ESTUDIOS FILOLÓGICOS, N° 37, 2002, pp. 169-183
DOI: 10.4067/S0071-17132002003700010

 

 

Introducción a la antropología poética chilena*

Introduction to Chilean anthropology poetry

 

Miguel Alvarado Borgoño

* Este trabajo forma parte del proyecto de investigación Fondecyt 1010747 "Interdisciplinariedad, interculturalidad y canon en la poesía chilena e hispanoamericana actual", cuyo investigador principal es Iván Carrasco y sus coinvestigadores son Oscar Galindo y Miguel Alvarado.


 

En este artículo daremos cuenta del surgimiento en los últimos 25 años en Chile de un tipo textual original bastante desconocido para los circuitos académicos, que representa un desafío desde el punto de vista de su clasificación y análisis; denominamos al conjunto de estos textos como "antropología poética".

El intento es ubicar nuestra interrogante tipológica en el tema puntual del "género" en el cual es posible ubicar a estas obras. La hipótesis del presente artículo consistirá en afirmar que el conjunto de obras compuesto por la "antropología poética chilena" consiste básicamente en un tipo distinto de producción textual, iniciadora de un nuevo género discursivo. Este género es poseedor de un carácter híbrido, y sus fuentes se encuentran en el artículo científico antropológico y en la literatura, particularmente en la dimensión poética y novelística de esta última, relacionándose en el ámbito de su contexto con el movimiento postmoderno.


 

In this article we will inform about the appearance in the last 25 years in Chile of an original textual type rather unknown in the academic circles which represents a challenge from the point of view of its classification and analysis; we call this set of texts anthropology poetry. Our attempt to locate our typological question in the precise subject of the genre, in which it would be possible to locate these works, the hypothesis of the this article sustains that the work assembly made up of Chilean anthropological poetry consists basically in a different type of textual production, a new text genre. This genre is a hybrid character and its sources are in the anthropological scientific articles and literature, particularly in the poetic and novelistic dimension of literature, and connect with the postmodernity in its context.


INTRODUCCION

Durante las últimas dos décadas hemos visto aparecer en Chile textos originales, disímiles y en algunos casos desconcertantes, surgidos desde la interacción y el cruce de aquello que Bourdieu asumió como campos científico y literario (Bourdieu 1995: 319). Poseen ellos caracteres heterogéneos, y sus contextos de formación son espacios culturales como el "nuevo periodismo", la etnoliteratura, la literatura etnocultural, la poesía experimental, etc. En este artículo daremos cuenta del surgimiento de un tipo textual original bastante desconocido para los circuitos académico-literarios y sociales, que representa un desafío desde el punto de vista de su clasificación y análisis. Denominaremos al conjunto de estos textos como "Antropología Poética Chilena" (en adelante APCH).

El plano fundamental de análisis en que nos ubicaremos para dar cuenta de esta textualidad "antropológico-poética" es el tipológico, en tanto el desafío de estos textos reside justamente en su clasificación, ya que desde una primera lectura resultan ambiguos si intentamos clasificarlos en términos de lo que Bajtín entendía como "género discursivo" (Bajtín 1989). Son todos ellos escritos por profesionales del área de la antropología sociocultural y la arqueología, que recurren a procedimientos textuales muy próximos a los usados por la literatura, particularmente la poesía y la novela. Ello, en tanto en esta APCH se reúnen textos donde las textualidades científica y literaria creativamente se ven unidas.

El objetivo de este artículo es ubicar nuestra interrogante tipológica en el tema puntual del "género" en el cual sería posible ubicar a estas obras. Nuestra hipótesis consiste en afirmar que el conjunto de obras que componen la APCH constituye básicamente un tipo de producción textual iniciadora de un nuevo género discursivo. Este género es poseedor de un carácter híbrido y sus fuentes se encuentran en el artículo científico y en la literatura, particularmente en la dimensión poética y novelística de esta última, diferenciándose a su vez distintas modalidades discursivas; este nuevo género está en diálogo con la corriente cultural postmoderna y de manera reciente con el llamado postmodernismo antropológico.

Por ello, sorprenden al medio antropológico chileno figuras retóricas inusuales en la textualidad científica (metáfora, personificación, comparación, etc.), donde se sobrepasan los límites del texto antropológico tradicional. No cuesta encontrar párrafos de tipo limítrofe entre literatura y antropología, ya que en las obras de la APCH se narra y se reflexiona con un barroquismo sorprendente, en contraste con lo que se espera de un texto científico tradicional. Así, Juan Carlos Olivares, uno de los autores fundamentales de la corriente, en el contexto de una descripción de corte etnográfico escribe:

En esta incesante búsqueda recuerdo una lluvia toda clara y tremenda, el ruido del agua que se desploma en silencio, mi sangre emparentada la mira con envidia, sin misterios, rauda, cayendo sobre mi rostro, creando un arcoiris de asombro resquebrajando el follaje frágil del árbol anciano, un vegetal, guardián secreto en el oficio bendito de custodiar el devenir de los difuntos sepultados en tierra de los antepasados, nacidos aquí mismo, donde nacieron también los desheredados de nuestro presente (Olivares 1995: 31).
Este nuevo modo de narración antropológica presenta de otra manera ritos que interesan al antropólogo desde siempre, tales como una fiesta religiosa sincrética:
sensación increíble de ser esta enorme masa sonora que anula al tiempo, de ser todos los sonidos imaginables, flotando entre las cruces mientras el obispo mira todo (porque es obvio que no escucha) con una cara de fastidio que va en aumento y que revienta cuando hace salir a los danzantes de la iglesia (Mercado y Galdames 1995: 22),
como también un funeral en la zona rural: "Los muertos comienzan a pedir por los vivos. A nadie se le ocurre regatear con ellos" (Jeria 1997: 34).
Del mismo modo, podemos ver en estas obras antropológico-poéticas cómo se reflexiona sobre la antropología, entendida ella como forma de encuentro intercultural: "el 'otro' en su radical lejanía y distinción suele abrir un hueco en la mente como una superficie llana similar a una tela recién dispuesta sobre un bastidor" (Gallardo 1995: 103). "Desentrañar los significados aquí no significa más que construir otros significados ­dentro de los tantos posibles­ comprensibles al investigador, y a sus semejantes" (Mege 1997: 53). Forman parte estos textos de un intento experimental surgido de una generación de científicos sociales chilenos que sitúan sus obras en el límite entre antropología y literatura, desde finales de los años ochenta. Respecto del género, asumimos una aproximación a estos textos como un tipo específico de crónica, que se vinculan a géneros y subgéneros tales como la biografía, la autobiografía, la memoria, la crónica en su sentido tradicional, etc. En este sentido, el pensador alemán Walter Benjamin nos aporta una perspectiva interesante en lo que respecta a la idea de Cronista por él manejada: "El cronista que narra los acontecimientos, sin distinguir entre los grandes y los pequeños, da cuenta de una verdad: que nada de lo que una vez haya acontecido ha de darse por perdido para la historia" (Benjamin 1994: 178-179).

LA ANTROPOLOGIA POETICA Y SUS MODALIDADES

En nuestro ambiente intelectual la APCH tiene sus orígenes en la apertura hacia formas de narración literaria de las descripciones antropológicas del antropólogo y poeta Andrés Recasens y del especialista en etnografía Carlos Piña, con obras escritas en los setenta y principios de los ochenta. Ellos son los precursores de esta corriente, que generaron un terreno propicio en los circuitos antropológicos chilenos de corte más alternativo para la aparición de la obra del iniciador de esta corriente, el antropólogo Juan Carlos Olivares.

Olivares nace en 1957, y su obra comienza a desarrollarse a comienzos de los ochenta. Sus primeros trabajos son informes para cursos, como alumno de la carrera de Licenciatura en Antropología de la Universidad de Chile, los cuales son publicados a finales de esta década por la curiosa revista del Museo Mapuche de Cañete, que en forma providencial recogió los primeros intentos experimentales de Olivares y de algunos otros antropólogos poetas, la mayoría de los cuales no superaba los 30 años de edad en aquella época. Los trabajos de Olivares siguen editándose asociados a exposiciones museológicas y a su tesis de Licenciatura; no obstante, es el Fondo Matta, surgido de la donación del dinero del Premio Nacional de Arte por parte del pintor Roberto Matta, lo que permite reunir trabajos dispersos y publicar el libro El umbral roto, que recoge escritos en antropología poética, inicio de la única colección de textos de antropología editada en nuestro país.

En la obra de Olivares vemos, antes que nada, la denuncia de la precariedad de la existencia ordinaria, el cansancio de aquello que significa no penetrar verdaderamente en la realidad por él develada. Su intento resulta, por ello, un serio esfuerzo por configurar un tipo de reflexión que se adentra en la profundidad del lenguaje intentando superar las taxonomías cientificistas y penetrando en las palabras para extraer de ellas toda la verdad de la que serían poseedoras: "Venid a mirar como vuelan los pájaros guiados por la fragancia de la realidad" (Olivares 1995: 24). Es el anhelo de que la palabra se desprenda de sí misma para dejar sólo su función designativa.

Por su parte, Pedro Mege, Francisco Gallardo y Claudio Mercado son antropólogos de la misma generación de Olivares y han publicado en la revista del Museo Mapuche de Cañete y en la serie de libros del Fondo Matta, estando asociados en el plano profesional a labores académicas y museológicas. Al igual que Olivares, los tres comparten las vicisitudes surgidas por la inserción marginal de la ciencia antropológica en Chile, y han desarrollado sus trabajos con un esfuerzo personal considerable; Mercado se ha interesado principalmente por la etnomusicología, Gallardo es especialista en arqueología y Mege es especialista en cultura mapuche. Por otra parte, Yuri Jeria es un antropólogo alrededor de 10 años más joven que los ya nombrados, y resulta interesante destacar su obra como continuidad de la antropología poética.

De manera más autónoma, pero desde una metalengua que plantea la necesidad del "cruce" (Montecino 1992) entre lo antropológico y lo literario, las antropólogas Ivonne Valenzuela y Sonia Montecino desarrollan un tipo de escritura donde se experimenta con nuevas formas de expresión respecto de la diversidad sociocultural y étnica.

El proceso de constitución de la corriente se ha ido definiendo en base al punto articulatorio común de todos los textos antes mencionados, esto es, carácter híbrido entre literatura y antropología, pero a su vez en este mismo proceso se van produciendo diferencias. Por ello, en el curso de nuestro trabajo hemos distinguido en la APCH tres grupos de textos: precursores, ortodoxos y heterodoxos.

Las obras precursoras de la corriente, en la cual se expresa la visión de autores que identificaron y plantearon en sus escritos la necesidad de buscar nuevas formas de expresión para el texto antropológico en nuestro país, son el poema de Andrés Recasens "Balada del niño y el perro" (1973) y el libro Crónicas de la otra ciudad (1986) de Carlos Piña. Estas obras no pueden ser entendidas como antropología poética propiamente tal, ya que se definen tipológicamente en sus metalenguas de manera precisa. El texto de Recasens se define desde su título como un tipo de poema, concretamente como una balada, y las Crónicas de Piña explicitan en su introducción su carácter de etnografía experimental (Piña 1986: 5), es decir, de descripción específicamente antropológica.

La obra compuesta por los "antropólogos poetas", según su autodenominación, la caracterizamos como la tendencia ortodoxa, particularmente por la consistencia de su metalengua que afirma y justifica la existencia de una corriente autónoma en la antropología chilena. Se agrupan aquí un conjunto de autores conscientes del carácter híbrido de sus producciones, y cuyas obras se relacionan entre sí, proporcionándonos una imagen de conjunto como modalidad discursiva central (Calsamiglia y Tuson 1999) dentro de la antropología poética. Destacamos aquí el libro El umbral roto. Escritos en antropología poética (1995), de Juan Carlos Olivares, como la base esencial de esta modalidad, y los libros De todo el universo entero (1995), de Claudio Mercado y Luis Galdames, La Imaginación Araucana (1997), de Pedro Mege, "Antropología. Cruzando a través", de Francisco Gallardo (1995), y Ritos de muerte en la Isla Lemuy (1997), de Yuri Jeria. La corriente no se constituye como tal sino con la aparición de los autores ortodoxos cuyo epicentro lo representa el libro El umbral roto, de Olivares; desde allí podemos apreciar un conjunto de autores cuyas obras circulan en un circuito propio, principalmente compuesto por los cultivadores de la antropología en nuestro país, que se abren frente a los experimentos textuales en la disciplina, reciben y valoran el aporte de los precursores, especialmente por la influencia personal de Andrés Recasens; pero es en sus obras donde primero se configura una metalengua que defiende la existencia de un antropología poética, entendida como género textual dentro de nuestra antropología y en apertura a los circuitos de la literatura. Debemos reconocer, sin embargo, que la apertura desde los circuitos literarios chilenos hacia esta APCH aún no se produce del todo.

Las obras de autores que caracterizamos como heterodoxos poseen una metalengua más difusa, aunque por su experimentalidad textual, su preocupación por la diversidad sociocultural y el reconocimiento metalingüístico básico de la hibridez de sus textos, se encuentran dentro de los límites de la corriente. Consideramos como fundamentales en esta modalidad discursiva los textos de Sonia Montecino, Madres y huachos. Alegorías del mestizaje chileno (1991) y Luna con menguante (1998) y Atacameños del siglo XX (1997), de Ivonne Valenzuela con fotografías de Juan Pablo Loo. Estas autoras desarrollan un tipo de producción que, aunque reconocen metalingüísticamente su carácter híbrido, lo identifican como un experimento, necesario, pero bastante autónomo respecto de las obras de los precursores y de los autores ortodoxos. No podemos precisar si la condición de mujer de las autoras de estas obras define el carácter de este tercer grupo de textos, pero nos sorprende la autonomía que presentan estas obras respecto tanto del canon literario como del antropológico. Se trata de experimentos textuales que se desarrollan en los ochenta y noventa en el contexto de nuestro país, con autores que se reconocen mutuamente en el ámbito personal con los creadores de la otra vertiente de la corriente (autores ortodoxos), pero curiosamente sus obras no se rozan con estos ni siquiera intertextualmente. Es el género (femenino) y las identidades étnicas aquello que articula esta heterodoxia, aún en desarrollo. Su rasgo distintivo es su autonomía respecto de la corriente general, y se distingue por la pulcritud de sus obras, lo que ha sido reconocido en el Premio Academia Chilena de la Lengua otorgado en 1992 a Madres y huachos.

LA ANTROPOLOGIA POETICA ENTRE LA CIENCIA Y LA CULTURA

Para sintetizar la metalengua de esta antropología poética diríamos que su intento es dar cuenta de la diversidad sociocultural, pretensión tan antigua como la antropología misma, pero de una manera nueva que involucra rebasar los límites del discurso antropológico tradicional y de otras formas de dar cuenta de la diversidad: "Buscaba la verdad antropológica, no la verdad partidista del militante, del creyente o del simpatizante, ni siquiera la filosófica, mucho menos la periodística y allá abajo, entre las grietas azules de la realidad descubierta" (Olivares 1995: 21).

No se trata de una nueva forma de literatura, ya que la metalengua explícita e implícita de estos textos tiende a apartarse del canon literario, en tanto no hay la intención de sus autores de moverse en el ámbito literario y menos aún se intenta que los textos sean recepcionados como literarios. En cada texto se reivindica su especificidad como un particular tipo de texto antropológico: "Me refiero a un tipo muy particular de experiencia antropológica que convoca al goce de la aventura dionisíaca y que se resuelve/multiplica en un doble placer: el hacer y el representar" (Gallardo 1995: 105). Tampoco esta metalengua coincide del todo con el canon antropológico científico positivista, en tanto resiente el concepto mismo de ciencia y la posibilidad de acumular verdad desde la reflexión y la escritura presentada. Se asevera en esta metalengua que ha nacido un género textual híbrido, pero este es un género muy particular y rupturista; se trata de una nueva forma de textualidad antropológica y no de alguna forma nueva de literatura, por lo que su hibridez estructural posee su perfil en la antropología, y sus contornos y base de articulación son de carácter literario, en tanto la diversidad como tema subsiste, y lo que se intenta es ampliar las posibilidades expresivas del discurso antropológico, llevándolo a terrenos insospechados.

Aunque no se diga en el ámbito metalingüístico de estos textos que se trate de textos únicamente literarios, la literatura es una fuente esencial de este nuevo género, entendido como nuevo tipo de textos. Por ello es necesario recalcar, al menos de forma preliminar, que la recepción del aporte de lo literario en estas obras consiste principalmente en el uso de metáforas, neologismos y comparaciones. Así, es ostensible la influencia de fuentes literarias y también de distintos tipos de transtextualidad, en términos de lo que particularmente Genette entiende como tal (Genette 1989). Estos textos no han sido aún establecidos en términos del canon ni como literatura ni como ciencia, y el aporte de la literatura es más amplio que lo que originalmente puede pensarse, sin que por ello estos trabajos pierdan su dimensión antropológica. Entre los autores de los que se nutre este movimiento, podemos identificar en la literatura nombres tan disímiles como Allen Ginsberg, Joseph Conrad, Jorge Teillier, Octavio Paz, Michel Leiris, Carlos Castaneda, Patricio Manns, Jorge Guzmán, Leonel Lienlaf y Juan Emar.

El carácter híbrido de estas obras no solamente puede ser asumido reconociendo su fundamento en la metalengua que presentan y en la aproximación intertextual a la literatura, sino también en el modo en que responden a un contexto de surgimiento y desarrollo, donde la sociedad, la literatura y la ciencia viven dinámicas específicas y relacionadas, dinámicas que tendrán una proyección en la APCH como contexto específico en el cual a estas obras les correspondió aparecer y desarrollarse, y que incidirá en la hibridez de la misma.

En primer lugar, podemos afirmar que estas obras se ubican históricamente en las dos últimas décadas, aunándose así el carácter experimental de la literatura propia del período posterior del Boom, lo que ha sido caracterizado como postBoom, particularmente chileno (Klinger 1994) de la literatura latinoamericana, lo cual se ve unido en el ámbito de su contexto histórico-cultural al período de dictadura militar vivida en Chile durante la década en que estas obras aparecen, con lo cual se sitúa, como intentos de recuperación o simple apertura, a autores y corrientes literarias no legitimados durante este período de la historia nacional. A pesar del carácter alternativo de estas obras y su recepción de la literatura, no guardan relación con un compromiso político o social de sus autores, particularmente respecto de la dictadura militar. En este contexto histórico específico, sostenemos la existencia de una fuerte relación entre estas obras y el postmodernismo como corriente cultural amplia, cuyo nihilismo las impregna, generándose en ellas un curioso "post-modernismo periférico", según la expresión de García Canclini (1994: 45); allí se unen en el plano del argumento la crítica a los valores propios de la postmodernidad de las sociedades desarrolladas, junto a un cuestionamiento del costo social de la modernización, argumento contradictorio con el supuesto nihilismo postmoderno: "Es que la juventud se está yendo, /desde que parte de la escuela misma/ya entonces la agarra otro ambiente/ ya que no le tira el terreno, ya como que se acostumbran (Mario Ramos Selti)" (Valenzuela y Loo 1997: 43).

En estrecho vínculo con el contexto planteado en el punto anterior, pensamos que la APCH involucra una ruptura muy particular con los temas y argumentos presentes en los textos de la antropología clásica de la primera mitad del siglo XX, elaborados primordialmente por autores de las sociedades "desarrolladas". El desenvolvimiento de una antropología chilena aún es insuficiente debido fundamentalmente a la corta historia de la profesión y a lo fragmentario y marginal de su desarrollo científico durante el siglo XX1; por lo tanto, al hablar de antropología chilena hablamos de esa producción, aún incipiente, de textos reunida sobre todo en las actas de los congresos de la disciplina celebrados en 1984 en Santiago, 1995 en Valdivia, 1998 en Temuco y 2001 en Santiago, y de textos publicados aisladamente en diferentes subáreas disciplinarias.

Sostenemos que la antropología poética presenta en sus textos un tipo de macroestructura (Van Dijk 1989) asociada estrechamente a su nivel superestructural, es decir, sus temas se relacionan estrictamente con el carácter experimental de ésta como nuevo tipo textual. En este contexto, existe una ruptura con las obras propias de la ciencia antropológica, particularmente en el plano de los tipos textuales con que ellas se relacionan, posibilitándose desde allí el vertiginoso acercamiento a la literatura, que le confiere su perfil específico.

La textualidad de la ciencia antropológica clásica está determinada por el intento de ser, en palabras de Claude Lévi-Strauss, "La ciencia del otro"2, con lo cual se plantea una separación epistemológica entre el sujeto que conoce y el objeto conocido, ello en tanto se construye arbitrariamente en Occidente un tipo de discurso en el cual se constituye al resto de la humanidad, y luego a cualquier expresión de la diversidad sociocultural, en un "objeto" legítimo de análisis (Lévi-Strauss 1997: 298). Por lo anterior, el discurso antropológico se configura macroestructuralmente desde la apelación a la objetividad y por ello al no-compromiso con el "otro" estudiado. Ni la diversidad de escuelas teóricas que se han levantado, ni los grandes quiebres paradigmáticos que se han producido desde comienzos del siglo XX, ni el positivismo y el marxismo más racionalistas, ni el cognitivismo o el estructuralismo de orientación lingüística, han tenido la capacidad de desmontar totalmente la apelación a la objetividad como eje semántico que confiere sentido y por ello configura la macroestructura básica propia de los textos fundamentales de la ciencia antropológica entendida como género textual. Es justamente contra de este eje que la APCH arremete.

INTERCONECCION DE NUESTRA ANTROPOLOGIA POETICA Y EL POSTMODERNISMO

El postmodernismo ha influido en este cuestionamiento de la antropología tradicional y sus supuestos; por lo tanto, vemos a la APCH como un tipo de discurso antropológico deudor de este movimiento, deudor periférico, pero indudablemente asociado. Las obras de la APCH tienen su contrapartida en el ámbito mundial en obras que aparecen (paralelamente a nuestra antropología poética) en Estados Unidos y Francia. Se trata del llamado postmodernismo antropológico, vertiente en las ciencias sociales del postmodernismo como movimiento filosófico, estético y cultural.

El antecedente más remoto del postmodernismo antropológico a nivel mundial es Writing Culture: The Poetics and Politics of Ethnography, publicada en 1986, compilación de estudios realizada por James Clifford y George Marcus, texto, a decir de Carlos Reynoso, iniciador en el contexto del postmodernismo norteamericano, de las formas de innovación textual, particularmente etnográfica, que se ha denominado "Antropología Postmoderna" (Reynoso 2000). Este camino es continuado por Clifford Geertz en Works and Lives: The Anthropologist as Author. En este mismo contexto, resulta interesante la publicación en 1990, por parte de Stephen Tyler, del texto "The Poetic Turn in Postmodern Anthropology: The Poetry of Paul Friedrich", antecedido en 1988 por In Other Words. The Other as Inventio, Allegory, and Symbol, obras en las cuales se desarrolla un concepto de poesía extraído de la literatura (Marcus y Fischer 1986), el cual, no obstante, es paralelo a los desarrollos del concepto de poesía propio de la antropología poética chilena.

En el caso europeo, el representante actual más destacado de una forma de comprender y desarrollar la antropología es el antropólogo francés Marc Augé, quien da continuidad a lo realizado por Claude Lévi-Strauss en Tristes Trópicos. Augé, sin embargo, desarrolla una reflexión más sistemática respecto de su quehacer antropológico-literario con obras tales como La traversée du Luxembourg (1985), y Un ethnologue dans le metro (1986).

Paralelamente, en nuestro país, en el año 1986, en el número 3 de la revista del Museo Mapuche de Cañete, Juan Carlos Olivares publica el artículo "El umbral roto. La mirada antropológica", texto que será seguido por su tesis de Licenciatura en Antropología en la Universidad de Chile (1987) titulada ¡Qué olvidado estaba el hombre! y por el libro El umbral roto. Escritos en Antropología poética (1995), textos que sientan las bases de la vertiente más ortodoxa dentro de esta corriente.

El tipo de diálogo sostenido con la antropología postmoderna, principalmente norteamericana y europea, nutre en la actualidad a la antropología tanto en el ámbito metalingüístico como intertextual (Alvarado 2001); sin embargo, el surgimiento de la corriente y el desarrollo de su circuito de producción se configuran en paralelo con esta antropología postmodernista, constituyéndose solamente en la década de los 90 una influencia directa desde el postmodernismo antropológico hacia nuestra APCH; este tema merece un estudio detallado en el futuro, ya que el nihilismo de base de la metalengua de la corriente está relacionado con la influencia del postmodernismo como corriente cultural más amplia y no con el postmodernismo antropológico, el cual solamente es conocido cuando las obras principales de los autores ortodoxos están ya escritas.

Desde nuestra perspectiva, la APCH ha significado un quiebre con la macroestructura semántica clásica de la disciplina en nuestro país, en tanto desde la orientación postmodernista, que hoy la define y que la hace coincidente ­pero no plagiaria­ con los modos de escritura postmoderna, se configura un tipo de "identificación autorreferida" con la narración. Esto no significa un compromiso de tipo ideológico al modo del argumento y el estilo discursivo marxista, por ejemplo, sino una apuesta que podemos tentativamente llamar hermenéutica, en lo que se refiere particularmente a la permanente autorreferencia del autor en el modo de desarrollar su escritura. Escribe Montecino (1998: 15):

En ese tiempo algunas de mis amigas habían dejado sus casas y vivían en poblaciones, hacían el amor con muchachos pobres, con obreros y dirigentes vecinales, deseando experimentar en su propio cuerpo la desaparición de las desigualdades, acarreaban en balde el agua de los grifos hasta las mejoras, calentaban la comida en precarias cocinillas, a veces se embarazaban y criaban sus hijos bajo el sol implacable de diciembre en Santiago.
Por otra parte, creemos que los giros en el ámbito de la macroestructura textual, entendida como "tema" del discurso antropológico poético, están estrechamente unidos a un profundo quiebre a nivel superestructural de estas obras respecto de la antropología clásica, lo cual define lo que es el tema fundamental de estas líneas: el "tipo" de discurso antropológico propiamente tal en el cual consiste la antropología poética.

La centralidad que la antropología poética confiere a lo experimentado, visto y sentido por parte del antropólogo poeta mismo genera un quiebre radical con la antropología clásica, no sólo en lo que respecta a la estructuración del texto, sino también en su vinculación con su contexto cultural y científico. Así, el cuestionamiento de la separación entre sujeto y objeto genera un cambio radical en la apuesta del discurso antropológico por enunciar verdades universales, lo que implica asumir la ciencia como un proceso sistemático de acumulación de verdades. La tipología antropológica tradicional clasificaba el discurso antropológico en tres niveles: el etnográfico, el etnológico y el antropológico teórico3. Podemos asegurar que con la APCH y su creciente influencia en el incipiente discurso antropológico nacional, esta tipología se reconfigura sobre la base de una nueva propuesta en el ámbito de las superestructuras, al negar en la macroestructura semántica de la antropología poética el principio de "objetividad" desde el nivel mismo de la etnografía, con lo que inmediatamente se invalida la posibilidad de elaborar la etnología; si la etnografía ya no acumula descripción de verdades objetivas, la etnología como comparación sistemática pierde su sentido.

Por tanto, la estructura del texto antropológico poético se distingue del texto antropológico tradicional por la centralidad conferida a la descripción de las impresiones y experiencias del autor. Esta narración no pretende dar cuenta fielmente de la realidad en un sentido positivista, sino describir de manera prolija el vínculo subjetivo entre el narrador y la situación observada. Se trata por lo general de descripciones en primera persona, donde valores, prejuicios y la propia historia vital del antropólogo poeta definen la narración. Cada vez que se accede antropológicamente a la diversidad en estos textos, esto se realiza desde aquello que podríamos calificar como un "yo rotundo", donde, más que reflexionar teóricamente, lo fundamental es narrar, y más que narrar de manera objetiva, lo fundamental es expresar la propia subjetividad en aquello que se narra. Se trata, por tanto, de textos cuyo rasgo característico es la autorreferencia como común denominador.

En el contexto de esta APCH, destaca la modalidad iniciada por Juan Carlos Olivares y continuada por Pedro Mege, Francisco Gallardo, Claudio Mercado y Yuri Jeria, la cual define en su metalengua justamente el nombre de la corriente, "Antropología Poética". Ella es la vertiente esencial de este nuevo género discursivo. Su importancia radica en constituir la primera modalidad discursiva que, organizada desde su particular concepto de poesía, dará lugar a la producción de textos cuya hibridez estructural se justificará de manera sólida metalingüísticamente, y además generará una continuidad en los textos publicados en el Fondo Matta, en ponencias en los tres últimos congresos chilenos de antropología y hará posible el primer Encuentro Nacional de Antropología Poética de 1997 en Ancud, Chiloé, encuentro que fue denominado "Antropología y representación poética".

Como plantea Juan Carlos Olivares, se trata de una "nueva antropología" (Olivares 1995: 6); no obstante, para nosotros se trata de algo más, esto es, la constitución de una modalidad que en el ámbito textual define una metalengua autónoma, la cual da lugar al uso de fuentes tanto antropológicas como literarias. Al asumir este "núcleo duro" de la antropología poética iniciada por Olivares como centro del canon de la corriente, identificamos, por una parte, la vertiente más ortodoxa de la misma, y por lo tanto la más autónoma, y por otra, diferenciamos tanto a los precursores que posibilitaron las innovaciones textuales posteriores como también aquellos textos que de manera heterodoxa forman parte de la corriente pero no poseen una metalengua capaz de dar continuidad a sus experimentos textuales específicos.

CUATRO ELEMENTOS DEFINITORIOS DE LA IDENTIDAD DE LA ANTROPOLOGIA POETICA

Asumiendo esta condición híbrida entre literatura y ciencia, propia de la APCH, y reconociendo su diálogo con el postmodernismo antropológico, podemos agregar que en los textos pertenecientes al corpus de la APCH es posible establecer claramente ciertos elementos comunes que le dan identidad a esta corriente:

1.Se conserva como macroestructura textual el tema de la diversidad cultural, expresando una intención que oscila entre la reivindicación de la particularidad y el reconocimiento en el discurso del proceso de homogeneización propio de la modernidad, en un proceso de introducir al "otro" en los textos, desde sus similitudes y diferencias: "Existe un imperativo cultural que nos empuja a "introducir a los otros en nuestras obras", que nos conmina a crear superficies de contacto. Y esto ocurre porque la modernidad y postmodernidad se han empeñado (ayer y hoy) en acortar brutalmente las distancias que nos separaban" (Gallardo 1995: 39).

2.El autor y lector modelo, asumidos como estrategias textuales, poseen una real correspondencia, ya que, como indica Eco, el reconocimiento del autor modelo nos permite identificar las correlaciones semánticas del texto. Vemos que en los textos de la APCH hay una crítica de los límites del discurso antropológico tradicional y una permanente indicación respecto de la necesidad de la innovación textual para dar cuenta de las distintas expresiones de la diversidad sociocultural, tanto en el ámbito teórico como en el etnográfico. Su semanticidad consiste justamente en la identificación de una carencia en la capacidad de expresar, propia de este discurso tradicional, y una suerte de "incitación" a la innovación textual.

Por su parte, el lector modelo como iniciador del contenido potencial del texto (Eco 1981: 89) corresponde a una clara postura de apertura a la innovación textual, una postura capaz de aceptar esta innovación y, por sobre todo, de legitimarla, ubicándola así dentro del contexto del campo intelectual chileno: por ello, es capaz de aceptar tanto su hibridez genérica como su experimentalidad en el plano de su textualidad, y considerar de esta forma la antropología poética como un tipo textual posible y necesario, definido desde una nueva forma de hacer y vivir la antropología: "Me refiero a un tipo muy particular de experiencia antropológica que convoca el goce de la aventura dionisíaca y que se resuelve/multiplica en un doble placer: el hacer y el representar" (Gallardo 1995: 105).

3.La metalengua implícita y/o explícita (Mignolo 1978) presente en todos estos textos, responde a la lógica según la cual el punto de partida de la creación no es otro que la constatación de los límites del discurso antropológico en su capacidad de expresar la diversidad y, especialmente, las emociones que esa diversidad provoca en el etnógrafo-narrador-poeta. Aquí llegamos a un punto esencial, ya que, desde la obra de Juan Carlos Olivares hasta la de Yuri Jeria, existe una continuidad metalingüística cuyo eje es el vivenciar el carácter limitante de las formas discursivas propias de la antropología, lo que envuelve un cuestionamiento epistemológico implícito respecto de los conceptos mismos de realidad y acción social. Pero, metalingüísticamente, lo fundamental es el recorrido que se hace en el trabajo teórico y etnográfico hasta llegar a aceptar la centralidad del texto como producto de la labor antropológico-poética. Se "descubre" que el antropólogo escribe, pero que las formas de escritura de la antropología son estrechas para dar realmente cuenta tanto de lo sorprendente de lo observado como de la infinita variedad e intensidad de las emociones y sentimientos que esa diversidad genera.

Por otra parte, es importante destacar que existe una constante transtextualidad (Genette 1989) que recurre a la literatura para complementar las formas expresivas y los conceptos técnicos propios del discurso antropológico. Es desde su preocupación por la diversidad sociocultural que nuestros autores recurren a la literatura en tanto recurso expresivo para dar cuenta de aquello que el discurso antropológico no puede expresar. No obstante, sigue siendo discurso antropológico, aunque experimente un paso violento desde el nivel del registro etnográfico hacia otro que, por lo general, intenta ser teórico o metalingüístico, no estando jamás ausente la búsqueda del efecto producido por las palabras mismas:

El castellano no traduce el golpe fonético que se produce al pronunciar tralkamachi, o hechicera del trueno; se necesita de una lengua aglutinante y dura para rescatar el efecto de su impacto sonoro. La lingüística mapuche ha salvado en el significante toda la energía que debe encarnar esta hechicera del exceso de fuerza, del poder magnífico que le otorga el ser tocada por el don del trueno (Mege 1997: 13).

Los puntos anteriores nos proporcionan pistas para afirmar que el concepto de poesía presente en las obras de esta antropología no es una categoría poética en el sentido literario del concepto, sino una categoría de carácter teórico-metodológico definido epistemológicamente desde una concepción "interpretativa", crítica de la racionalidad y de la textualidad científica, al estilo de la antropología postmoderna. Esta antropología poética no intenta convertir a sus practicantes en poetas desde una definición rígida de lo literario. Más bien, "hacerse" antropólogo-poeta es practicar la antropología desde una autorreferencia que epistemológicamente significa el desplazamiento de la centralidad de esta práctica desde lo observado hacia el propio observador. Poesía en estos textos es rebasar los límites del texto antropológico tradicional para describir y definir de otra manera el encuentro con quien es estudiado y, desde esa nueva visión, centrada en el propio antropólogo, narrar en un ejercicio de intensificación de la propia subjetividad.

CONCLUSIONES

Desde las categorías de análisis utilizadas (autor y lector modelo, metalengua, transtextualidad), podemos aseverar la existencia de un género textual híbrido de carácter emergente, al que es posible denominar como "antropología poética chilena". Sin duda, queda pendiente una reflexión más amplia respecto del concepto mismo de poesía usado por estos autores, y su correspondencia con los conceptos estético-literarios tradicionales; sin embargo, podemos afirmar que, desde el cruce entre literatura y antropología, este género textual mantiene el tema antropológico de la diversidad como centro temático y que, en la búsqueda de innovación como modo de ensanchar sus posibilidades expresivas, sobrepasa los límites de lo antropológico. Por ello, el tipo de conocimiento que se presenta en su discurso no asume ni la noción de acumulación de verdad dentro de los límites de un paradigma, ni la posibilidad de contrastación empírica como base de legitimación de este conocimiento. Esto aparta a estos textos de las coordenadas del canon antropológico tradicional.

Tampoco nos encontramos frente a un tipo de literatura ni a una forma usual de poesía, ya que pragmáticamente estos textos no se relacionan con la literatura en los circuitos nacionales ni internacionales; a lo más vemos presencia de lo literario en el recurso intertextual a la cita del texto literario, principalmente poético, lo que resulta más bien un recurso expresivo utilizado por razones instrumentales, particularmente en el uso de formas retóricas características de la poesía.

De esta forma, se encuentran creativamente unos géneros secundarios (Bajtín 1989), la poesía, la novela, el ensayo antropológico científico, la etnografía, con unos tipos discursivos provenientes del habla oral, tanto ritual como cotidiana, y de actores como el popular urbano, el rural y el étnico, con lo que se genera un cruce verdaderamente original.

Lo anterior no autoriza plantear el surgimiento de un tipo de literatura y menos aún de una forma de poesía. La experimentalidad de estos textos se sustenta en una émica que lleva a su metalengua a la utilización del concepto de poesía, mas esta es un tipo de categoría muy común en las ciencias sociales contemporáneas, particularmente en la antropología postmodernista (Tyler 1988, 1990) con la cual la APCH se encuentra en diálogo. En esta interacción aparecen conceptos como los de personaje, narración, polifonía, retórica, etc., que en la literatura son de uso frecuente. Se trata, por tanto, de un concepto de carácter metodológico, en tanto expresa las búsquedas expresivas de un conjunto de autores que bajo la forma de cronistas (Benjamin 1994) se mueven en un circuito que no es exclusivamente ni el de la antropología ni el de la literatura tradicionales, que ensayan nuevas formas de dar cuenta de la realidad.

Por otra parte, la corriente se encuentra a su vez dividida en una línea ortodoxa que define un circuito pragmático bastante autónomo, y una heterodoxa, cuyo desarrollo es reciente. Sin embargo, este ámbito de desenvolvimiento de la APCH tiende a expandirse tanto hacia la antropología tradicional como hacia algunos circuitos literarios.

Pensamos que el destino de esta corriente como género textual guardará una directa relación con un ensanchamiento de sus circuitos de recepción, donde artículos y ponencias como las de Yanko González (1995, 1999), Hernán Neira (2000), Juan Manuel Fierro (2000), Iván Carrasco (2001), Miguel Alvarado (2000, 2001) y la tesis doctoral de este último dedicada al tema (2001), junto con la edición y reedición de la obra de autores como Montecino por las editoriales Sudamericana (1999) y Cuarto Propio (1994), Recasens por la Universidad de Chile (1998) y Gallardo por el Museo de Arte Precolombino (2000), irán delineando aún más este género híbrido.

NOTAS

1 Algunos antecedentes interesantes al respecto se encuentran en el libro La Antropología Social en Chile.Producción y Representaciones (1988), de Marcelo Arnold, quien sostiene que la producción académica de textos antropológicos en Chile durante la primera mitad del siglo XX correspondió al esfuerzo individual de no más de una decena de investigadores, y que el primer egreso de un antropólogo en Chile se hace en 1975 de la Universidad de Concepción. Agregaríamos que el volumen de personas que cultivan esta disciplina en Chile actualmente no supera el par de centenares, según antecedentes obtenidos por la comisión organizadora del III Congreso Chileno de Antropología, de la cual el autor de este artículo formó parte.

2 Definición dada por Lévi-Strauss para la ciencia antropológica, desarrollada particularmente en su texto "El lugar de la etnología en las ciencias sociales" donde desarrolla su planteamiento respecto de la antropología: "como ciencia del otro o ciencia de la diferencia, surgida cuando arbitrariamente occidente convierte al resto de la humanidad en su objeto de estudio" (Lévi-Strauss 1997: 298).

3 Claude Lévi-Strauss es el primer autor francés que diferencia etnología de antropología social teórica; en el caso de la antropología cultural norteamericana, desde la influencia de Franz Boas se diferencia el nivel comparativo etnológico y el nivel antropológico teórico o de lo que en Norteamérica se denomina como antropología cultural. En Alemania aún se habla de etnología, y se diferencia de la sociología de la cultura en tanto su objeto de estudio son las sociedades aborígenes.

Universidad Católica de Valparaíso
Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje
Casilla 4059, Valparaíso, Chile
E-mail: miguel.alvarado@ucv.cl

OBRAS CITADAS

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