a la homogeneización, como si, nuevamente en lo verbal, bajo el manto de democracia, igualdad fuera lo mismo que igualitarismo e identidad sinónimo de equidad. De allí que, como característica 4, como prototipo de lo humano, se suele considerar al discutible "hombre de éxito". Es la receta del American Dream extendida a todo el planeta, con prototipos como Bill Gates (de la venta de garaje al empresario multimillonario), Jean Claude Van Damme (la fuerza, aunque sea bruta) y otros.
Desde luego, nadie discute que en campos tan vitales como la comunicación, la información y la tecnología, el inglés se ha desarrollado como "la" lengua, aunque sea por "default". Como lengua dominante (característica 5), se pondrá sin vacilar el inglés, en su versión más específicamente norteamericana, que algunos proclaman ya como idioma universal3. Esa creencia obedece a una visión muy pobre de la lengua, que la reduce a un simple y elemental cúmulo de etiquetas para otro tanto de objetos en la realidad. Al contrario, la esencia de la lengua está precisamente en que cada una implica una segmentación diferente de la realidad, una visión de mundo. Este término acuñado, también conocido a partir del alemán Weltanschauung, no tiene por qué ser confundido con la perspectiva global, como cierta percepción ingenua hace prevalecer.
Por otro lado, con todo y refuerzo para el inglés, uno de los resultados del presente estudio será demostrar que se mantienen huellas importantes de "globalizaciones" anteriores: por ejemplo, en pleno siglo XXI mal haría un intelectual y humanista en no manejar ciertas expresiones en latín: a priori, a posteriori; tampoco hay que tener mucha cultura literaria o fílmica para ubicar quo vadis?, y hasta el más ignorante sabe qué significa cuando se anuncia que su equipo de fútbol juega versus otro. En tercer lugar, la lengua es precisamente también abstracción, connotación en lo léxico, matización en registros y tonos del habla y hasta en la sintaxis expresiva: todo eso va mucho más allá del "estándar" de "whopper". Por último, el factor tecnológico ha probado precisamente ser igualmente propulsor enorme de lenguas regionales, de formas vernáculas en el comportamiento comunicativo.
Columna vertebral en mi argumentación para el presente desarrollo será siempre encontrar cantidad de ejemplos verbales, como aquí, de la incidencia idiomática de este movimiento mundial (característica 6). En este caso, se refiere al inglés global aplicado al español de nosotros. Abundan los ejemplos. Se da por ejemplo el caso del OK, por cierto más utilizado en Costa Rica que en otras partes de América Central, hasta tal punto que uno se pregunta si los mayores no podían expresar esa idea. Desde luego había equivalentes como "está bien", "¡cómo no!", "claro", "de acuerdo", "faltaba más", "por supuesto", "sí" (van siete sustitutos) y una legión de términos o expresiones que deberían hacer ruborizar a quienes se quedan únicamente con la pobre muletilla gringa masticada entre un "chicle", cada dos palabras. Ese es, por de pronto, el dilema: incorporar o no incorporar. Este verbo contiene etimológicamente la idea de "cuerpo", apropiada para visualizar que la lengua forma una unidad; otra cosa es suponer que no se pueda adaptar partículas de fuera; al contrario, pero eso será oportuno y hasta necesario si no hubiera equivalente. En el caso del bendito (o maldito) OK, se trata simplemente de una cursilería.
Pensemos en cambio en "stress", con justa razón incorporado como estrés, con derivados como estresado, etc. No es que antes la gente no estuviera "nerviosa", "preocupada", "angustiada" o popularmente "con la nervia". Pero por muy "raro" y "antiespañol" que parezca el término, su importación introduce un matiz nuevo; se enriquece la lengua de Cervantes con un énfasis en un tipo de nerviosismo peculiar, más colectivo, relacionado con una vivencia enfermiza del tiempo, generalmente debido a presencia de tecnología de punta y por ende confrontación con otras latitudes que nos contagian con su ritmo. Bienvenido entonces estrés, por lo menos la palabra (no necesariamente la realidad), inevitable por lo demás. Así se nos introdujeron cantidad de vocablos, como windows y mouse que copiamos por pura pereza, sin darnos cuenta de la carga hasta poética que contienen en inglés: ¿o no es realmente una ventana al mundo de la comunicación, aquel procesador de palabras, y no es cierto que el ratón ese, asociado con esa aplicación, de verdad nos ayuda a buscar el queso del conocimiento?
Palabras hay, en esa dimensión tecnológica, que nos provienen del norte pero con un impresionante camino recorrido: como la arroba que en comunicaciones simpáticas ahora se usa más de una vez para promover la equidad genérica (como en aquel amig@s), con "arroba" que remonta hasta los fenicios. En aras de la identidad hispana, ¿alguien estaría dispuesto a proponer otro signo-símbolo para la comunicación electrónica? Espero que no. Así podríamos seguir auscultando la invasión de palabrejas, unas más justificadas que otras (pienso en e-mail, chat, zapping, multimedia, internet, etc.) frente a otras que no logran esconder afán de moda, como la misma web (tela en inglés, y eso mismo, en español peninsular), business, DVD, etc. El español, desgraciadamente por esencia, pero además por estrechez de mira de ciertos académicos, no tiene la agilidad del inglés ni para el neologismo (¿por qué no decir "avanzar" un mensaje, en paralelo al "to forward"?) ni para la combinación de conceptos, tipo "info-tainment".
Un último dato me interesa (característica 7): es el factor principal o método preponderante de difusión: en el caso de la "globalización", desde luego ha adquirido una importancia colosal lo "digital", sin ninguna relación etimológica ya con "dedo". Representa un auténtico giro en el mundo de la comunicación, tan importante como lo fue la imprenta de Gutenberg: es el "ser digital" al que se refiere el gurú (otro término globalizado) del citado Negroponte. Hoy la palabra, la imagen y el sonido, separados o combinados, se crean, se envían y se almacenan casi totalmente en esa forma. El mundo del disco compacto (CD), del DVD y de la cámara digital apenas han empezado a sacudir todos nuestros hábitos de circulación de información y eso, junto con la fibra óptica, aumentará aun más los intercambios posibles, desgraciadamente factibles en todo sentido, pero en la práctica tremendamente asimétricos: es la "brecha digital" entre "info-pobres" e "inforicos" en este país, como en refuerzo de la distancia, ya enorme, de posibilidades para la gente en este sentido en el norte, comparado con el sur.
3. "GLOBALIZACIONES" ANTERIORES VISTAS DE LAS MISMAS PAUTAS
En crónica anunciada, paso entonces ahora a considerar otras seis etapas del acontecer histórico que obedecían todas a un dominio solo parcial del mundo, aunque sus actores pensaban manejarlo todo. Se rastreará cada una de esas épocas con base en las mismas siete características aplicadas a la actual mundialización, siempre con el marcado interés en lo lingüístico.
3.1.El Imperio de Alejandro el Grande (car. # 1).Cuando el Rey Alejandro el Grande murió, en el 322 antes de Cristo (car. # 2), había consolidado un primer gran espacio de índole realmente, ¿me atreveré a llamarlo "global"? Nos proclamamos hijos del siglo XXI, pero, en gran escala, todavía somos hijos mentales de Aristóteles, el tutor no solo del mencionado sino también de nosotros: seguimos influenciados por valores y conceptos sobre el hombre y su entorno, creados por él, en todo el mundo conocido de entonces (la Cuenca del Mediterráneo y Asia Menor hasta los confines de la India), a pura conquista militar (car. # 3). Como prototipo humano y figura ejemplar en ello cabe señalar a Sócrates, modelo de aretè que, dependiendo de la visión de mundo, sea griega androcéntrica, sea cristiana, traduciríamos como 'valor' o 'virtud' (car. # 4). La lengua "universal" de entonces era el griego (car. # 5), no solo por los mentores Platón y Aristóteles, sino porque los rollos escritos ("biblios") se almacenaban ("tecè") en bibliotecas, como en Alejandría.
Cantidad de otros vocablos y conceptos nos legó esa primera "globalización". Pensemos tan solo en tres términos claves en cantidad de idiomas modernos (cosmos, polis y democracia), en acepciones que desde luego han evolucionado. Habría que añadir otros, como los nombres y topónimos todavía actuales y universales de (H)elena, Hércules, Dionisio y Alejandro (con variantes en todas partes, masculinas y femeninas, hasta el "Sacho" ruso). Provienen de ese tronco, junto con toda la mitología y las figuras relevantes de la cultura griega desde Homero hasta, pongamos, Aristófanes. También ahora son patrimonio universal vocablos como: lacónico, hegemónico, filípica, sátrapa y hasta paraíso; conceptos o expresiones como nudo gordiano, cinismo, ostracismo, comedia y tragedia, catarsis, y otros más, igual que visiones centrales de varias ciencias como filosofía, antropología y política. Piénsese también en la paideia, con su derivado de pedagogía en cualquier universidad que se respete; luego, en expresiones como un caballo de Troya, alfa y omega, etc. Todo un importantísimo bagaje verbal y mental (car. # 6). Como sistema de divulgación de información, es digno de mencionar que términos ahora tan corrientes como academia, liceo y peripatético, nacidos hace más de 2300 años, están todavía en boga. Implicaban un método (otro término de entonces) esencialmente oral (car. # 7).
3.2.El Cristianismo anclado sobre lo romano (car. # 1).El segundo movimiento se observa en una curiosa imbricación de dos elementos originalmente opuestos, el Imperio romano y una secta religiosa. Del primer polo guardamos muchos vocablos, desde palacio (con sus equivalentes en la mayoría de los idiomas actuales y que ya nadie asocia con el monte Palatino), hasta estructuras, por ejemplo en el Derecho romano. Ganó su nombre epónimo a partir de la figura carismática del mismo Cristo (car. # 2) y resultó tan importante que todo Occidente adoptó un calendario con fecha de arranque en el supuesto nacimiento de este santo varón (car. # 4). En su origen, se trata de un evento esencialmente religioso (car. # 3), que sigue marcando toda la vida social moderna. Esta, ya esencialmente atea, mantiene toda clase de puentes con esa creencia en un salvador: piénsese en la vivencia contemporánea de la "navidad", que muy poco guarda de una celebración de su aniversario. Después de una inicial lucha entre el subversivo grupo practicante que se formó de sus seguidores (identificables entre sí con el famoso pez) y las autoridades del imperio, en los primeros siglos se estableció una alianza estratégica entre ellos. Eso explica cómo, pese a la incidencia de términos armenios (nombres como Jesús, Marta, María, Judith; expresiones como: aleluya, amén, helas), la lengua dominante (car. # 4) llegó a ser el latín, especialmente en su versión "vulgar", entiéndase, popular.
Lo anterior no quita que el griego sigue, como sustrato para muchas expresiones esenciales, como Biblia (el libro por excelencia), evangelio (por sus raíces: la buena noticia) y sobre todo otro término de neta vocación global: católico, literalmente sobre toda la tierra: cabe recordar ese mandato, que también retoma el Libro de los Hechos (1:8), bajo el lema de "hasta lo último de la tierra". Que ese movimiento tuvo aspiración universal lo prueba no solo que el cristianismo efectivamente se divulgó rápidamente en todo el mundo conocido, sino que en idiomas muy diversos permanece el uso verbal todavía de "cristiano" como "general", 'común' y hasta 'normal': de allí el dicho "hábleme en cristiano", en contraposición a una lengua extranjera o incluso dentro de la propia: "dígamelo claramente, en forma inteligible". Además, se suele usar expresiones como "(decir o hacer) como buen cristiano"4, por su connotación positiva y, en cambio, "ni Cristo" como algo negativo o de "nadie". Pues bien, en lo que pareciera fotocopia expresiva, expresiones parecidas se usan en inglés5 en francés6 y hasta en ruso7.
Pero quizá lo más colosal de esa globalización (avant la lettre, como señalarían en francés) es el condicionamiento mental que conllevó: en todo Occidente se entiende la expresión de "el árbol de la vida"8 que remonta a la común herencia judeocristiana, igual que cierta obsesión por cifras específicas (1, 3, 7, 12, cabalísticos y el fatídico número 13). Veamos adicionalmente no menos de tres estructuraciones del idioma, como reflejo de una prefiguración de la cabeza: la primera se refiere a la orientación vertical bipolar de cielo = bóveda en contra de infierno = abajo. Lo anterior se denota hasta en la identidad de términos, en español ("cielo"), francés ("ciel"), neerlandés ("hemel") y alemán ("Himmel"), en la "recompensa después de una vida virtuosa", "la bóveda que está encima de nosotros, con nubes, astros, etc". ¡Tamaño choque se llevaron los indígenas americanos al explicarles los ingenuos misioneros que sus antepasados bien portados estaban arriba y no abajo, en la tierra, como creían a partir de su propia visión de mundo! De allí expresiones que nos parecen perfectamente "lógicas", pero no lo son tanto, como "hosanna en las alturas" y (estar en) el "séptimo cielo", ambas con tremenda connotación positiva.
Resonancias bíblicas se rastrean también, evidentemente, en la segunda y la tercera fijación que se impuso en todo ese ámbito, la de lo bueno, a la derecha (versus lo siniestro de lo contrario: los romanos eran terriblemente "derechistas"). También la no tan inocente sinonimia de lo pulcro y lo blanco9, para las ovejas como para la gente (los famosos sepulcros blanqueados): es ridículo acusar al cristianismo de racismo y de discriminación antizurdo, lo cual no quita que sea conveniente, máxime a la hora global, saber que el uso de este tipo de expresiones involuntariamente puede herir a grupos grandes que no por tener costumbres diferentes serían inferiores o "malos". Para terminar la presentación somera del cristianismo como mundialización, subrayo que su método específico de divulgación fue eminentemente verbal, casi exclusivamente oral (car. # 7), justificando de algún modo la necesidad de las anteriores visualizaciones, expresivas sí, pero un tanto simplistas.
3.3.El espíritu de las Cruzadas.A pesar de que también se puede ubicar con relativa precisión en el tiempo, para el tercer período o movimiento he pensado en un nombre que evoque más bien una mentalidad. Es que el "espíritu de las cruzadas" (car. # 1) curiosamente corresponde no solo a una secuencia de años en la historia, sino además, y de nuevo, al pensamiento que prevalece desde hace, quizá, una década, en parte consecuencia de la mencionada globalización. Mucha de la información recopilada en este apartado la obtuve de El declive de la Edad Media. Releyendo la obra clásica de Johan Huizinga (1948), profesor de la Universidad de Leyden, en Holanda, la pregunta que surge, sin embargo, es por qué el experto medievalista no tuvo la menor idea de que, unas décadas después de su magistral estudio, se pondría casi de moda postular el advenimiento de una nueva Edad Media. Es que, repito, estamos en medio de un cambio de época.10
Pensemos especialmente en el siglo trece, lleno de eventos que permiten nuevamente postular una etapa de comunicación múltiple con el exterior: entonces se combinan, entre otros, especialmente la tercera cruzada europea hacia la liberación de Jerusalén, los viajes de Marco Polo, el Camino a Santiago, desde los confines de Europa a esta punta de Galicia, las primeras universidades, Santo Tomás de Aquino y el florecimiento de la escuela de traductores de Toledo. Este cúmulo de hechos, de índole diversa, tuvo como gran denominador común provocar contactos de la Europa del norte con la del sur y de este continente con el Oriente. El resultado fue otra especie de "globalización" o interferencia entre el mundo que se conocía, partiendo del Viejo Continente. Su estilo oscila entre religioso, económico y militar (car. # 3). Se propugnan entonces los modelos de hombre, como caballero y cortesano (y sus correspondientes virtudes de "caballerosidad" y "cortesía", con machismo y todo), que tendrán su apogeo y formalización oficial en el siglo siguiente, precisamente en la corte (de allí el nombre derivado) de los burgundios, con el Graal (car. # 4).
Respecto de la característica # 5, de la lengua dominante, se inicia entonces también la lucha, que durará varios siglos, entre, por un lado, el latín eclesiástico y científico y, por otro lado, las nacientes lenguas vernáculas. Vale la pena quizá subrayar aquí que el árabe también tenía gran importancia, en forma escrita sobre todo, en España, por lo que penetró sustancialmente en el español; cualquier diccionario actual de esa lengua, por muy pequeño, tendrá páginas enteras con vocablos que se inician en "al-" (alguacil, alfiler, etc.), a los que cabe añadir azúcar, islam y tantos otros. Varios penetraron también en otros idiomas europeos, caso de álgebra, dando paso a la característica # 6. De esta época son además palabras como Ángelus, via crucis, simplemente tomado del latín, como también rosario, molino, macabro, por lo mismo muy parecidas en francés e inglés entre otras, dando prueba de un mundo "global" en chiquito entonces, a partir de la misma fuente alimenticia espiritual-universal de entonces, el latín eclesiástico. El último término, con resonancias religiosas funestas hasta en inglés (macaber), no se sabe de dónde proviene. Es curioso que el "molino" sea una realidad tecnológica importada del oriente, pero siendo el idioma de origen tan diferente, se prefirió una raíz occidental tomada del mismo latín de uso científico. De hecho, desde entonces y hasta nuestro siglo XXI, el nombre científico de las plantas, por ejemplo, se expresa en latín.
Unas palabras todavía prueban que las mencionadas globalizaciones interfieren: la expresión "guerra santa" tuvo su peculiar vivencia en la lucha contra los llamados "turcos", que no son árabes, pero es curioso cómo después de siglos, en los últimos años de repente vuelve (con su equivalente jihad), lo mismo que tantas otras, en árabe, y adquiere resonancia global. Muchas veces el paso al español es indirecto, a través del inglés, especialmente después del trágico 11 de setiembre 2001, como intifada, shiita, fatwa, taliban. Para el # 7, el método de divulgación se mantiene esencialmente oral. ¿Quién dijo que únicamente el inglés sería la lengua universal? El apellido tan hispano de entonces, Matamoros, ¿adquirirá nuevas connotaciones anglosajonas? La combinación de "cruzada pacífica", en boga ahora en campos educativos y de salud pública, suena a contradicción en los mismos términos.
3.4.El "Encuentro de dos Mundos".Lo que también se ha dado en llamar "el Descubrimiento de América" o "la Conquista" (car. # 1), indudablemente constituye un formidable antecedente de "globalización". Igual que para otras etapas, no pensemos en una sola fecha; a partir de 1492, en realidad todo el siglo XVI (car. # 2), refleja la tensión entre lo europeo y el "Nuevo Mundo", en un largo choque y ajuste, no tan armonioso como la aludida sinfonía de Dvorak. Esta cuarta sacudida fue la primera a nivel estrictamente mundial: por primera vez prevalece no solo el conocimiento práctico de la redondez de la tierra. Carlos V es "César" (palabra etrusca de origen, que da después Káiser, etc.) en un imperio "donde no se pone el sol". Bajo el manto de lo religioso (la conversión de los infieles...), el movimiento cubre en realidad intereses netamente militares y de abierta concupiscencia (car. # 3). Lo anterior no quita que el prototipo de hombre y de mentalidad que enmarca la época sea también el "humanista", anticipado por Erasmo y el Renacimiento italiano, pero evidenciado sobre todo en la figura de Miguel de Montaigne. Al igual que poco antes Bartolomé de las Casas, en sus famosos Ensayos éste defiende la idea de una especie humana única: "todos vivimos bajo un mismo cielo", proclamaba (car. # 4). Respecto de la lengua dominante de esta época, sin que disminuya la rivalidad entre el latín de los eruditos y las lenguas vernáculas que se estaban dignificando, el caso del español es digno de mencionar. Con la conciencia de estar rigiendo un imperio y a la luz del consejo de Nebrija (otra vez: "la lengua es compañera del imperio"), el flamenco Carlos V se hizo coronar por el Papa, pero se dirigió a la concurrencia en castellano, con lo que ya aflora una conciencia imperial. Efectivamente, el español, desde entonces es una de las lenguas realmente con alcance universal.
La incidencia idiomática (car. # 6) de esa globalización fue simplemente colosal y de índole múltiple. Sorprende primero que, pese al mencionado vehículo del conquistador, sean las voces de los conquistados las que aportaron todo un bagaje léxico literalmente inaudito (que nunca se había oído). En efecto, las realidades de "allá" adquirían identificación caribeña (este topónimo mismo es un ejemplo, confuso y confundido entre caribal y caníbal), aparte de términos nuevos como canoa, hamaca, tornado, barbacoa, iguana, sin olvidar el excitante tabaco... Pero esa globalización tuvo además un marcado sello culinario, vía el español, con ingredientes indígenas, como chocolate11, cacao, tomate, patata, maíz, aguacate, etc. La transmisión oral se mantendría en el mundo hispano y sus colonias como la vía principal si no única, pero con el poderoso invento de Gutenberg, sobre todo en los países del norte y en sus respectivos dominios, se divulgaría adicionalmente el pensamiento "global" por medio de la imprenta (car. # 7).
Dos observaciones todavía, al respecto: primero, que la influencia "global" del latín sigue. Hasta el mismo Concilio Vaticano II, bien entrado ya el siglo pasado, con aportes del siglo XV, como catecismo, credo, misa. Se observa la reinterpretación unilateral cristiana de demonio y lo demoníaco como equivalente de lo satánico, allí donde en la primera globalización el "daimon" era el espíritu, no necesariamente maligno. En seguida, no todo en esa globalización venía de las colonias. Por ejemplo, de Flandes, el lugar de nacimiento de Carlos V, se impusieron entonces otros factores. Es curioso, por ejemplo, constatar que desde entonces y por este lugar, ahora en español, francés e inglés, entre otras lenguas, se acostumbra dar tanta importancia a cierto juego de suerte llamado lotería, vocablo que en neerlandés (flamenco, u holandés) significa 'buena o mala suerte, destino'. Pero más allá de esa manía, ahora también cada día más global, de las apuestas, desde esas tierras del norte proviene también una estructuración mental que dejaría huella hasta en los mapas de la NASA: la cartografía de Mercator, súbdito y compatriota del emperador, dejó por todos estos siglos su sello en la estructuración "este-oeste" que se expresa en nuestros idiomas principales en equivalentes de "norte" y "nortearse" o "perder el norte", lo mismo en "orientarse", y la distancia relativa del Cercano o Lejano Oriente, en términos relativos, originalmente a partir de Amberes (después, con el imperio inglés, desde Greenwich, cerca de Londres (Valembois 1996)12.
3.5.El "Siglo de las Luces".Dos centurias después de ese colosal choque de concepciones vitales, con sus expresiones idiomáticas correspondientes, siempre desde Europa (por la relación de fuerzas geopolíticas que prevalecerá hasta la Primera Guerra Mundial), surge otro afán colectivo sobre-toda-la-tierra. Se trata de un movimiento totalmente laico, más bien opuesto a lo eclesiástico y su correspondiente medio de difusión: las universidades. Se centró en las últimas décadas del siglo XVIII (car. # 2) y duró, digamos, hasta la Revolución Francesa, metiendo casi literalmente pólvora a las ideas. Se conoce sin embargo como el "Siglo de las Luces", supuestamente diez décadas, así, con el nombre que también Carpentier escogió para visualizar las desastrosas aplicaciones de este movimiento en América Latina. Se ubica también con el nombre de "la Ilustración" (car. # 3), de manera que igual que la época "global" anterior, varios nombres calzan o están en uso13 para referirse a sendas olas de interés mundial.
El período en estudio constituye en realidad una especie de continuación y "perfeccionamiento" (desde perspectiva eurocéntrica) del anterior. Esta prolongación implicó sin embargo también varios cambios sustanciales: la colonización sigue formalmente a capa y a espada, pero con menos confusión entre esta última y la cruz. En realidad, se pasa de un aparato ideológico a otro: de la conversión religiosa al endoctrinamiento con base en la supuesta superioridad de las ideas del promotor de estas. Ya no prevalece la ceguera por la fe, sino como bálsamo si falta la razón14. Este carácter educativo es esencial, para la época (car. # 3). Consecuentemente, observamos un cambio de manual: de la Biblia, en versión oral por los buenos hermanos franciscanos entre otros, se pasó a la libresca Enciclopedia, cuyo primer volumen se publicó, en 1751, hace exactamente 250 años. El nombre es, en sí, revelador del mismo afán global: la tierra es circular y los autores de esta obra proporcionan "la" herramienta de su obra total, redonda, con todo el saber: ciclos, en griego significa círculo (car. # 7). Esa visión de totalidad geográfica (el mundo por fin acabado de recorrer y conquistar, de verdad por Cook15 y asociados, más allá de la primera vuelta de Magallanes y Elcano) se confirma con la exhaustiva presentación del conocimiento alcanzado.
La nueva Biblia anticlerical (valga la contradicción) sustenta una ideología o modelo de hombre, el "filósofo", no exactamente igual al pensador griego clásico, pero en todo caso inspirado en él. El prototipo de ese hombre (siempre casi únicamente varonil, hasta entonces) era Voltaire (car. # 4), que por su dedicación constante al estudio, por sus viajes (en Inglaterra y hasta en el exilio en Suiza), por su forma peculiar de enseñar en el "cuento filosófico de Cándido y Zadig, por ejemplo), logra un impacto más allá de su tierra natal, en toda la Europa conocida, hasta Escandinavia y Rusia, hasta el resto del mundo por civilizar. Otros portentosos guías de entonces son, por ejemplo, Montesquieu, que abrió la ventana al mundo oriental (¡hay que volver a escribir sus Cartas persas en una versión más allá del "script" CNN-esco actual!), Diderot, D'Alembert y Rousseau: colaboradores todos en ese monumental antecedente de "la" enciclopedia Encarta de hoy en día, con unos recursos técnicos y de imprenta que ya habrían querido tener.
Más allá de grandes diferencias individuales, estos redactores se encuentran unidos en un espíritu, el convencimiento obsesivo de que sus valores europeos (u "occidentales", a partir de la terminología del citado Mercator) se harían universales. Esa confusión se mantiene en muchas mentes, en el Viejo continente y ahora en Estados Unidos, a la cual habría que oponer aunque sea el título de un ensayo: "Occidente es solo un accidente" (de Roger Garaudy, un francés convertido al Islam). Este eurocentrismo definitivamente capituló en la realidad, pero no en las mentes, con la Segunda Guerra Mundial: precisamente los europeos y europeístas de nuevo cuño de entonces (Monet, Schuman, Adenauer, de Gaulle,...) se dieron cuenta de que su "civilización", aparte de iluminar hasta en los confines terrestres, también podía arrastrar a todo el planeta a la destrucción total, el holocausto no solo de judíos, sino de la especie humana como tal.
Los humanistas "filósofos" señalados eran además casualmente todos franceses y en ese idioma entonces "universal", con más razón que ahora, también se redactó su voluminoso trabajo. La proyección geopolítica de Francia estaba ya en declive, desde antes de la muerte del "Rey Sol", Luis XIV, pero por la arquitectura francesa, sus diseños urbanísticos y de jardines (París y Versailles), el pedagogismo esencial a la francesa, este idioma adquirió fama no solo continental sino mundial: la "francofonía" como afán geopolítico y cultural, no solo de Francia sino de todos los países francohablantes, constituye en cierto sentido un intento desesperado por mantener esa irradiación del Siglo de las Luces (car. # 5). Sin embargo, algunos llevan la francofilia hasta ignorar que aquel Siglo de las Luces, de indudable mérito en sí, pasó hace doscientos años. La mencionada confusión Europa= Occidente=Universal a la larga ha hecho daño16. La luz de las ideas no viene nunca ha venido de una sola parte. Para bien o para mal, el cartesianismo ya no se lleva, y el mundo ya no se parecerá a un jardín francés con estructuras e instituciones exactas y cuadriculadas.
La huella idiomática de lo anterior, si bien en declive ante el empuje avasallador del inglés, de ninguna manera puede infravalorarse. Más bien parte del problema consiste en auscultar entre tantos galicismos que ha habido, históricamente, cuántos simplemente ya no se reseñan como tales, porque han sido castellanizados hace tiempo. Otros nos vienen precisamente vía el inglés17, y algunos existen solo como americanismo18. La expresión rendez-vous, por ejemplo, se transformó en español (registrado en el diccionario) en "rendibú" (definido como 'manifestación de respeto o sumisión un tanto aduladora'). Así, cantidad de términos diversos, muchas veces justamente desde el siglo XVIII, como café, no como brebaje sino como el lugar de reunión o el acto de reunirse, cosa que ahora volvió a la palestra, pero ni con café ni con reunión real, física: por ejemplo en el café internet. Otros casos son parquet, aperitivo y menú. Ya entonces también existía una fuerte influencia del inglés, con términos que llegaron en esa época al español, esta vez vía el francés: es el caso del club19, entre otros. Desde entonces hasta ahora es chic (una muletilla gala) meter alguna palabreja de por allá en la conversación para impresionar: avant la lettre, impasse, boutade, démodé, malaise constituyen casos todos de términos fáciles de sustituir por un equivalente en la lengua de Cervantes, pero que perderían por eso aquel encanto parisino... del lado de la "Ciudad-Luz".
La huella mundial del francés, aparte de palabras aisladas, se centra especialmente en diversos campos semánticos que se connotaron desde entonces definitivamente no solo con un saborcito de por allá, a la hora de una globalización que deseamos lo más diversificada posible. Fijémonos primero en que las mismas categorías geográficas adquirieron una indudable pigmentación gala. El concepto de Europa, como unidad continental, más allá de un mito griego clásico, se introdujo entonces con manifiesta voluntad de equivalencia con el valor "civilización", como el modelo a seguir, teniendo como opuestos "lógico", "cartesiano" a los otros, es decir para un caso que nos interesa sobremanera: América Latina. El adjetivo tiene por acá evidente connotación positiva, pero en su origen, en el famoso siglo en cuestión (lo mismo que por cierto actualmente en inglés, excepto si se refiere a zamba y otras superficialidades), tenía una carga más bien de menor categoría, hasta con desprecio bordeando lo racista.
En cuanto a influencia estructural-profunda del francés (y de la visión de mundo que desde las "Luces" estuvo detrás), me refiero por ejemplo, además, al término "común" en la expresión "sentido común", que contagió el pensar universal con un tinte racionalista, hasta que Freud subrayó que tan "común" y humano es igualmente lo subconsciente y hasta irracional. Desde Diderot y asociados, el mundo de las "Ideas", así, con mayúscula, tenía que referirse a trabajo cerebral puro, masculino; nada de sentimientos, por "definición" afeminados... Un prejuicio del mismo calibre se esconde detrás del no tan inocente rótulo que identifica a muchas de nuestras escuelas y facultades como de "Bellas Artes", un calco de los "Beaux Arts" galos, con todo el a priori respecto de ciertos temas y determinadas formas, en detrimento de lo distinto. Siendo que toda palabra conlleva una estructuración del mundo, durante décadas y hasta siglos aquello condicionó una categorización: el resto era simplemente "artesanía" o ni eso. Por cierto que esa francofilia en la mirada artística se denota todavía en términos como vernissage, première, rentrée, soirée (pero hay también cine en matinée que curiosamente es en la tarde), entre otros, que definitivamente tienen que ser del dominio, aunque sea pasivo, del humanista contemporáneo, y desde luego tienen que figurar en boca (y en la pluma) del connaisseur.
Por si fuera poco todo lo anterior, cabe reseñar además tres espacios especialmente privilegiados para la galomanía, desde aquellas luces: la diplomacia, la moda y la gastronomía. Respecto de este último rubro, hay un puente curioso con la globalización por el estómago del siglo XVI, pero esta vez se trata de haute cuisine, no precisamente de comida para la chusma hambrienta, como la papa, en la Europa del siglo XVI. Por eso todavía está "bien" presentar el menú y la "carta" de los vinos en francés, sí el francés del Chateaubriand o el steak cordon bleu (una curiosa interferencia "franglesa"), del bourgogne y del champagne (este último castellanizado ya): así se estila entre "gourmets" alrededor de un chef, aunque este haga su debut al lado del maître. Al lado del italiano y otras lenguas, pero ciertamente con más tradición y caché, en lo culinario el francés tiene su posición, sobre todo desde los tiempos de aquellos enciclopedistas. Respecto de la moda, los perfumes y los cortes20, de pelo y de telas, se miden y se compran "au Chic de Paris", como se llamó una tienda josefina, por décadas.
Un párrafo aparte, para la diplomacia como se debe, à la francesa. Por los rayos que irradiaban desde el Sena y la Bastilla, desde por lo menos el siglo XVIII (y muchas veces desde mucho antes) el francés era, por excelencia, la lengua de la política y la diplomacia. En el Congreso de Viena, en 1815, con el prusiano Metternich a la cabeza, era evidente que todo el mundo hablara francés y, desde entonces a la fecha, en la mayoría de los organismos internacionales es también uno de los idiomas de trabajo: los documentos de la ONU, de la UNESCO y de la Organización Internacional del Trabajo, por ejemplo, lo mismo que en la Unión Europea, se pueden discutir en francés y se asegura traducción simultánea, aparte de que el texto equivalente vale, para efectos jurídicos. Viendo unilateralmente aquello a los pies del Tío Sam, toda esa estructura está retrocediendo21, pero nadie discute que, históricamente, gran parte22 de la terminología diplomática es francesa: las categorías de chargé d'affaires (encargado de negocios, que no es lo mismo que "comercio"), attaché (agregado, que no tiene nada de "anexo" u otra connotación de inferioridad), Primer, Segundo y Tercer secretario (rangos ejecutivos que implican trabajo muy superior a lo "secretarial"), prevalecen en la mayoría de las cancillerías. ¡Vaya foco y artificio de luces, de colores y de intensidades diversas, que provocó el llamado "siglo de las Luces" y en particular la Enciclopedia de la que celebramos el cumpleaños!
3.6.La época del cosmopolitismo.A fines del siglo XIX y principios del XX (car. # 2), en el mundo hispano e hispanoamericano, entre la crisis de 1898 y las dos primeras décadas del nuevo siglo, se generó un contexto que obligó a esos países a una búsqueda internacional. En esta coyuntura, España no terminaba de encontrarse a sí misma, mientras Estados Unidos cada vez más mostraba su garra imperialista. La Inglaterra victoriana era todavía un modelo para la industria y el progreso, a escala mundial. En lo artístico se generaba una búsqueda que pretendía superar el materialismo positivista, guardando el cientificismo: es el arte por el arte que tendría varias facetas, pero que conviene destacar porque, esta vez, el arte fue el motor principal de la voluntad extraterritorial llamada "cosmopolitismo", con reminiscencias clásicas muy del gusto de los creadores (car. # 1).
El exponente más notorio de este esteticismo internacional era, sin duda, Oscar Wilde (1854-1900), por lo que puede ser considerado como prototipo de ese movimiento, lo mismo que el "dandy", su modelo de comportamiento (car. # 3). El creía más en el arte que en la realidad, así como en la belleza como valor ético. "Ser dandi es la afirmación de absoluta modernidad de la Belleza", reza uno de sus aforismos. El autor defiende la superioridad del Arte sobre la Naturaleza: "mentir bellamente es un arte, decir la verdad es obrar según la naturaleza", nos enseña otra frase famosa suya; por eso el arte no debe tratar jamás de ser popular, sino que el público debería volverse artístico él mismo.
En la América Latina, bajo la citada influencia europea, fuente de la civilización occidental, se cristalizó aquello, por ejemplo en el modernismo de Darío y en el arielismo de Rodó, el primero, por ejemplo con las Prosas profanas (1890), más inspirado en modelos franceses; el segundo, por ejemplo con Ariel (1900), en el Shakespeare de La Tempestad23. También José Martí estuvo influenciado por esta tendencia, la cual no impidió que en los tres se notara un fervor latinoamericanista. Significativamente, en Costa Rica, dos destacados intelectuales y artistas profesaron en su momento esta fe en el papel redentor del arte. De Roberto Brenes Mesen (1874-1947),vale la pena citar, por ejemplo, su poema inspirado en Schiller, "Mi Patria", el cual en su última estrofa reza:
mi patria no tiene nombre:
soy ciudadano del mundo
y compatriota del hombre.
Lo mismo encontramos en Omar Dengo (1888-1928) que, en "El maestro y la Política", postula que:
en ciertos momentos seamos griegos
o seamos hijos de Palestina:
cuando admiramos a Fidias,
cuando recordamos a Cristo.
Ciertamente, nadie podrá afirmar que fueron vendepatrias o antinacionalistas, pese a su credo humanístico global. ¿Por qué no llamarlo también ecuménico?, otro término paralelo a lo universal que desde la Edad Media utilizaban los patriarcos ortodoxos y en esta época finisecular también se fue aplicando en la Iglesia católica.
También el cosmopolitismo tuvo su motor peculiar de divulgación en el mismo arte, con la novela y la poesía, por lo que la arquitectura metálica, por ejemplo, obedece a esta tendencia: pensemos en la Torre Eiffel, construida como símbolo de lo estético-práctico para la exposición universal de París en 1889. En la misma línea va el llamado art nouveau, que dentro de la construcción de lo edificado realza el conjunto con una serie de elementos decorativos, muchas veces de metal y de vidrio (car. # 7). De esta época data también el término intelectual, como sustantivo que se ha generalizado en todas las latitudes.
Por último, cabe ver cómo también esta tendencia dejó su huella por acá, en el manejo del idioma (car. # 6)., curiosamente en una extraña convivencia entre el francés, ya declinando, y el inglés que se iría imponiendo cada vez más. De esta última lengua encontramos en español, por ejemplo, el famoso spleen, el malestar con la vida que cantaba Baudelaire, hasta en un título: El spleen de París; pero igual encontramos ese nombre y ese sentimiento en Darío. Señalan algunos que en un siglo lo único que ha cambiado es que pasamos del spleen al stress. Aparece entonces además la palabra bar, como mostrador en un café (término que ya llevaba más de ciento cincuenta años en boga); también surge todo un concepto: el gentleman; en lo arquitectónico aparece, nuestro kiosko, que proviene del turco; desde el francés hay influencia hacia el inglés en los objets d'art, para referirse a obras de arte, una liaison (por enlace extramatrimonial) y, por ejemplo, en El año del laberinto, el esprit de grandeur que anhelan personajes como Pío Víquez y el famoso don Ricardo (Jiménez Oreamuno).
4. CONCLUSION
He demostrado cómo seis movimientos anteriores a la globalización actual pueden ser analizados desde características paralelas, los cuales conllevaron cada uno una incidencia relevante en el acervo lingüístico del que todo intelectual contemporáneo debe disponer. Un aspecto queda muy claro: no existe una lengua pura; siempre ha habido interferencias. En diacronía uno observa, por ejemplo, que después de la "ola" polaca y rusa del progresivo derrumbe soviético (expresado en términos como solidaridad, perestroika, transparencia y glasnost), como vimos, ahora asistimos a otra, más bien árabe. En sincronía, no es que las globalizaciones se excluyan sino que se superponen, dejando huellas perennes: todavía retenemos expresiones en latín y francés, por ejemplo, a partir de su predominio en siglos muy remotos.
Puede resultar sorprendente que haya dejado fuera aparentes movimientos verbales y mentales (ambos alternando causa y efecto). Por ejemplo, la Revolución Industrial, fenómeno que marcó toda Europa y por ende el mundo, pero su incidencia no marcó determinada época; en realidad, desde su inicio en Inglaterra en el siglo XVIII, fue cubriendo regiones según su desarrollo, sin dejar una estela idiomática como los movimientos evocados. Otro momentum con vocación "global" fue el marxismo, el cual, con el llamado de la unión de "proletarios del mundo", teóricamente buscaba esa escala planetaria, pero su concreción leninista inmediatamente impuso más bien barreras: piénsese en el cierre de fronteras y el ominoso Muro de Berlín, en dos episodios cruciales de la URSS; piénsese también en la insularidad de Cuba, como barrera natural aprovechada. Existe desde hace décadas otra corriente con innegables ribetes universales. Es el ecumenismo, que teóricamente por el mismo término apunta a lograr "una sola casa" a nivel planetario (con la raíz "oikos" que, igual, se encuentra en economía y en ecología); pero en la práctica, esos valerosos acercamientos se limitan a los creyentes, primero católicos y protestantes y desde hace un tiempo, más general, interconfesionales.
Hemos armado una estructura en 7 "globalizaciones" x 7 características = 49 cuadros. El ajedrez resultante debe visualizarnos lo imbricado de las lenguas entre sí y cómo cada una ofrece un matizado corte de la realidad. De allí que tenemos que buscar lo íntegro-funcional de cada lengua y ojalá manejar varias. Todo lo cual apunta además a la necesidad perentoria de cultivar una conciencia lingüística selectiva. Tanto en diacronía como en sincronía utilicemos la riqueza expresiva, la precisión y la matización que ofrecen nuestras lenguas, diversas y distintas, como una paleta de colores, para armar un cuadro de verdad hermoso, por simplemente humano. Con los aportes de cada una de las mundializaciones verbales evocadas, superando la receta actual donde el objeto comerciable se antepone al individuo y lo norteamericano se impone como supuesto modelo único, construyamos un mundo más humanístico, de verdad universal. Las generaciones futuras nos agradecerán el esfuerzo o condenarán nuestra postración. Acordémonos en todo caso del significado de la Enciclopedia de Diderot y asociados, y sobre todo, del propósito "global" que hay detrás, ya que este adjetivo en el sentido internode enkyklios paideia, por sus raíces griegas refiere no tanto a cantidad de educación sino a lo "comprensivo", cualitativo.
1 Pienso en varias ideas en este sentido, cuando uno lee su, por lo demás, provocativo libro Being digital (First Vintage Books Edition, Nueva York, enero 1996). En este mismo sentido han ido varias declaraciones oficiales norteamericanas post setiembre 2001, como las del Secretario de Estado Powell y del mismo Presidente Bush, por ejemplo.
2 Fue el 9 de noviembre de ese año. Se puede considerar como el principio del fin de la dicotomía "este- oeste" que dominó toda la posguerra. Para la Navidad de 1991 renunciaba Gorbachov, como último Soviet supremo, dando en la práctica fin a la URSS
3 Tampoco en eso hay nada nuevo: recuérdese la tesis de Nebrija que "siempre la lengua fue compañera del imperio" (Ver mi estudio, citado en bibliografía).
4 En "Funes el memorioso", Borges señala por su narrador que "él había sufrido lo que son todos los cristianos: (... era...) un desmemoriado".
5 "Christian", en inglés constituye muchas veces una especie de equivalente de "the man in the street", hasta tal punto que en mi diccionario aparece, con la connotación de lo dialectal, como sinónimo sin más de "(ser) humano".
6 En francés, por ejemplo, una comida muy seca se llama "étouffe chrétien". Para señalar que algo no está bien hecho, según las normas o el sentido "común", un francohablante, aunque sea ateo, no dudará en señalar que "ce n'est pas très catholique".
7 En ruso, clásico o no, "crestianje" refiere a 'el común', con énfasis en el campesinado, la gente sencilla (y hasta ingenua).
8 Entiendo que el origen de esa expresión yace en la referencia simbólica a la Cruz de Cristo, "lignum vitae" en latín.
9 Para la Roma republicana e imperial, el "blanco" tenía una connotación especial que se perdió: una persona se vestía de ese color para mostrar que se postula como "candidato" (del "candidus" 'blanco' brillante, puro, íntegro). Ya en sentido más cristiano está el uso de "cándido", equivalente de inocente, como en el famoso cuento filosófico de Voltaire.
10 En la línea de Berdaiev, Eco, Minc y otros, también yo en otra parte he defendido esa tesis de una vuelta a cantidad de características medievales: ¿Hacia una nueva Edad Media? (Perspectivas éticas y creativas del cosmopolitismo humanista), conferencia dada en Valencia, Venezuela, en octubre del 2001.
11 Piénsese que la raíz caribeña de la palabra prevalece hasta en finlandés, con "suklaata"; parecido término encontramos en sueco: "chokolade", en alemán: "Schokollade". Así, en inglés, francés, neerlandés e italiano, como "chocolate", "chocolat", "chocolade" y "cioccolato", respectivamente.
12 Ver al respecto mi estudio: "Mercator y la visión del mundo desde Occidente" (ponencia en un seminario, de 1994, sobre el geógrafo belga, en la Escuela de Estudios Generales, Universidad de Costa Rica), en Estudios, UCR, San José, N12, 1996, pp. 173-180.
13 Pero tampoco es cosa de inventar para esa época tan importante el nombre de "siglo de la iluminación", como me puso un ... iluminado estudiante, pensando seguro que en esa misma época Edison inventó el bombillo eléctrico...
14 Recuérdese el caso típico del "bueno" del inglés que enseña a su discípulo de nombre "Viernes", a hablar y pensar, desde luego sobre el molde de aquel. También le enseña los rudimentos de una religión de consuelo.
15 No está de más recordar aquí que la célebre novela Los viajes de Gulliver, de Swift, originalmente también desde su mismo título evocaba la conciencia de lo global: Travels into Several Remote Nations of the World (1726).
16 Constituye una expresión muy usual, cien por cien francesa, afirmar que "ce qui n'est pas clair n'est pas français", la cual resulta tremendamente chauvinista (palabreja francesa, por cierto, pero de tiempos de Napoleón). El escritor francés Charles Péguy se vanagloriaba de haber leído solo libros en francés.
17 Pienso especialmente en fiancée (muchas veces con connotación de "querida"), ménage à trois, déjà vu, pied à terre.
18 En Venezuela, por ejemplo, al extranjero le llaman cariñosamente "mosiou", con evidente ascendente en el monsieur francés.
19 El término no tenía connotación sobre todo deportiva, como ahora, sino más bien política: el club de los jacobinos jugó un papel destacado en la Revolución Francesa.
20 Un detalle en este contexto: el término "maniquí", que quizá suena francés, en realidad llegó al español a partir del vecino nórdico de Francia, en el muy neerlandés manneke.
21 Un chiste cruel corre, a veces, sobre el francés: sería "la más viva de las lenguas muertas".
22 Por cierto, otro detalle: aquello de etiqueta (en sentido diplomático de "rango" y precedencia) proviene también del neerlandés stikken (adherir, to stick en inglés, por un tipo de distintivo).
23 Cito la interferencia de culturas francesa e inglesa por ser el ámbito donde vivo; pero esa misma curiosa interferencia se dio, por ejemplo, también en la India de los años veinte, del siglo pasado. En efecto, basta al respecto leer la novela El último suspiro del moro, de Salman Rushdie, para ver cómo en medio del inglés imperial afloran constantemente palabritas en francés: mademoiselle, Belle, madame, troupe, dernier soupir, etc. (pp. 39, 40, 45, 47, 119... en la edición de Plaza y Janés). Es como quien dice el anverso de la medalla de Baudelaire, que escribía en francés, con interferencias en inglés.
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OBRAS CITADAS
Le Goff, Jacques. 2001. "Suerte y desgracia de las mundializaciones". El País, 24 de noviembre.
Valembois, Víctor. 1995. "De Nebrija al anglicismo en América Latina". Comunicación (Instituto Tecnológico de Costa Rica) 8. 2: 26-32.
_____. 1996. "Mercator y la visión del mundo desde Occidente". Estudios (Univ. de Costa Rica) 12: 173-180.
Huizinga, Johan. 1948. El declive de la Edad Media. Paris: Payot.