ESTUDIOS FILOLÓGICOS, N° 33, 1998,
pp. 7-22
DOI: 10.4067/S0071-17131998003300001
Aspectos sociolingüísticos de un cambio gramatical: la expresión de futuro
Sociolinguistic aspects of a grammatical change: the expression of future
Manuel Almeida, Marina Díaz
En nuestra investigación estudiamos un cambio que se está produciendo en el nivel morfosintáctico de Las Palmas de Gran Canaria (Islas Canarias): el avance de la forma futura en –ré (Mañana iré a la playa) frente a otras formas de expresar la futuridad, el presente de indicativo (Mañana voy a la playa), que fue más frecuente en épocas pasadas, y la perífrasis (Mañana voy a ir a la playa). No se trata de selección de una de entre varias formas de "decir lo mismo", sino de tres modos diferentes (en sentido pragmático) que tiene el hablante de presentar los hechos futuros.
In our research, we have analysed the social and linguistic insertion of a change taking place in the city of Las Palmas de Gran Canaria (Canary Islands): the advance of the use of the future form –ré (Mañana iré a la playa "Tomorrow I’ll go to the beach") against other forms of the present (Mañana voy a la playa "Tomorrow I’m going to go to the beach"), wich had been more common in the city in former decades, and of periphrasis (Mañana voy a ir a la playa "Tomorrow I’m going to go to the beach"). The three expressions of future time do not represent, however, different ways of saying the same thing (in the Labovian sense), but rather a different means (in the pragmatic sense) of locating future facts.
Frente a modelos como el estructuralista o el generativo, que han analizado el cambio lingüístico desde una perspectiva más bien formal (asociada a la idea de comunidad lingüística homogénea) y que han centrado su atención en los estadios inicial y final del cambio (véase, por ejemplo, Martinet 1955/1974, Hjelmslev 1976), la Sociolingüística histórica (Weinreich, Labov y Herzog 1968, Labov 1972/ 1983, Milroy 1992) propone que los cambios que se producen en una comunidad hablante se inician con una etapa de variación durante la cual dos o más formas lingüísticas que hasta ese momento se hallaban en una relación de distribución estable en el plano social y en el plano lingüístico comienzan a experimentar modificaciones en sus frecuencias de uso, principalmente porque algún grupo de la comunidad las adopta (consciente o inconscientemente) como rasgo de identificación social y las utiliza en un mayor número de contextos lingüísticos1. A partir de este grupo innovador, el cambio puede propagarse a los demás grupos sociales, a un ritmo más acelerado en unos que en otros, dependiendo del tipo de valores simbólicos adscritos a las formas lingüísticas afectadas, de la proyección social de los grupos, del tipo de organización social, etc.
La posibilidad de analizar los estadios intermedios del cambio ha permitido obtener interesantes datos sobre los mecanismos que hacen posible su introducción en los hábitos lingüísticos de una comunidad, su modo de propagación a través de la estructura lingüística y de la estructura social, los valores simbólicos adscritos a las formas lingüísticas implicadas, la redistribución de dichos valores en los diferentes grupos sociales que componen la comunidad, etc. Es cierto que los trabajos sociolingüísticos sobre el cambio también han puesto en evidencia algunas limitaciones (el carácter descriptivo de la mayoría de ellos, la dificultad de establecer correlaciones sistemáticas entre factores psicosociales, lingüísticos y estilísticos (Guy 1990), etc.), pero, así y todo, las propuestas sociolingüísticas constituyen actualmente el corpus teórico más riguroso para el estudio de los cambios lingüísticos en marcha.
El objetivo de esta investigación ha sido dar cuenta de los aspectos sociolingüísticos que intervienen en la selección del futuro morfológico en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria (iré, saldré). Los datos proporcionados para el español canario por investigaciones anteriores se refieren a una diversidad de tendencias en la expresión de la futuridad. En las zonas rurales grancanarias estudiadas por Almeida y Díaz Alayón (1989: 117-118) y en las áreas de Tenerife estudiadas por Catalán (1960), las acciones futuras se construyen, fundamentalmente, con el presente y la perífrasis; la aparición del futuro morfológico se considera excepcional. En Los Silos (Lorenzo Ramos 1976: 113) alternan la perífrasis y el futuro. Almeida y Díaz Alayón (1989: 122) proponen como norma general para el Archipiélago la alternancia de las tres formas, sin indicar preferencias de uso.
En un muestreo exploratorio llevado a cabo en 1991 en Las Palmas pudo comprobarse, sin embargo, que el futuro morfológico aparecía con una importante frecuencia de uso, por lo que, a la luz de los datos sobre otras zonas de Canarias, se pensó en la posibilidad de que nos halláramos ante un cambio en marcha y se decidió emprender un detallado análisis sociolingüístico.
Los hablantes capitalinos disponen de tres posibilidades de expresar una acción futura: la morfológica, como en "Mañana iré al médico", el presente de indicativo, como en "Mañana voy al médico", y la perífrasis, como en "Mañana voy a ir al médico". Este tipo de oraciones puede construirse con indicador de futuro expreso ("mañana", "las próximas elecciones", "el año que viene", etc.), como en los ejemplos expuestos, o no, en cuyo caso resulta más complejo determinar el carácter futuro de la acción expresada. Es por ello por lo que aquí sólo nos ocuparemos del primer tipo de construcciones.
Conviene señalar que, a diferencia de otros casos, donde las formas lingüísticas implicadas poseen el mismo significado lingüístico o pragmático (por ejemplo, la introducción de leísmo en una comunidad donde el pronombre vernáculo masculino para el objeto directo es lo), en el caso de la alternancia de las tres formas de futuro mencionadas nos hallamos con diferencias referidas al significado pragmático. Cada una expresa un diferente grado de certidumbre sobre el cumplimiento de la acción futura: la máxima probabilidad de que ocurra la acción expresada por el verbo la aporta el presente, y la menor probabilidad la forma morfológica.
Paralelamente, el hecho de que los grupos sociales hayan podido incorporar el futuro morfológico a sus hábitos lingüísticos, en tanto que otros grupos se inclinan por formas más asertivas, supone aceptar que en una misma comunidad existen distintos modos de significar y expresar los hechos de la experiencia, en la línea de lo apuntado por Lavandera (1984).
METODOLOGIA
Se seleccionó a 47 hablantes de la ciudad (el 0,025% de la población de más de 25 años) que fueron clasificados según tres variables sociales: nivel socioprofesional, edad y género. El nivel socioprofesional se determinó a partir de la obtención de la media ponderada de los índices "situación profesional", "estudios" e "ingresos", otorgándose un mayor valor al primero y un menor al último. La variable quedó organizada en cuatro niveles: alto, medio-alto, medio-bajo y bajo. Respecto de la edad, se contemplaron tres niveles: jóvenes (25-34 años), edad madura (35-54 años) y viejos (55 años o más), siguiendo una clasificación ampliamente aceptada en los estudios sociolingüísticos hispánicos.
El número de individuos de cada grupo se conformó teniendo en cuenta su peso numérico en la población, para lo cual se manejaron los datos del último Censo de Población (1986). La selección final quedó del siguiente modo:
1. Nivel socioprofesional: 4 informantes del nivel alto, 7 del medio-alto, 12 del medio-bajo y 24 del bajo.
2. Edad: 14 jóvenes, 19 individuos de edad madura y 14 viejos.
3. Género: 23 hombres y 24 mujeres.
Un nuevo problema, característico de los estudios gramaticales, viene representado por la dificultad de obtener estructuras oracionales que expresen acciones futuras en el discurso hablado. Para solventarlo se acudió al procedimiento de dirigir la conversación a través de un cuestionario sencillo ("Quién crees que va a ganar las próximas elecciones?", "¿Piensas ir a tal o cual acontecimiento?", etc.). Estas entrevistas duraron 60 minutos, lo que supone que el corpus total estuvo constituido por 47 horas de grabación.
Los sujetos fueron sometidos, asimismo, a un test de actitudes con el fin de determinar los valores simbólicos adscritos a cada una de las formas lingüísticas que participaban en el cambio. En este caso, y tras proponer al informante varias frases sencillas (por ejemplo, "Después de que acabe el trabajo me voy/ me voy a ir/ me iré a la playa"), se le preguntaba sobre si, a su juicio, poseían o no el mismo significado, si las consideraba características de algún grupo social determinado, si las usarían en contextos formales o no, etc. También se anotó la información que los individuos proporcionaron una vez acabada la entrevista y que se hallaba relacionada sobre todo con precisiones hacia las actitudes valorativas que habían formulado, insistiendo en ellas con diferentes argumentos.
La recogida de materiales fue realizada por varios investigadores. Sin embargo, con el fin de eliminar el efecto de esta circunstancia sobre el estilo conversacional, se determinó que en todos los casos el informante seleccionado tenía que ser una persona muy conocida del encuestador. Por ello, y a pesar de la utilización del cuestionario abierto, puede considerarse que el estilo de habla obtenido ha sido más bien semiinformal. Ello se comprueba, por ejemplo, en el hecho de que con frecuencia los informantes no se limitaban a responder las preguntas que se les hacían, sino que añadían comentarios personales en los que no faltaban rasgos expresivos, ideológicos, etc.
Las variables lingüísticas seleccionadas fueron tres: tipo de verbo, tipo de sujeto y tipo de cláusula. Todas ellas han sido utilizadas en otro tipo de investigaciones sobre alternancias gramaticales, hayan tratado sobre la expresión de futuro o no (Bentivoglio 1987, Enríquez 1984, Thibault 1991, Jacobson 1983, Labov 1969, Matsuda 1993, Tarallo 1989, etc.).
Respecto del tipo de verbo, se tuvo en cuenta la clasificación de Givón (1984), adoptada por Bentivoglio (1987):
a) Verbos de acción: "El fin de semana también voy a volar, y después esta semana, como es la última, le pido el barco a un amigo y me voy a navegar", "El próximo fin de semana me levanto a las ocho...".
b) Verbos de estado: "Yo creo que en uno o dos siglos la tierra ni existirá...", "Eso no se sabe. Quién sabe si dentro de uno o dos siglos va a caer una bomba y la tierra se queda hecha un asco".
c) Verbos de dicción: "... yo creo que a mi hijo cuando crezca le diré la forma de evitar muchas cosas", "Antes los padres les decían a los hijos: hoy no salgas porque esta noche vamos a rezar el rosario".
d) Verbos psicológicos: "Yo me planteo el divorcio cuando los hijos sean mayores", "Cuando tenga ochenta años, pensaré en la muerte".
e) Otros: "Lo que hay en el mundo dentro de unos años es lo que hay ahora", "Yo creo que en el año dos mil mis hijos van a tener su porvenir hecho".
En la variable "Tipo de sujeto" se contemplaron tres posibilidades:
a) Sujeto no expreso: "Pensé: a la tarde voy a la sociedad y llevo esta misma ropa para que me reconozca", "Dentro de cien o doscientos años habrá menos gente porque ya nadie quiere tener hijos y vamos a haber mayores sólo".
b) Sujeto pronominal: "Yo desheredada no te dejo, pero no te voy a dejar una parte igual a la de tus hermanos".
c) Sujeto sintagmático: "(...) sí, mis hijos van a estudiar, no como yo (...)", "(...) pero yo soy optimista y creo de dentro de seis o ocho años, máximo diez, yo creo que la crisis se acaba".
Para el tipo de cláusula, en fin, se pretendió contrastar el comportamiento de las cláusulas subordinadas frente al resto: "(...) y entonces digo: me sonará el otro a las seis cuarentaicinco, pero no fue así (...)", "(...) necesitamos plazas de bomberos, ahora dice el señor concejal que va a convocar veinte plazas en octubre", vs. "(...) cuando ya la doctora le dé el alta, respiraremos más tranquilas", "Dicen que hay una vacuna que lo va a matar a ese virus, pero eso no lo vamos a ver hasta dentro de muchos años".
Los datos obtenidos fueron sometidos a un análisis estadístico por medio del programa VARBRUL 2S. Los subprogramas utilizados nos han permitido obtener la correlación de los factores sociales y lingüísticos (cuadro 1) y realizar análisis cruzados de los factores sociales y de éstos con los lingüísticos (resto de los cuadros).
RESULTADOS
El número de casos analizados ha sido de 1.457. Los porcentajes globales de las tres formas de futuro muestran que los hablantes de la ciudad se inclinan preferentemente por las formas situadas en los extremos del eje semántico-pragmático de la certidumbre: 45% para la variante morfológica y 37% para el presente de indicativo, situándose la perífrasis en el 18%. El futuro en –ré se halla, pues, firmemente implantado en el habla de Las Palmas. No obstante, conviene destacar también el arraigo social del presente de indicativo.
1. Factores psicosociales. Estudios realizados sobre diversas
comunidades de habla han mostrado que puede existir una relación entre
el carácter prestigioso o no de las formas lingüísticas y
sus frecuencias de uso, de modo que aquellas unidades valoradas como más
prestigiosas pueden ser promovidas en las interacciones sociales, sobre todo
en determinadas situaciones comunicativas (las más formales o más
ceremoniales)2
(Labov 1966/ 1982: 286-291, 1972/ 1983: 158-160). También juegan un papel
importante en cierto tipo de cambios, como ha mostrado Labov en los estudios
sobre la centralización de los diptongos (ay), (aw) en Martha´s
Vineyard o el avance de (r) en Nueva York.
En el caso de la capital grancanaria, el estudio de las actitudes revela que, en general, los individuos consideran más correcta la forma futura en –ré, frente a las otras dos variantes para expresar la futuridad. Se es consciente de que cada una de las formas sitúa los hechos futuros con un distinto grado de certeza, pero la forma más apropiada para expresar una acción futura es la morfológica. En esta valoración ha podido estar interviniendo lo que Kroch y Small (1978) llaman ideología gramatical, esto es, la creencia de que las formas gramaticales características de la modalidad estándar son lógicamente superiores a las de las variedades dialectales no estándares. Esta idea se ve apoyada por la opinión expresada por algunos individuos de que el futuro morfológico es la forma característica de los textos escritos.
Paralelamente, algunos informantes expresaron la creencia de que la forma de futuro innovadora es la más prestigiosa (por ejemplo, es la que prefieren en los contextos de situación formales). Como se ha visto ya, en épocas pasadas el uso del futuro morfológico parecía caracterizar el habla de los grupos sociales con un mayor nivel cultural. Actualmente, la imagen social positiva proyectada por dichos grupos, unido al mayor acceso de los individuos a la escolaridad (principalmente a los estudios superiores) y a una mayor valoración de la cultura, considerada en sí misma o como un medio instrumental, ha permitido crear una asociación entre la forma verbal que analizamos y un valor social (la cultura en este caso).
2. Factores sociales. En el cuadro 1
aparecen representados los porcentajes y probabilidades de aparición
del futuro morfológico según factores sociales y lingüísticos.
Cuadro
1
Correlación de factores linguisticos y sociales
en el uso del futuro morfológico
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FACTORES SOCIALES Género Mujeres |
405/821 |
49 |
0.60 |
Generación 1° edad |
147/471 |
52 |
0.58 |
Nivel Socioprofesional Alto |
67/125 |
54 |
0.54 |
FACTORES LINGÜISTICOS Tipo de verbo Verbo de acción |
445/496 |
47 |
0.52 |
Tipo de sujeto Sujeto cero |
247/471 |
49 |
0.58 |
Tipo de cláusula
Subordinada
Input = 0,36
|
132/495 |
27 |
0.34 |
Para comprobar si realmente nos hallamos ante un proceso de cambio examinemos en primer lugar los datos referentes al factor generacional que aparecen en el cuadro 1. Se observa que el futuro morfológico es más frecuente en los jóvenes (0.57) y menos en los individuos más viejos (0.42), situándose entre ambos los miembros de la generación intermedia (0.51). Se trata de un patrón jerárquico típico de ciertos procesos de cambio. Sin embargo, los datos no parecen lo suficientemente contundentes como para hablar de cambio, pues las diferencias entre los tres grupos etarios no son muy abruptas. De ese modo, cabe la posibilidad de que, en realidad, lo que se está describiendo aquí sea una estratificación generacional estable. Cuando, como en este caso, los datos proporcionados por el análisis del tiempo aparente no resultan excesivamente fiables, se han propuesto varios métodos para determinar si nos hallamos ante un cambio o no.
Preston (1991) sugiere acudir a un procedimiento sencillo: comparar los valores máximo y mínimo de los factores lingüísticos y de los factores sociales. Si las diferencias entre los valores de los primeros son más altas que las diferencias registradas entre los segundos no podría hablarse de cambio, pero sí en la situación contraria. Esta tesis se encuentra apoyada con una gran cantidad de ejemplos de distintas comunidades. En el caso de Las Palmas, la diferencia entre los valores máximo y mínimo de los factores lingüísticos ha sido de 32 (0.34 y 0.66, registrados en la variable "tipo de cláusula"), mientras que en los factores sociales fue de 24 (0.38 y 0.62 en la variable "nivel socioeconómico"). Aunque los datos parecen apoyar la hipótesis de la variación generacional estable, la diferencia de sólo cuatro puntos entre ambos índices hizo que tampoco tomáramos una decisión al respecto.
Otra solución consiste en acudir a los datos proporcionados por el factor socioprofesional (o socioeconómico), pues se ha estimado que cuando éste ofrece un patrón curvilíneo (esto es, un patrón donde las frecuencias más altas de una determinada forma lingüística se sitúan en los grupos sociales medios) nos hallamos ante un cambio lingüístico (Guy et al. 1986, Alturo y Turell 1990). Esta idea parte de las investigaciones de Labov sobre Nueva York; no obstante, en la teoría laboviana el patrón curvilíneo es interpretado como un indicio de cambio en aquellos casos en que se analizan conjuntamente los factores socioeconómico y estilístico. Esto es, se espera que las variantes lingüísticas consideradas prestigiosas se usen más según se va pasando de los estilos menos formales de habla a los más formales, y que este comportamiento afecte de un modo semejante a todos los grupos. En el caso de algunas variables lingüísticas (como (r) en Nueva York), cuando se pasa de estilos medianamente formales a los más formales, los hablantes de la clase media-baja, que hasta ese momento usaban las variantes prestigiosas en menor medida que las clases más altas, llegan a usarlas con una frecuencia superior a aquéllas, lo que ha sido tomado como indicio de cambio.
El hecho de que en otras investigaciones sociolingüísticas no haya sido analizado el factor estilístico o situacional no ha evitado que el patrón curvilíneo haya sido interpretado en términos de cambio. La tesis que justifica esta interpretación vendría a ser la siguiente: conscientes del valor simbólico del lenguaje en la promoción social, las clases medias, que aspiran a un ascenso social, adoptan las variantes lingüísticas propias de las clases altas (en las que desean integrarse y a las que, por tanto, tratan de imitar en sus comportamientos), pero llegan a usarlas con mayor frecuencia, seguramente porque no dominan todos los recursos comunicativos de las clases superiores (por ejemplo, los relacionados con el contexto de situación).
Si acudimos a los datos del cuadro 1 se comprueba que, efectivamente, se reproduce un patrón curvilíneo, pues el grupo social con los índices más altos de futuro morfológico es el segundo grupo superior de la escala. Esto justificaría el que podamos hablar de cambio. No obstante, con el fin de tener una mayor seguridad se optó finalmente por una solución seguida en otras investigaciones y que, sin lugar a dudas, resulta la más fiable: el análisis en tiempo real (Labov 1972/ 1983, 1980b; Milroy 1992, Guy et al. 1986).
Dado que no existe información sobre el uso de las formas gramaticales estudiadas en la ciudad de Las Palmas, se procedió a utilizar una serie de grabaciones obtenidas por Almeida a comienzos de los años ochenta y empleadas en un análisis fónico de la capital grancanaria (Almeida 1990). De ellas se seleccionó a 15 hablantes de ambos sexos, mayores de 25 años y de tres niveles culturales. El análisis de las siete horas y media de grabación sólo permitió obtener 36 ejemplos de formas gramaticales referidas al futuro; de ellos, el 71% se corresponde con el presente de indicativo, el 18% con el futuro morfológico y el 11% restante con la perífrasis. Casi todas las formas en –ré se concentraron en los hablantes con estudios superiores, lo que revela la coexistencia de dos formas de expresar la futuridad: una vernácula, representada por el uso del presente de indicativo, y otra estándar, cuyo uso aparece promovido por las instituciones universitarias.
Así, pues, en los últimos quince años los hablantes han ido imponiendo el futuro a costa del presente. A la vista de todo lo dicho hasta ahora podrían plantearse algunas posibles causas del cambio. En primer lugar, el mayor contacto con la variedad estándar de la lengua como consecuencia del acceso de los individuos de las clases medias y bajas a los estudios superiores en épocas recientes. Normalmente, las instituciones educativas (agentes socializadores de gran importancia) se hallan encargadas de difundir la idea de la superioridad de la variedad estándar y, paralelamente, la necesidad de dominar dicha variedad como requisito para el ascenso social (algo que resulta coherente con la interpretación del cambio como imitación del modo de hablar de los grupos socioprofesionales más altos). De ahí puede proceder una de las razones por las que la forma futura en –ré ha sido considerada más prestigiosa. Pero el contacto con la variedad estándar de la lengua ha podido producirse, además, por la mayor movilidad espacial de los hablantes de Las Palmas, así como por el carácter exocéntrico de la ciudad. Los posibles contactos con hablantes del castellano estándar habrán servido para comprobar la eficacia comunicativa del futuro morfológico, debilitando así los lazos simbólicos que lo asociaban exclusivamente al ámbito escolar.
En segundo lugar, el hecho de que en otra época el futuro en –ré estuviera asociado a los individuos de mayor nivel educativo también ha podido influir en su valoración como rasgo prestigioso de la comunidad y, por tanto, del cambio. La importancia que se suele dar a la cultura académica en nuestras sociedades (una idea que también se difunde desde los centros educativos) ha llevado a los individuos de Las Palmas a adoptar ciertos rasgos lingüísticos simbólicos relacionados con los grupos cultos de la población. Se comprueba así que en una sociedad que resulta cada vez más competitiva y compleja los signos del lenguaje intervienen más activamente en la construcción y proyección de la imagen social de los individuos.
En tercer lugar, el avance de la forma futura que expresa más incertidumbre podría estar relacionada con las transformaciones socioeconómicas y culturales que se han producido en los últimos quince o veinte años y que pueden caracterizarse por la existencia de una crisis ideológica más o menos acusada (como se manifiesta, por ejemplo, en la desconfianza abierta hacia las instituciones políticas); por una serie de vaivenes económicos, que han supuesto, entre otras cosas, un crecimiento de la inestabilidad y precariedad laborales (por ejemplo, en la población joven); por una mayor segregación entre los grupos en lo que respecta al reparto de la riqueza; por un mayor grado de dependencia externa en lo económico, sobre todo tras la incorporación a la Europa comunitaria, etc. Ello ha podido conducir al abandono de las formas más asertivas y su sustitución por otras más hipotéticas, en consonancia con la nueva realidad social.
Por último, podría pensarse que el hecho de que los jóvenes utilicen el futuro morfológico (que supone el grado mayor de incertidumbre) y los más viejos el presente (expresión de una mayor certeza) tiene que ver, exclusivamente, con los cambios que se producen en la experiencia vital de cada uno de los grupos etarios: según aumenta ésta, aumentaría, paralelamente, la seguridad de que ocurra o no aquello que se indica en las acciones futuras que se describen.
Los datos del cuadro 1 revelan también que, según la variable "género", el futuro morfológico aparece claramente impulsado por las mujeres, confirmándose así la asociación entre sexo femenino y variantes lingüísticas prestigiosas, un comportamiento que aparece en numerosas comunidades de habla (Labov 1990, Alturo y Turell 1990, Holmquist 1985, Almeida 1994-95, 1995; Serrano 1994).
En síntesis, desde el punto de vista social nos hallamos ante un cambio lingüístico que aparece promovido por las mujeres, la generación más joven y el nivel socioeconómico medio-alto, tres grupos que con gran frecuencia aparecen asociados en la promoción de ciertas variantes lingüísticas valoradas socialmente como más prestigiosas y/o características de la modalidad nacional estándar. En este caso no se trata de la introducción de una nueva variante lingüística en la comunidad, sino de la activación de una forma que ya existía en el habla de los individuos de ciertos grupos sociales (los que han recibido un grado más alto de instrucción), aunque usada de modo más bien precario en el resto de la comunidad.
3. Factores lingüísticos. Los datos del cuadro 1 muestran, además, que el futuro perifrástico se ha acomodado antes en unos contextos lingüísticos que en otros. Respecto de la variable "tipo de verbo", se observa que el futuro morfológico ha progresado más cuando caracteriza a verbos de estado, acción y dicción, mientras que ha avanzado más lentamente en el contexto de verbos psicológicos, lo mismo que en la categoría "otros". Los datos de la variable "tipo de sujeto" revelan que la ausencia de sujeto favorece la aparición de la forma futura más imprecisa, seguido del contexto con sujeto sintagmático. Por último, en la variable "tipo de cláusula" la condición para el progreso del futuro es que la oración no sea subordinada. Esta última afirmación parece apoyar la idea de Matsuda (1993) y Tarallo (1989) de que las cláusulas subordinadas son entornos poco progresivos e innovadores, de ahí que tarden en aceptar los cambios lingüísticos.
4. Otros aspectos sociales del cambio. En las investigaciones sociolingüísticas se viene insistiendo desde hace tiempo en la necesidad de efectuar análisis cruzados entre las variables sociales con el fin de precisar algunos aspectos relacionados con la dirección y la inserción social de los cambios. En este caso se cruzará la variable género con cada una de las otras dos variables sociales. En el cuadro 2 aparecen representadas las diferencias entre hombres y mujeres según el factor edad.
Cuadro 2
Uso del futuro sintético según sexo y nivel generacional
(X2 = 16,713; p< 0,001)
Mujeres | Hombres | |||
1° generación | 142/241 | 59% | 105/230 | 46% |
2° generación | 164/362 | 45% | 94/214 | 44% |
3° generación | 99/218 | 45% | 56/192 | 29% |
Se comprueba que el único grupo donde la forma en –ré supera el 50% es en el de las mujeres jóvenes, pero se observa también que el futuro morfológico alcanza porcentajes destacados en todos los demás grupos (lo que da idea del arraigo del cambio en la comunidad). La única excepción parecen ser los hombres de la generación más vieja, que se encuentran apartados del proceso de cambio (un comportamiento característico de este grupo cuando nos encontramos con cambios desde arriba). Probablemente el cambio fue iniciado por las mujeres más jóvenes, y desde ellas se pudo haber extendido, al mismo tiempo, en dos direcciones: hacia las mujeres de más de 35 años y hacia los hombres de menos de 55. El grupo de mujeres jóvenes parece constituir un grupo especialmente activo en la divulgación de cambios ligados a formas lingüísticas consideradas más prestigiosas o estándares3.
Cuando se cruzan las variables género y clase social (cuadro 3) el comportamiento es más complejo.
Cuadro
3
Uso del futuro sintético según sexo y nivel socioprofesional
(X2 = 235,359; p< 0,001)
Mujeres | Hombres | |||
N. alto | 49/73 | 62% | 18/46 | 39% |
N. medio-alto | 18/20 | 90% | 95/193 | 49% |
N. medio-bajo | 140/214 | 65% | 46/159 | 29% |
N. bajo | 198/508 | 39% | 96/238 | 40% |
Los datos indican que, excepto en el nivel social más bajo (donde las diferencias entre sexos se anulan), las mujeres han adoptado el cambio con más rapidez que los hombres, ya que en ellas el futuro morfológico es mayoritario. Entre éstas destaca el comportamiento de las mujeres de nivel medio-alto, con un 90% de usos de la forma en –ré. En el caso de los hombres, en ningún caso se supera el 50%, aunque el grupo de nivel medio-alto (el más innovador) se acerca a esa cifra. Los hombres de nivel medio-bajo parecen ocupar una posición marginal en el progreso social del cambio, mientras que los hombres de los restantes grupos se han incorporado de un modo prudente al mismo.
Conviene señalar, además, la existencia de otros comportamientos. Por ejemplo, las mujeres de nivel medio-bajo llegan a usar el futuro en –ré algo más que las mujeres de nivel socioprofesional alto, lo que apoyaría la idea ya expuesta de que nos hallamos ante un cambio ligado al factor "prestigio" y a los grupos socioprofesionales intermedios (en este caso, de mujeres). Si analizamos el comportamiento de los hombres nos encontramos, sin embargo, con que son los individuos de nivel socioprofesional más bajo los que presentan un comportamiento lingüístico coincidente con el del grupo más alto, lo que, de ser cierta la teoría que asocia el uso de variantes prestigiosas con el deseo de proyección social ascendente, revelaría que ésta es una característica no exclusiva de los grupos sociales intermedios, sino que también afecta a los niveles sociales más bajos.
Determinadas investigaciones han tratado de establecer un paralelismo entre las diferencias de género dentro de cada grupo social y el poder social de éstos. No obstante, no han sido aclaradas debidamente las razones que explican esta relación. Podría pensarse que aquellos grupos con un mayor poder en la comunidad tratarán de mantener una cohesión más fuerte con el fin de mantener sus privilegios. Pero también podríamos considerar que los grupos situados más bajo en la escala social procurarán alcanzar un importante grado de cohesión con el fin de mantener su identidad como grupo ante las presiones que ejercen las clases altas. Por ello, tal vez convenga tener presente que el factor "poder" en sí mismo no puede predecir una mayor o menor homogeneidad lingüística entre los hombres y las mujeres. Lo que ocurre más bien es que dicho factor aparece combinado con otros, como la posición social de los miembros de cada sexo en su grupo social y en relación a la comunidad, los deseos de mantener dicha posición o de experimentar un cambio, el tipo de variantes lingüísticas implicadas (vernáculas o no), el tipo de prestigio adscrito a las mismas, las presiones sociales ejercidas sobre los grupos y la capacidad de resistencia de éstos, etc., de ahí que los datos proporcionados por las investigaciones sociolingüísticas sean muy dispersos.
Eckert (1989), por ejemplo, explica que las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres serían más grandes en los grupos con menor poder, los situados en la parte más baja de la escala social (donde, a su juicio, el acceso de las mujeres al poder representaría una amenaza para los hombres). Para J. Milroy (1982), en cambio, es justo en esos grupos donde se registran las semejanzas más grandes entre los sexos (al menos para una ciudad como Belfast). Labov (1990) aporta una exhaustiva información donde da cuenta de que las diferencias más acusadas se encuentran en el segundo nivel social más alto, mientras que los datos de Wolfram (1969) para Detroit (citado en Chambers 1995: 114-118) describen una situación en que, en general, las diferencias más altas entre los sexos se localizan en los grupos sociales intermedios. En Santa Cruz de Tenerife (Almeida 1994-95, 1995) las diferencias más notables se producen en el grupo social medio-alto y las más pequeñas en el nivel más bajo.
En el caso de Las Palmas de Gran Canaria la diferencia más alta entre hombres y mujeres se encuentra en los dos niveles sociales intermedios (principalmente en el medio-alto), mientras que la diferencia más pequeña se sitúa en el nivel bajo, corroborándose así tanto los datos de Labov y Wolfram como los de Milroy o Almeida. De ese modo, el grupo socioprofesional más bajo de la capital canaria parece mantener una mayor cohesión y solidaridad lingüísticas (en consonancia con la tesis expuesta anteriormente), mientras que en los grupos intermedios la solidaridad es más frágil. El grupo socioprofesional más alto presenta normalmente un mayor grado de cohesión que las capas medias, pero también menor que el de las capas populares. A este respecto no hay que olvidar que, aunque el mantenimiento del poder requiere una gran coincidencia entre los intereses de los individuos del grupo social alto, el hecho mismo de controlar las fuentes de poder permite que el grado de cohesión intragrupal no sea tan fuerte como en la clase social más baja. Aparte de ello, muchos miembros del grupo alto proceden de los grupos medios, donde, como se acaba de ver, la cohesión interna es muy baja. Es de suponer que estos individuos, una vez que se incorporan al grupo social superior, no se adaptan a la nueva situación de un modo automático, por lo que pueden conservar algunos hábitos propios de los grupos sociales intermedios.
Otro dato que puede resultar también interesante es el hecho de que la variación lingüística sea mucho más alta en el caso de las mujeres que en el de los hombres, un comportamiento que ha sido documentado en otras comunidades canarias a propósito de cambios lingüísticos como el que se viene tratando (Almeida 1995). Ello no hace sino reforzar la idea de que las mujeres acostumbran a utilizar los rasgos del lenguaje innovadores y prestigiosos no sólo como un capital simbólico que trata de suplir su falta de poder social frente a los hombres (Eckert 1989), sino también como un modo de establecer nuevas diferencias de clase (de estatus y poder) entre ellas.
5. Factores sociales y lingüísticos: nuevas consideraciones. Un aspecto que no se ha tratado todavía es el modo en que cada grupo social interviene en la propagación del cambio en cada uno de los contextos lingüísticos contemplados. Se trata de un análisis que no es frecuente en los trabajos de tipo sociolingüístico; sin embargo, aporta una información valiosa sobre cómo los grupos sociales elaboran discursos diferentes no sólo por medio del mayor o menor uso de una forma lingüística, sino, sobre todo, por el modo de insertar éstas en determinados contextos lingüísticos.
En los cuadros 4, 5 y 6 aparecen representados los porcentajes de uso del futuro morfológico a partir del análisis cruzado de los factores sociales y lingüísticos.
Cuadro
4
Distribución de usos del futuro morfológico según tipo
de verbo
y factores sociales
1° gen. |
2° gen. |
3° gen. |
Muj. |
Hom. |
N. alto |
N. m.-alto |
N. m.-bajo |
N. bajo |
||
% | % | % | % | % | % | % | % | % | ||
V. de acción | 56 | 47 | 37 | 52 | 42 | 57 | 53 | 55 | 40 | |
V. de estado | 50 | 48 | 44 | 46 | 50 | 48 | 60 | 59 | 43 | |
V. de dicción | 63 | 19 | 20 | 38 | 31 | 100 | 100 | 58 | 19 | |
V. psicológico | 48 | 33 | 35 | 37 | 40 | 50 | 50 | 43 | 33 | |
Otros | 34 | 38 | 40 | 47 | 27 | 41 | 22 | 31 | 43 | |
|
|
p<0.001 |
Cuadro 5
Distribución de usos del futuro morfológico según
tipo de sujeto y factores
1° gen. |
2° gen. |
3° gen. |
Muj. |
Hom. |
N. alto |
N. m.-alto |
N. m.-bajo |
N. bajo |
||
% | % | % | % | % | % | % | % | % | ||
Suj. cero | 58 | 48 | 41 | 54 | 42 | 59 | 59 | 53 | 43 | |
Suj. pronominal | 43 | 29 | 11 | 28 | 30 | 56 | 32 | 36 | 22 | |
Suj. sigtagmático | 40 | 40 | 39 | 43 | 36 | 24 | 43 | 46 | 38 | |
|
|
|
Cuadro
6
Distribución de usos del futuro morfológico según
tipo de cláusula y factores sociales
1° gen. |
2° gen. |
3° gen. |
Muj. |
Hom. |
N. alto |
N. m.-alto |
N. m.-bajo |
N. bajo |
||
% | % | % | % | % | % | % | % | % | ||
Cláus. subord. | 33 | 26 | 21 | 26 | 27 | 40 | 31 | 33 | 20 | |
Otras | 61 | 56 | 46 | 63 | 46 | 64 | 62 | 58 | 50 | |
|
|
|
Los datos revelan que para la variable "tipo de verbo" el futuro en –ré ha progresado más en el contexto de verbos de estado, seguido por los contextos donde aparecen verbos de acción y dicción. Ahora bien, mientras que el cambio se encuentra en un proceso relativamente avanzado en todos los grupos sociales en los contextos con verbos de estado y acción, la introducción de la nueva forma en el contexto de verbos de dicción parece más bien una característica de ciertos grupos (baste comprobar las abrumadoras diferencias que se observan en los factores socioeconómico y generacional).
La forma en –ré se ha vuelto categórica entre los individuos de los dos niveles socioeconómicos más altos, y alcanza porcentajes de uso relevantes entre los miembros del nivel medio-bajo y los jóvenes. Se observa, además, que los miembros de los dos grupos socioprofesionales más altos (los más activos en la propagación del cambio) se caracterizan por presentar porcentajes destacados de la forma morfológica en el contexto de verbos psicológicos. En cuanto al factor "género", las mujeres sólo han adelantado a los hombres en el uso de la forma innovadora en el contexto de verbos de dicción; en los demás casos las diferencias resultan poco relevantes.
Respecto de la variable "tipo de sujeto", los tres factores analizados se encuentran vinculados con estrategias sociales diferentes ante el cambio. En el caso del sujeto cero todos los grupos sociales contribuyen a la propagación de la nueva forma de expresión de la futuridad. Existe también un amplio consenso social en el uso de esta forma lingüística cuando el sujeto es de tipo sintagmático; la única excepción la constituye el nivel socioprofesional más alto, que ha optado por incorporarla antes a los contextos con verbo pronominal.
Por último, el tipo de cláusula (cuadro 6) ofrece el patrón más regular de cambio, pues en la mayoría de los casos los porcentajes de las formas en –ré han superado el 50% en el caso de cláusulas no subordinadas (y en los pocos casos en que no ha sido así, los porcentajes se sitúan muy próximos a esta cifra).
La propagación del futuro morfológico en la comunidad de Las Palmas de Gran Canaria se halla, pues, sometida a toda una serie de restricciones en el plano lingüístico y en el social. Los datos han mostrado que, en función de una estrategia pragmática que consiste en un deseo del hablante por distanciarse del contenido de los enunciados que expresan acción futura, unos contextos lingüísticos resultan, actualmente, más apropiados que otros para la actualización de dicha estrategia. Ahora bien, los grupos sociales responden de distinto modo a la innovación. Así, mientras unos aparecen como los promotores del proceso (los miembros de las dos clases sociales más altas y, en cierto modo, también los jóvenes), promoviendo la forma morfológica en contextos novedosos, otros, en cambio, mantienen un mayor número de restricciones (el nivel socioeconómico bajo, sobre todo), tal vez porque atribuyan diferentes funciones simbólicas (socialmente hablando) a las mismas formas del lenguaje.
CONCLUSIONES
El cambio que se está llevando a cabo en el sistema morfológico de futuro de Las Palmas de Gran Canaria afecta no tanto a la sustitución de una forma lingüística por otra sino, sobre todo, a una estrategia pragmática concreta: el deseo del hablante de acentuar la incertidumbre de los hechos futuros y, consecuentemente, a reducir su compromiso con lo expresado. De un modo u otro, se trata de optar por discursos más objetivos, en tanto en cuanto se reduce la implicación del hablante.
Existen actitudes abiertas hacia el carácter más prestigioso de la forma futura –ré. Por ello, no debe sorprender que los grupos sociales que más la impulsan sean las dos clases sociales más altas y las mujeres, ya que todos ellos aparecen casi siempre liderando los procesos de cambio en que la forma innovadora es de tipo estándar o prestigioso. Estas actitudes pueden hallarse relacionadas con posiciones ideológicas que tienden a sobrevalorar los rasgos gramaticales de la variedad estándar frente a las dialectales.
En los años 70 el uso del futuro morfológico era reducido, pero en los últimos veinticinco años se ha incrementado de modo notable, hasta el punto de que puede afirmarse que el cambio se halla completamente arraigado en la comunidad. El cruce de los factores sociales y de los factores lingüísticos y sociales ha permitido ofrecer una detallada descripción de las pautas de propagación del cambio y de su inserción en la lengua y en la sociedad. En el plano social, por ejemplo, casi todos los grupos registran porcentajes destacados de la forma innovadora; sólo los hombres de nivel medio-bajo de más edad parecen ofrecer más resistencia a la innovación.
Los datos permiten obtener,
además, información sobre las posibles direcciones futuras del
cambio. Así, se observa que entre los factores lingüísticos
en que el cambio ha arraigado más (cláusula no subordinada, sujeto
cero, verbos de acción, etc.), hay una serie de grupos sociales que van
a la cabeza en el uso del futuro morfológico. Normalmente, son estos
grupos los que están proyectando el cambio hacia otros contextos, por
lo que, de acuerdo a situaciones pasadas, es probable que acaben siendo imitados
por los demás grupos sociales.
NOTAS
1 El porqué algunos grupos sociales actúan de este modo en momentois determinados es algo que no siempre resulta fácil de explicar, aunque en ocasiones se ha tratado de encontrar una relación entre este comportamiento y circunstancias sociohistóricas concretas: migraciones, crisis económicas, experiencias bélicas, etc., como propone Labov (1972/1983, 1980).
2 Estas formas lingüísticas pueden usarse, además, con propósitos comunicativos bien diversos: parodia, ruptura de la cooperación durante la interacción, etc.
3 En Santa Cruz de Tenerife, por ejemplo, es el grupo que pudo haber introducido la variante de /c/ propia del castellano estándar (sorda y estridente, en vez de la vernácula sonora y mate) (Almeida 1994-95, 1995).
Universidad de La Laguna
Facultad de Filología
Depto. de Filología Española
38071 La Laguna (Sta. Cruz de Tenerife)
España
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