ESTUDIOS FILOLÓGICOS 41: 145-163, 2006
DOI: 10.4067/S0071-17132006004100011

 

 

Lope de Aguirre: elementos para una teoría del mito de la Conquista*

Lope de Aguirre: elements to the theory of the Conquist's mite

 

Hernán Neira1, Juan Manuel Fierro2, Fernando Viveros3

1 Instituto de Filosofía y Estudios Educacionales, Universidad Austral de Chile, Valdivia, Chile. e-mail: hneira@uach.cl.
2 Departamento de Lenguas, Literatura y Comunicación, Universidad de La Frontera.
3 Estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas, Universidad Austral de Chile.
* El presente artículo forma parte del proyecto titulado "El Dorado: mito y persistencia literaria en el siglo XX", S-200469, financiado por la Universidad Austral de Chile; del proyecto DIUFRO 120413 y del proyecto FONDECYT 1050300. Asimismo, se agradecen los comentarios hechos por el profesor Gilberto Triviños de la Universidad de Concepción, Chile.


 

La Jornada de Omagua y Dorado trata de la expedición de Pedro de Ursúa a El Dorado y de la rebelión de Lope de Aguirre en 1560. Allí se cita una carta de Lope de Aguirre a Felipe II, que contiene la visión que Lope da de sí mismo y de sus circunstancias. Esto lo vuelve un texto singular entre otros textos de la época. La inserción de la carta por parte de los cronistas tiene por finalidad condenarle ante la historia cuando ya Lope estaba muerto y es pieza esencial en la construcción posterior, por medio de novelas y películas, de lo que llamamos el mito de Lope de Aguirre, vigente en la actualidad. El mito de Lope no cancela el de la conquista, sino que lo transforma. Su sentido tiene que ver con hechos fundamentales de la historia de América y, paralelamente, con hechos fundamentales de la existencia humana. El presente trabajo se inserta en la discusión teórico-filosófica sobre la naturaleza del discurso sobre la Conquista.

Palabras clave: Lope de Aguirre, mito, discurso, América, conquista.


 

The Jornada de Omagua y Dorado tells Pedro de Ursúa's expedition to Eldorado and Lope de Aguirre's rebellion in 1560. It quotes also a letter from Lope to Phillip II. It is an unique narration among others of the same time, for aside the accusation text, one find the vision that Lope had about himself and its circumstances. That quotation, bound by the authors of the chronicle to condemn him when he was already death. is the key for the later building, through novels and films, of what we call the myth of Lope de Aguirre, in force in our days. This myth does not cancel that one of the conquest, but it transform it. Its sens has to do both with some fundamental aspects of American history and of human existence. This article deals with the theoretical and philosophical discussion about the Conquest's discourse.

Key words: Lope de Aguirre, myth, discourse, América, conquest.


 

1. LOPE DE AGUIRRE EN LA JORNADA DE OMAGUA Y DORADO

La primera referencia a Lope de Aguirre se encuentra en La Jornada de Omagua y Dorado1. Esa crónica se centra en dicho soldado para describir el intento realizado entre 1559 y 1661 por la expedición organizada por Pedro de Ursúa con la finalidad de conquistar El Dorado, tierra descrita en crónicas anteriores y cuyo rey se suponía que se bañaba en polvo de oro todas las mañanas.

Los hechos o anécdotas fundamentales narrados por el mencionado texto, al que adelante llamaremos sólo Jornada, son los siguientes: Pedro de Ursúa y su grupo parten por el río Amazonas, junto con Inés de Atienza, amada de aquél, a quien, según la crónica, dedica más atención de la que los soldados consideran conveniente. A pocos meses de embarcarse Ursúa es asesinado por Lope de Aguirre y otros confabulados, quienes eligen como gobernador y después como príncipe a Fernando de Guzmán, rompiendo el vasallaje respecto del rey de España. El poder de hecho, sin embargo, lo detenta Lope de Aguirre, un soldado de 50 años, quien sigue tan pobre como al pisar por primera vez territorio americano. Posteriormente Lope asesina a Guzmán y, con el gobierno en sus manos, continua por el río con la finalidad de alcanzar el Atlántico y adueñarse del Perú. Llegan al océano, navegan hasta Venezuela y allí se apoderan de algunas localidades, todo en medio de matanzas, en los pueblos que encuentran a su paso y por parte de Lope hacia sus hombres. Finalmente es acorralado por las tropas del rey, momento en que asesina a su hija. Poco después muere de un arcabuzazo de uno de sus hombres. Los autores de la Jornada, Francisco Vásquez y Pedrarias de Almesto, ambos soldados de la expedición, no sólo escriben la crónica, sino que citan en ella una carta de Lope de Aguirre a Felipe II, la cual se ha convertido en célebre. Esto la vuelve un texto singular entre otros textos de la época, ya que junto con el relato en tercera persona, se encuentra la visión que da Lope de sí mismo y de sus circunstancias. Esa cita, destinada a condenarle ante la historia cuando ya Lope estaba muerto, será pieza esencial en la construcción de lo que en novelas posteriores será el personaje Lope de Aguirre. En algunas de las novelas que tratan de él se desarrolla una confrontación discursiva entre el poder emergente de Lope y el poder establecido, confrontación que tiene por base el hecho de que, en la misma crónica condenatoria, se da la palabra al acusado. Este procedimiento no es común, pues el proceso penal de la época, de tipo inquisitorial, da -a veces- la palabra al acusado durante el interrogatorio, a puerta cerrada, pero jamás se la da en público y menos cuando ya ha sido declarado culpable (Foucault 1980).

Tanto en crónicas y romances del siglo XVI como en otros textos posteriores, la figura de Lope de Aguirre domina el discurso sobre aquel intento de conquista. La mayor parte de la bibliografía y de los relatos orales no se refiere tanto a los temas ligados a la pretensión misma de conquista, sino a Lope de Aguirre, en torno al cual se configura el desarrollo de las narraciones. Nos encontramos, pues, con que cierto grupo de relatos vinculados a la corriente de la nueva novela histórica y relativas a la conquista de El Dorado se centran, de hecho, en Lope de Aguirre, produciéndose una inflexión de interés e identificación entre ambos. Muchas de las narraciones posteriores sobre aquel viaje por el Amazonas son, en realidad, narraciones sobre Lope de Aguirre. El interés ocasional que se manifiesta por el personaje entre el XVI y el XIX se multiplica durante el siglo XX.

2. CONSTANTES EN LA ORGANIZACIÓN DEL TEXTO

Cierto número de obras de ficción dedicadas al tema coinciden en algunas anécdotas que también se encuentran en la Jornada de 1561. Dichas anécdotas son una suerte de bisagra que une el "contenido" de un texto con el principio de organización de éste, y son: el embarque de los expedicionarios, la presencia de Inés de Atienza, los presagios negativos sobre el resultado de la expedición y referencias negativas a Lope, Ursúa es hechizado por Inés, rebelión y muerte del primer Gobernador de la expedición (Pedro de Ursúa), instauración de Fernando de Guzmán como nuevo Gobernador y después Príncipe de los rebeldes, muerte de Guzmán por Lope de Aguirre y sus hombres, control total por parte de Lope y ejercicio del terror, avance por el río, con la intención de realizar una conquista de tierras sin dueño o que pertenecen al rey de España, desvasallaje con respecto de España, cuando ya casi no tiene hombres, Lope asesina a su hija o bien se insinúa una relación incestuosa con ella y muerte o transfiguración de Lope.

Ello permite discriminar un grupo homogéneo de obras entre muchas otras que narran historias relativas a conquistadores o tiranos en América y, a la vez, nos permite constatar la continuidad y la identidad del personaje incluso cuando Lope adquiera distintos aspectos, o sea, situado en distintos lugares de la confrontación política, militar y discursiva. En otras palabras, la reinterpretación artística se produce por la narración de distintos hechos y mediante la interpretación de algunos elementos comunes. Las novelas, películas y obras dramáticas donde aparece la mayoría o todas las anécdotas destacadas anteriormente son Peregrino de la ira de J. Acosta, Yo, demino de E. Amézaga, Las inquietudes de Shanti Andía de P. Baroja, Aguirre, der Zorn Gottes de W. Herzog, Lope de Aguirre, príncipe de la libertad de M. Otero, Giudizion Universale de G. Papini, Daimon de Posse, Lope de Aguirre traidor de Sanchís, El Dorado de Saura, Aventura equinoccial de Lope de Aguirre de Sender, Lope de Aguirre, crónica dramática de la historia americana en tres jornadas de G. Torrente B., El marañón de J. L. Troca y El camino de El Dorado de A. Uslar Pietro.

Se preguntará, tal vez, por qué en el período considerado (siglo XX) nos centramos en obras de ficción y no en trabajos históricos o teóricos sobre Lope de Aguirre. Podemos responder que durante el siglo recién pasado la relativa popularidad de los hechos relativos a Lope de Aguirre proviene más de obras de ficción que de obras que pretenden una referencia a la realidad histórica. Sobre este punto nuestra opinión coincide con la de otros autores, como Gilberto Triviños -uno de los investigadores que mejor conoce el tema- que, tras enumerar una serie de novelas que tratan de El Dorado y que fueron publicadas desde principios de 1900, sostiene que ellas:

evidencian ya en las tres primeras décadas de nuestro siglo el inmenso poder de sugestión ejercido por el enigmático rebelde del siglo XVI en el ámbito específico de la literatura, particularmente en el dominio del género narrativo y del género dramático (Triviños 1991: 38).

Asimismo, la mayoría de artículos, críticas y comentarios que identifica la profesora Galster y que hacen mención a Lope de Aguirre no son tanto obras académicas o históricas que pretendan aclarar la correspondencia entre la Jornada y la realidad o bien descubrir aspectos no conocidos de ésta, sino que son opiniones o estudios sobre las obras de ficción o bien artículos periodísticos que se refieren al tema a partir de lo descrito en novelas y dramas. Los textos de ficción se prestan fácilmente para alterar el orden temporal de las anécdotas, imaginar el fluir de la conciencia y recoger la polifonía de voces e interpretaciones de los actores o personajes secundarios, con lo que facilitan la mirada del drama y la tragedia humana desde perspectivas plurales por medio de nuevos estilos narrativos a los que nos referiremos más adelante. Ahora bien, esa tarea viene preparada por las contradicciones interpretativas a que da lugar la Jornada. Sobre esa base empírica podemos abordar ahora algunos aspectos teóricos.

3. LOPE DE AGUIRRE MULTIFACÉTICO: EL MONSTRUO VS. EL HÉROE DE LA CONQUISTA

Un conjunto constante de anécdotas relativas a Lope de Aguirre es tratado por un grupo de obras de ficción de muy distinto origen y formato; que han dado cierta popularidad al tema durante la segunda mitad del siglo XX; a pesar de la recurrencia en tratar el tema, persiste un interes en el. Nosotros identificamos diecisiete obras dedicadas o estructuradas por la coincidencia de anédotas entre la Jornada de 1561 y obras de ficción en el siglo XX2.

La reiteración del interés por estas anécdotas comunes se multiplica por el hecho de que en varias de estas obras hubo pluralidad de ediciones, sin contar con la pluralidad de funciones teatrales, cinematográficas y exhibiciones en televisión, cuya multiplicación nos daría varios cientos. A ello hay que agregar que la película de Herzog se ha convertido en una obra de culto, que ha sido vista pluralidad de veces por algunos espectadores que se repiten, lo que fortalece, más aun, la recurrencia, la reiteración y actualización del tema. Nosotros consideramos que la reiteración dice algo sobre la naturaleza del problema narrativo que tenemos entre manos y que de ese arraigo no da cuenta sólo la comprensión empírica de por qué las narraciones sobre Lope de Aguirre han tenido tantos lectores, ediciones, tiradas, funciones y emisiones de televisión. El conjunto ya mencionado reorienta el interés por Lope desde la "ciencia" y el periodismo hacia la ficción novelesca, dramatúrgica y cinematográfica. Ahora bien, esta constancia de la anécdota contrasta con la multiplicidad de interpretaciones a que ha dado lugar el personaje de Lope de Aguirre.

Triviños se detiene en el hecho de que Lope, tal como es expuesto en la Jornada, constituiría el mito del "monstruo de la Conquista", mito que sería superado por novelas u obras dramáticas que eliminan o atenúan el aspecto "demoniaco" con que Lope había sido presentado con anterioridad. Centrándose en la novela La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, de Ramón J. Sender, publicada en 1964, Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, de Otero Silva (publicada en 1985); y en los dramas de Amestoy y Sanchis Sinesterra, Triviños afirma que lo distintivo de estas obras es la forma en que se produce el paso que transforma al Lope "monstruo de la conquista" en un Lope calificado de distintos modos por distintas voces, muchas de ellas discordantes, que en obras anteriores no habían sido escuchadas. Las novelas que describen a este Lope menos nítido moralmente

representan sobre todo el triunfo de la imaginación novelesca y dramática sobre el maniqueísmo de las crónicas demonizadoras del rebelde obstinado /Lope de Aguirre/. El paso de la `historia fielmente documentada' a las `mitologías nacionales' podría estudiarse detalladamente en estas variaciones contemporáneas de lo que Raymond Marcus denomina con razón mito literario de Lope de Aguirre (Triviños 1991: 38).

Algunas de las novelas no opondrían un discurso monológico sobre Lope de Aguirre contra otro, sino que más bien generarían una escena donde distintas voces polemizan sobre el héroe y lo construyen gracias a esa polémica. A diferencia de lo que sucede con la descripción de Lope que se encuentra en la Jornada, donde aparece como un monolito de maldad, el siglo XX narra las mismas anécdotas mediante voces polémicas y discordantes, que no coinciden sobre una maldad o bondad tan nítida del personaje. La ficción que lo describe durante el siglo XX cesa de la identificación de Lope con cualidades morales absolutas, por lo que se produciría, en especial gracias a la novela de Sender, una erosión:

a su vez el mito del mártir, estructurante del artículo incluido en Proclamación de la sonrisa [de Sender], con la misma sabiduría que erosiona el mito del monstruo /…/ La verdad novelesca surgida del descubrimiento de los efectos de espejo producidos por la reciprocidad violenta borrada en las crónicas, romances, epopeyas y tradiciones permite afirmar a Sender /…/ que la aventura equinoccial tiene la misma grandeza o la misma miseria que la aventura mexicana, que el vencido vale tanto como el vencedor y que en el Día de la Raza habría que recordar también las antiepopeyas que dan una "luz nueva y provechosa" para el presente y el futuro. La historia de la percepción senderiana del alzamiento marañón reproduce así todo el trayecto del discurso europeo y americano sobre Lope de Aguirre: reproducción y distanciamiento del mito del monstruo/reproducción y distanciamiento del mito del mártir. La imaginación novelesca erosiona en uno y otro caso el monologismo de los textos que convierten a Lope de Aguirre en Monstruo o Héroe, en Agente del Infierno o Príncipe de la Libertad, en Orate o Mártir (Triviños 1991: 46).

Esta posibilidad de presentar un Lope con mayor diversidad moral opondría la fuerza de la verdad trágica a la fuerza de la verdad mítica del Lope monolíticamente traidor o libertario. La ley de esta verdad trágica sería una anti-ley que "destruye a la vez la Ley del mito del Monstruo de la Conquista (significado oficial) y la Ley del mito del Príncipe de la Libertad (significado anti-oficial)" (Triviños 1991: 127). La representación de Lope de Aguirre se enriquece gracias a la introducción del modelo trágico como principio de interpretación, a la vez que abre la posibilidad a una comprensión que no se centra en culpables (Felipe II vs Lope, etc.), sino en una necesidad ciega -tal vez la de la conquista- que destruye al conquistador y al conquistado3. Pensamos que probablemente ello esté ligado al surgimiento de nuevas perspectivas teórico-políticas tanto en el arte de escribir novelas o hacer guiones como en el campo de los estudios literarios y filosóficos.

Ello se debe a razones de orden sociocultural (descolonización, crítica a las antiguas estructuras políticas); estéticas (nueva novela histórica, estilos que privilegian la descomposición del canon o discurso establecido); científicas (autocrítica de la historia como género, publicación de documentos y libros, complementación de la historia de carácter positivista por otras que introducen como elemento significante la intención del autor, el contexto interpretativo, etc.); y también internas a la propia estructura lingüística del tema y narración sobre Lope (vigor especial de la narración, estructura documental y legal del texto de la crónica, etc.). En relación con el plano estético, David Bost sostiene que "los novelistas contemporáneos perciben la realidad -ya sea presente o pasada- como un todo complejo, problemático, ambiguo y contradictorio que no puede ser aprehendido con certeza y por ende se han visto obligados a abandonar las técnicas y el lenguaje del realismo, que reflejan la creencia en una realidad ordenada, cuyo sentido puede ser traspasado inequívocamente al papel" (Bost 1996: 1-14).

En este mimo plano de reformulación estética del discurso encontramos la novela Lope de Aguirre, príncipe de la libertad, de Miguel Otero Silva, varias de las 25 ejecuciones ordenadas por Lope durante su permanencia en La Margarita son primero descritas por un narrador omnisciente y cuyo tono y perspectiva moral es similar al del narrador de la Jornada, y después explicadas desde el punto de vista del conquistador. Así, por ejemplo, en el caso de la muerte de Sancho Pizarro, se describe la orden dada por el "cruel tirano", después se describe la ejecución misma y por último se da la voz a Lope, quien se justifica:

-A aquel maldito Sancho Pizarro -dice Lope de Aguirre- lo llevaba yo clavado en la conciencia desde el principio de nuestra jornada /…/ Sancho Pizarro era un trujillano astuto que sabía disfrazar sus intenciones, Sancho Pizarro era un bellaco alacranado que en un trance mortal no habría vacilado en vaciar la carga de su arcabuz sobre el pecho de su enemigo, ¡plugue a Dios que ese enemigo no se llame Lope de Aguirre!, era obligación ganarle de mano para impedir que tamaña desgracia sucediera (Otero 1985: 266).

A ello se agrega, en la mencionada novela de Otero, cierta perspectiva social, pues desde el comienzo de la novela hasta el final, por una serie de situaciones donde los pobres siempre han llevado las de perder, el destino de Lope aparece decidido por el hecho de que su familia, hijodalga, no tiene sin embargo ni la riqueza ni el poder de los grandes señores, quienes quitan al abuelo del conquistador el título de alcalde a pesar de estar apoyado por el pueblo. En otras palabras, Lope aparece, sobre todo al final, como un personaje desquiciado, pero desquiciado por la dificultad de vivir en una situación de reiterada injusticia social y constatación de la corrupción de los oficiales de la corona en América.

En Daimon, de Abel Posse, Inés de Atienza, amante de Ursúa, que en la Jornada aparece como responsable del embrujo de éste y de las catástrofes que ello trae consigo, aparece como una de las voces que contribuye, desde una perspectiva polémica, a constituir al personaje de Lope, a la vez que delata la misoginia de los expedicionarios y de los cronistas. El personaje de Inés, en Daimon, aparece diluido físicamente y tiene el carácter de presencia distorsionadora, evocada por la reflexión de Lope. En aquella novela, en medio de una situación confusa semejante a un delirio, se practica una relación sexual necrófila con Inés. En Daimon Inés representa la belleza y el erotismo de un poder al que Lope no tiene acceso y que anhela. En la novela Daimon, ese poder de atracción es algo que Lope siente y huele, pero el acceso físico al poder o a Inés le está negado y sólo lo alcanza por vías ilícitas, en este caso, la violencia y la muerte, pero ni aun así logra disfrutar de Inés. La introducción de la visión de los vencidos y de una perspectiva social o una sexual en el análisis de las obras de ficción sobre Lope de Aguirre lleva a nuevas disyuntivas de interpretación o de definición del personaje, el que adquiere facetas y características morales que no están en ese monolito del mal que se muestra en la Jornada de 1561.

Ahora bien, lo anterior no sólo no es obstáculo, sino que contribuye a mantener el interés transhistórico por el tema, pues interesa en distintos períodos, a distintos públicos y en distintos continentes. En este sentido la novela histórica, en estilos relativamente tradicionales, como El camino de El Dorado, de Federico Uslar Pietri, o más renovadas, como Daimon, de Abel Posse, han sido una de las modalidades utilizadas por los escritores latinoamericanos para reflexionar sobre América Latina y hacer visibles algunas ausencias de la historiografía académica reapropiada o silenciada por el poder político.

4. INCONCISTENCIAS, HONOR Y TRAGEDIA

Si tomamos las anécdotas tal como las recoge la Jornada, no queda suficientemente justificado que Lope logre mantener el poder en la expedición; ni tampoco se justificaría -en el caso de ser narraciones históricas- que distintas reescrituras de las anécdotas persistan en ello; tampoco que el tema adquiera cierta popularidad en una época, la actual, en que ya no hay ni conquistas ni honor, al menos entendidos como en el siglo XVI. La Jornada exhibe algunas inconsistencias de anécdotas. Esta afirmación no es fruto de una crítica ex-post a una crónica colonial o a un documento jurídico, pues la inconsistencia no sólo no se resuelve en las versiones antitéticas o polémicas actuales sobre Lope y que hemos consultado nosotros, sino que se perpetúan. ¿A qué se debe que una narración donde las muertes son tan abundantes, donde hay tanto personaje y tanta reiteración sea de interés para el público contemporáneo? El horror aparece frecuentemente en el arte contemporáneo, llegando incluso a transformase en un producto de consumo4. ¿Son, pues, las versiones más actuales de Lope un conjunto de narraciones convencionales que perpetúan algunas inconsistencias de hecho, una simple contraposición de acontecimientos, en el sentido de que está en juego una verdad oficial que se contrapone a otra no-oficial?

Creemos que no se trata solamente de eso, si bien la erosión del discurso del poder por otros contrapoderes es una de las vertientes importantes de la literatura y de las artes contemporáneas; las narraciones sobre Lope, junto con los significados diacrónicos, son portadoras de otro conjunto de significados, sincrónicos, y cuya articulación constituye uno de los ejes de su sentido contemporáneo.

La principal inconsistencia es el hecho de que, en la Jornada, Lope aparece cada vez más aislado y, sin embargo, no se enuncia ningún intento por matarle. La segunda es la aniquilación de sus soladados por su parte que lo conduciría a cierto debilitamiento militar, contrario a su finalidad de apoderarse del Perú. En el orden diacrónico las anécdotas sobre Lope incluidas tanto en la Jornada como en las demás obras de la lista inicial cuentan, entre otras cosas, una sucesión de matanzas que se inicia durante la organización de la expedición y que sólo concluye con la muerte de héroe. Durante ese tiempo las anécdotas no dan cuenta, de modo explícito, de la causa ni del significado de la mayoría de dichas matanzas, razón por la cual, tal vez, se insiste en el carácter arbitrario de las acciones de Lope. Lo anterior, en el plano diacrónico y, en este caso, además, de la crítica textual, puede deberse a que las versiones actuales de la Jornada nos llegan a partir de la reelaboración de un escrito redactado por Pedrarias de Almesto y Francisco Vázquez5. Ambos buscaban exculparse de ciertos hechos, motivo por el que quizás atribuyen a Lope crueldades en las que quizás participaron, construyendo una narración a través de tres momentos. En el primero, se describe la violencia ejercida contra Ursúa (representante del rey); en el segundo, el inicio de la violencia fratricida, representada por el asesinato de Hernando de Guzmán, a quien meses antes los mismos expedicionarios habían elegido y coronado rey; y, en el tercero, se describe "la etapa en la que Aguirre alcanzando el control casi exclusivo de la expedición, dirigiéndose /la violencia/ contra el propio Aguirre a través del asesinato de su hija Elvira" (Pastor 1983: 399).

Los valores de Lope son los de una restauración anacrónica del mundo caballeresco, valores que se opusieron, durante la reconquista, a la supuesta degeneración, vicio e influencia extranjera, que es también una influencia anticristiana: "Aguirre es la reencarnacion del cruzado, y el proyecto de su rebelión es uno de reconquista militar y espiritual de una sociedad amenazada por infieles, extranjeros y gentes sin honor" (Pastor 1983: 343).

La Jornada perfila un Lope cuyo sentimiento de honor herido le lleva en ocasiones a sacrificar la funcionalidad político-militar que sí podía constatarse al inicio de la expedición. Al definirse Lope ante el rey: "rebelde hasta la muerte por tu ingratitud", sacrifica la vida en nombre del honor, pues el vasallo sabe y exige del Rey la gratitud a que éste, por su grandeza, está obligado para que los esfuerzos del inferior, que, sin embargo, es hidalgo, no sean deshonorantes. Algunas narraciones sobre Lope pueden representar, entre otras cosas, la dificultad de mantener el honor en una empresa semejante, que tanto tiene de precapitalista en cuanto a sus objetivos y tanto de feudal en cuanto a los valores con que Lope la lleva a cabo. Esto es coherente con lo que Pastor denomina la situación "trágica" de Lope, quien emocionalmente -aunque no conscientemente- se sabe parte de un tipo humano condenado a desaparecer. Este Lope sería un desesperado, alguien quien ante la imposibilidad de regresar al pasado prefiere morir, de tal forma que:

La transformación metafórica de la jornada de descubrimiento, que aparece caracterizada como viaje metafórico entre la aceptación inocente de aquel orden que encarnaba el proyecto épico tradicional y una experiencia que cancela los modelos y se identifica con la desesperación, el aislamiento y la muerte; la definición existencial del rebelde como espíritu de hombre muerto; la caracterización de la rebelión como lucha total, desesperada y suicida, expresan una misma realidad: el impasse de una conciencia trágica que se identifica profundamente con una pasado mitificado y que rechaza sin compromiso posible el presente (Pastor 1983: 441).

Este anacronismo y esta consciencia trágica de Lope -tal como éste aparece en la Jornada- pueden explicar lo que nosotros denominamos ciertas inconsistencias de la narración diacrónica. En efecto, las razones que, según la Jornada, esgrime casi siempre Lope, son sinrazones (expresan una voluntad, no un argumento o un medio para alcanzar un fin), y algo semejante sucede en las obras que le son dedicadas durante el siglo XX, que abundan en anécdotas ligadas a la muerte. En la Jornada se perfila un Lope que ejerce el terror contra sus enemigos y también, a veces, contra sus compañeros. Esto último no necesariamente lo favorece desde el punto de vista político-militar. Que ello suceda en la Jornada no es extraño, pues efectivamente en ella los autores realizan un intento de ocultar la profundidad de la crisis político-cultural de la que Lope es su mejor exponente6, pero lo cierto es que las "explicaciones" y motivaciones de las acciones de Lope son mantenidas, incluso en obras de ficción reciente, en la ambigüedad o en la atribución a las características extraordinarias de su personalidad (libertador, etc.,) aun cuando se las considere trágicamente. Un análisis histórico-filosófico de las muertes ordenadas por él podría concluir que los asesinatos tienen por causa el afán de usurpar el poder a quienes lo detentan legítimamente (Pedro de Ursúa). Adentrándonos más aun en esa línea podríamos agregar que ciertos comportamientos posteriores, cuando Lope ya se ha hecho del poder, se deben a la preeminencia de algunos valores heróico-feudales en el héroe, valores en contradicción con los de la eficacia militar del Renacimiento, tan necesaria en una tarea de conquista.

El honor herido de Lope lo a rebelarse y contribuye, en tanto ellos también se hallan heridos en su honor, a conquistar el apoyo de los soldados, quienes se sientes abandonados desde el momento en que Ursúa se hace acompañar por su amante, pero el honor exagerado pronto se vuelve ineficaz para la conservación del poder a partir del momento en que Lope exige una fidelidad tal que supera las posibilidades y naturelza sicológica de sus acompañantes, por ejemplo, cuando prohibe que se hable en voz baja7. Muchos ejemplos se podrían mencionar donde aparece el honor, casi siempre herido, de Lope de Aguirre, como la ya mencionada carta que envía a Felipe II. Lope dicta al escribano:

los soldados de vuestra paternidad /Felipe II/ nos llaman traidores, débelos [Ud.] de castigar, que no digan tal cosa, porque acometer a D. Felipe, rey de Castilla, no es sino de generosos y de grande ánimo; porque si nosotros tuviéramos oficios ruines, diéramos orden a la vida (89).

¿Qué significa "diéramos orden a la vida"? Es posible que tener un oficio ruin exija llevar una vida a la que se le dé orden, es decir, subordinarla a la jerarquía preestablecida en la expedición. En cambio, el honor del soldado lleva a otra cosa, a ser generoso, con la vida propia, ante todo, poniéndola en peligro, sin medida, sin orden, con desprendimiento, casi como en una destrucción ritual y a veces festiva de sí, una especie de potlach de sí mismo, incluso a riesgo de que el objetivo militar inicial no llegue a cumplirse. Algo no muy distinto da a entender Hegel en la Fenomenología del espíritu, donde muestra que el rasgo fundamental del honor es que quien lo posee está dispuesto a perder la vida con tal de no ser esclavo. La vida honorable es exuberante y se encuentra en disposición permanente para la defensa de dicho honor. Al ponerla en peligro en un nivel en que otros no lo harían, los sobrepasa y los domina, de modo tal vez análogo como la destrucción ritual de bienes ante los ojos de una comunidad incrementa el prestigio de quien la realiza. El esclavo, en cambio, prefiere la vida aun a precio de perder la libertad. En el Curso de estética, Hegel describe los rasgos del honor feudal en términos que parecen ser la síntesis de Lope de Aguirre, si bien, hasta donde sabemos, el filósofo alemán no conocía ni la crónica ni el nombre de Lope de Aguirre8. El honor así descrito involucra a toda la persona, de forma que incluso en aspectos mínimos está expuesta por completo, lo que obliga, por ello mismo, a mantener una guardia constante. Eso hace difícil vivir en un mundo donde la novedad de las situaciones y la ruptura permanente de la jerarquía hacen que el honor, o al menos ese honor, no tenga cabida. Siguiendo tal plano, podemos llegar a la conclusión de que el tipo de honor de Lope no tiene cabida en la América que vive. ¿Es compatible el honor con el tener un jefe que se interesa más en su amada que en sus hombres; es compatible con el navegar, hacinados, entre gallinas y cerdos mientras espantan los mosquitos; es compatible con el tener un jefe pusilámine como el que tendrán en un momento con Fernando de Guzmán?

Desde el homicidio de Fernando de Guzmán (1º de enero de 1560), Lope de Aguirre aparece multiplicando decisiones irracionales y crueles, no siempre coherentes con la mantención "pragmática" o "moderna" del poder. En realidad, el honor puede volverse disfuncional al poder en la expedición, lo que, sin embargo, contrasta con el hecho de que Lope logre mantener el poder desde el 22 de mayo de 1560 al 27 de octubre de 1561 (17 meses), fecha en que muere. La no funcionalidad de sus acciones, por lo tanto, no puede haber sido total. Lope logra alcanzar objetivos fundamentales: sustituir y matar al primer gobernador de la expedición (Pedro de Ursúa, 1º de enero de 1561); modificar el destino de la expedición; devasallarse respecto del rey de España y nombrar príncipe a Fernando de Guzmán (hacia marzo 1561); eliminar a Inés (mayo 1561); asesinar a Guzmán (22 de mayo 1561); a sus enemigos (permanentemente) y conquistar La Margarita (junio 1561). Ahora bien: ¿cómo mantiene el dominio durante año y medio, rodeado de hombres armados que siempre sienten su amenaza y que -según la crónica- le obedecen, excepto muy pocos, sólo por terror?, ¿por qué no recibió un tajo de espada, un tiro de ballesta o un arcabuzazo?, ¿por qué no se narra ni un solo intento de asesinarlo siendo que el asesinato es práctica común en la expedición y no hubiese sido un acto deshonorable?

Es extraño que Lope viva permanentemente asustado de que conspiren contra él y que no se describan en la Jornada intentos de eliminarlo. El único intento narrado en dicho texto corresponde a aquel que tiene éxito cuando, al final del viaje, sus mismos hombres lo matan, lo que el narrador no les reprocha9. Si los soldados no se lo reprochan al final, quizás tampoco nadie hubiese derrochado su muerte mucho antes. Por ello tenemos la convicción de que el sólo análisis de las anécdotas, incluso realizado con una perspectiva crítica sobre los sistemas narrativos de la conquista, no da cuenta de inconsistencias, como la mencionada, ni del interés que despierta la obra, motivo por el que nos parece pertinente explorar otra ruta. Esta ruta, que sigue el camino abierto por la sincronía a la que ya hemos hecho mención, se sitúa más allá o más acá de las anécdotas explícitas (rebelión, etc.) y no busca el sentido de ellas en la narración explícita del texto, sino remontándose desde él hacia aquello que lo estructura. Esta vía es la de los mitos.

5. ELABORACIÓN Y POLISEMIA DE LA NOCIÓN DE MITO

A lo largo de este artículo hemos ido configurando una noción de mito, que toma como punto de partida el discurso que Lope hace sobre sí mismo, el cual es retomado y transformado en distintas obras contemporáneas de ficción. Esta noción se complementa con otras, desarrolladas en otros ámbitos y con otras finalidades. De todas ellas valoramos algunos aspectos, útiles para comprender el mito que tenemos entre manos; si bien para el análisis de Lope no nos identificamos plenamente con ninguna de ellas, tal vez porque tales nociones de mito son tributarias, a pesar de su pretensión de universalidad de éstas. Con todo, conviene recordar algunas de ellas.

Fernando Ainsa muestra que utopía y mito se vinculan en América Latina a tal punto que son difíciles de disociar, pero en todo caso, la utopía americana se constituye más como un mundo posible que como un mundo empírico que nunca se termina de alcanzar, pero que se vincula con la idea de El Dorado (Aínsa 1998). Nos parece que esta definición es consistete con la expedición de Lope en la medida en que vincula la expedición de 1559 con un conjunto reiterado y, en cierta medida, cícilico de expediciones americanas (la Ciudad de los Césares, etc.), a la vez que introduce el componente político en ella.

Desde otro punto de vista, en la lengua natural de los países hispanohablantes el concepto de mito tiene sentidos relativamente escasos, aunque emparentados, no ajenos al significado que proporciona Ainsa. El Diccionario de la Real Academia Española define la palabra mito en los siguientes términos:

1. m. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad. 2. m. Historia ficticia o personaje literario o artístico que condensa alguna realidad humana de significación universal. 3. m. Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima. 4. m. Persona o cosa a las que se atribuyen cualidades o excelencias que no tienen, o bien una realidad de la que carecen10.

A diferencia de lo que sucede en la lengua natural, una parte de escritura científica de orientación estructuralista es más equívoca, en el sentido de que ofrece múltiples y a veces contradictorias definiciones de mito. Claude Lévi-Strauss plantea que un mito se puede definir porque en él:

el valor de la fórmula traduttore, traditore tiende a cero /.../ El valor del mito como mito, por el contrario [de la poesía], persiste a despecho de la peor traducción /.../ La sustancia del mito no se encuentra en el estilo, ni en el modo de la narración, ni en la sintaxis, sino en la `historia relatada (1968: 190).

Esta frase de Lévi-Strauss tal vez deba su fama a su ambigüedad. Que la fórmula traduttore, traditore tienda a cero, puede interpretarse de dos modos, ya sea en el sentido de que en la traducción del mito el traductor no corre los riesgos de traicionar, pues lo fundamental siempre pasa de una lengua a otra, o que incluso deseándolo, no es posible traicionar un mito.

De atenernos a esta primera definición, se podría hablar de mito, refiriéndonos a las narraciones sobre Lope de Aguirre, a condición de que en ellas se encuentre un significado común en sus distintas versiones. Al menos teóricamente sería posible concebir que el mismo significado, es decir, el mismo mito, se exprese mediante versiones antitéticas o polémicas sobre Lope: uno como traidor, otra como héroe. Lévi-Strauss ejemplifica el caso en relación con el mito de Edipo. Su significado no sería la "historia" o las anécdotas mediante las cuales se describe al héroe, cómo asesina a su padre y se casa con su madre, sino algo muy distinto. Lévi-Strauss sugiere que el mito está compuesto por unidades lingüísticas descomponibles, las cuales, para alcanzar significado, deben ser reunidas en "haces de relaciones" (1968: 191). Diacrónicamente, las relaciones pertenecientes a un mismo haz pueden estar separadas por un largo intervalo, pero es posible reagruparlas sincrónicamente. Para llegar a esa conclusión, Lévi-Strauss ordena el mito de Edipo agrupando sus mitemas, a los que asigna un número según su naturaleza (y no según el orden en que aparecen en la narración), y dispone dichos mitemas en columnas, estableciendo cuatro grupos de lectura vertical.

Por su parte, Roland Barthes vincula el mito con las narraciones y objetos de la vida cotidiana, masivos y contemporáneos, como el cine, el strip-tease, un nuevo modelo de automóvil, etc. Para Barthes el mito es "infinitamente sugestivo", lo que consigue gracias a que posee un fundamento histórico, "pues el mito es un habla elegida por la historia: no surge de la "naturaleza" de las cosas" (Barthes 1991: 200). El mito sería un sistema semiológico, que la semiología estudia, no a partir de las anécdotas narradas, sino a partir de las ideas, más aun, de las ideas como forma (Barthes 1991: 203). Esto es de particular importancia: tenemos multitud de anécdotas de la vida cotidiana: el strep-tease, etc., pero lo que interesa a Barthes son las ideas en tanto forma de las que esas anécdotas son portadoras; de ningún modo piensa que la semiología debe buscar algo así como un significado "real". Si consideramos que la narración sobre Lope de Aguirre es un mito -de seguir la propuesta de Barthes- debiéramos buscar, no un significado manifiesto de las anécdotas (intento de crítica a la corona, acto de emancipación, etc.), sino una idea. Esta hipótesis nos parece digna de investigar, pues es posible que las distintas narraciones sobe Lope, incluso aquellas que construyen figuras antitéticas de él, tengan en común una idea. Volveremos sobre ello.

En el mito -según Barthes- se encuentra una cadena tridimensional: significante, significado y signo, que son anteriores al mito. Al construirse sobre ella, el mito se constituye en un sistema semiológico "segundo". En efecto, a diferencia de otros sistemas semiológicos (narraciones convencionales, etc.), su punto de partida o punto de llegada no es un significado, sino un significante; su punto de apoyo no es un referente o concepto, sino aquello que remite al concepto. Un mito, por lo tanto, no remite ni a una "verdad" externa a él ni tampoco a un significado. Por eso podríamos decir que el mito está en tránsito, entre el significado y el referente, pero más cerca de éste, con el que sin embargo tampoco se identifica. En este tránsito el mito puede ser "comprobado", pero no como una verdad empírica, sino como una "apelación"a quien lo recibe. Así concebido, el mito atrae o llama al receptor, pero no le dice una verdad ni le habla de una realidad o de un concepto. Y no puede hacerlo, pues el mito es un significante pobre, una imagen incompleta, una caricatura o un símbolo que, justamente, le impide dar el paso hacia el significado (Barthes: 220). Este significante no nace de la naturaleza de las cosas, sino del habla, vale decir, de la representación de la historia humana, de tal forma que se vincula con la temporalidad, pero lo hace mediante la actualización de sentidos transhistóricos.

A las anteriores definiciones queremos agregar el hecho de que entre los rasgos propios del mito se encuentran la reescritura, narración y recepción, casi siempre oral, por una comunidad, reiterada periódicamente, referidas a un acontecimiento ocurrido en un pasado lejano, de carácter arquetípico, y que permanece fijo, pero que por medio de la narración se actualiza en distintas épocas. En el caso de las narraciones de ficción sobre Lope de Aguirre se constata que "a despecho" de su diversidad, de la variedad de estilos, de calidades narrativas y de características que se le atribuye al personaje, se dan las principales características antes enunciadas del mito. No se trata de la permanencia del nombre (Lope de Aguirre, etc.), ni del género literario, ni de obras experimentales o convencionales, de literatura ensayística o de novelas convencionales, ni tampoco de si a Lope se le denosta o elogia, ni de si es un monstruo de la Conquista o un príncipe de la libertad; o si representa la visión de los vencidos o de los vencedores. En el caso de Lope, hay distintas interpretaciones a partir de unas pocas anécdotas comunes (las doce enunciadas anteriormente) que tienen como hipotexto la crónica elaborada por testigos y documentos historiográficos. Sin embargo, el eje de la interpretación mítica no necesariamente es el mismo que el de la discusión historiográfica entre especialistas, sino el sentido de ciertas anécdotas tal cual son narradas y no tal cual se supone que sucedieron. De hecho, el análisis de las novelas y películas obliga a concluir que en algunas de ellas hay una gran "inexactitud" en relación con los hechos narrados en la Jornada y, sin embargo, hay consenso de que en todas ellas Lope sigue teniendo un papel central.

6. EVOLUCIÓN DEL DISCURSO SOBRE LA CONQUISTA Y CREACIÓN DEL MITO DE LOPE DE AGUIRRE

El análisis de la Jornada y en especial de las cartas escritas por Lope permitirían constatar, en medio de la expedición de Conquista, algunos valores de rebelión: crítica a la disolución de los frailes, xenofobia, crítica a un sistema de gobierno que deja de lado la aristocracia de espada para dar el poder a una aristocracia de toga (bachilleres y burócratas). En cambio, las primeras narraciones de la conquista de América la representan como una empresa donde los conflictos provienen de la oposición externa, ya sea de los indígenas, de la naturaleza o de algunos españoles que se alejan, accidentalmente, de su deber. Ahora bien, esa representación se modifica a medida que el período inicial de conquista se acerca a su fin. La expedición narrada en la Jornada tiene lugar en un momento en que en los territorios más ricos de América ya se ha iniciado la colonización y sólo quedan por conquistar reinos demasiado lejanos, inaccesibles o pobres. A medida que ello se produce, los relatos sobre la conquista se modifican. Beatriz Pastor sostiene que con la Jornada:

el orden épico ha sido substituido por el caos del terror: la armonía, por el conflicto; la unidad por la división; la justicia, por la arbitrariedad; la obediencia, por la indisciplina; y la conquista, por la sedición, en una representación de la realidad fragmentada y conflictiva de la Conquista, que ya no aparece presidida por el mito del guerrero-vasallo-cristiano sino por la problemática figura de un traidor que se define por el rechazo global de cualquier forma de aceptación o compromiso con el orden ideológico, político y social que preside y encarna simbólicamente la figura del Rey (1983: 415).

Con la Jornada se produciría lo que Pastor denomina la cancelación del discurso mítico sobre la Conquista (1983: 391); este discurso -de acuerdo con ella- podría ser interpretado como parte de un sistema narrativo, que se inicia con las narraciones de Colón (1491) y de Cortés (1521) tendientes a crear el mito de la Conquista; sigue con la humanización/desmitologización de ella, representada por los Naufragios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca (1542) y concluye con la desmitologización global de los ideales de ella y la puesta en evidencia de la degradación y corrupción de quienes participan en tales empresas (Jornada, 1561). La Jornada, entonces, para Beatriz Pastor, cancelaría el mito, aun a pesar de sus autores, quienes, al atribuir a la figura de Lope -construido con recursos literarios- todos los males, buscan vaciar de contenido el sentido de su rebelión y, a la vez, concentrar en éste las posibles responsabilidades que también los autores del texto habrían tenido en los crímenes.

Ahora bien, nosotros proponemos que la Jornada no representa necesariamente una cancelación del mito del guerrero-vasallo-cristiano, sino más bien el surgimiento de una nueva versión de un mito cuyo contenido configuramos y problematizamos a lo largo del presente artículo. Beatriz Pastor tiene razón al definir el criterio que distingue las narraciones de uno y otro período de la Conquista, pero confunde lo que llama el mito del guerrero-vasallo-cristiano con su representación. El "contenido" de un mito no se identifica con las anécdotas que lo narran, sino con su significado; la anécdota mediante la cual se describe el mito no es el mito, sino aquello que conduce al mito y es portador de su significado. El guerrero excepcional, el vasallo fiel y el cristiano intachable que aparecen en las primeras narraciones de la conquista son una representación de un mito, una de sus versiones, pues un mito puede permanecer bajo otras formas narrativas e incluso con otros personajes, como el del traidor.

Si se compara, por ejemplo, las Cartas de relación, de Hernán Cortés, con la Jornada, vemos que la figura central de las primeras, el guerrero honorable (Cortés), ha sido sustituida por el guerrero desleal (Lope de Aguirre). En ello, Beatriz Pastor tiene razón: entre fines del siglo XV y mediados del siglo XVI, muchos cronistas modifican en sentido negativo la descripción moral de los héroes. Ahora bien, la autora, a pesar de escribir una obra notable, no distingue la diferencia entre el significado de una anécdota y la anécdota, ni toma en cuenta el papel de la estructuración y orden de éstas en el sentido que los mismos hechos pueden tener en la narración. Beatriz Pastor desmembra sin necesidad el mito de la conquista y lo cree cancelado cuando es posible que sólo se esté presentando en una nueva versión, la de Lope de Aguirre, que sustituye a la versión de Cortés o de Álvar Núñez, pero que quizás hable de la misma Conquista. No hay razón para reducir la noción de mito a la narración elogiosa de ciertos personajes; en todo el mundo hay mitologías donde los héroes son negativos y en todo el mundo es posible encontrar variaciones más recientes de un mito antiguo.

Lo que se cancela con las crónicas de mediados del siglo XVI no es un mito creado a partir de 1492, sino la variación que podríamos llamar "conquista heroica", cancelación que se produce por medio del surgimiento de una nueva variación mítica donde los héroes, producto de nuevos contextos y realidades, adquieren una naturaleza negativa. La cancelación de una versión heroica del mito de la conquista se produce mediante el surgimiento de una nueva versión, pero no necesariamente de un nuevo mito. No podría ser de otro modo, porque las variaciones míticas mueren por olvido o por ser incorporadas a una nueva de apariencia distinta. Por cierto que un mito puede surgir inspirándose en la "realidad" (la Conquista), pero lo que lo constituye en mito y lo que regula su significado no es una confrontación con la realidad, con la que el mito nunca ha tenido ni podría tener contacto, por situarse en planos distintos.

Además, mediante la segunda carta que envía a Felipe II (probablemente octubre de 1561), Lope genera lo que Foucault denomina un discurso, un lenguaje y un enunciado sobre el poder, su poder, lo que contribuye a la transformación del personaje en mito y del escaso poder de sus hombres, en un poder mítico, cuya energía significativa va mucho más allá que alcance de sus arcabuces. De hecho, de pocos españoles en el siglo XVI se conocen proclamas o cartas con una capacidad como la que tiene Lope de Aguirre para analizar tan globalmente y en tan pocas palabras la situación de los conquistadores más pobres y que llegan tardíamente a América. La influencia de Lope proviene quizás no tanto de su actos militares o criminales -según como sean interpretados-, sino de la energía de sus palabras, pieza esencial en la constitución del mito del personaje. Estas palabras, hecho inédito, son citadas textualmente como parte de la "acusación" que los narradores de la Jornada realizan contra él al reproducir las dos cartas que Lope envía a Felipe II. Las piezas de convicción por parte de quienes lo acusan son, justamente, las piezas que, sin negar su carácter sanguinario, generaron y generan interés por Lope. De hecho, su segunda carta es citada en todas las obras de ficción sobre el tema que hemos consultado y habría sido motivo de interés de Simón Bolívar, quien habría querido publicarla en 1821, en el periódico llamado Correo Nacional de Maracaibo (Otero 1885: 259). El Lope que habla de sí llamándose "el Peregrino" y que ofrece a Felipe II "las más cruda guerra que nuestras fuerzas puedan sustentar" (Vasquez 1986: 117) con motivo de la ingratitud del rey, la disolución de los frailes y la inequidad de los jueces, ese Lope que habla de sí mismo con tanta energía que sus palabras son recogidas en lugar de silenciadas por sus enemigos, ese Lope creado inicialmente por lo que él dice de sí mismo, es, en sí, la reelaboración de un mito. Lope crea un sí mismo que probablemente sea otro distinto al personaje histórico, pero que por eso mismo permanece en la historia hasta nuestros días. Lope es el principal redactor de la versión moderna de un mito cuyo símbolo es él mismo. Sus enemigos no logran anular lo que él dice y, en su intento por contradecirlo, lo citan extensamente, con lo cual le dan un poder de palabra que permite a Lope obtener justamente lo que sus oponentes evitan: la fama y la denuncia de la corrupción en América. Pero sería un error pensar que allí se agota el significado del mito de Lope o de El Dorado (que a partir de entonces se identifican), significado que abordaremos después de habernos preguntado qué es un mito.

7. CONCLUSIÓN: LOPE DE AGUIRRE AUTOR DE SU PROPIO MITO

La reiteración de un contenido que no pierde vigencia y que no aburre a pesar de que no presenta hechos novedosos para la comunidad que los escucha indica que existe un significado permanentemente válido que se atribuye a ciertas anécdotas. También indica que quizás allí se diga algo que no se dice sólo por el contenido manifiesto de la narración lo cual, como hemos visto, es propio de los mitos. Lope de Aguirre no remite sólo a una figura histórica (significado), sino también a un significante en proceso de construcción por medio de novelas, películas, cómics y dramas. La naturaleza de este significante tiene que ver con fenómenos histórico-político y, también, con el deseo, la fascinación y la abominación, emociones que se producen en el público. El o los personajes llamados Lope de Aguirre remiten a un ser histórico y, en paralelo, a un significante, re-creado por medio de las cartas que el personaje histórico envía al provincial de los dominicos o a Felipe II, pero que no se identifica con el Lope de la historia, sino con un mito. Dicho de otro modo: las novelas y obras de ficción que tratan de Lope de Aguirre durante el siglo XX no se refieren a un personaje "real", sino al personaje construido, primero que todo, por la descripción de sí mismo y de sus circustancias que hace en la carta que Lope dirige a Felipe II. Lope de Aguirre es el primer narrador sobre Lope; después vienen crónicas, romances y novelas, las que a su vez se refieren a alguien, un ser narrativo al que se atribuyen hechos, pero cuya justicia de atribución puede ser puesta en tela de juicio por múltiple razones que tienen que ver con la crítica extratextual y textual, tanto de la Jornada como de obras posteriores. Werner Herzog, por ejemplo, construye un Lope apoyándose en dos crónicas, la de Gaspar de Carvajal y la Jornada, y tal vez en otros textos y además da datos falsos, pero con apariencia de verdaderos, al inicio de la película Aguirre, la cólera de Dios; y Beatriz Pastor ha mostrado cómo los autores de la Jornada realizan una construcción intencionada del personaje que describen. En ello Pastor no se equivoca, pero sí al olvidar que Lope es el primero en realizar esta construcción intencionada, no tanto de quienes le rodean, sino de sí mismo. Lope es el primer narrador histórico del mito que aquí intentamos descifrar.

Lope construye un significante: Lope. Éste significa a su vez un significante vinculado a una totalidad inalcanzable y que se esfuma cuando se lo quiere asir; el Lope de Aguirre que comienza a construir él mismo no tiene sólo un referente real, sino también un referente en el plano de los mitos. La Jornada es la versión escrita más desarrollada de un referente histórico y, al mismo tiempo, de un mito, el de Lope, personaje-objeto de la abominación o de la polémica, incomprensible a veces, con cualidades sobre o infrahumanas, convertido en significante de una narración que remite a un significado que no se encuentra sólo en el nivel explícito.

El mito de Lope no tiene por qué ser exclusivamente el de la historia de la conquista de América, ni como leyenda rosa ni como leyenda negra, pues una de las características del mito es remitir a una estructura que no es explícita. La narración explícita del mito puede ocultar una narración cuya estructura se da en otro plano, que no es, justamente, de la anécdota, sino un significado del que la anécdota explícita es portadora, aun sin saberlo11. El sentido del mito "postula un saber, un pasado, una memoria, un orden comparativo de hechos, de ideas, de decisiones" (Barthes 1991: 209), sólo que esos hechos e ideas no son los que aparecen nombrados, pues están en otro orden, no son significados, sino significantes constituidos confusa pero poderosamente bajo la modalidad de una idea-forma a partir, en nuestro caso, de un hecho relativo a la conquista de América.

NOTAS

1 Vásquez, Francisco, y de Almesto, Pedrarias; Jornada de Omagua y Dorado; Crónica de Lope de Aguirre. Miraguano Ediciones, col Los Malos Tiempos, Madrid 1986. Previamente apareció en "Nueva biblioteca de autores españoles", tomo XV, Madrid 1909; Espasa-Calpe Argentina, Coleción Austral Nº 512; en Lope de Aguirre. Crónicas 1559-1561, Ed. de Elena Mampel y Neus Escandell, Barcelona 1981; Aguirre o la fiebre de la independencia", que reimprime la edición de Manuel Serrano y Sans, S. Sebastian, 1986, titulada La aventura del Amazonas, con textos de G. de Carvajal, Pedrarias de Almesto y Alonso de Rojas.

2 Estas novelas serían: El camino de El Dorado (1947, Arturo Uslar Pietri); La aventura equinoccial de Lope de Aguirre (1964, de Ramón J. Sender); Peregrino de la Ira (1967, José Acosta Montoro); Lope de Aguirre, príncipe de la libertad (1979, Miguel Otero Silva); Daimon (1981, Abel Posse); Crimen y locura del traidor Lope de Aguirre (1986, José Sánchis Sinisterra); Doña Elvira, imagínate Euzkadi (1986, Ignacio Amestoy); y Crónica de blasfemos (1986, Felix Alvarez Sáenz).

3 En relación con la tragedia, veáse, a pesar de desconocer las tragedias americanas, La muerte de la tragedia, de George Steiner, Monteávila Editores, Caracas, 1970. Traducción de E. L. Revol.

4 Véase La poética del tiempo, ética y estética de la narración, de Jorge Peña Vial. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2002.

5 Véase las notas de las páginas 7 y 151, respectivamente, de la edición de la Jornada hecha por Miraguano Ediciones, sobre la que nos apoyamos aquí.

6 Beatriz Pastor escribe: "en la relación de Vázquez la figura central del Aguirre aparece reducida y esquematizada […] la caracterización que reduce la figura de Aguirre a la encarnación del mal cumple la función de ocultar la profundidad de la crisis y la extensión de la sublevación". (Pastor, 1983: 427).

7 En este punto coincidimos con el análisis de Beatriz Pastor, pero creemos que conviene reinterpretar el honor desde una perspectiva más amplia y esbozar una definición de él, cosa que ella no realiza

8 Véase: Hegel, Vorlesungen über die Aesthetik, Friedrich Fromann Verlag, Sämtliche Werke, vol 12, Erster Band, Zweiter Theil, Dritter Abschnitt, Zweites Kapitel, 1 Die Ehre (El honor); Stuttgart-Bad Sanstatt 1964.

Deshonrar: en etnología, según hipótesis de Lévi-Strauss, el maná es una suerte de símbolo algebraico (algo así como la palabra cosa entre nosotros), encargado de representar "un valor indeterminado de significación, vacío de sentido, cuya única función estriba en llenar una distancia entre el significante y el significado". El honor es exactamente nuestro maná, especie de sitio vacío donde se deposita la colección completa de sentidos iniconfesables y que se sacraliza como tabú. El honor es, pues, el más adecuado equivalente de cosa, pero ennoblecido, es decir, mágico" (Lévi-Strauss 1968:143).

9 También sucede algo semejante con el personaje de Kurtz, descrito por Conrad. Cuando el horror se vuelve cotidiano, Kurtz es asesinado por uno de los suyos. En Daimon, de Abel Posse, Lope no duerme, sino que se mantien en vigilia cuidándose de sus aterrados "compañeros" de Jornada.

10 www.rae.es

11 La noción de estructura en etnología, en Antropología Estructural, Eudeba, Buenos Aires 1976, p. 254.

OBRAS CITADAS

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