Ignacio F López1 e Ian Valentine2
1
Instituto de Producción Animal, Universidad Austral de Chile, Valdivia,
Chile.
2 Institute of Natural Resources,
Massey University, Palmerston North, New Zealand.
Recepción originales: 4 de noviembre del 2002
Role of plant species diversity and plant functional groups in field condition and grassland stability.
A grassland is a community of herbaceous plants in which relationships
occur amongst the plant species and between the environment and plant species.
These relationships are highly dynamic over time. A plethoria of studies have
been conducted to investigate the elements and processes that are involved in
the pasture ecosystem. The objectives of this review were to discuss theories
and advancements in the study of the plant-environment relationship, and how
this relationship could be affected by plant species, in terms of the diversity
both between and within species.
The availability of soil resources, including water and light, germination sites
and defoliation have been recognised as environmental factors that may limit
the presence and phenotypic expression of plant species. The manner in which
species diversity maintains ecosystem stability has been described by both the
“Diversity-Stability” hypothesis and the “Redundancy”
hypothesis. These theories are based on the role of plant species, as individual
plant species or plant functional groups, in maintaining ecosystem function.
Range condition methodology, also called field condition methodology, represents
the state of the ecosystem at a particular moment, expressed as a proportion
of the absolute maximum potential. The present review suggests that the principles
of this methodology are complementary to the Redundancy hypothesis, with the
groups that determine pasture condition in the Range condition methodology corresponding
to the principles that group plant species according to their ecosystem function
in the Redundancy hypothesis. However, diversity within plants species, both
phenotypic plasticity and/or the presence of ecotypes, appears to be an important
factor in maintaining spatial and temporal stability in grassland ecosystems
when changes occur in environmental constraints and in conditions of environmental
heterogeneity.
Key words: Plant functional types, field condition, diversity, stability, ecotypes, phenotypic plasticity.
La pradera es una comunidad de plantas herbáceas compleja,
debido a la existencia de relaciones entre especies pratenses, y entre ellas
y el ambiente, siendo además estos factores y sus relaciones, dinámicos
en el tiempo. El análisis de dichos elementos y procesos ha generado
una gran cantidad de investigación. Los objetivos de la presente revisión
fueron discutir los planteamientos y avances que se han realizado en el estudio
de la relación planta-ambiente, y cómo esta relación afecta
a la diversidad de especies pratenses, ya sea diversidad entre especies como
diversidad dentro de especies.
La disponibilidad de los recursos del suelo, incluyendo el agua, la luz, los
sitios de germinación, y la defoliación han sido reconocidos como
factores ambientales que pueden llegar a ser limitantes y determinantes para
la presencia y expresión de las especies pratenses. La problemática
del rol de la diversidad de especies pratenses en la mantención de la
estabilidad de la pradera ante cambios ambientales, ha sido encarada a través
de hipótesis como la de “Diversidad-Estabilidad” y la “Redundancia
de Especies”. Ambas hipótesis se centran en el papel que tendrían
las especies pratenses, ya sea como especies individuales o como grupos funcionales
de especies, en la mantención de la función ecosistémica.
La metodología de la "Condición de Pradera" analiza
el problema desde una perspectiva aplicada. Se sugiere en el presente trabajo
que los principios de la metodología de la “Condición de
Pradera” serían complementarios a la hipótesis de la “Redundancia
de Especies”, ya que los grupos de especies que determinan la condición
de la pradera (decrecientes, crecientes, invasoras) corresponderían a
la vez a grupos funcionales de especies. Sin embargo, la diversidad dentro de
especies, a través de la plasticidad fenotípica y/o de la presencia
de ecotipos de especies parece ser importante en la mantención de la
estabilidad espacial y temporal de los ecosistemas pratenses bajo condiciones
ambientales cambiantes y heterogéneas.
Palabras claves: Grupos funcionales, condición de pradera, diversidad, estabilidad, ecotipos, plasticidad.
Una pradera es una comunidad de plantas herbáceas dominada por gramíneas, leguminosas y otras especies (Thomas, 1980), en la que existen multiples relaciones entre ellas (Tilman, 1980; Tilman, 1982) y el ambiente (Gastó et al., 1993). Todos estos factores cambian constantemente en el tiempo, de manera que una pradera es altamente dinámica (Huston y Smith, 1987). Al clasificar las praderas en forma amplia, éstas pueden dividirse en aquellas que son naturales o praderas climax y aquellas que han sido directamente o indirectamente generadas por la actividad humana. Ambas, sin embargo, representan fracciones que confluyen hacia un punto común en un espectro de ambientes (Tothill, 1978).
El método analítico a utilizar al estudiar una pradera depende si se introduce o no la variable “tiempo”. El análisis de los fenómenos que ocurren en una pradera sin considerar la perspectiva del tiempo, implica que dicho análisis sea sobre los procesos y estado ecosistémicos en un instante determinado (Gastó et al., 1993). El involucrar el tiempo implica que dicho análisis sería dinámico, lo que involucra la sucesión ecológica de especies vegetales y los procesos ecosistémicos relacionados a ella (Tilman, 1987; Gastó et al., 1993). Sin embargo, en ambos casos la composición botánica de la pradera es un reflejo del resultado entre la competencia de las especies por recursos, la tolerancia al estrés ambiental y la respuesta a la alteración ecosistémica (Grime et al., 1989).
Los objetivos de la presente revisión son discutir los planteamientos y avances que ha tenido la ciencia en cuanto al estudio de la relación planta-ambiente, y cómo esta relación afecta a la diversidad de las especies pratenses, ya sea diversidad entre especies como diversidad dentro de especies.
Biodiversidad ha sido definida como la variedad de vida (Taylor y Smith, 1997). La biodiversidad puede ser medida como diversidad genética, que es la variedad de genes en una población particular; como diversidad de especies, que es el número total de especies presente en un área determinada (Begon et al., 1996), o diversidad ecológica, que corresponde al número de ecosistemas diferentes o de procesos ecológicos en un área (Taylor y Smith, 1997). A nivel genético y de especies, la biodiversidad puede ser analizada a nivel de subespecies, subpoblaciones, ecotipos, o polimorfísmos (Begon et al., 1996).
Existe evidencia que la biodiversidad mantiene estable la productividad de ecosistemas (Tilman y Downing, 1994). En praderas un descenso en la diversidad ha sido asociado a un descenso de la productividad (Milton et al., 1994; Tilman y Downing, 1994) y a procesos de degradación ecosistémica (Milton et al., 1994; Pieper, 1994). Por lo tanto, diversidad es un importante factor en el análisis de la estructura de la comunidad de especies (Iwasa et al., 1994; Begon et al., 1996). El estudio de la diversidad ha tenido diversas aproximaciones, lo que ha llevado a plantear diferentes índices que apuntan hacia la medición de la diversidad. En el caso de una pradera, el índice de diversidad de Shannon-Weaver (H’) y el índice de Simpson (D) consideran el número de especies de acuerdo a la producción y abundancia (Begon et al., 1996). McNaughton (1994) midió diversidad como el número de especies corregido por diferencias en densidad.
A pesar del reconocimiento de la importancia de la diversidad de especies en un ecosistema pratense, aún existen serias discrepancias sobre el papel funcional que la diversidad tendría en la pradera. Desde 1955, con la hipótesis de “Diversidad-Estabilidad” de MacArthur (MacArthur, 1955), y el posterior replanteamiento de la misma por Elton (1958), han surgido varias hipótesis que también explican el papel funcional de la diversidad de especies pratenses, como es el caso de la hipótesis de la “Redundancia de Especies” (Walker, 1992), la que plantea la existencia de los “Grupos Funcionales de Especies” (Figura 1).
Figura 1. Función de la diversidad
de especies en mantener la estabilidad ecosistémica según
las hipótesis (A) “Diversidad-Estabilidad” y (B) “Redundancia
de Especies” (Johnson et al., 1996). Figure 1. Function of species diversity in maintaining ecosystem processes according to (A) the “Diversity-Stability” hypothesis and (B) the “Redundancy” hypothesis (Johnson et al., 1996). |
En forma paralela se han desarrollado técnicas que permiten evaluar el estado de un ecosistema de pradera a través del análisis de la composición de especies, diversidad, y su dinámica, tal como lo hace la Metodología de la Condición de Pradera (Dyksterhuis, 1949; Dyksterhuis, 1958; Noble, 1973; Gastó et al., 1993; Pieper, 1994).
La Condición de Pradera es una técnica comparativa que permite describir en un momento particular al estado de un ecosistema pratense (Dyksterhuis, 1949; Dyksterhuis, 1958; Noble, 1973; Gastó et al., 1993; Pieper, 1994). El estado de la pradera es catalogado o valorado de acuerdo a la comparación entre el estado actual de la pradera y su estado climax, sea este conocido o presumido (Dyksterhuis, 1949; Dyksterhuis, 1958; Noble, 1973; Archer y Smeins, 1991) o en relación al estado “ideal óptimo” de dicho ecosistema pratense manejado (Gastó et al., 1993). La condición de la pradera puede ser medida como su productividad en un momento particular, en relación a la productividad potencial máxima del sitio (Gastó et al., 1993; Pieper, 1994), con las dos medidas correspondiendo a dos estados sucesionales de la misma sere (Gastó et al., 1993). Por lo tanto, la condición de la pradera representa el estado del ecosistema en un momento particular expresado como la proporción del máximo absoluto (Dyksterhuis, 1949; Dyksterhuis, 1958; Noble, 1973; Archer y Smeins, 1991; Gastó et al., 1993). Esta relación está usualmente basada en la cantidad de materia seca producida (Noble, 1973; Gastó et al., 1993).
La metodología de la Condición de Pradera evaluaba originalmente el impacto de la presión de pastoreo sobre las praderas (Dyksterhuis, 1949; Dyksterhuis, 1958; Noble, 1973). El concepto ha ido cambiando y en la actualidad incluye variables ambientales, que a una escala local, pueden llegar a ser limitantes (Gastó, et al., 1993). Variables como fertilidad de suelo, disponibilidad de agua, características físicas del suelo y animales en pastoreo pueden afectar la condición de la pradera a través de alterar la dinámica de las especies pratenses (Gastó et al., 1993; Archer, 1994; Milton et al., 1994; Pieper, 1994). El efecto de dichas variables sobre la pradera se aprecia en cambios de la composición botánica, los que son expresados como fluctuación, retrogradación y progresión ecosistémica (Archer y Smeins, 1991; Gastó et al., 1993). La fluctuación corresponde a cambios reversibles en dominancia en una pradera con una composición botánica estable, mientras progresión y retrogradación reflejan una tendencia ecológica a través de cambios sucesionales de las especies con una dirección (Rabotnov, 1974). Cuando la composición botánica y la proporción de especies se desvían de la producción máxima potencial del sitio, la condición de la pradera declina, siendo este proceso llamado retrogradación (Barbour et al., 1987). Pérdida de diversidad de especies, producción y densidad de la pradera son consecuencias de la retrogradación (Archer y Smeins, 1991). Cambios sucesionales que ocurren en la dirección opuesta a la retrogradación, y representan la recuperación de la estructura del ecosistema después de una alteración, se llaman progresión. La progresión se caracteriza por un incremento en la diversidad de especies, producción y densidad de la pradera a través del tiempo (Archer y Smeins, 1991; Gastó et al., 1993).
La tendencia de un ecosistema pratense ha sido definida como el cambio instantáneo de la condición de la pradera hacia una nueva condición, tendencia que está determinada en relación a la condición más deseable (Archer y Smeins, 1991; Gastó et al., 1993). Por lo tanto la tendencia ecosistémica indica la dirección de los cambios en la sucesión ecológica (Archer y Smeins, 1991; Gastó et al. 1993; Pieper, 1994). Sucesiones ecológicas de especies han sido estudiadas en relación a la variación de la disponibilidad del contendido de nitrógeno en el suelo (Inoye et al., 1987; Tilman y Wedin, 1991a; Tilman y Wedin, 1991b) y diferentes intensidades de defoliación (Archer, 1994; Pieper, 1994).
La metodología de Condición de Pradera clasifica a las especies pratenses en cuatro grupos principales de acuerdo a su dominancia relativa en la composición botánica en cada tipo de condición (Figura 2): decrecientes, crecientes, invasoras e indiferentes (Dyksterhuis, 1949; Noble, 1973; Gastó et al., 1993). La presencia de especies pratenses de cada grupo en la pradera está relacionada, no sólo a la presión de pastoreo, como fue planteado originalmente (Dyksterhuis, 1949), sino que a la respuesta de las especies a las variables ambientales que limitan a la pradera a través del estrés ambiental (Pieper, 1994). Tilman (1990) y Tilman (1994a) plantean varias hipótesis para explicar la razón de los cambios sucesionales en la pradera, entre ellas se establece que estos pueden obedecer a un compromiso entre la habilidad para colonizar y la habilidad para competir por nutrientes o para competir por luz, o a la interacción entre ambos, relación nutriente:luz, donde en un ambiente de baja fertilidad la competencia por nutrientes sería crítica para el desarrollo de las especies, mientras que en ecosistemas con mayor desarrollo aumenta la disponibilidad de nutrientes y la competencia por luz pasa a ser más relevante. También establece que en praderas donde la defoliación es el factor limitante, existiría un compromiso entre susceptibilidad a la defoliación y la tasa de colonización de las especies o entre susceptibilidad y habilidad para competir por los recursos disponibles (nutrientes o luz), así este compromiso explicaría la sucesión ecológica de las especies al variar la intensidad de pastoreo.
Figura 2. Sucesión de los
grupos de especies que determinan la condición de la pradera (Gastó
et al., 1993 basado en Dyksterhuis, 1949). Figure 2. Succession of the groups of species according to each type of field condition (Gastó et al., 1993 based on Dyksterhuis, 1949). |
Las hipótesis de Tilman ciertamente analizan la dinámica de las especies, individuales en la pradera cuando van ocurriendo cambios en el ambiente, los que se correlacionan con la variación en diversidad.
La problemática de la diversidad y la función ecosistémica de las especies pratenses, sin embargo, ha sido aproximada también desde otro ángulo. La hipótesis de la Redundancia de especies (Walker, 1992), generó el concepto de los “Grupos Funcionales de Especies”, que agrupa en grupos funcionales o tipos funcionales, a especies que usan recursos en forma similar (nitrógeno, agua, luz, etc.) o que responden de una manera similar a alteraciones ambientales (como es el pastoreo) (Gitay y Noble, 1997). Esta hipótesis plantea que la presencia de los “Grupos Funcionales de Especies” es lo esencial para la mantención de los procesos ecosistémicos, y por ende de su estabilidad. Mientras el grupo funcional esté presente en el ecosistema, éste se mantiene estable, aún cuando desaparezcan especies (Figura 1). La estabilidad ecosistémica se pierde en la medida que los grupos funcionales van desapareciendo (Walker, 1992; Johnson et al., 1996; Gitay y Noble, 1997). Esta hipótesis pareciera contradecir lo expresado anteriormente, sin embargo la metodología de la Condición de Pradera (Dyksterhuis, 1949) ya consideraba el agrupamiento de las especies. Los grupos de especies propuestos por dicha metodología, denominados decrecientes, crecientes, invasoras e indiferentes, tácitamente agruparían a las especies pratenses que responderían en una forma similar a los estrés ambientales (como son, disponibilidad de nutrientes, presión de pastoreo) y que requerirían recursos ambientales en forma similar para su desarrollo. Esta nueva hipótesis necesita ser investigada.
De esta forma, la condición de pradera sería el reflejo de procesos complejos que son responsables del movimiento de las sucesiones ecológicas. Una progresión en la condición de pradera estaría relacionada con una alta disponibilidad de recursos en el suelo, con especies de plantas que serían capaces de tomar los recursos más rápidamente, con mayores tasas de crecimiento y que serían altamente competidoras por luz. Una degradación o pérdida de la condición de pradera estaría relacionada a una progresiva disminución en la disponibilidad de recursos del suelo y, por lo tanto, a especies pratenses cada vez más tolerantes a los diversos estrés, y que tendrían menores tasas de crecimiento. Se esperaría que estas especies tendieran a dominar la pradera.
Previo al análisis de la relación entre variables ambientales y la presencia/abundancia de especies pratenses en un ecosistema, es necesario establecer la escala en que el ambiente será analizado. La escala de análisis determina cuál variable o filtro ambiental debería ser considerado. Por ejemplo, las variables ambientales apropiadas para ser analizadas a una escala regional serían diferentes que aquellas a nivel de cercado (Gastó et al., 1993; Díaz et al., 1998).
Variables que afectan el desarrollo de especies pratenses a una escala local las hay permanentes, como la geomorfológica y el tipo de sitio, y las hay que contínuamente están cambiando, como la fertilidad de suelo y la disponibilidad de agua (Gastó et al., 1993). Las variables ambientales pueden convertirse en limitantes del crecimiento dependiendo del resultado de la relación entre ellas y de las especies que están colonizando aquel ambiente específico. De esta forma una limitante ambiental ha sido definida como un factor que afecta la capacidad de adaptación y expresión de un organismo en un hábitat (Tilman, 1994a).
Los ecosistemas pratenses naturalizados se caracterizan por ser polifíticos (Grime et al., 1989), siendo la diversidad de especies (Pimm, 1984; Lawton y Brown, 1994; Tilman y Downing, 1994) o de grupos funcionales (Walker, 1992; Johnson et al., 1996; Gitay y Noble, 1997) considerados como una importante variable para la estabilidad de la pradera. Se plantea que un ecosistema con una alta diversidad tendrá una probabilidad mayor de contener especies que sobrevivirían a cambios ambientales que podrían provocar nuevos estrés (Pimm, 1984; Berendse, 1994; Lawton y Brown, 1994; Tilman y Downing, 1994). Los animales en pastoreo deben ser considerados como una potencial fuente de estrés ambiental para la pradera, con la intensidad de pastoreo promoviendo cambios en la composición botánica (Dyksterhuis, 1949) y en la densidad de plantas y macollos (Briske, 1991).
Variables Ambientales como Fuente de Presión
de Selección sobre las Especies
Cuando una variable ambiental llega a ser limitante, ejerce una presión
de selección sobre las especies y puede causar una redistribución
de las especies pratenses a lo largo de la gradiente ambiental (Tilman,
1990; Milton et al., 1994; Díaz et
al., 1999). Esta redistribución de las especies pratenses está
determinada por el nivel de compatibilidad entre ellas y las limitantes ambientales
(Vavra et al., 1994; Díaz et al., 1999).
En un estudio realizado a una escala regional (Díaz y Cabido,
1997), se mostró que la presencia y sobrevivencia de grupos de especies
pratenses en la pradera depende de la compatibilidad de ellas con las gradientes
climáticas. A una escala local las variables ambientales, tales como
sitios de germinación y disponibilidad de recursos como agua y luz (Tilman,
1990 y Tilman, 1994a), e intensidad de defoliación
son consideradas las limitantes ambientales más relevantes para las plantas
(Tilman, 1990) y pueden causar presión de selección
sobre las especies a nivel de sitio o cercado. López et
al. (1995) reportaron que cambios en la pendiente y en la disponibilidad
de agua entre praderas naturalizadas vecinas en la Patagonia Occidental, Chile,
llevan a drásticos cambios en la composición botánica.
Tilman (1994b) reportó que el incremento de los niveles
de nitrógeno en el suelo promovía la sucesión de especies
dominantes de la pradera y relacionó esta sucesión con la capacidad
de las especies para competir por los recursos disponibles. Kleyer
(1999) estudió el efecto de la disponibilidad de recursos en la pradera
y relacionó ésta con la alteración ecosistémica.
Los resultados mostraron que los grupos de especies ajustan su crecimiento según
los niveles de recursos disponibles y de la intensidad de la alteración.
El Hill Country de Nueva Zelandia presenta un ambiente muy heterogéneo (Lambert et al., 1983; Lambert et al., 1996), en él las disponibilidades bajas de agua y nitrógeno son dos limitantes importantes que afectan a la composición botánica y al comportamiento y rendimiento de las especies pratenses (Wedderburn y Pengelly, 1991). La disponibilidad de agua se relaciona a la exposición del sitio y a la pendiente, y tiene un efecto significativo sobre la composición botánica (Lambert y Roberts, 1978). Por ejemplo, Lolium perenne y Holcus lanatus predominan en sitios de exposición levante. Sin embargo, especies como Agrostis capillaris y Anthoxanthum odoratum al parecer son indiferentes a la exposición (Lambert y Roberts, 1978).
Una relación estrecha entre sitio y composición botánica ha sido reportada por Matthew et al. (1988). Se observó que cambios en la composición botánica se relacionaban a gradientes de fertilidad. Por ejemplo, A. capillaris dominaba sitios con baja fertilidad, mientras que con el aumento del nivel de fósforo disponible, la presencia de L. perenne se incrementaba.
Es claro que factores ambientales que están limitando el crecimiento de la pradera actúan al mismo tiempo y están interrelacionados. Generalmente, sin embargo, los factores ambientales son estudiados separadamente. En orden a obtener una mejor compresión de su acción sobre la composición botánica, el efecto de factores ambientales en la composición botánica de la pradera debería ser analizado en forma conjunta utilizando análisis estadísticos multivariados (Wilson, 1999; Kleijn y Verbeek, 2000).
Pastoreo selectivo: Otra fuente de presión de
selección sobre las especies pratenses
Los animales a pastoreo también pueden constituir una variable que puede
llegar a ejercer presión de selección sobre las especies pratenses.
Para la mejor comprensión de los procesos involucrados, se analizará
previamente el proceso por el cual los animales seleccionan especies o partes
de ella en la pradera.
Han sido reconocidos cinco niveles jerárquicos en el proceso de selección por parte de los animales a pastoreo por los cuales seleccionan la dieta. Ordenados de menor a mayor nivel de resolución son: relieve del terreno, comunidad de plantas, grupo o manchón de plantas (patch), punto de alimentación (feeding station) y la planta (Stuth, 1991). Por otra parte se encuentran relacionados con este proceso la palatabilidad de la planta, la preferencia animal, la selección y la accesibilidad de varios componentes de la pradera (Hodgson, 1979; Stuth, 1991; Hodgson et al., 1994). La palatabilidad ha sido definida como lo agradable al gusto (Hodgson, 1979) y está relacionada con características inherentes de las plantas (Hodgson, 1979; Stuth, 1991). La preferencia en el pastoreo refleja la libertad de los animales por consumir un alimento cuando todos los componentes están libremente disponibles (Hodgson et al., 1994), y refleja esencialmente comportamiento (Stuth, 1991). Cuando los animales remueven algunos componentes de la pradera más que otros, esto se define como selección (Hodgson, 1979).
La presencia de especies individuales en la pradera en la cual los animales han estado pastoreando en forma selectiva no es uniforme. El pastoreo selectivo puede afectar la composición botánica de la pradera, provocando cambios como la disminución de las especies seleccionadas (Briseño de la Hoz y Wilman, 1981), mientras que la presencia de las especies no seleccionadas puede aumentar (Brown y Stuth, 1993). Silvertown et al., (1994), por ejemplo, reportaron que Festuca rubra fue una mala competidora sin pastoreo, sin embargo, cuando la pradera fue pastoreada, los animales seleccionaron Lolium perenne en vez de F. rubra, de tal modo que F. rubra incrementó su presencia en la pradera mientras que L. perenne no lo hizo.
Las plantas poseen mecanismos de resistencia al pastoreo basados en tolerancia y en evitación (avoidance). Los mecanísmos de tolerancia se fundamentan en el aumento del crecimiento de la planta después de haber sido defoliada, mientras que los mecanismos de evitación se basan en bajar tanto la probabilidad de que las plantas sean pastoreadas así como la intensidad con que pudieran ser pastoreadas (Briske, 1991; Briske, 1996).
Especies pratenses que se desarrollan en sucesiones ecológicas más tardías dependen más en estrategias de tolerancia para resistir el pastoreo que especies sucesionales tempranas (Davison, 1993). Especies pratenses de sucesiones tardías se caracterizan por ser de crecimiento rápido, altamente seleccionadas por los animales en pastoreo y por crecer en ambientes ricos en recursos (Coley et al., 1985; Briske, 1996). En contraste, especies pratenses de sucesiones tempranas tiene lentas tasas de crecimiento, colonizan ambientes con baja disponibilidad de recursos, invierten más en mecanismos para evitar ser consumidas, tal como poseer más defensas bioquímicas (ligninas, alcaloides, etc), y son menos selecccionados por animales a pastoreo (Coley et al., 1985; Briske, 1991; Briske, 1996). Si los animales remueven biomasa más rápido de lo que las plantas pueden reemplazarla, los mecanismos de tolerancia son menos efectivos que los mecanismos de evitación (Briske, 1996). Esto puede provocar cambios en la dominancia de las especies pratenses en la pradera, de manera que la presencia de especies de crecimiento rápido decrecería y especies de crecimiento lento pasarían a dominar (Coley et al., 1985; Briske, 1996). Debido a esto, el pastoreo selectivo puede comenzar procesos de degradación de la pradera cuando los animales sobrepastorean especies de estados sucesionales más tardíos (Milton et al., 1994; Pieper, 1994; Briske, 1996). Por lo tanto cuando existe pastoreo selectivo, la habilidad competitiva entre especies pratenses y la resistencia al pastoreo de las especies puede determinar la composición botánica final de la comunidad (Pieper, 1994; Briske, 1996).
Varios estudios han mostrado que los ovinos poseen la habilidad para seleccionar especies de la pradera, diferenciando entre leguminosas y gramíneas (Ridout y Robson, 1991; Penning et al., 1997), entre leguminosas y especies de gramíneas (Edwards et al., 1993) y entre especies de gramíneas (Grant et al., 1984; Silvertown et al., 1994). Parsons et al. (1994), por ejemplo, reportaron que las ovejas preferían dietas compuestas de aproximadamente 70% Trifolium repens y 30% L. perenne. Penning et al. (1997) evaluaron pastoreo preferencial por ovejas y caprinos en praderas mixtas de L. perenne y T. repens y reportaron que existe una preferencia por ambos tipos de animales por pastorear una u otra especie, mientras que las ovejas tenían un 70% de preferencia por T. repens, los caprinos tenían un 52% de preferencia por T. repens.
El pastoreo también puede producir diferenciaciones morfológicas entre poblaciones de gramíneas. Brock y Fletcher (1993) reportaron que plantas de L. perenne que crecían bajo pastoreo contínuo tenían hojas significativamente más cortas, al igual que las vainas y los tallos que plantas que crecían en un sistema de pastoreo rotativo. Sin embargo, Brock y Fletcher (1993) no aclaran si estas diferencias encontradas en L. perenne eran debidas a plasticidad fenotípica del material original o debido a que diferentes tipos de plantas de la población originalmente sembrada de L. perenne habían sobrevivido bajo cada manejo del pastoreo.
El pastoreo selectivo puede tener un doble efecto en la composición botánica. Las especies seleccionadas pueden ser sobrepastoreadas, de manera que su presencia en la pradera puede decrecer con el tiempo. El pastoreo selectivo puede ser relevante también para las especies que no han sido seleccionadas, porque estas especies tendrían la oportunidad de incrementar su presencia en la pradera.
Limitantes ambientales y competencia de especies
Competencia y disponibilidad de recursos ha sido un tema que ha creado discrepancias
en el pasado (Tilman, 1987; Thompson 1987;
Grime, 1988; Tilman, 1989; Thompson y Grime,
1988). Grime (1974) definió competencia como “el
intento de plantas vecinas de utilizar las mismas unidades de luz, agua, nutrientes
minerales o espacio”. En esta definición el concepto de “competidor”
es equivalente a un “especialista en capturar recursos” (Grace,
1991). Así, en una pradera con especies compitiendo por los recursos
disponibles, el individuo que es capaz de tomar la mayor cantidad de recursos
en el tiempo sería el mejor competidor (Mooney, 1976).
Por otro lado, Tilman (1990) define a una especie competidora exitosa como aquella que puede reducir la concentración del factor limitante al mínimo y tolerarlo aún a este nivel. Grace (1991) discute ampliamente el debate entre las hipótesis de Grime y Tilman y llega a la conclusión razonable que ambas teorías no son contradictorias. La teoría de Grime considera un amplio rango de características, todos atributos que afectan al proceso de colonización. La teoría de Tilman se focaliza en el uso de los recursos y es menos específica al considerar “compromisos” (trade-offs) relacionados a la habilidad de colonización (Grace, 1991).
Huston y Smith (1987) reconocieron que debido a que los recursos eran limitados en un ecosistema, las plantas debían competir por los recursos en orden a sobrevivir. Sin embargo, debido a las constantes fluctuaciones del nivel de los recursos, las especies pratenses se verían imposibilitadas de expresar su maxima habilidad competitiva.
En una pradera la intensidad de la competencia cambia de acuerdo a la disponibilidad de recursos, de manera que la competencia se hace más intensa cuando existe un descenso en la disponibilidad de alguno de los recursos (Tilman, 1994a). Este fue el caso reportado por Plantenkamp y Foin (1990) en el que la competencia entre las especies fue más intensa en un sitio xérico que en uno mésico. Tilman (1994b) midió los efectos de la competencia en la sucesión ecológica de especies pratenses cuando los niveles de nitrógeno disponible en el suelo variaban. Las plantas que finalmente dominaron cuando el suelo tenía bajo nitrógeno disponible fueron las que tuvieron una alta ubicación de nutrientes en las raíces, bajos contenidos de nitrógeno en los tejidos, baja ubicación de nutrientes en la semilla o rizomas, bajas tasas de crecimiento máximas y mayor longevidad de raíces (Tilman, 1990). Por lo tanto, especies vecinas a través de la competencia pueden limitar el desarrollo de un individuo y ejercer presión de selección (Turkington y Harper, 1979; Aarssen y Turkington, 1985).
Ajuste ecológico, definido en inglés como «Fitness»,
describe el grado de ajuste de un individuo a su ambiente, el que está
relacionado a su éxito relativo para sobrevivir y a su resultado reproductivo
(Sultan, 1987), por ejemplo, en su contribución relativa
al capital genético de la siguiente generación (Begon
et al., 1996).
Especies pratenses que colonizan ambientes heterogéneos pueden ajustarse
a través de ecotipos (Snaydon, 1970; Snaydon
y Davies, 1982; Rengel, 2000) o plasticidad fenotípica (Hutchings
y Slade, 1988; Hutchings et al., 1997).
Biodiversidad dentro de especies
Si una pradera en un ambiente heterogéneo enfrenta estrés ambientales,
las variables ambientales limitantes pueden provocar evolución adaptativa
como respuesta de plantas individuales, de manera que en dicha población
puede ocurrir una selección sobre diferentes genes en cada sección
de dicho ambiente, con diferencias fenotípicas presentes dentro de la
población (Harper, 1977; Antonovics, 1978).
Para que dicha selección divergente ocurra la presión de selección
tiene que ser constante, espacial y temporalmente (Sultan, 1987).
Ejemplos de esto incluyen a suelos que contienen metales pesados (Antonovics
y Bradshaw, 1970; Symeonidis et al., 1985; Meharg
et al., 1993; Rengel, 2000), aclimatación a heladas y a la presencia
de hielo y nieve (Loick y Nobel, 1993), y gradientes de altitud
con diferentes períodos de floración y fructificación (Clausen
et al., 1940; Clausen et al., 1948; Clausen
y Hiesey, 1958). De esta forma las poblaciones pratenses son genéticamente
dinámicas, y dentro de las especies se pueden generar razas locales especializadas
debido al movimiento de genes (Begon et al., 1996; Adams
et al., 1999). Ejemplo de esto son los trabajos clásicos de Clausen
et al. (1948) y Clausen y Hiesey (1958) que mostraron
que las plantas pueden variar genéticamente a nivel geográfico
de acuerdo a los requerimientos de sobrevivencia del ambiente local. Los requerimientos
de sobrevivencia pueden provocar presiones de selección resultando en
la generación de ecotipos. Se considera ecotipo a un grupo de plantas
individuales dentro de una especie, el que posee diferencias genéticamente
determinadas, en características de crecimiento o tolerancias a estrés
ambientales, respecto de otras poblaciones de la misma especie. Estas diferencias
son reflejadas en su sobrevivencia en ambientes específicos (Begon
et al., 1996), siendo esto una ventaja ecológica bajo dichas circunstancias.
Sin embargo, en condiciones ambientales diferentes el hecho de ser un ecotipo
y poseer un genotipo específico puede constituirse en una desventaja
(Plantenkamp y Foin, 1990).
El fenómeno de la divergencia genética puede ocurrir no sólo a grandes escalas, sino que también a nivel de micrositio (Antonovics, 1978).
El grado de divergencia genética (separación genética o diferenciación) entre poblaciones adyacentes es una función de la magnitud relativa de presiones de selección contrastantes en los dos ambientes, y de la recombinación genética dentro y entre poblaciones (Jain y Bradshaw, 1966; Snaydon y Davies, 1976; Sultan, 1987), y la duración y estabilidad de las presiones de selección involucradas (Snaydon y Davies, 1976; Sultan, 1987). Por lo tanto, un mosaico de poblaciones de una especie puede divergir en tipos que son morfológicamente y fisiológicamente adaptados, en respuesta a un mosaico de heterogeneidad ambiental (Snaydon, 1970; Snaydon y Davies, 1972; Adams et al., 1999), y esto en muy cortas distancias, como lo ocurrido con A. odoratum que evidenció diferenciación genética morfológica entre poblaciones vecinas ubicadas sobre solamente 10 cm (Snaydon y Davies, 1976). Se debe tener en cuenta que para que ocurran diferenciaciones de este tipo las limitantes ambientales deben ser suficientemente diferentes entre micrositios. (Snaydon y Davies, 1976).
Respecto del tiempo necesario para la generación de nuevos ecotipos, se reconoce que es posible obtener una diferenciación genética rápida entre poblaciones vecinas, a través de la interacción de la presión de selección ambiental, flujos de genes y recombinación. Si las poblaciones son genéticamente menos similares, esto significa que la presión de selección en ambos sitios era más intensa y/o ha ocurrido un flujo genético limitado entre poblaciones. (Snaydon y Davies, 1976; Snaydon y Davies, 1982). La magnitud de la divergencia entre las poblaciones varía de atributo a atributo (Snaydon y Davies, 1982). Algunos atributos en los cuales poblaciones de A. odoratum se han diferenciado son: altura de planta, arquitectura de la planta, rendimiento, patrón estacional de crecimiento, estrategia reproductiva, y susceptibilidad a enfermedades (Snaydon y Davies, 1972).
Mayores evidencias de diferenciación genética entre poblaciones, debido a la acción de limitantes ambientales sobre poblaciones de plantas, han sido observadas en dos poblaciones de A. odoratum (Platenkamp, 1990; Platenkamp, 1991; Platenkamp y Shaw, 1992). En estas dos poblaciones, el resultado reproductivo, el crecimiento y el tiempo de floración diferían sugiriendo una diferenciación en la selección ocurrida en el pasado de acuerdo a las diferentes limitantes ambientales (Platenkamp, 1991), como fue lo ocurrido debido a diferencias en humedad del suelo (Platenkamp, 1990; Platenkamp y Shaw, 1992). Otros ejemplos de adaptación local y diferenciación genética han sido los reportados con Bromus tectorum (Novak et al., 1991; Rice y Mack, 1991a; Rice y Mack, 1991b; Novak et al., 1993), H. lanatus (Megharg et al., 1993; Kidd y Proctor, 2000; Rengel, 2000) y L. perenne (Wedderburn et al., 1990). Respecto a L. perenne, Wedderburn et al. (1989) colectaron y caracterizaron L. perenne colectado en el Hill Country de Nueva Zelandia. Las plantas mostraron diferencias fisiológicas y morfológicas significativas, exhibiendo un amplio rango de tipos de L. perenne, como son el número y tamaño de macollos, producción de semilla (Wedderburn et al.,1989), y producción de materia seca Wedderburn et al. (1990). En este último caso Wedderburn et al. (1990) reconocieron la existencia de tres tipos de plantas de L. perenne:
a) Plantas que provenían de ambientes con estrés
y que tenían una alta producción de materia seca cuando había
bajo nivel de nitrógeno en el suelo y/o que poseían un mecanismo
de sobrevivencia al estrés hídrico. Sin embargo, estas plantas
no produjeron una mayor cantidad de materia seca que plantas que provenían
de ambientes con bajo estrés cuando les fue eliminado el estrés.
b) Plantas que estuvieron dentro del 10% más alto de materia seca producida
cuando no hubo condiciones de estrés, pero produjeron muy baja cantidad
en condiciones de estrés.
c) Plantas que estuvieron entre el 10% más alto en producción
de materia seca tanto en condiciones de estrés como sin estrés.
Lo encontrado por Wedderburn et al. (1990) está de
acuerdo con lo expresado por Grime y Hunt (1975), quienes
reconocieron que suelos pobres en nutrientes tendían a contener una proporción
mayor de especies con bajas tasas de crecimiento relativa que suelos fértiles.
Plasticidad Fenotípica: Una respuesta alternativa
a las Limitantes Ambientales
Siendo el fenotipo el resultado de la interacción entre un genotipo particular
y un ambiente específico, la plasticidad fenotípica es una característica
que posee una planta individual a través de la cual un individuo puede
mantener fitness (la habilidad para sobrevivir y reproducirse) en un ambiente
heterogéneo y fluctuante, y ha sido definida como “la variación
en expresión fenotípica de un genotipo que ocurre en respuesta
a condiciones ambientales particulares y que acentúa la capacidad individual
a sobrevivir y reproducirse bajo esas condiciones” (Sultan,
1987). La plasticidad fenotípica se puede expresar a través
de cambios fisiológicos, fenológicos y/o morfológicos,
cuando este genotipo está bajo diferentes condiciones ambientales (Sultan,
1987; Robinson y Rorison, 1988; Romero et
al., 1999), así un genotipo determinado tiene la capacidad de desplegar
un rango de fenotipos inducidos por factores ambientales locales limitantes
(Turkington, 1989; Ryser y Eek, 2000).
Esta es la razón por qué es importante incluir en la respuesta
de plantas una descripción del ambiente cuando se analizan variaciones
entre plantas (Bazzaz y Sultan, 1987).
Por lo tanto, la plasticidad es una característica fundamental del crecimiento de las plantas (Robinson y Rorison, 1988), constituyendo un mecanísmo de adaptación individual a un ambiente heterogéneo no predecible, que genera ajuste poblacional y que amortigua los efectos de cambios ambientales espaciales y temporales que llevarían a selección natural (Grime et al., 1986; Sultan, 1987). Esto previene la eliminación de individuos y sus genes del ecosistema, manteniendo diversidad genética pasivamente en la población, por lo que plasticidad tiene consecuencias para la evolución (Sultan, 1987).
Robinson y Rorison (1988) estudiaron plasticidad en Poa annua, H. lanatus, Deschampsia flexuosa y algunos cultivares de L. perenne en relación a la disponibilidad de nitrógeno en el suelo y reportaron que hay plantas que tienen diferentes grados de plasticidad para diferentes características en un mismo individuo. La plasticidad puede ocurrir simultáneamente en varias características de una planta en crecimiento, más que en una característica específica, manteniendo las otras constantes (Robinson y Rorison, 1988). Por otra parte, no es necesario que todos los caracteres plásticos respondan a las mismas limitantes ambientales (Jefferies, 1984).
La plasticidad de los caracteres está basada en el control genético (Bradshaw, 1965; Bradshaw, 1972; Petit et al., 1996); ciertas estructuras y procesos están disponibles para cambiar solo levemente (tal como hojas pinadas y características florales), mientras que otras son más flexibles, tal como ausencia de pubescencias y número de tallos (Clausen et al., 1940; Clausen et al., 1948).
Se ha medido plasticidad morfológica y/o fisiológica, como respuesta a los recursos disponibles del ambiente, en plantas creciendo en ambientes heterogéneos (De Kroon y Hutchings, 1995; Hutchings y Wijesinghe, 1997; Ryser y Eek, 2000), así la planta desarrolla una integración fisiológica al transportar recursos obtenidos desde sitios con alta disponibilidad a partes de la planta donde los recursos son escasos, y pueden ser utilizados para permitir a la planta explorar una área más extensa y alcanzar sectores ricos en nutrientes. (Hutchings y Wijesinghe, 1997). Esto se ha constatado en especies estoloníferas (Waite, 1994; Hutchings y Wijesinghe, 1997). En áreas fértiles los estolones produjeron más frecuentemente ramificaciones e internudos cortos, que les permitieron a las plantas adquirir recursos desde el suelo en forma más intensa. En áreas con baja fertilidad, los estolones incrementaron la distancia de los internudos y decreció el número de ramificaciones laterales, lo que les permitió cruzar rápidamente a través de las zonas menos favorables (Sutherland y Stillman, 1988; Waite, 1994; De Kroon y Hutchings, 1995). Una especie que se ha reportado que tiene una respuesta plástica de acuerdo al nivel de fertilidad del suelo es Ranunculus repens. Esta especie toma intensamente nutrientes de los sectores fértiles, donde la presión por los recursos es baja, en tanto que en los sectores con baja fertilidad, donde los recursos son escasos y la competencia por ellos es más intensa, muestra un incremento del largo de la distancia de los internudos (Waite, 1994). Otro ejemplo fue Cynodon dactylon: cuando las plantas recibían estímulos de luz y nitrógeno 90% de las yemas axilares eran activadas, pero en ambientes con baja luz y nitrógeno 70% de las yemas permanecían en latencia, incrementándose la distancia entre los puntos de crecimiento. Los estolones, son órganos que se distribuyen para encontrar áreas que les permitan cosechar luz y nutrientes, y han mostrado ser altamente plásticos bajo estímulos de luz, sin embargo órganos de almacenamiento como los rizomas, han mostrado baja plasticidad (Dong y De Kroon, 1994). En T. repens plasticidad es una característica individual evidente que puede determinar el éxito de la planta (Turkington, 1989).
También las plantas pueden tener repuestas plásticas influenciadas por sus vecinos. Respuestas de crecimientos plásticos diferentes han sido inducidos por diferentes especies de gramíneas a T. repens (Turkington, 1983a; Turkington, 1983b; Marcuvitz y Turkington, 2000). De igual forma, se ha informado que el comportamiento de A. odoratum en cuanto al largo de vida, crecimiento y producción de semillas, puede ser plástico dependiendo de las especies pratenses vecinas (Platenkamp y Foin, 1990).
Por lo tanto, la plasticidad es una estrategia que poseen las plantas que permite a plantas individuales, dentro de especies, maximizar la adquisición de recursos y las tasas de crecimiento en el corto plazo (Ryser y Eek, 2000) y colonizar ambientes contrastantes y/o ser exitosas cuando los niveles de las variables limitantes del ecosistema varían.
La disponibilidad de los recursos del suelo, de la luz, de los sitios de germinación, y la defoliación, en especial el pastoreo selectivo, pueden ser limitantes ambientales que afecten el crecimiento de las plantas y a la dinámica de la composición botánica y producción de los ecosistemas pratenses.
Se han desarrollado hipótesis, como la de “Diversidad-Estabilidad” y la de “Redundancia de Especies”, que exploran el rol de la diversidad de especies pratenses en la mantención de la estabilidad de la pradera ante cambios ambientales. Ambas hipótesis se centran en el rol tampón que tendrían las especies pratenses, ya sea como especies individuales o como grupos funcionales de especies, para mantener la función ecosistémica.
Sumado a lo anterior, la metodología de la Condición de Pradera analiza el estado del ecosistema pratense basada en el desarrollo sucesional de las especies pratenses y la producción de la pradera, en un momento particular y a través del tiempo. Esta metodología trabaja en base al agrupamiento de especies de acuerdo a la sucesión de ellas y al estado de desarrollo del ecosistema. Desde esta perspectiva la metodología de la condición puede ser asociada a la hipótesis de la Redundancia de Especies, de manera tal que los grupos de especies que determinan la condición de la pradera corresponderían a la vez a grupos funcionales de especies. De esta forma ambos planteamientos son complementarios.
La presencia de las especies pratenses o de los grupos funcionales de especies y su arreglo y magnitud en la pradera, estaría determinada por su capacidad para competir por los recursos disponibles, y por el nivel de tolerancia a los diferentes estrés y alteraciones ambientales.
Sin desconocer la importancia que tiene para los ecosistemas pratenses la diversidad de especies, el elemento diversidad dentro de especies aún no ha sido considerado en los análisis de estabilidad y diversidad, y ciertamente tiene un gran valor en ello, a la vez que entrega una nueva dimensión no explorada en la discusión sobre estabilidad y diversidad.
Para las especies pratenses la persistencia a través
del tiempo y el espacio es un objetivo necesario de alcanzar; la plasticidad
fenotípica y/o de la presencia de ecotipos serían mecanismos que
permitirían que ello ocurra. A través de estos mecanismos las
especies pratenses pueden colonizar ambientes contrastantes que posean una variedad
de limitantes ambientales, y a la vez le permitirían al ecosistema pratense
mantener la diversidad de especies y su estabilidad cuando ocurran cambios en
los niveles de las variables limitantes.
Por lo tanto, la diversidad de especies en una pradera tiene un importante rol
en la mantención de la estabilidad del ecosistema pratense, pero a la
vez la diversidad dentro de especies parece ser también importante para
mantener la estabilidad de los ecosistemas pratenses bajo condiciones ambientales
cambiantes y heterogéneas.
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