Cuad.
Cir. 2011; 25: 09-10
DOI: 10.4206/cuad.cir.2011.v25n1-01
EDITORIAL
Conversión en colecistectomía laparoscópica... ¿Dificultad para las futuras generaciones?
Ya han pasado 25 años de la primera colecistectomía laparoscópica y aún, curiosamente, se habla y escribe como si fuera una técnica nueva.
Durante este tiempo hemos vivido su evolución, desarrollo y consolidación, tanto que hoy es considerada la alternativa de elección sin discusión alguna frente a la patología litiásica vesicular, inclusive en los casos de complicación aguda. Esto ha llevado que prácticamente en la totalidad de los centros del país, la vía laparoscópica haya superado a la cirugía clásica.
Todos los programas de formación quirúrgica la incluyen en su malla curricular, motivando que sea una de las operaciones más comúnmente realizadas por los residentes de cirugía de nuestro país. A tal punto que hoy en día, el individuo que no es capaz de realizarla, seguramente reprueba el programa y por tanto, no recibe su título de especialista en cirugía. Situación en extremo inhabitual, debido a que en general, los jóvenes en formación poseen una especial habilidad en la técnica.
Pero existe una situación que se ha mantenido sistemáticamente durante el transcurso de este tiempo y es la recomendación de convertir frente a casos que el cirujano considere dificultosos o complejos. Muchos sostienen que ésta traduce un buen criterio quirúrgico.
Bajo este concepto, es que en variados escenarios de discusión académica se analiza la preocupante situación que la gran mayoría de los cirujanos jóvenes tiene o tendrá mínima experiencia frente a la cirugía abierta, de tal modo que difícilmente la conversión sea lo mejor para ese paciente complicado.
Teniendo la fortuna de haber vivido y desarrollado la cirugía laparoscópica, junto a la apasionante actividad de formación de diferentes promociones de jóvenes cirujanos, es que me atrevo a sostener y plantear una visión un tanto diferente.
Creo que los cirujanos jóvenes y más aún los del futuro, serán superiores técnicamente a los que los precedieron. Nacieron en este "mundo laparoscópico", como los de antaño lo hicieron en el de las laparotomías. Por tanto, tendrán mejores armas, mejor entrenamiento y mayor tecnología que lógicamente harán disminuir significativamente la conversión, haciéndola prácticamente anecdótica.
Por otro lado, si pensamos en el real beneficio del paciente, antes de convertir, se debería llamar y pedir ayuda de alguien de mayor experiencia en laparoscopía, con el objetivo que este enfermo no pierda todas las ventajas de la cirugía mínimamente invasiva.
Ahora, cuando se convierte a un paciente y sólo se logra una colecistectomía parcial o una colecistostomía por ejemplo, la verdad es que es muy poco el beneficio para esa persona; sobre todo en colecistitis aguda, en donde ese mismo procedimiento se puede realizar hasta por vía percutánea. Es en este escenario en donde ya algunos cirujanos han tomado, a mi juicio, la criteriosa conducta de posponer la cirugía, es decir, retirar los trocares, tratar medicamente al paciente y diferirlo para una cirugía electiva en un par de meses, quizás efectuada por un cirujano de mayor experiencia en cirugía laparoscópica, con el consiguiente beneficio real para ese paciente.
Creo que aún quedan muchos mitos por derribar, pero sin duda, la cirugía laparoscópica nos ha ayudado a clarificar dudas y abandonar conductas dogmáticas que nos transmitimos por tantos años.
Dr. Carlos Cárcamo Ibaceta
Editor jefe