ESTUDIOS
FILOLÓGICOS, N° 35, 2000, pp. 7-22
DOI: 10.4067/S0071-17132000003500001
La evaluación discursiva a través del modo y la modalidad*
Discourse evaluation by mood and modality
Gladys Cepeda
* Resultados parciales del Proyecto S-98-14 auspiciado y financiado por la Dirección de Investigación y Desarrollo de la Universidad Austral de Chile.
Dado el hecho de que la práctica lingüística involucra una actitud evaluativa del hablante con respecto al interlocutor, se analiza el uso del modo y la modalidad en el español de la ciudad de Valdivia (Chile). La muestra se obtuvo de seis entrevistas semiformales a representantes de la generación 2, de ambos sexos y de tres grupos sociales. Los resultados indican que la tendencia principal de uso en esta situación de entrevista es el género informativo, el modo declarativo, el modo indicativo, los actos de habla de informar, los adverbiales disjuntos de contenido enfatizadores, los disjuntos de estilo de manera, los subjuntos enfatizadores, intensificadores y de foco, y los adjetivos predicativos (descriptivos y valorativos) e intensificadores. Se señala, además, la variación de condicionamiento sociolingüístico que refleja el proceso evaluativo que hace el hablante de su visión de mundo y de sí mismo.
Considering that linguistic practice involves an evaluation process on the part of the speaker with respect to the hearer, the use of the markers of mood and modality are analyzed in the Spanish of the city of Valdivia (Chile). The corpus was taken from six semiformal interviews to representative speakers belonging of generation 2, of both sexes and three social groups. The results show that the general tendency of use in this speech situation is: the informative genre, the declarative mood, the indicative mood, speech acts of an informative intention, the emphazing adverbial disjunts of content, the style adverbial disjuncts of manner, the emphasizing, intensifying and focus subjuncts and the predicative adjectives (descriptive and evaluative) and intensifying adjectives. Besides, the analysis shows the variation due to sociolinguistic conditioning that represents the speaker’s evaluation in relation to his view of the world and of himself.
INTRODUCCION
La necesidad de estudiar el lenguaje en situaciones reales, donde el significado está ligado a lo que es significativo para los seres humanos en sociedad es enfatizado por Firth (1957). Para él, en términos generales, estudiamos el lenguaje como parte del proceso social, y lo que llamamos "la sistemática" de la fonética y la fonología, de las categorías gramaticales o de la semántica, son marcos referenciales de constructos esquemáticos ordenados, que constituyen una especie de andamiaje para abordar los eventos (Firth 1951: 42). Halliday (1961: 244) desarrolla la noción de contexto de situación en su "semiótica social", y concibe el estudio del lenguaje como una parte de la totalidad. El propone un marco de referencia en el que los niveles primarios son la "substancia" (el material de lenguaje, fónico o gráfico), la "forma" (la organización de la substancia en eventos significativos) y el "contexto" (la relación de la forma con los rasgos no lingüísticos de las situaciones en las cuales funciona el lenguaje, y la relación con los rasgos lingüísticos diferentes a los del elemento en consideración, siendo estos últimos "extratextuales"). Para Halliday, la unidad central es la cláusula, como punto de intersección de tres tipos de opciones: el significado experiencial (ideacional), la función del lenguaje (interpersonal) y la organización del discurso (textual). Sinclair (1972) dirige su atención a las descripciones que van más allá de la oración e incorpora el concepto de "interacción en situación", colocando el énfasis en lo que los hablantes hacen cuando hablan. Sinclair y Coulthard (1975) toman la oración como el punto de partida para la descripción a un nivel más alto, el discurso, nivel de descripción lingüística que permite explicar la función de los enunciados en contextos. El análisis del discurso significa el primer intento por incorporar la noción de "acto de habla" (Austin 1962; Searle 1975; Levinson 1980) a la descripción contextualizada de la interacción en situaciones específicas (Bolívar 1994: 67).
Cuando usamos el lenguaje, lo hacemos para producir algún tipo de efecto en nuestros oyentes, o como reacción al uso del lenguaje de los demás. Esta interacción involucra, por lo tanto, una acción que altera o mantiene las relaciones del yo con los demás en la comunicación cara a cara (Labov y Fanshel 1977: 59). Las señales que indican este cambio en el discurso se van anunciando a medida que avanza el discurso, y su motivación es tanto la transmisión de la información como la expresión de la evaluación emitida por quienes participan en la interacción (Tadros 1981), evaluación que es concebida como un tipo de información que concierne a la expresión de los sentimientos y actitudes del hablante. Según Grimes (1975: 61), existen dos tipos de evaluación: una que tiene que ver con nuestros sentimientos, con nuestra visión de mundo y con el lenguaje que usamos para expresarla; la otra está relacionada con el tipo específico de información en un discurso. Fowler et al. (1979) agregan que, ya que el uso de una lengua conlleva visiones de mundo específicas a sus usuarios, el estudio de las variedades de discurso no puede hacerse sin tomar en cuenta los factores sociales y económicos. Así, "la variedad lingüística refleja y, lo que es más, expresa de manera activa las diferencias sociales estructurales que las motivan" (Fowler et al. 1979: 1).
Fowler (1985) especifica los tipos de indicadores lingüísticos que usamos para expresar nuestras evaluaciones: los procesos lexicales, la transitividad, la variación sintáctica, la secuencia de la información, el grado de complejidad sintáctica, los actos de habla, la toma de turnos, las implicaturas, la referencia personal, la fonología; es decir, todos los recursos que nos ofrece el lenguaje.
Dentro del modelo interaccional propuesto por Bolívar (1994), basado en Sinclair (1983), se proponen dos planos interdependientes: el plano interactivo y el plano autónomo, donde el primero determina los eventuales significados de las selecciones lingüísticas hechas en el segundo. Siguiendo este modelo, el presente trabajo analiza los cambios de posición o cambio de punto de vista expresado por el hablante en el discurso, en relación con las cláusulas principales: 1. en cuanto a la selección y cambio de modo, es decir, en cuanto a las expectativas del entrevistado en relación con el entrevistador; y 2. en relación con la selección y cambio de modalidad con que se expresa la probabilidad de la verdad en el mensaje, ya sea a través del uso del modo, de los verbos modales, de los actos de habla, del género discursivo, de adverbios y adjetivos, de la entonación.
METODOLOGIA
1. La muestra
La muestra analizada fue extractada de los momentos más informativos de 6 entrevistas semiformales, 3 hombres y 3 mujeres, representantes de 3 grupos sociales (alto, medio y bajo) de la generación 2 (entre 27 y 47 años de edad), hablantes nativos del español y residentes de la ciudad de Valdivia (paralelo Sur 41º de Chile) por más de 12 años. Esta corresponde a una submuestra de los adultos sustentadores del grupo familiar, la que es parte de un corpus de 266 entrevistas, estadísticamente representativas de la población de Valdivia1.
La identificación de los momentos más informativos quedó establecida, inicialmente, en la presentación de sí mismo del entrevistado, vale decir, cómo desea ser percibido por el entrevistador; luego, en la visión de su entorno, ya sea familiar, laboral, grupo de pertenencia o referencia al cual adhiere en forma más o menos inconsciente, y los aspectos que el interpelado destaca y que reflejan, generalmente, una escala de valores personales; finalmente, también se tomó en consideración la recordación de una anécdota, o experiencia requerida durante la entrevista, en que el sujeto otorga prioridad a diversos asuntos vinculados, por ejemplo, con relaciones personales, acontecimientos o bienes materiales.
La muestra probabilística completa de la ciudad de Valdivia incluye, como ya se dijo, a 266 individuos entre 11 y 78 años de edad, pertenecientes a 66 grupos familiares oriundos o residentes de la ciudad por 10 años o más. La muestra fue seleccionada utilizando un muestreo aleatorio estratificado por tipo de colegio (fiscal, subvencionado, particular). Esto permitió establecer el tamaño de la muestra (66 alumnos), por afijación proporcional, con un 90% de confiabilidad y un 10% de significancia. Una vez identificados los alumnos, a través de un muestreo aleatorio simple que determinó su colegio, curso y ubicación en la lista, se contactó y entrevistó al alumno y su grupo familiar (Cepeda et al. 1988: 23-26).
El análisis de los resultados del corpus lingüístico de la muestra se basa en las variables que mostraron una frecuencia de uso contrastivo más alto, con una significación estadística de al menos un 5%. La significación estadística2 de estos resultados se identificó por medio de un análisis binomial descriptivo-cuantitativo e inferencial del uso frecuencial de las marcaciones de modo, la modalidad de la enunciación, la modalidad del enunciado, la fuerza ilocutiva de los actos de habla, los signos entonativos según su movimiento tonal y su función expresivo-comunicativa, el uso de los verbos modales, los adverbiales disjuntos y subjuntos y el uso de los adjetivos.
2. Definición de términos y procedimientos de análisis
2.1. Los valores modales verbales. Existen tres tipos de acercamiento a los valores modales verbales del español: a. modo como actitud modal; b. modo como modalidad; y c. modo como coherencia modal (López 1990: 138-149).
a. La actitud modal es el criterio que subyace a los modos verbales en español y se establece como una posición del sujeto hablante respecto al enunciado o como una posición del sujeto hablante respecto del interlocutor. Esto es, cuando la percepción se centra en el yo hablante se obtiene el subjuntivo ("No me parece que haga frío"), cuando se concentra en el tú oyente se obtiene el imperativo ("Acérquese por favor"/ "Acércate, por favor"), y cuando no se concentra en ninguno de los dos en particular, sino más bien en la verbalización del mundo que su relación ha hecho posible, surge el indicativo ("No me parece que hace frío").
b. La modalidad es el criterio que, desde el punto de vista lógico o psicológico, indica la actitud del hablante hacia lo dicho: si está bajo su control (hecho interno) o no (hecho externo), si es posible de realizar o no, si se acepta con alegría o pesar, si está sujeto a un compromiso del hablante o de alguna segunda (interlocutor) o tercera persona (de quien se habla) (Bally 1965). Por lo tanto, la modalidad incluye los hechos imaginarios considerados como dudosos o posibles (el subjuntivo dubitativo); los hechos deseables o necesarios (el subjuntivo optativo) (Lenz 1935); los hechos existentes sólo en nuestra imaginación como deseables o imaginarios (el imperativo); los hechos hipotéticamente posibles, de los cuales no somos responsables (el condicional), en contraste con los hechos considerados reales y efectivos (el indicativo).
Como sinónimo de modo, la modalidad define el status de la frase como aserción, orden o interrogación (Dubois et al. 1973). Una distribución similar a la de dictum y modus (Gili Gaya 1961), se concreta con la de "contenido proposicional" y "fuerza ilocutiva" (Austin 1962; Searle 1969). La fuerza ilocutiva es "la actitud del emisor del enunciado", "la relación entre el hablante y lo que dice" (Palmer 1986: 13). Según esta relación, existen cinco actos verbales (enunciados) según su fuerza ilocutiva: asertivos (o representativos), directivos, comisivos, declarativos y expresivos.
c. La coherencia modal es el criterio que considera al modo fundamentalmente como una consecuencia sintáctica de la rección ejercida por el verbo principal sobre el subordinado: "Dice que viene" llevaría indicativo a causa del verbo decir introductorio; "Dudo que venga llevaría subjuntivo debido al verbo dudar del regente.
Otro marcador de la participación del hablante en la situación de habla a través de la función interpersonal del lenguaje es el que corresponde a los verbos modales. A través de ellos el hablante asocia una indicación de su status y la validez de su propio juicio, tomando una posición sobre la probabilidad de lo que está diciendo o hasta qué punto lo considera evidente (Kress 1976: 192-198). Los verbos modales se han clasificado en: modales (poder, deber, tener que, hay que, es de, ir a) y modales marginales (querer, pensar, considerar, aceptar), según lo sugerido por Narbona (1989) y Silva-Corvalán (1997).
2.2. Los valores modales adverbiales. La función del disjunto o caracterizador modal es indicar la actitud del hablante ante lo comunicado en la oración o ante su propia enunciación (o la del oyente) (Fuentes 1987: 42). En el presente análisis, hemos considerado adverbiales disjuntos y subjuntos. Los disjuntos son sintáctica y semánticamente más independientes que los subjuntos (y estos últimos que los adjuntos). Los disjuntos tienen una relación superordinada, en cuanto parecieran extender su rango por sobre la oración en su totalidad. Los disjuntos pueden: a. inclinar su relación hacia el contenido de lo dicho (los disjuntos de contenido) expresando el comentario del hablante sobre la verdad del contenido "...uno pasa a dejar cabros al coLEgio. Y eviDENtemente no se va a volver a la CAsa después") o expresando un juicio de valor sobre el contenido del enunciado ("En realiDAD, prácticamente no veo televiSION"), implicando así una evaluación o actitud hacia lo que se dice; o b. inclinar su relación tanto hacia el contenido de lo dicho como hacia cómo se dice (los disjuntos de estilo), dejando implícito un comentario del hablante sobre el lenguaje mismo, ya sea sobre su modalidad o manera (disjuntos de manera: "PORque uno llega a LA casa y sigue funcioNANdo, como quien DIce"), ya sea sobre el punto de vista con que se expresa lo dicho (disjuntos de punto de vista: "En geneRAL, el trabajo MISmo me aGRAda") (López 1997; Quirk et al. 1985: 613-621).
Los subjuntos considerados en este análisis son aquellos que expresan un rol de modalidad que conlleva un efecto de refuerzo sobre la verdad de parte o del total de la cláusula que modifican: subjuntos enfatizadores ("... me pesqué al Cabro, lo baÑE, lo dejé pero IMpeque. HASta lo perfuME"), subjuntos intensificadores (yo VENgo de una faMIlia sumaMENte obserVANte") y subjuntos de foco, ya sea restrictivos (PreCIsamente lo meTIO Juan aquí...), ya sea aditivos ("... hay DOS, TRES casas que neceSItan monTOnes de aYUda ¿YA? IncluSIve mis propios veCInos").
2.3. Los valores modales adjetivos. Otro recurso con que el hablante puede expresar su rol y tomar una posición de comentario es a través del uso de los adjetivos. Desde un punto de vista sintáctico, los adjetivos se clasificaron como atributivos y predicativos, y desde un punto de vista semántico como descriptivos o inherentes ("... porque yo lo PARtos no los considero una emfermeDAD, los consiDEro un esTAdo totalmente norMAL"); como valorativos o no-inherentes ("... y éramos SEcas para el CUEte" = "ellas sabían golpear bien"); como intensificadores (enfatizadores, amplificadores, desenfatizadores: "yo CREO que lo priMEro que haRIa sería pegarme un feROZ viaje por el MUNdo"); y como restrictivos (En geneRAL, el trabajo MISmo me agrada") (Ripoll 1990, Quirk et al. 1985: 428-430).
2.4. La función expresivo-comunicativa de la entonación. En toda comunicación hay una parte expresa, donde aparece la información dada por el hablante al oyente, el dictum, como lo llama Bally (1965); y otra parte marginal que corresponde a los momentos preliminares con respecto al enunciado: a. el nivel de enunciación, donde el hablante ejerce su acto de habla X; y b. el nivel modal, en que el hablante indica su actitud ante lo informado. En "La ventana está abierta" hay algo que se informa: la situación extralingüística de una ventana abierta y la información añadida de que el hablante lo comunica con una actitud neutra, piensa que es así, y no le afecta emotivamente ni intenta conseguir nada del oyente. Mas, con una entonación precisa, podría manifestar su deseo de que el oyente cierre la ventana, cambiando la intención pragmática del acto de habla (Fuentes 1987: 54).
Los signos entonacionales considerados corresponden a acentos entonacionales: de tonos de rango frecuencial bajo, medio o alto; de tonos que se mueven en forma ascendente o anticadencial (desde un tono bajo a uno medio o desde un tono medio a uno alto); o de tonos que se mueven en forma descendente o cadencial desde un tono alto o medio hacia un tono más bajo. Estos movimientos tonales contrastivos se aplican a sílabas acentuadas (acento léxico), las que se hacen resaltar con el cambio de tono (y mayor intensidad y/o duración), realzando la importancia comunicativa dentro de la secuencia melódico-entonacional del enunciado. Estos acentos entonacionales son asociados a una función expresivo-comunicativa3 (Cepeda 1999, 1998, 1998a). En los ejemplos citados, las sílabas acentuadas entonacionalmente se transcribieron con letras mayúsculas.
RESULTADOS
1. GÉNERO, MODO Y MODALIDAD VERBAL. En concordancia con la definición de que la evaluación en el discurso es un "tipo de información que concierne a la expresión de sentimientos y actitudes del hablante" (Bolívar 1994: 86), el análisis de los textos seleccionados muestra (tabla 1) que el hablante en situación de entrevista concentra su discurso dentro del género informativo, especialmente en el caso de los hombres (.89 de 46 textos), quienes se concentran más en el propósito informativo de la entrevista, manteniendo una actitud de alejamiento (en términos de Tadros 1981). Las mujeres, en tanto, con preferencia a lo informativo (.49 de 78 textos), amplían su rango al género narrativo experiencial (.27 de 78 textos) y al género argumentativo (.24 de 78 textos), dando expresión a sus sentimientos y actitudes, con lo que se comprometen más con lo dicho.
Esta selección de uso de género concuerda con el uso mayoritario de la modalidad declarativa (.84 de 618 oraciones, tabla 2). El compromiso interactivo de la situación se refleja en el uso contrastivamente mayor de la modalidad interrogativa en el hombre del estrato medio (.17 de 105 oraciones contra 0.3 de 126 en la mujer), quien mantiene el contacto con el interlocutor entrevistador a través de preguntas como "¿CIERto?", las cuales funcionan como marcadores discursivos de modalidad o de relación ordenadora continuativa. El alejamiento del compromiso interactivo se refleja contrastivamente en el hombre del estrato bajo, al usar con mayor frecuencia exclamaciones como "¡Qué sé YO!" (.18 de 146 oraciones contra .02 de 112 en la mujer) con distintos valores modales (enfatizador, atenuativo, manera, punto de vista).
La expresión formal de los sentimientos se refleja en el mayor uso de oraciones exclamativas en las mujeres del estrato alto y medio. De este modo, el hablante del estrato alto (.89 de 63 oraciones) y la hablante del estrato bajo (.90 de 112) surgen como los que mantienen más estrictamente su objetividad informativa a través del uso primordial de la modalidad declarativa. Por lo tanto, y en concordancia con lo sostenido por Harris (1995: 118-119), los resultados proporcionan evidencia de la dimensión social y política de la pragmática del discurso, al ligar acciones comunicativas (las selecciones de género y modalidad) a aspectos de la realidad social (sexo y estrato social), y al ligar distintos niveles del lenguaje aditivamente para el logro de la comprensibilidad del acto comunicativo.
A estas selecciones lingüísticas también se agregan el uso mayoritario del modo indicativo (.90 de 112 casos) para sustentar la actitud del hablante respecto al enunciado y al interlocutor, especificando que la actitud modal del hablante es la de verbalizar su experiencia, sin centrarse ni en el yo hablante ni en el tú oyente, sino más bien en hechos que considera reales y efectivos. Del mismo modo, la actitud del hablante hacia lo dicho se concentra en el uso de actos de habla asertivo-representativos, donde la intención del hablante es expresar la creencia de que el contenido proposicional del enunciado es verdadero y está bajo su control interno. Así, la fuerza ilocutiva de la intención del hablante se concentra en el uso de los actos de informar (informar, explicitar, especificar, explicar), narrar (narrar, concluir) y argumentar (argumentar, opinar, expresar sentir, justificar, valorar, evaluar) expresando que lo dicho es producto de su propia opinión o que no comparte la creencia del contenido proposicional, como en el caso de los actos de habla de intención argumentativa. El uso del modo indicativo se revela como primera mayoría en todos los actos de habla y en los tres grupos sociales. El uso del modo subjuntivo (tabla 3), dentro de su rango minoritario, sobresale contrastivamente en las mujeres (con frecuencias mayores en la del estrato medio), especialmente en los actos de habla de narrar y argumentar, estableciendo evidencia de que la actitud de la hablante respecto al enunciado está más concentrada en el yo hablante al narrar y argumentar que al informar.
La amalgama de los niveles, componentes y marcadores en juego siguen reforzando la actitud del hablante tanto en el nivel lingüístico autónomo (modo como actitud modal) como pragmático (actos de habla). Además, dentro de las limitaciones que el control del entrevistador impone con turnos de preguntas que controlan la temática conversacional, las mujeres establecen su intención más personal y emotiva, especialmente en el estrato medio, indicando y legitimando su diferencia y desigualdad, al determinar, en su evaluación, que es necesario argumentar y justificar su posición. Esta evidencia sustenta lo propuesto por Habermas (1984: 285-286) en el sentido de que, en las acciones comunicativas, los participantes persiguen sus propios fines dentro de la armonía de definiciones situacionales comunes. Además, también evidencia que "los grupos dominados y sus miembros rara vez están completamente sin poder [...], por lo que la mantención del poder no es simplemente una forma de acción, sino que una forma de interacción social" (Van Dijk 1989: 21) y, en consecuencia, el control de la situación puede ser negociado en forma dinámica dentro de las condiciones del contexto social de la situación y de las relaciones entre los participantes.
López (1990: 155-156) sostiene que, en español, los modos están relacionados con la actitud modal, en tanto que la modalidad verbal –los verbos modales– establece más bien relaciones textuales, afirmación que es respaldada por nuestros resultados en Valdivia. En efecto, de las 1.488 formas verbales registradas, un 75% expresan la actitud modal a través del modo, contra un 9% de verbos modales y un 17% de formas no finitas (infinitivo y participio). Por otro lado, sobresale el hecho de que la actitud modal, tanto en su marcación de modo y de modalidad expresada por los verbos modales, hace escaso uso del realce comunicativo de la entonación. Sólo un 40% de las formas es acentuada entonacionalmente, indicando que el marcador morfosintáctico de modo y léxico-semántico de modalidad verbal son la base de la expresión actitudinal del hablante, dentro del contexto situacional de entrevista en que se encuentra. Debido a la baja ocurrencia de verbos modales sólo se puede observar una tendencia general de uso más frecuente de éstos en las mujeres y en el estrato medio, indicando nuevamente el refuerzo modalizador (de probabilidad o de certeza) que es necesario activar en estos dos grupos sociales a fin de hacer valer su posición frente al oyente.
2. MODALIDAD ADVERBIAL Y ADJETIVA. La intención del hablante es fundamental para ver la organización del discurso y la elección de sus componentes. A la hora de caracterizar un enunciado no sólo hay que ver qué estructura sintáctica presenta, sino que, además, qué modalidad tiene y cómo se ha expresado: si por signos entonativos, pausa, intensidad en la pronunciación, si por signos morfemáticos (diminutivos, morfemas verbales) o por unidades especializadas para ello (adverbios, adjetivos modales), entre otras posibilidades (Fuentes 1996: 14). En el caso de estos últimos, se produce una fuerte amalgama entre el nivel léxico-semántico y el fonológico: un 84% de los disjuntos, un 70% de los subjuntos y prácticamente el 100% de los adjetivos registrados reciben acentuación entonacional, por lo que la fuerza modalizadora de relación textual de adverbiales y adjetivos depende en gran parte del realce comunicativo entonacional.
2.1.Modalidad adverbial. Como lo muestra la tabla 4, los adverbiales registrados establecen relaciones de determinación contextual que afectan el contenido de la enunciación: son los disjuntos de contenido con juicio de valor enfatizador y los disjuntos de estilo (manera y punto de vista).
Los disjuntos de contenido enfatizador fueron usados con mayor frecuencia (tabla 3), especialmente por el estrato bajo (.52 contra .24 en el alto y .35 en el medio) y por las mujeres de este grupo (.59 contra .46 en los hombres). Les siguen en importancia frecuencial, los disjuntos de manera, especialmente en el estrato alto (.35 contra .25 y .26 en el estrato medio y bajo). También sobresale el mayor uso de disjuntos de contenido atenuador por parte del estrato alto (.29 en contraste con .11 en los otros dos estratos) y de punto de vista por el estrato medio (.35 en contraste con .12 en el alto y .10 en el bajo). Así, se da evidencia a lo sustentado por Halliday (1970: 142) y reforzado por Fowler (1985): la lengua hablada de los diferentes grupos y de diferentes individuos en diferentes roles sociales articula significados sociales característicamente diferentes. Eso es así porque los diferentes grupos necesitan reafirmar diferentes ideologías, y la práctica lingüística es el modo más poderoso de articular experiencias, creencias y valores. Por eso es importante para el estrato bajo enfatizar claramente el contenido de su información; y en las mujeres de este grupo, reforzar, también, la justificación y argumentación de su posición. Para el estrato alto, y también para todas las mujeres, resulta importante atenuar el contenido y la posición comunicativa, ya sea motivados por el principio de cooperación (Grice 1975) a la situación interactiva, atenuando la supuesta diferencia social entre el entrevistador (más joven, de estrato medio) y el entrevistado, de estrato alto, ya sea por su compromiso a decir la verdad (Habermas 1984, en Harris 1995) y la necesidad de atenuar y explicar el uso estilístico del modo en que expresa algunos juicios o contenidos que supone no son compartidos por el entrevistador. Los miembros del estrato medio, por su parte, también aplican el principio de compromiso a decir la verdad, pero prefieren para ello la estrategia de delimitar estilísticamente lo dicho, expresando cuál es el punto de vista o ámbito dentro del cual su mensaje es verdadero.
Las mujeres presentan mayor frecuencia de uso de los subjuntos enfatizadores (.35 contra .13 en los hombres), intensificadores (.23 contra .12 en los hombres) y de foco aditivo (.20 contra .12 en los hombres) para expresar el contenido enfático de su mensaje. El estrato alto, por su parte, usa con mayor frecuencia los subjuntos enfatizadores (.45 contra .25 en el estrato medio y .12 en el bajo). Los hombres, por contraste, muestran mayor frecuencia de uso de los subjuntos de foco restrictivo (.63 contra .23 en las mujeres; y los más frecuentes de la muestra total; tabla 5) reforzando su actitud objetiva de intencionalidad informativa evidenciada en el plano pragmático (actos de habla). El estrato bajo (.52 contra .23 en el estrato alto y .29 en el medio) también comparte este mayor uso frecuencial de los subjuntos de foco restrictivo, reforzando su identidad de objetividad y de mayor especificación y explicitación informativa (mayor frecuencia de uso de actos de habla de informar). Esta tendencia informativa adicional se refleja, además, en la mayor frecuencia de uso de los subjuntos de foco aditivo que presenta el estrato bajo.
De la función modalizadora de refuerzo por medio de la entonación (cf. nota 3), se destaca el contraste entre los disjuntos de contenido enfatizadores y atenuadores (tabla 4). Mientras los últimos son "atenuados" entonacionalmente al no ser acentuados tonalmente, destacando a nivel fonológico su valor de minimizar la fuerza del contenido sobre el cual se está emitiendo el juicio ("En realiDAD, prácticamente no veo televiSIÓN"), los enfatizadores reciben una acentuación de expresión de seguridad y contraste a través del uso de anticadencias (de tono medio y alto) y de cadencias ("Leo HARto ¯"). Los disjuntos de estilo de manera, en cambio, se concentran en la expresión de referencia y de familiaridad con anticadencias desde tonos bajos y medios ("...uno llega a LA casa y sigue funcioNANdo, como quien DIce "). Los disjuntos de estilo de punto de vista expresan principalmente suspenso con anticadencias en tonos medios y altos ("En geneRAL ®, el trabajo MISmo me aGRAda"). Los subjuntos enfatizadores e intensificadores (tabla 5) son acentuados en forma y función similar a la de los disjuntos enfatizadores: tonos anticadenciales y cadenciales de expresión de seguridad y contraste. En los subjuntos de foco restrictivo, aunque prima también la expresión de contraste con tonos medios anticadenciales, se agrega, además, la expresión referencial de estos tonos,. Así, la función contrastiva de seguridad reafirma el contenido léxico-semántico de los enfatizadores e intensificadores y la relación intertextual de coherencia y textura referencial de los disjuntos de estilo y de los subjuntos de foco.
2.2. Modalidad adjetiva. Fuentes (1996: 14) identifica tres rangos de modalidad: a. la modalidad representativa o grado 0, la modalidad informativo-factual como se señalaba para el modo indicativo, la modalidad asertivo-declarativa y la modalidad de fuerza ilocutiva de informar; b. la modalidad expresiva o emotiva (desiderativa, de alegría, temor, amenaza, sorpresa, duda...) incluidas en la fuerza ilocutiva de los actos de habla de argumentar (que incluyó actos de opinar, justificar, valorar, evaluar), la modalidad expresada por los verbos modales (poder, tener que, querer, aceptar, entre otros) y la función enfatizadora y de comentario de los adjuntos y subjuntos; y c. la modalidad apelativa, señalada en el uso de la modalidad interrogativa, y, según mi opinión, en el uso de los subjuntos de foco aditivo y la entonación suspensiva anticadencial de los tonos medios y altos usados en disjuntos y subjuntos.
El uso de los adjetivos se ajusta a la modalidad representativa en el caso de los adjetivos descriptivos, y a la modalidad metafórico-emotiva en el caso de los adjetivos valorativos. Ambos tipos son de uso más frecuente en la estructura predicativa (tabla 6), siendo los valorativos más frecuentes en las mujeres (.36 contra .21 en los hombres), especialmente en el estrato alto (.34) y bajo (.33 contra .06 en el estrato medio), reforzando la necesidad expresivo-emotiva ya identificada en los textos discursivos femeninos, característica que se refuerza aún más con la mayor frecuencia de los adjetivos intensificadores amplificadores en todas las mujeres, (.31 contra .21 en los hombres). A semejanza de los verbos modales, el uso de la modalidad adjetiva presenta bajas frecuencias.
El realce entonacional en los adjetivos predicativos valorativos y descriptivos se realiza con tonos cadenciales de expresión de seguridad y contraste y con tonos complejos ascendentes-descendentes Ù de expresión enfática ("... y éramos SEÙcas para el CUEte"). Los intensificadores también enfatizan con estos tonos complejos, pero con tonos de rango más bajo y agregando un valor referencial y de inconclusividad a los usos anticadenciales de tono medio ("No digamos en GRANÙdes cantidades...").
Así, con este último marcador de modalidad, demostramos con evidencia de habla real lo propuesto por Narbona (1990: 1041-1042) con respecto a que en el uso de los adjetivos "los procedimientos sintáctico-semánticos no son los únicos de los que se sirve el lenguaje conversacional para la expresión de contenidos [... con] una fuerte carga afectiva ponderativa..." Para una focalización subjetiva, que refleje la intención pragmático-semántica y de modalidad del hablante con que el carácter valorativo quede potenciado, es necesario considerar la curva melódica con que el hablante configura sus unidades informativas.
CONCLUSIONES
La visión de la lengua como práctica social involucra las nociones de "prácticas directivas" claramente visibles en conversaciones cara a cara, especialmente en entrevistas, y de "prácticas constitutivas", que son aquellas que realizan la construcción y evaluación de la realidad. Es decir, es la lengua la que en forma continua crea sistemas de creencias que legitiman las instituciones de poder. El "cómo lo hace" puede ser explicado claramente a nivel léxico, ya que el vocabulario de una lengua puede ser considerado como parte de las preocupaciones de una cultura (Fowler 1985). Para explicarnos "cómo lo hace", hemos presentado el uso del género, modo, modalidad y entonación del español de Valdivia, Chile, en una selección de textos en situación de entrevista, cuyos resultados se pueden resumir en que la información evaluativa, concebida como la información que concierne a la expresión de los sentimientos y actitudes, se expresó: 1. por medio del género informativo, en primer lugar, y por el narrativo y argumentativo, en segundo lugar; 2. por el uso de la modalidad declarativa en su gran mayoría; 3. por el uso de actos de habla asertivo-representativos con la intención de informar, narrar o argumentar; 4. el uso mayoritario del modo indicativo, centrado en la verbalización de los hechos factivos de la experiencia del hablante, coincidiendo en los cuatro casos con el propósito informativo del hablante que ha accedido a una entrevista; y 5. el uso más frecuente de verbos modales en los actos de habla de intención argumentativa evaluativa.
En la identificación de la figura femenina, se destaca la frecuencia contrastivamente más alta en: 1. el uso del subjuntivo en los actos de narrar y argumentar; 2. el uso de disjuntos de contenido enfatizador en los actos de habla de informar y argumentar; 3. el uso de los subjuntos: de enfatización en los actos de habla de argumentar y narrar; intensificadores en los actos de intención narrativa; y de foco aditivo en los actos de habla de informar, narrar y argumentar; 4. el uso de los adjetivos intensificadores, especialmente en informar y narrar. Los hombres, en cambio, destacan por el uso más frecuente: 1. de disjuntos de estilo de manera en los actos de habla de informar y de disjuntos de estilo de punto de vista en los actos de habla de narrar, y 2. de subjuntos de foco restrictivo en los actos de habla de informar y narrar. Destaca, entonces, entre otros aspectos, la intención de expresar la opinión argumentativa en las mujeres (y en el estrato medio) y la intención más objetivo-informativa de precisión en los hombres (y en el estrato medio).
Como lo propone Harris (1995: 133), sería útil si nuestros trabajos de análisis se realizaran a través de: a. el componente proposicional, con referencia al uso selectivo de los sistemas lingüísticos que están en la base de los significados proposicionales, incluyendo además representaciones léxicas y semánticas y el uso de presuposiciones y proposiciones dependientes; b. el componente interaccional, con referencia a rasgos como la selección distributiva de los actos de habla, su secuencia, la toma de turnos, las condiciones de validez, etc.; c. el componente intertextual, identificando cómo los textos se construyen a través de la selección de ciertos órdenes del discurso, como géneros, narrativas; y d. el componente histórico/contextual, incluyendo el contexto inmediato y el más amplio, incorporando los esquemas ideológicos propios de las estructuras y procesos sociales, económicos y políticos.
1 El índice de estratificación social incluyó variables con puntajes de 1 a 7. Cada grupo familiar (66 en total) fue ubicado en uno de los grupos sociales: alto, medio, bajo según el puntaje obtenido en el índice. La información misma se obtuvo por observación directa o por preguntas incluidas en el flujo de la conversación de la entrevista (Cepeda et al. 1988: 27-38).
2 El análisis estadístico se calculó en base a frecuencias (n) y proporciones (p). Ya que el total de las frecuencias era diferente-no comparable, a cada frecuencia se le aplicó un test de docimasia z, donde n1 y n2 > 5 y z » n (0.1).
Para su uso computacional en EXCEL, esta fórmula corresponde a:
35-C5)/@RCUAD(((B5x(1-B5))/DJ)+((C5x(1-C5))/E5)).
Este test convirtió frecuencias a valores comparables, permitiendo el proceso comparativo por medio de proporciones y estableciendo su significancia (en la que se especificó 1.645 o más, es decir, en 0.05 o más).
3 Siguiendo a grandes rasgos la teoría de secuencia de tonos (Ladd 1996), el análisis entonacional identifica un inventario de las unidades abstractas observadas en el sistema del español de la ciudad de Valdivia. En general, los resultados coinciden con lo expuesto en la literatura. El movimiento descendente cadencial se observa con frecuencias significativamente más altas en el término de la unidad oracional, las que conllevan la expresión modal de conclusividad con una función gramatical de marcación del límite oracional y una función expresivo-comunicativa de seguridad, confianza, finalidad o énfasis. El movimiento ascendente de anticadencia conlleva la expresión modal de inconclusividad, en unidades entonacionales de función gramatical de demarcación de límites intraoracionales en referencia a la secuencia precedente que se está terminando (límite de palabra, sintagma o cláusula) y en referencia a la secuencia que sigue, en el sentido de que anuncia el deseo o intención de continuar con el mensaje, con una función expresiva de inconclusividad o familiaridad (Cepeda 1998, 1998a, 1999).
Universidad Austral de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Instituto de Lingüística y Literatura
Casilla 567, Valdivia, Chile
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