ESTUDIOS
FILOLÓGICOS, Nº 38, 2003, pp.
201-204
DOI: 10.4067/S0071-17132003003800013
RESEÑAS
LEOPOLDO SAÉZ GODOY. La creatividad lingüística de los chilenos. Santiago: Editorial Bachillerato en Ciencias y Humanidades, USACh. 2002. 187 p.
Mauricio Pilleux
Hacía falta un libro que diera cuenta del español que hablamos los chilenos hoy en día y de los cambios que nuestra lengua ha sufrido en los últimos 30 años, especialmente de las nuevas voces aparecidas. La tecnología, el avance de la ciencia y el devenir político, social y económico de Chile han producido cambios percibibles, pero sólo los conocíamos "de oídas".
¿Cómo surgió este actualizado libro? Nos contesta el mismo autor, Leopoldo Sáez: "He aprovechado mi inveterado hábito cotidiano de leer un periódico y ver un noticiario en la televisión para documentar algunos desvíos de la norma culta que aparecen en la prensa con suma frecuencia. Esta afición mía ha provocado el descontento de mi grupo familiar que al menor descuido tiene que leer informaciones vitalmente mutiladas por los tijeretazos, práctica que en todo caso estimula grandemente la imaginación y le aporta elementos de suspenso a una lectura que suele ser rutinaria" (p. 12). Además ha tenido el respaldo de distintas universidades y centros de investigación en los que ha trabajado en Chile y en Alemania, y ha recibido también el apoyo del Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD) y de FONDECYT, que durante nueve años consecutivos financió la mayoría de estas investigaciones.
Este libro fue publicado en conjunto con la Sociedad Chilena de Lingüística, y que reúne una serie de artículos que muestran la creativa actividad lingüística de los chilenos en estos últimos años.
Consta de 197 páginas y está dividido en 9 capítulos: 1) Introducción; 2) Novedades en el español de Chile (1973-1989) (Neologismos en el léxico de la vida sociopolítica); 3)Economía en el español de Chile (1973-1991): elipsis, aglutinación, significación, reducción y abreviación; 4) -ton y -teca en el español de Chile; 5) Un complejo sufijal productivo: -iz + -ar en el español de Chile (I); 6) Un complejo sufijal productivo: -iz + -ar en el español de Chile (II); 7) Desvíos de la norma culta en la prensa escrita de Chile: barbarismos y solecismos "mercuriales"; 8) "clon" y su familia en el español de Chile; 9) Fus(ión inicial-fin)al. Anglicismos en el español de Chile.
Trataremos, "en la medida de lo posible", de elaborar esta reseña manteniendo el espíritu y la letra que le infundió el autor. De este modo, el libro se "autopresentará" y no sufrirá ni en su contenido ni en su forma. Desde la Introducción ya nos recuerda Sáez que las lenguas son organismos vivos que nacen, se desarrollan y mueren. En una lengua encontramos que las palabras nacen, adquieren vigencia y difusión, algunas se convierten en palabras históricas (biógrafo, la vermut, ultramarinos, emporio). Si los referentes desaparecen, es muy difícil que las palabras se conserven (v.g. el léxico de las armaduras: yelmo, celada, quijote, tarja, rodela bloca, morrión, barbuta, cota,...). Por otra parte, hay campos donde, para un mismo referente, se van sucediendo las denominaciones, que sufren un proceso de desgaste. Ya muy pocos dicen que algo es pichocaluga, choriflay, o califican a una persona de churro, dije o regio.
El capítulo 2. Novedades en el español de Chile (1973-1989) (Neologismos en el léxico de la vida sociopolítica) presenta los neologismos que aparecieron en Chile después del 11 de septiembre de 1973. Es una contribución a la labor de muchos lexicógrafos y lexicólogos, ya que el libro provee una lista de 146 neologismos, muchos de ellos en los contextos en que fueron encontrados en los diarios. Para mencionar sólo algunos, al azar: anfo, ayudista, barretín, boina negra, büchismo, chicago boy, carrete, casa de seguridad, cúpula, detenido desaparecido, digitar, ejecutivo, errazurista, espinita, explosar, leasing, panfletear, retornado, taquilla, violentista, voto blando/duro, etc.
Nos recuerda el autor que las nuevas palabras aparecen porque las sociedades evolucionan, los hablantes piensan y hacen cosas nuevas o miran de otro modo el mundo. Para manejar estos pensamientos, objetos y perspectivas nuevas necesitan palabras nuevas: fax, teléfono celular, tarjeta de crédito, buscapersonas, correo electrónico son objetos nuevos del mundo global; en nuestro pequeño mundo creamos caluga, núcleo de una extensa familia léxica: calugón, calugazo, caluguear, calugueo, caluguera, caluguero, caluguiento, tirarse a las calugas.
Por otra parte, hemos revalorizado algunos referentes olvidando, con una nueva denominación, sus connotaciones negativas. Así, un peluquero se convertirá en estilista o esteticista, la china ascenderá a doméstica, empleada doméstica, empleada de casa particular, empleada, asesora del hogar; nana; un alza de precios será un reajuste o estabilización a otro nivel, la tortura pasará a ser un apremio ilegítimo; la reducción de personal será una racionalización. Los eufemismos (de eu "bien + pheme "habla", esto es, uso de palabras buenas) son voces que sustituyen las expresiones violentas, groseras o malsonantes, que el lector podrá encontrar en este libro.
Además, empleamos palabras antiguas y las adaptamos a una nueva función cambiándoles el significado, así, azafata, la camarera que ayudaba a la reina, sirve ahora para designar a las jóvenes que atienden a los pasajeros en los aviones. Con esto, evitamos usar la palabra inglesa stewardes. La metáfora es otra fuente de denominaciones con que nos ilustra el autor. Naturalmente, el habla popular está alejada de las perlas del rocío, flor de pluma, ramillete con alas, sierpe de plata. Las comparaciones son muy concretas. El chancho (cerdo) está presente en la mente del chileno y permite denominar el trasero femenino, un aparato para limpiar pisos, la enceradora eléctrica, una máquina para triturar el caliche (salitre), una ficha de dominó de número doble, una embarcación, los eructos. Chancha, por su parte, puede ser un vehículo viejo y desvencijado, una carretela, un carrito para lanzarse en las calles con declive como las porteñas, una herramienta para enderezar fierros, la cimarra (novillos), una enfermedad. La cola del chancho le permite al chileno denominar diversos instrumentos que tienen una forma semejante: hay personas colechancho, poco confiables por su pensamiento o acción culebreantes. Los automovilistas conducen a todo chancho y todos tratamos de pasarlo chancho. De este modo, una forma preexistente en la lengua se une a nuevos contenidos para aumentar el caudal léxico de uso habitual.
Una misma forma lingüística puede funcionar en diversos ámbitos con significados diferentes: los verdes pueden ser los carabineros, los wanderinos, los dólares, los ecologistas; encontramos pitos en los estadios y en algunas fiestas; hay parrillas en los asados, en las radios y en los cuarteles de tortura. Asimismo, los nombres propios pueden convertirse en comunes, como es el caso de Don Quijote, Don Juan y Celestina se han convertido en sustantivos comunes. En nuestro medio encontramos ejemplos cómicos en personajes de la televisión como el Cuesco Cabrera (ejecutivo), Espinita (rastrero).
Como el resto del mundo, hemos incorporado a nuestro léxico anglicismos desde Estados Unidos como leasing, marketing, shopping center, hotdog, hamburguesa, outsourcing, rating, living, y muchos más. Muchos tienen una forma indesmentiblemente foránea, pero no pocos han penetrado subterránea y subrepticiamente, como es el caso de agresivo en una "agresiva política de ventas", puntual como en "un problema puntual", la franquicia que se paga por participar en una empresa internacional o el dramático de un "crecimiento dramático de las exportaciones".
"Quien no maneje hoy en día adecuadamente los cuatro o cinco mil préstamos del inglés está fuera de lo más actual de la ciencia, la tecnología, las artes, los problemas de nuestro tiempo" afirma Sáez.
El capítulo 3. Economía en el español de Chile (1973-1991) elipsis, aglutinación, significación, reducción y abreviación nos muestra, en primer lugar, cómo los chilenos modifican una base mediante la adición de elementos que complementan su significado o le asignan una función morfosintáctica. Por ejemplo, los afijos pueden agregarse al final de una base, al principio o en medio de ella: No pinocheticemos la vida nacional. Tenemos que despinochetizar la política. Los ultrafanáticos viajaron a Londres a pinochetear. Lavín está en un franco proceso de despinochetización pública. A Pinochet se le agregan los morfemas izar, des- + izar, -ista, -ismo, -eo, -iz-a-ción, y de esta manera se crean nuevas familias léxicas, que permiten atender necesidades comunicativas específicas. También este procedimiento de adición puede unir dos o más palabras independientes, fundiéndolas en una unidad nueva: cortoplacismo, pierdeteuna, potijunti.
Otro modo de crear nuevas unidades es aprovechar las relaciones sintagmáticas entre elementos que suelen aparecer juntos en los enunciados: Apremio ilegítimo y tercera edad funcionan como unidades y tienen sinónimos simples: tortura y vejez. Son los llamados sintagmas fijos, locuciones, lexías complejas. Los elementos que se combinan pueden ser tan variados, como adjetivo + substantivo, como en los ejemplos anteriores, verbo + substantivo: comprodólari, verbo + pronombre: pierdeteuna, etc.
La elipsis también permite la creación de palabras nuevas al eliminar gran parte de los elementos de una lexía compleja, que primeramente se subentienden y más tarde pueden olvidarse: la Concertación de los Partidos por la Democracia que queda reducida simplemente a Concertación. La aglutinación, que funde los elementos de una lexía compleja con pérdida de algunos elementos intermedios es otro mecanismo usado: cara de palo se convierte en carepalo. También usamos la reducción, que tiene la función de eliminar elementos de una lexía: sílabas, sufijos, prefijos, lexemas completos. Las formas resultantes suelen pertenecer al lenguaje coloquial, informal: profe, artesa, sucu, pobla, depre, porfa.
Estamos en el siglo de las siglas: CNI, DINA, sida, AFP, isapre, UF, OVNI...
Lo que justifica la preocupación por este tema es que las palabras no son elementos muertos, sino una expresión del hombre y de la sociedad. Revelan las necesidades de un pueblo, su historia, las distintas fuerzas que actúan en él, sus inquietudes, sus esfuerzos por aprehender el mundo y dominarlo intelectualmente. Vivimos el lenguaje y en el lenguaje.
Los capítulos 4, 5 y 6 versan sobre lexicogenesia, el 4 y el 5 tratan de derivación (sufijos -tón, -teca, -iz + ar) y el 6 de algunos procedimientos para crear nuevas lexías mediante la eliminación de segmentos del cuerpo de voces y locuciones (elipsis, aglutinaciones, significaciones, reducciones y abreviaciones). Se trata de procedimientos comunes a los distintos dialectos del español, que elaboran productos lingüísticos diversos.
En el capítulo 7 Desvíos de la norma culta en la prensa escrita: barbarismos y solecismos "mercuriales" se reflexiona sobre las causas de la extensión de estos usos, algunos de los cuales están muy difundidos por Latino América.
El libro incorpora dos estudios que abordan el tema de los anglicismos, y corresponden a los capítulos 8. "clon" y su familia en el español de Chile y 9. Fus(ión incial-fin)al. Anglicismos en el español de Chile debido a la invasión "pacífica", e inevitable, de anglicismos que está inundando todos los dialectos del español. Se refiere a casos muy específicos: la familia de clon, que es una muestra de las dificultades que tiene este tipo de voces (técnicas o científicas, de origen inmediato inglés) para entrar en nuestros diccionarios; y a los fusales, anglicismos que derivan de una lexía compleja, de la que sólo se han conservado los segmentos inicial y final y se han hecho desaparecer los del centro.
El libro nos informa, por un interés personal del autor, que ya hemos incorporado a nuestro léxico activo voces "amenazantes", como hipertensión, glaucoma, glicemia, ecotomografía, próstata, coronariografía, angioplastía. En estos últimos días, rompiendo incluso la fuerte tendencia a la economía en el lenguaje, se han popularizado algunos términos larguísimos que estaban prácticamente en desuso, como irretroactividad, extraterritorialidad, se han creado otros como despinochetización, chapazo, en el ámbito estudiantil. Se han incorporado o revitalizado mapudungunismo, lonko y werkén.
Estamos inmersos en un vertiginoso proceso de globalización (mundialización, planetización, ecosistematización, aldeización, y otros lugares comunes que adaptamos sin más) que hasta el momento abarcan la economía, la cultura, las comunicaciones, la justicia. Esto nos lleva a menudo a preguntarnos qué es lo propio de nuestra identidad como chilenos. Este valioso trabajo del profesor Leopoldo Sáez apunta a uno de esos aspectos: el aporte de nuestra sociedad a una lengua que hablan cuatrocientos millones de personas en todo el mundo.
El libro es un compendio actual de voces de uso cotidiano que puede ser de interés tanto para estudiosos del lenguaje como para personas que sólo deseen saber sobre el español chilensis. Hay que leerlo pronto, antes de que pase de moda.
Universidad Austral de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Instituto de Lingüística y Literatura
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