ESTUDIOS FILOLÓGICOS
41: 267-276, 2006
DOI: 10.4067/S0071-17132006004100016
Inmigración y racismo en las primeras novelas policiales chilenas
Immigration and racism in the first Chilean polices novels
Magda Sepúlveda*
Pontificia
Universidad Católica de Chile. e-mail: msepulvu@uc.cl.
* Este texto es parte del proyecto Fondecyt Nº 10.40.983
"E1 detective en la narrativa policial chilena del siglo XX" cuyo
investigador responsable es el Dr. Clemens Franken, y del cual la autora de
este artículo es coinvestigadora.
Las primeras novelas policiales chilenas negocian un contradiscurso hacia las políticas públicas de inmigración del Estado chileno, polemizando con la situación de colonos ofrecida a los europeos en el territorio nacional. Los italianos son presentados como una comunidad cerrada, en la cual circulan el dinero, el cuerpo y el crimen, por lo que su presencia no traería beneficios para el país. Desprestigiado el inmigrante, se propone que el sitio del colono sea ocupado por los sujetos populares chilenos. Esta sería una forma de recompensar al connacional por las persecuciones y los maltratos de los que ha sido objeto. Las primeras novelas policiales criminalizan al inmigrante y absuelven al sujeto popular por los crímenes cometidos, con lo que se aspira a reconfigurar las cartas de ciudadanía del territorio.
Palabras clave: novela policial, narrativa chilena, inmigrantes.
The first police novels establish a counterdiscourse with respect to the immigration polices of the Chilean state, causing conflict regarding the situation of the foreigners that came to inhabit in out territory. Italians are presented as a closed community through which money, body and crime flow. Given this scenario, they wouldn't bring any benefit to the country. Due to the fact that immigrants are disregarded as something possitive, it is proposed that their place must be taken by popular Chilean characters. This would be a way of rewarding them for the persecutions and the mistreatments they have endured for so long. The first police novels criminalise the immigrant figure and disregard the populat character as a criminal, aspiring to establish a new order in the territory.
Key words: police novel, Chilean narrative, immigrants.
En el contexto de 1900, Chile impulsaba, dentro de su proyecto modernizador, la inmigración europea, principalmente de alemanes. Tal empresa fue encomendada a Vicente Pérez Rosales, quien divulgó desde su consulado en Alemania (1845) las bondades de nuestro país y las políticas de subsidios estatales para apoyar los primeros negocios de estos colonos. Los italianos, después de una primera estadía, generalmente poco exitosa, en Buenos Aires llegaban a Chile. En 1907 la colectividad italiana era la segunda más importante en Chile, eran 13.023 inmigrantes, siendo sólo superados por la española compuesta por 18.755 personas (Estrada 106). Mientras la literatura galardonada propugnaba el blanqueamiento y el afrancesamiento, la narrativa policial publicada en los diarios negociaba simbólicamente el conflicto al revés, es decir, difundió el desprestigio del inmigrante y reclamaba un sitio para el roto.
Las primeras novelas policiales chilenas editadas entre 1912 y 19311 elaboran un discurso de polémica oculta contra el ideario estatal, en palabras de Bajtín: "Aquí la palabra ajena no se reproduce con una interpretación nueva, sino que actúa, influye o de alguna manera determina la palabra del autor permaneciendo fuera de ella. Así es la palabra en una polémica oculta" (272-273). Esta relación se observa en la primera novela policial chilena, La muerte misteriosa de José Marini (1912) de Januario Espinosa, publicada bajo el auspicio de El Diario Ilustrado, en la cual se crean situaciones de conflicto, donde son justamente los inmigrantes quienes deben ser expulsados de la república, pues se les sitúa como trasgresores a la ley. A su vez, en los dieciséis episodios publicados por Nascimento, entre los años 1927 y 1931, que configuran Las aventuras de Manuel Luceño, creada por Antonio Acevedo Hernández, se legitima al sujeto popular o "el roto" chileno para que desempeñe el papel de inmigrante, rebatiendo el rechazo con que se observaba su desempeño en la conformación de la nación moderna.
1. LA EXCLUSIÓN DE LOS ITALIANOS
En La muerte misteriosa de José Marini se polemiza en contra de los extranjeros como constructores de la nación, creando un estereotipo negativo de esta comunidad. La novela narra un supuesto suicidio, ocurrido en una pensión, que termina siendo un asesinato cometido por un italiano. Las sospechas recaen inmediatamente sobre los no nacionales a quienes se les asocia la inteligencia capaz de ejecutar este crimen. Los chilenos son descartados por no poseer ingenio; según el detective Olmos, sólo matan con un tajo de corvo, lo que no sería más que otro "signo de atraso" (10); por eso, cuando la policía apresa al chileno Policarpo Pérez, este émulo de Holmes comenta: "A pesar de que las circunstancias lo condenan, me tinca que ese pobre diablo no es el asesino. ¿Y sabes por qué? No lo creo capaz de un crimen ingenioso" (66). Así, la inteligencia parece residir en los europeos que tendrían el control de lo emocional suficientemente logrado como para disponer los elementos del sitio del crimen a su beneficio y hacer creer que José Marini, dueño de un almacén, se ha suicidado. De esta manera se asocia la inteligencia del italiano a la perversidad, por consiguiente, merece ser marginado de la sociedad, es decir, tal como el roto "atrasado", el inmigrante tampoco sirve para la construcción nacional. Por consiguiente, la inteligencia del europeo queda anulada, pues no cumple el propósito de ser funcional al progreso.
La novela se hace cargo del discurso hegemónico que culpa al roto del atraso, pero discrepa de los que ven la solución en la traída de inmigrantes. Por eso, los representa como una comunidad que no hace fluir el dinero y el cuerpo fuera de ellos. Siguiendo a Trigo, se podría hablar de diáspora en el caso de estos italianos, puesto que ellos no se asimilan a la sociedad anfitriona, resisten la interpelación del imaginario nacional chileno y persisten en identificarse en lo cotidiano con una comunidad minoritaria (Trigo 276). Esto se debe a que la trama presenta a la comunidad italiana como un grupo que se ayuda para iniciar los negocios _ligados principalmente al rubro de los almacenes_, alquilan piezas en la pensión italiana y almuerzan en un restaurante italiano. El peligro radica entonces en que establecen el intercambio monetario entre ellos y, por tanto, el grupo puede enriquecerse a través de la acumulación de capital.
La inteligencia maligna, la pertenencia a un grupo cerrado y la representación de los italianos como sujetos codiciosos y desleales, van creando un estereotipo negativo que da cuenta de la forma en que ellos son percibidos. Con ello, la novela se integra a las voces xenófobas; "en 1906, el diario El Chileno, siguiendo una línea derechamente xenofóbica aludía a los extranjeros como hez y basura de las grandes ciudades europeas, una masa degradada y abyecta" (Harris 154). Este racismo se da en la falta de compasión que despierta el asesinado en esta novela. La novela crea a la víctima, Marini, como un sujeto cuya codicia lo impulsa a entrar a la mafia en Italia, y luego a traicionarla para obtener una recompensa. Marini tenía un deseo libidinal por el dinero que lo movía desde la infancia: "soñaba con las riquezas; y una vez me dio a entender que él procuraría obtenerlas por cualquier medio, bueno o malo" (136). La víctima, Marini, y el asesino, Lázaro, se igualan en su condición de merecer la muerte, el primero, y el otro la desaparición social en la cárcel. Así se va generando una imagen del italiano como mafioso y traidor, en tanto sujeto en el cual no hay que depositar la confianza, sino más bien eliminarlo, aislarlo.
El rechazo del narrador a los italianos tiene que ver, además, con la personalidad y las características físicas que se le asignan a dichos varones. Mediante las pesquisas de Olmos, nos vamos haciendo un retrato desagradable de Marini: es mujeriego, mentiroso y visita casas de diversión. Sotullo narra que una vez, sorprendido por la belleza de una morena, su socio la siguió, pero ella tenía un enamorado que al ver el cortejo increpó a Marini. Ante el requerimiento, Marini dijo: "En mi país, sólo por cortesía acompañamos a las mujeres que van solas" (62). Esta reproducción de un diálogo directo marca el carácter farsante y donjuanesco del italiano; y, por otro lado, exhibe la diferenciación de nacionalidades a través de las cuales estos extranjeros justifican su conducta. El estereotipo del italiano seductor se repite en uno de los inculpados, Francisco Conti, cuando justifica lo que hacía en la hora que fue atacado Lázaro, dijo: "Seguí a una mujer que iba sola por la calle Puente" (111). De esta manera, se agrega ahora la característica de seductor para configurar el estereotipo negativo de esta comunidad.
El carácter donjuanesco de los italianos se ve reforzado en la novela por el aspecto físico que se les atribuye y se hace contrastar con el de los personajes chilenos. Cuando el narrador describe a Olmos dice: "Era un mozo más bien pequeño, pero rico en carnes: tendía a la redondez; el abdomen mostraba un principio de crecimiento su fisonomía no podré olvidarla. Era aquella, primero, una gran cabeza, coronada por negros cabellos en desorden. Más debajo de una frente espaciosa, unos ojos escrutadores y maliciosos. La nariz más redonda que puntuda" (6). La fisonomía tosca del detective contrasta con la delicadeza física atribuida por el narrador a los italianos; por ejemplo, de Sotullo se dice: "Era delgado, pequeño, con un fino bigote rubio" (26). Se colige entonces que el grupo de italianos era observado como una amenaza para el orden de las relaciones amorosas.
La visión inventada de estos extranjeros como grupo invasor tiene una manifestación en la visibilidad de su ocupación territorial asignada por esta novela. Los italianos habitan en el corazón de la metrópoli, su desplazamiento es un mapa que abarca las calles Arturo Prat, San Diego, Eleuterio Ramírez, el Cerro Santa Lucía, San Pablo y Puente. Es decir, forman una suerte de enclave foráneo en el corazón de la incipiente urbe. Los guardias apostados por cuadrantes y que tornan al centro cívico en una ciudad vigilada, llena de policías que se pasean por las calles, atentos a la presencia de un individuo sospechoso, ellos que debieran saber quién entra y sale de cada casa, no pueden dar cuenta de los movimientos de estos extranjeros. En este Santiago Far West, los italianos, los huasos y los provincianos son todos claramente distinguibles, pero sólo los dos últimos pueden, según esta novela, apropiarse de una capital de la cual no son originarios. Por el contrario, según la propuesta de Januario Espinosa, los inmigrantes italianos debieran abandonarla o establecer mayores relaciones de convivencia con los chilenos.
La exclusión de los italianos es discutida, al interior de la novela, como un discurso público, por ello el texto se estructura por un conjunto de voces que corresponden a diarios de posiciones distintas. En efecto, el narrador cede su voz a diarios que editan la historia según su propio código de representación sobre los inmigrantes. El Mercurio esboza un discurso que integra a la comunidad italiana para probar la inocencia de la misma. Por ello, se refuerza la idea de la depresión que afectaba a la víctima: "Según declaraciones de todos los habitantes de la casa y de sus amigos, que en el último mes se mostraba taciturno" (48-49). Es decir, el diario da un voto de fe a los inmigrantes. Por el contrario, el diario sensacionalista La Mañana apoyaba la hipótesis de la culpabilidad italiana. Daba la noticia bajo títulos impactantes, la adornaba con fotos de la víctima y de la señora Mazzini, sosteniendo que el crimen tenía un móvil amoroso, donde el objeto codiciado era la novia de Marini. Esta noticia también da cuenta de una forma para representar a la comunidad italiana, esta vez como sujetos movidos por pasiones. La noticia redactada por el detective privado Olmos para El Diario Ilustrado tiene dos versiones consecutivas. En la primera sólo habla del cuerpo del occiso, pero no hace ninguna mención a las relaciones del extinto con la comunidad italiana; un silencio extraño bajo el cual se ampara su noción de resolver de espaldas a la ciudadanía chilena los problemas con los italianos y luego presentarlos como culpables, lo que ocurre en la segunda versión de la noticia. En ella, cuando ya los hechos están comprobados, Olmos escribe abiertamente en el diario sobre los motivos de venganza entre italianos que llevaron a este delito, presentándolos de esta manera como "otros" sujetos. Entonces, que Olmos sea un detective-periodista se vuelve una condición sustantiva, pues se trata de un juicio público y no de una investigación de carácter privado.
De esta manera, en 1912, la presencia italiana podía ser una molestia para cierto imaginario nacional, quizás para sectores medios y populares donde la novela policial circulaba preferentemente bajo el soporte del folletín. Esta fabricación del lector modelo comienza desde la portada de La muerte misteriosa de José Marini, pues se le cataloga dentro de la serie "folletines" y se vincula su venta a un diario. La tradición del folletín impone un tipo de escritura que posibilita la lectura rápida, lo que en este caso se resuelve mediante el uso del diálogo directo para componer en forma casi total la mayoría de los capítulos. El segundo elemento de portada que hace guiños al lector es el pie de imprenta, este da cuenta de una continuidad entre las características que hizo conocido a El Diario Ilustrado y el formato de la novela, lo que se concreta en los grabados que acompañan cada capítulo. Esta primera novela policial se presenta entonces como un folletín claramente dirigido a los sectores populares. Hacia estos receptores se dirige una mirada estereotipada sobre la comunidad de inmigrantes italianos: ellos serían los codiciosos, los farsantes, los seductores, los traidores, los que actúan según las leyes de su país de origen. Al ser un grupo de italianos los inculpados, se les señala implícitamente como una colectividad bajo sospecha que merece ser excluida de la sociedad chilena.
Este rechazo a los italianos se relaciona con la audiencia a la que pretende llegar el folletín: un público popular que había visto ir en ascenso a la comunidad italiana y su emergente poderío económico. De acuerdo a los datos proporcionados por Estrada en Presencia italiana en Chile, en 1896 las empresas iniciadas por Salvador Falabella Cardone como Sastrería Económica Italiana (1890) se instalaban en una de las calles principales de la ciudad y abrían sucursales en Valparaíso y Concepción; asimismo, Molinos y Fideos Lucchetti nacía en 1905 por iniciativa de Leopoldo Lucchetti _llegado a Chile en 1900_ y luego en 1909 asociado con otro italiano, Bassi, aumentan la magnitud del negocio; otra empresa de la transtierra era la Compañía Molinos y Fideos Carozzi que se inició en 1907 como sociedad entre siete italianos, uno de los cuales era Augusto Carozzi. Esta primacía económica y el aumento de la población extranjera fueron algunas de las razones por las cuales los italianos representaron una identidad no querida en cierto imaginario literario chileno, específicamente en la naciente narrativa policial chilena.
2. EL ROTO COMO NUEVO COLOMO
El lugar que el Estado chileno asignó a los inmigrantes europeos implicó un despojamiento del sujeto popular, por ello la colonización puede entenderse como un fenómeno de sustitución. Tal como afirma Mario Góngora: "Estos inmigrantes, favorecidos por el gobierno chileno, se han apoderado del comercio o colonizado vastos territorios en la Araucanía ya pacificada; de suerte que los pequeños propietarios chilenos se han proletarizado o han tenido que emigrar a Argentina. El "roto" chileno (ha) sido sustituido de esta manera por extranjeros traídos por agentes de colonización" (87).
Considerando lo anterior, planteo una relación entre la novela por episodios Las aventuras de Manuel Luceño2 (1927-1931) de Antonio Acevedo Hernández y La muerte misteriosa de José Marini. El texto de Acevedo corresponde a la rehabilitación del roto y la postulación de la condición de colono para él una vez que la novela de Januario Espinosa ya ha deslegitimado a los extranjeros como sujetos merecedores de este beneficio.
Los episodios de Antonio Acevedo Hernández muestran cómo el roto es perseguido y excluido injustamente. El protagonista, Manuel Luceño, toma la opción de ser bandido cuando se ve acosado injustamente por la ley patronal del campo que lo hace culpable de todos los delitos que allí ocurren, amparándose en la condición de huacho del sujeto popular. Un funcionario proveniente de la metrópoli, el detective González, cree en su inocencia y finalmente logra demostrarla. Para ello, González debe luchar contra todas las instituciones segregadoras del roto: jueces, policías, curas, empresarios, usureros, profesores, periodistas. La actitud discriminadora de los jueces lleva a González a decir: "Este hombre cree que todavía está tratando con mapuches indefensos" (Episodio 13, 22), vale decir, mientras para los jueces hay una relación de continuidad entre el sujeto indígena y el roto, el detective intenta ubicarlo como un sujeto merecedor de los derechos ciudadanos, es decir, busca incluirlo dentro de la nación3.
Frente a la injusticia de los jueces y de la policía, los representantes de la iglesia no se pronuncian. Cuando la policía amarra a Luceño fuera de la iglesia: "El cura pasó erguido: el atormentado no le mereció siquiera una mirada" (Episodio l4, 29). Los profesores de humanidades tampoco defienden al perseguido; de hecho, cuando el bandido Eduardo Salazar se arrepiente de su vida fuera de la ley y le solicita a un viejo profesor desempeñarse como su sirviente, éste lo rechaza y lo conmina a entregarse a la justicia. Salazar le comenta a su compañero: "Estos son también de la policía" (Episodio 11, 12). Se puede decir que sobre el sujeto popular opera lo que M. Foucault ha llamado el biopoder del Estado, vale decir, derecho a dejar morir cuya materialización más extrema es la xenofobia: "El racismo representa la condición con la cual se puede ejercer el derecho de matar. (Que) quede bien claro que cuando hablo de homicidio no pienso simplemente en el asesinato directo, sino en todo lo que puede ser también muerte indirecta: el derecho de exponer a la muerte o de multiplicar para algunos el riesgo de muerte, o más simplemente la muerte política, la expulsión" (Foucault 207).
Todos los rechazos que experimentan los sujetos populares en la novela van demostrando el racismo que han ejercido los representantes del poder hegemónico.
El sujeto popular debe luchar contra un conjunto de fuerzas que se le oponen, compuestas por los jueces, los profesores y los poseedores del poder económico. De estos últimos se destaca la diferencia entre su actuar político y su hacer empresarial: el dueño del conventillo, que pide expulsar a Ursula con su bebé, "no tenía vergüenza de ser congresal, prócer, bienhechor de la humanidad, caballero de órdenes religiosas y correspondiente a cuanta congregación existía en Chile, y de poseer el más cruel moridero de gentes de la capital, el conventillo más inmundo" (Episodio l5, 22). El poder político populista tiene al roto como objeto de discurso al mismo tiempo que lucra con su pobreza. De esta manera, la novela va desmontando cada una de las institucionalidades que dicen interesarse por el sujeto popular.
Aunque el poder económico y los intelectuales parecen no considerar al roto, la novela culpa más a los letrados. De hecho, la crítica contra ellos es más fuerte y refinada, centrándose en el periodista Pulido, quien ha publicado falsas noticias que inculpan a Luceño en el diario La Guía. El código onomástico de este periodista y de su diario pueden leerse como una sátira, pues Pulido es un falso elegante y el periódico, más que guiar, confunde. Por ello, el detective González opina: "No comprendo cómo a la prensa van a dar todos los estúpidos que hay en la vida. Son inútiles: fracasan en otras actividades y se meten a gacetilleros; no pretendo que se callen, la cuestión es que tengan tino, que no echen a la risa asuntos demasiado serios y sobre todo que no hablen antes de tiempo" (Episodio 9, 28).
Pulido entorpece la situación del roto atribuyéndole de manera anticipada y falsa hechos que no cometió. Este modo de proceder de Pulido está en directa relación con la opinión que publica cuando pide que condenen a Luceño: "Se dice que Luceño es una víctima del ambiente, y no se piensa en la violencia de su carácter que lo obligó siendo niño a lesionar a pedradas a un jefe" (Episodio 16, 17). Por el contrario, el abogado defensor de Luceño cree en el medio como determinante del actuar: "Yo, señores, le reconozco a un niño nacido en un medio así el derecho a ser rebelde" (Episodio 16, 24). Son estos defensores de la teoría del medio los que triunfan en la novela.
La novela configura a Luceño como un personaje emblema, su figura designa a los hombres y mujeres populares que son arrojados de la ciudad4: "Muchas veces las pobres pecadoras debieron arrojar el harapo de sus cuerpos sin calor ni esperanza a la turbiedad del río, reducto de vagabundos y expósitos, hijos de amores culpables que son abandonados y que flotan en la resaca de la vida. Niños manejados a puntapiés, rechazados de todas partes, insultados" (Episodio 12, 2).
Mientras los sujetos populares, en esta novela, son arrojados de la ciudad, los inmigrantes reciben por parte del Estado ofrecimientos y garantías para residir, desigualdad que en el texto de Acevedo Hernández se remarca a través del uso particular de ciertos patronímicos extranjeros y de vocablos propios de relaciones asimétricas. Así sucede con el código onomástico de Mister King, personaje que causa la ruptura de una pareja popular: "A mister King le gustó la Marta y directamente fue a su objetivo, y ella que no quería otra cosa que amores limpios sin olor a pastizal, fue hacia él, joven agrónomo rubio y alto como un príncipe de cuento. El (esposo) la perdonaba, le parecía casi lógico ser pospuesto a un gringo decente" (Episodio 7, 24). El nombre King alude a superioridad, tal como el empleo de la palabra `amo' por parte del protagonista para referirse a los dueños de Chuquicamata y El Teniente (Episodio 2, 15). El color aparece como factor de discriminación, Marucho destaca entre los atributos del amante de su esposa el ser rubio. Asimismo, cuando atrapan al bandido Ramón todos se sorprenden de su piel clara; los periodistas "se lo imaginaban moreno, adusto, mal vestido y cruzada la cara del más alto número de cicatrices" (Episodio 10, 20). La mujer popular también es segregada por su condición de mestiza, revelada en la designación peyorativa de "china" (Montecino 78). La humillación la entiende el personaje Juan Tejo y por ello invita a Mariquita a defenderse: "Le dice china y aguanta Mariquita" (Episodio 9, 2). Para no seguir sufriendo estas humillaciones, Mariquita decide casarse con el empleado de ferrocarriles y no esperar más a Luceño que está en la cárcel. Ella también busca ser incluida en la nación.
Luceño gana su inocencia en el juicio, se le perdona haber cometido algunos crímenes en razón de estar forzado por un medio que no lo acogía. Luego de su descriminalización, Luceño recibe como premio a la exclusión que ha sufrido un apetecido lugar en la cultura: "Para que satisficiera sus anhelos campestres fue enviado al sur en calidad de colono y allí pudo ejercitar sus inagotables energías, pronto se hizo de un buen capital" (Episodio 16, 27). Asimismo, Badillo, el empleado de ferrocarriles, cuando le pide a Mariquita ser su esposa argumenta: "Gracias a mi previsión usté llegará a ser como una gran señora que valdrá tanto como cualesquiera `colona' colonizadora extranjera de estas que tiran prosa por aquí" (Episodio 9, 17). Es decir, todas las peripecias pueden explicarse como antecedentes para llegar a este final que consiste en asignar al roto maltratado el lugar de colono y no a los europeos.
Esta reivindicación del sujeto popular es una polémica contra la visión hegemónica de la oligarquía para quien "los rotos sin Dios ni ley no podían ser tratados con las reglas ciudadanas que ella se había dado a sí misma, ni con las reglas de una guerra formal entre dos naciones, sino con las reglas anómalas de la guerra sucia. Guerra sucia: contra los convivientes de un mismo territorio, asumidos como enemigo interno: gente sin Dios ni ley, cuyos derechos, humanos y divinos, pueden ser violados con impunidad" (Salazar 49). Contra este ejercicio violento, la novela de Acevedo propone una forma de incluir al sujeto popular en la comunidad nacional.
3. COMENTARIOS
Los diferentes actores sociales involucrados en las políticas públicas emprendidas por el Estado chileno desde fines del siglo XIX para favorecer la inmigración europea generaron un imaginario nacional sobre los extranjeros. Si para los sectores hegemónicos eran un motor de progreso, los grupos populares elaboraron la hipótesis de conflicto, donde el inmigrante se volvió un sujeto a controlar, un sospechoso. En ese entorno cultural, la novela policial cristaliza en Chile.
La exclusión de la comunidad de inmigrantes que se hilvana simbólicamente en la novela de Januario Espinosa, La muerte misteriosa de José Marini (1912), es un discurso polémico hacia las políticas de colonización emprendidas por el Estado chileno. El narrador describe una comunidad italiana cerrada, donde ni el cuerpo ni el dinero transitarán fuera de ellos, de manera que tanto la idea del `mejoramiento de la raza' como la de apoyar a quienes incidirían en el levantamiento de empresas sería falsa. Queda entonces vacío el sitio de los inmigrantes.
La novela por entregas de Antonio Acevedo Hernández propone que el sitio de colono debiera ser ocupado por los sujetos populares. Al interior de la diégesis se relatan todas las desigualdades que viven estos personajes producto de que no son considerados en el discurso identitario de la nacionalidad. Se articula, entonces, una solución, el sujeto arrojado a bandido por el medio _como propone la novela_ recibirá el lugar del colono. Es decir, estas novelas policiales de principios del siglo XX proponen un pacto nacionalista, donde se privilegia al sujeto popular por sobre el extranjero, creando una falsa tensión que desvía la mirada sobre los modelos económicos, debate que vuelve a estar en cuestión en este siglo, donde la globalización ha generado también migraciones y las correspondientes respuestas nacionalistas.
NOTAS
1 Otros textos policiales publicados durante esos años corresponden a Alberto Edwards, El secuestro del candidato (1914), y a Luis Enrique Délano, El robo de la defensa magistral (1930), pero no se incluyeron en este análisis, puesto que se trata de cuentos. Para un estudio de los cuentos de este periodo, especialmente de los publicados por Edwards, se puede revisar el artículo de Clemens Franken "Alberto Edwards y su detective conservador", en Anales de literatura chilena 5, 2004.
2 La novela está presentada en la portada como Novela Policial, no obstante también podría ser considerada como novela de bandidos, porque el personaje principal, Luceño, en un momento se sitúa en el lado contrario de la ley, llegando incluso a cometer crímenes y actuando en zonas rurales, pero todo se le perdona cuando llega el momento de su redención. Ahora, es policial desde el punto de vista que hay una supuesta trasgresión a la ley, una investigación para aclarar el caso y un establecimiento de la justicia.
3 La imagen del roto ocupando un sitio separado de la nación estaba presente en el imaginario literario nacional: "Se adivina que el barrio es nuevo, (se) siente el campo; se nota que el contacto con la parte verdadera de la capital es escaso" (Edwards 16).
4 Años más tarde, la novela El río (1962), de Alfredo Gómez Morel, desarrollaría la ciudad como un espacio que expulsa a los sujetos populares.
OBRAS CITADAS
Acevedo Hernández, Antonio. 1927. Episodio 1. Manuel Luceño. Santiago: Nascimento.
____ 1927. Episodio 2. La sinfonía del cuchillo. Santiago: Nascimento, diciembre.
____ 1928. Episodio 3. La celda 52. Santiago: Nascimento, enero.
____ 1928. Episodio 4. Una tragedia de amor. Santiago: Nascimento, febrero.
____ 1928. Episodio 5. La bestia de fuego. Santiago: Nascimento, septiembre.
____ 1929. Episodios. Un amor humilde. Santiago: Nascimento, marzo.
____ 1931. Episodio 7. El fabricante de bandidos. Santiago: Nascimento, marzo.
____ 1931. Episodio 8. Un duelo en la sombra. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 9. La carta de la libertad. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 10. Sobre la pista. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 11. La banda del Ballena. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio12. La sonata trágica. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 13. Cómo se hace un bandido. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 14. El sarcasmo. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 15. La banda de la cruz de sangre. Santiago: Nascimento.
____ 1931. Episodio 16. Un proceso sensacional. Santiago: Nascimento.
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Edwards Bello, Joaquín. El roto. 1920. Santiago: Andrés Bello, 1991.
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