ESTUDIOS FILOLÓGICOS, N° 33, 1998, pp. 119-129
DOI: 10.4067/S0071-17131998003300010

 

 

El Atlas lingüístico y etnográfico de Chile por regiones (ALECH)

The linguistic and ethnographic Atlas of Chile by regions (ALECH)

 

Claudio Wagner


 

El artículo da a conocer los criterios que se tuvieron en cuenta para la elaboración del Atlas lingüístico y etnográfico de Chile por regiones (ALECH), cuya primera etapa de trabajo se inició el segundo semestre de 1997. Se trata de un Atlas nacional por regiones, y además etnográfico, constituido por cuatro atlas regionales coordinados, para el que se elaboró un cuestionario diferenciado de alrededor de un millar de ítemes. Fueron seleccionadas 217 localidades, entre rurales, marítimas y urbanas, dándoseles un tratamiento metodológico diferente a las encuestas realizadas en estas últimas.

La información proporcionada por el Alech permitirá plantear y estudiar una serie de problemas que tenderán a esclarecer la realidad lingüística de Chile, a través de la descripción y análisis de conjunto del español hablado en este país, tanto como de su comparación con variedades hispanas de otras latitudes.


The article shows the criteria born in mind in the elaboration of the linguistic and ethnographic Atlas of Chile by regions (ALECH), whose first stage began the second semester of 1997. It is a national atlas by regions, and ethnographic too, made up by four similar regional maps, for which a differentiated questionnaire of about one thousand items was written. 217 locations were chosen, including rural, urban and seashore areas. Urban areas were treated differently methodologically.

The information supplied by ALECH will explain many problems of the linguistic reality of Chile by means of the description and analysis of the Spanish spoken in this country, as well as its comparison with other varieties of Spanish spoken in Latin America.


1. A partir de 1997 se ha dado comienzo en Chile a un ambicioso proyecto que, geográficamente, involucra al país entero: me refiero al levantamiento de un Atlas lingüístico. Tercer intento, si contamos el de Rodolfo Oroz a comienzos de la década del 401 y el de Gastón Carrillo en 19672, investigadores que lamentablemente ya no nos acompañan. Y pensamos que este intento sí debería tener éxito, dado que ha quedado resuelto el principal escollo para una empresa de esta envergadura: el financiamiento, al menos el correspondiente a la primera etapa, que ha sido proporcionado por Conicyt3.

Nuestro interés en esta oportunidad es dar a conocer los criterios que presiden la elaboración de este Atlas y el estado de su ejecución.

Los trabajos de geografía lingüística en Europa gozan de gran vitalidad, ya que no sólo se han ido concluyendo los atlas regionales iniciados hace décadas4, sino que se han proyectado otros, regionales como el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Castilla-La Mancha (ALeCMan), el Atlas Linguistique du Ladin Central (ALD), o el Atlante Linguistico della Sicilia (ALS); aquellos que abarcan un conjunto de países por encima de las fronteras políticas, como ocurre con el Atlas Linguarum Europae (ALE), e incluso los consagrados al estudio de un grupo lingüístico dado, como es el caso del Atlas Lingüístico Vasco (EHHA), el Atlas Linguístico-Etnográfico de Portugal e da Galiza (ALEPG), el Atlas Lingüístic del Domini Català (ALDC)5 o el de las lenguas germánicas, actualmente en gestación.

Por otro lado, en Estados Unidos, desde la década de los 70, la Geolingüística ha cobrado gran impulso, con empresas como el Linguistic Atlas of the North-Central States (LANCS), el Linguistic Atlas of the Upper Midwest (LAUM), el Linguistic Atlas of the Rocky Mountain Regions (LARMR), el Linguistic Atlas of the Gulf States (LAGS), o el Linguistic Atlas of the Spanish of New Mexico and Southern Colorado, por mencionar sólo algunos de los que son recogidos en el Computer Methods in Dialectology6.

Estamos aquí en presencia de atlas regionales que, como es sabido, presentan enormes ventajas –muestran la persistencia de dialectalismos, implican un conocimiento más fino del pequeño dominio que estudian, y permiten el establecimiento seguro de isoglosas–, pero tienen el gran inconveniente de no entregar una visión de conjunto del habla del territorio al que pertenece la región estudiada.

Los Atlas regionales a los que nos referimos son deudores de la modernidad, pues introducen variadas innovaciones tecnológicas, que a veces van más allá de una interesantísima versión sonora de un atlas, paralela a la cartográfica, como ocurre con el atlas europeo ALD I7, en que junto a las transcripciones convencionales sobre un mapa de fondo se pone a disposición del interesado la audición "diferencial" de las respuestas correspondientes a las localidades, lo que hace por cierto más rico e interesante el estudio comparativo de las hablas registradas. Por el contrario, cuando se deja de lado enteramente el soporte cartográfico del Atlas y los lectores deben conformarse con la información proporcionada por un banco de datos –como ocurre con algún Atlas lingüístico norteamericano–, se pierden o, al menos, se desdibujan la referencia y extensión geográficas del fenómeno lingüístico. Este tipo de innovación, a mi entender, es discutible, por cuanto afecta al método mismo.

En cuanto a Hispanoamérica, ya ha aparecido en su totalidad el Atlas Lingüístico de Colombia (ALEC) con 6 volúmenes, han sido publicados 3 volúmenes del Atlas Lingüístico de México (ALMex) y está igualmente en plena etapa de publicación el Atlas Lingüístico Diatópico y Diastrático de Uruguay (ADDU), dirigido por un equipo uruguayo-alemán, todos Atlas nacionales –como los Atlas europeos de la primera generación de comienzos de siglo–, que se proponen abarcar grandes dominios para poder entregar una visión de conjunto, por lo que no pueden descender a la investigación pormenorizada. Son, como dice Alvar, empresas de síntesis y no de análisis8.

2. Los datos proporcionados por el Atlas lingüístico-etnográfico del sur de Chile (ALESUCH), y luego por el Atlas Lingüístico de Hispanoamérica (ALH), de M. Alvar y A. Quilis, en la parte correspondiente a Chile9, no hicieron sino confirmar lo que diversos estudios dialectales sobre el español hablado en el país permitían prever: en Chile, la diferenciación dialectal no es lo suficientemente marcada como para que, puestos a elegir, se dé preferencia, como primera tarea, a los Atlas regionales sobre el Atlas nacional10. Este último, por el área involucrada, que permite una visión más amplia de los hechos lingüísticos, brinda más posibilidades de observar diferenciaciones dialectales significativas. No obstante, es sabido que todos estos Atlas de la primera generación —por su misma concepción– dejan lagunas al no poder profundizar en ciertos temas, dado que, si lo hicieran, su extensión sería desmesurada, lo que dificultaría sin duda la encuesta y encarecería los costos, poniendo en peligro el proyecto.

En muchos países europeos, a partir de la década del 50, se ha optado por el Atlas nacional por regiones, una solución mixta que implica la prospección lingüística, por separado, de las diversas regiones naturales de un país –dotadas de mayor o menor individualidad lingüística y cultural–. Esta prospección supone una coordinación a través de ciertas directrices comunes: un mismo objetivo, similares criterios de selección de localidades, un mismo cuestionario de base, que sin embargo permita tratar de manera diferente ciertos capítulos, similar sistema de notación. De esa manera se pretenden superar los inconvenientes más serios de los Atlas tanto de grandes dominios como de pequeños dominios, como son la falta de precisión y captación de los pormenores de los primeros, y la atomización o pérdida de coherencia de los segundos. Es lo que han hecho Albert Dauzat con el NALF, Manuel Alvar con sus diversos Atlas regionales –obviamente coordinados– y los rumanos con el NALR.

La situación del español en Chile, por lo que se ha dicho, no parece justificar una red de puntos tan densa como las usuales en los Atlas europeos. Las comunicaciones, por otra parte, cada vez más fáciles, han ido neutralizando las diferencias, respaldadas por la acción unificadora de la variedad formal, que en Chile tiene carácter pannacional.

Las diferencias mayores están impuestas por las actividades desarrolladas por el hombre (y que se reflejan en el léxico) en lo que para nosotros son las grandes regiones naturales del país –norte, centro, sur y sur-austral–, que determinan temas o, más bien, dominios de experiencia, más concretos y específicos, pero básicamente correspondientes a la cultura rural, y que se deben reflejar en el o los cuestionarios11.

Estas regiones –dice Gastón Carrillo, refiriéndose a lo que él llama Norte Grande, Norte Chico, Núcleo Central, Concepción y La Frontera, Región de los Lagos y Región de los Canales– fuera de sus diferencias climáticas, de relieve, y por ende de modos de vida, presentan también, y en relación con lo anterior, diferencias profundas en su devenir histórico, especialmente en lo que respecta a su poblamiento, aun desde época prehispana, diferencias que es posible que hayan repercutido de modo sensible en su desarrollo idiomático, en forma tal que podría plantearse, a manera de hipótesis, que en ellas encuentra parcialmente su fundamento el establecimiento de determinados espacios lingüísticos12.
Son estas consideraciones las que nos han llevado a adoptar para Chile el modelo de un Atlas lingüístico nacional por regiones, lo que se refleja principalmente en la elaboración de un cuestionario común para las cuatro regiones que hemos distinguido, y otros diferenciados para adecuarse a las particularidades de cada una de ellas (ver más adelante). Asimismo, la necesidad de recolectar los datos en un plazo no superior a tres años obligó a contar desde el comienzo con todos los investigadores para poder elaborar simultáneamente los cuatro Atlas regionales.     El otro rasgo que caracteriza a este atlas lingüístico es su carácter etnográfico, aspecto que desde el Atlas ítalo-suizo es valorado debidamente por casi todos los dialectólogos, lo que implica, en la práctica, que en el levantamiento de un atlas se conduce simultáneamente la recopilación dialectal y la etnográfica. Para esta última se toman en cuenta –dependiendo de los objetivos específicos del proyecto– las condiciones de la localidad, especialmente en la zona rural, en materia de nombres de objetos y técnicas locales, registro de modos de vida y relatos de trabajos que ya no se hacen, anotación de proverbios, refranes y etnotextos, etc., con ayuda de dibujos, fotografías, diseños o videofilmación, aspectos que, a la hora de interpretar los datos cartográficos, podrán ser la clave para la comprensión de sonidos o del sentido de más de alguna palabra o construcción lingüística.

Nuestro atlas se inscribe en la corriente europea más que en la norteamericana, lo que significa que mantendrá como elemento primario la cartografía lingüística, incorporando en el proyecto tanto aspectos sociolingüísticos en los grandes centros urbanos (para la etapa de recolección de datos) como las nuevas tecnologías, que por cierto abaratan costos, abrevian la etapa de publicación del Atlas, minimizan los errores e, incluso, potencian la información –tanto lingüística como etnográfica– entregada por los mapas, al abrir nuevas perspectivas en la manipulación de aquella gracias a la utilización de multimedios. Me refiero concretamente a la confección de los cuestionarios con papel de calco químico y espacios preperforados para las respuestas, que permitirán ganar tiempo y evitar errores de copiado al elaborar las fichas de concentración o "cuadernos de formas"; a la grabación de una muestra del habla de cada localidad que, luego de ser trasladada a un soporte electrónico, complementará cada volumen cartográfico del ALECH; a la elaboración de un banco de datos con múltiples índices –de los títulos de los mapas, de las palabras en transcripción fonética, de frecuencias absolutas, etc.–, como alternativa para la manipulación de los mismos, y, sobre todo, a la automatización de la cartografía lingüística, que permitirá prescindir de los intermediarios habituales al utilizar el trazador automático de curvas (plotter).

3.  La persistencia en la elaboración de Atlas lingüísticos aquí y en otras latitudes obedece al hecho de que los ya existentes en el mundo han demostrado ser instrumentos eficaces para proporcionar una caracterización homogénea, comparable y de conjunto del habla de un territorio, condición no despreciable a la hora de estudiar una lengua dada. En efecto, la utilización del método geolingüístico –cuyo propósito último lo constituye precisamente la elaboración de un Atlas lingüístico– garantiza la obtención de datos homogéneos, coherencia para que ellos puedan ser fácilmente relacionados, y visión global de los fenómenos de la lengua gracias a la técnica cartográfica que involucra. Son precisamente estas ventajas las que queremos obtener con la elaboración del ALECH, de manera que la información por él proporcionada permitirá, por primera vez en Chile, realizar estudios de conjunto del español con materiales confiables, actuales y homogéneos13.

Pero también será posible la comparación del habla chilena con variedades hispanas de otras latitudes y, como consecuencia, el planteamiento y estudio de varios problemas que tenderán a esclarecer la realidad lingüística del país: por cierto, la distinción de zonas dialectales, pero también la perduración de arcaísmos, la real magnitud de la influencia de las lenguas indígenas en el español de Chile, las relaciones entre límites políticos y fronteras lingüísticas, la penetración y extensión de préstamos lingüísticos, la identificación de centros irradiadores, el nivel de sobrevivencia de usos, costumbres y artefactos de la cultura material y su distribución, entre otros.

De acuerdo con la literatura existente en torno a la realidad lingüística de Chile, es dable esperar que el material dialectal que se recolecte presente no sólo una diferenciación debida a la enorme extensión geográfica estudiada, sino también a la diversificación sociocultural de los hablantes. Sin embargo, en aquellos lugares donde las condiciones geográficas han obligado a la mayor parte de la población a concentrarse en núcleos urbanos de cierta extensión –como ocurre con los extremos norte y sur del territorio–, las diferencias lingüísticas debidas a la variable sociocultural que se considerará en el material registrado proveniente de centros urbanos serán con toda probabilidad notablemente menores que las normalmente existentes entre las zonas urbana y rural y entre las zonas rurales de difícil acceso y las de fácil acceso. Asimismo, se prevé que la diferenciación dialectal será más notoria en los niveles léxico y fónico que en el gramatical en la mayor parte del territorio en estudio. Finalmente, en zonas de contado con lenguas vernáculas –mapuche, aymara, rapanui, qawascar– se espera que los hablantes nativos utilicen una variedad de español más o menos marcada, como resultado del mayor o menor bilingüismo extendido de carácter asimétrico que practican las comunidades lingüísticas indígenas mencionadas.

4. Al considerar los diferentes factores involucrados en la aplicación del método geolingüístico a la realidad lingüística chilena, se ha debido adoptar determinados criterios. Estos son los siguientes:

Territorio.  El ALECH abarca todo el país, incluidas las islas de Pascua y Juan Fernández, además de algunas localidades limítrofes extranjeras de Perú, Bolivia y Argentina, seleccionadas por estar ubicadas en la línea habitual de tráfico desde y hacia Chile a través de determinados pasos cordilleranos.

El territorio ha sido dividido, según se adelanta más arriba, en cuatro regiones, que no implican por cierto áreas lingüísticas determinadas a priori, sino zonas que conforman de manera casi natural grandes espacios dotados de cierta homogeneidad –histórica, geográfica, ocupacional, de distribución de las poblaciones–, que se utilizarán con fines operativos, pero que bien pudieran constituir –como ya lo sugería Carrillo– eventuales áreas lingüísticas delimitadas por fronteras dialectales que habría que determinar a partir del análisis de los datos cartografiados14.

Distinguimos, pues, la región norte, que abarca las cuatro primeras regiones político-administrativas (el Norte Grande y Norte Chico de Gastón Carrillo); la región central (el Núcleo Central), que corresponde a las regiones V, VI, VII y metropolitana; la región sur (Concepción y La Frontera), coincidente con la VIII y IX regiones, y la sur-austral, de la X a la XII (Región de Los Lagos y Región de los Canales).

Localidades. Han sido seleccionadas 217 localidades en el territorio, 8 de las cuales corresponden a países vecinos. Las localidades son, en verdad, referencias para, en el terreno, seleccionar los puntos de encuesta definitivos. El criterio principal para la selección de las localidades nacionales ha sido el de densidad demográfica, considerada a partir de la comuna como la entidad poblacional más concreta y funcional. Este criterio se ha complementado con el de distribución geográfica en tres áreas: rural, costera y urbana, habida cuenta de que tanto en el extremo norte como en el extremo sur del territorio, aunque por razones diferentes, las ciudades y pueblos están emplazados en la costa. Algunas localidades fueron seleccionadas por su aislamiento, por encontrarse en zonas con significativa población indígena, o por su situación limítrofe.

Considerando que la población del país alcanza, según los datos más recientes15, a 13.348.401 habitantes, se tendrá una localidad por 61.513 habitantes. Por otra parte, y siguiendo el razonamiento de Gastón Carrillo16, si se estima que la superficie real del país, esto es, la aprovechable o habitable –que no son más de 290.000 km2, con exclusión de la Antártica, la extensa zona cordillerana, los desiertos del norte y las planicies y fiordos del extremo sur del país–, un punto encuestado corresponde a 1.336 km2.

Tradicionalmente, la geografía lingüística se ha limitado al ámbito rural, pero en la actualidad ya no puede seguir haciéndolo, por mucho que esta realidad se presente en cualquier latitud como más interesante y rica tanto desde el punto de vista lingüístico como etnográfico, así como más susceptible a su modificación o, incluso, desaparición por la permanente atracción que ejerce la gran ciudad, todo lo cual justifica sobradamente su preferencia. Se ha descubierto que el habla de los centros urbanos también cuenta, que ella, aunque no tan atractiva, es más compleja, y que este hecho obliga a incorporar de alguna manera el enfoque sociolingüístico, como se verá más adelante, con todas las dificultades que significa el hecho de querer compatibilizar dos métodos que implican perspectivas muy diferentes. A esto hay que agregar que en Chile, como en muchos otros países, la mayor parte de la población vive en las ciudades. Según datos proporcionados por el último censo, la población rural alcanza apenas al 16,5% del total del país, en tanto la urbana ha llegado ya al 83,5%17, lo que justifica plenamente la inclusión al menos de las ciudades más importantes en la red de puntos, y, como se verá más adelante, también un tratamiento diferente del que se da a las localidades rurales.

Encuestadores. Participan en el proyecto las Universidades Austral y de Tarapacá, con cuatro equipos de dos investigadores cada uno a cargo de las regiones ya aludidas: Victoria Espinosa y Patricia Uribe, a cargo del ALECH-Norte; Gustavo Rodríguez y Luis Tecas, a cargo del ALECH-Centro; Carlos Ramírez y María Catrileo, del ALECH-Sur, y Claudio Wagner y Eduardo Roldán, del ALECH-Suraustral. En la conformación de los equipos se procuró que al menos uno de los investigadores conociera con cierta profundidad la región en estudio, lo que facilitó la elaboración del cuestionario y será de mucha utilidad en la encuesta misma, en cuanto su conocimiento de los dialectalismos de la región permitirá una recogida de materiales más precisa y exhaustiva.

El reemplazo del encuestador único por un equipo de dos investigadores que trabajan en estrecha colaboración, salvo alguna excepción, sirviéndose de los mismos informantes, no tiene sino ventajas: desde el punto de vista psicológico, el apoyo que significa compartir las experiencias y tomar las decisiones; desde el punto de vista práctico, el repartirse las actividades de prospección dialectal, como, entre otras cosas, la elección del sujeto, la interrogación con ayuda del manual del encuestador y el laminario, la transcripción de las respuestas, el manejo de la grabadora, la reformulación de una pregunta no entendida o no contestada por el informante, la toma de fotografías.

Cuestionario. Las actividades socioeconómicas en Chile, diferenciadas según la latitud geográfica, pero sobre todo el hecho de que los intereses de la población urbana y sus ocupaciones sean tan distintos de los de las poblaciones rural y marítima, han determinado la elaboración de un cuestionario diferenciado o, si se prefiere, de tres cuestionarios, que tienen en común cuatro secciones: 1) léxico general, 2) fonética, 3) morfología, y 4) sintaxis. A esta base común (804 ítemes), se suma el léxico rural, lo que conforma el Cuestionario I, con 1.397 ítemes, en tanto la sección de léxico urbano completa el Cuestionario II, con 977 ítemes, y la sección marítima, el Cuestionario III, con 886.

Por otra parte, de acuerdo con lo expresado al comienzo de este apartado, el léxico rural también aparece diferenciado por regiones. Procediendo de esta manera, pretendemos evitar que el informante se enfrente a preguntas correspondientes a temas que no domina, lo que es más difícil de manejar con un cuestionario único no diferenciado.

En la elaboración del cuestionario, para lo relativo al aspecto gramatical, se tuvieron en cuenta las particularidades del español hablado en Chile y las variedades geográficas señaladas por la literatura específica, en tanto que para el léxico se recopilaron todos los antecedentes necesarios sobre las actividades productivas y las ocupaciones de la población en cada región, su geografía, su historia y su flora y fauna características.

Diversos cuestionarios nos sirvieron de apoyo: los del ALEC y del Atlas Lin-güístico de España y Portugal (ALEP) los primeros, por tratarse de atlas nacionales, luego los del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Andalucía (ALEA), del Atlas Lingüístico y Etnográfico de las Islas Canarias (ALEICAN), del ALECMan, y del propio ALESUCH. Este ejercicio nos proporcionó un cuestionario preliminar de alrededor de 4.700 preguntas, que luego fue reducido drásticamente hasta llegar a las cifras ya mencionadas, cifras que, de acuerdo con nuestra experiencia previa en investigaciones similares18, nos demandarían un trabajo directo promedio con el informante de 5 a 7 horas, según el cuestionario que corresponda, la localidad seleccionada y las condiciones de la encuesta. Este examen era absolutamente necesario, ya que, para facilitar posteriormente la comparación con atlas de otras latitudes, había que incluir en nuestro cuestionario muchos ítemes que ya aparecen en otros atlas. La verdad es que no podía sino ser así, porque, como ya decía Jean Séguy en 197319, "par la force des choses, les mêmes signifiés se retrouvent dans tous les atlas".

Una vez aprobado el cuestionario, se pasó a la etapa de formulación de las preguntas para obtener el manual del encuestador, que permitiría indagar por los ítemes, en cada localidad de la misma manera. Para este objeto teníamos a la mano el manual de formulación de preguntas que elaboramos para el cuestionario del ALH-Chile y las formulaciones realizadas por Manuel Alvar en la cartografía del ALEA y del ALEICAN.

El último paso consistió en realizar algunas encuestas preliminares con el objeto de someter a prueba tanto el cuestionario como la formulación de las preguntas.

Informantes.  Serán seleccionados según los criterios ya clásicos, salvo el de analfabetismo de los testigos20, sin buscar expresamente informante hombre o mujer, salvo en las encuestas urbanas, donde se procurará repartir éstas entre hombres y mujeres. Se hará énfasis en la procedencia del informante tanto como en la de sus padres (deberán ser siempre originarios de la localidad), y en la edad, que podrá fluctuar entre los 45 y 65 años aproximadamente, puesto que se pretende recoger el habla relativamente estable –ni innovadora ni arcaizante–, que corresponde a la generación vigente.

La regla que se seguirá es la de un informante principal, y uno o más secundarios para el léxico sólo cuando sea necesario para la información complementaria en caso de lagunas dejadas por el informante principal en aspectos específicos. En esto seguimos la experiencia de Manuel Alvar con sus atlas regionales, y también la nuestra en trabajos dialectales anteriores. En estas materias, también los extremos –rigidez del informante único o proliferación de informantes– son desaconsejables por sus resultados.

Transcripción y registro magnetofónico.  Se utilizará el sistema empleado por Alvar en sus atlas regionales, es decir, el alfabeto fonético de la RFE adaptado, en beneficio de la comparación posterior de los materiales allegados.

Nos interesarán todas las respuestas, no sólo la primera por su espontaneidad, lo que nos permitirá comprobar al menos el grado de intensidad del polimorfismo idiolectal –que en nuestro caso se identificará con el local– y, por inferencia, el grado de polimorfismo dialectal que, ya se sabe, es inevitable en toda lengua viva21. No considerar las fluctuaciones, fónicas o léxicas, sería falsear la realidad lingüística que se pretende recoger.

La transcripción se hará in situ para todo el cuestionario, y de manera simultánea se grabará la entrevista íntegramente con un magnetófono Sony WM-6X302 y un micrófono miniaturizado de alta sensibilidad de la misma marca, instrumentos que ya hemos utilizado con buenos resultados con ocasión de las encuestas para el ALH-Chile.

Terminada la encuesta, un estudiante especializado, supervisado por el investigador transcriptor, cotejará transcripción y grabación para afinar, y eventualmente corregir, la transcripción hecha en terreno.

Encuesta.  El tamaño y la complejidad social de las comunidades urbanas, manifiestamente diferentes de las que no lo son, obligan a un tratamiento metodo-lógico algo diferente del que se aplica a estas últimas. De hecho, hoy se reconoce una dialectología urbana22, que a comienzos de siglo era ignorada porque toda la dialectología estaba volcada hacia los dialectos rurales. Junto con la toma de conciencia de esta realidad, debida al desarrollo de la Sociolingüística, está el hecho indiscutible de que, en Chile, como en muchos otros países, la mayor parte de la población, como ya se ha dicho, vive en las ciudades.

El concepto de dialectología urbana puede, de hecho, entenderse de dos maneras: como la incorporación de la dimensión social en el estudio de la urbe –que puede adoptar, y ha adoptado, énfasis diferentes: desde la incorporación de una sola variable, habitualmente la diastrática, hasta la combinación de varias de ellas, con todas las dificultades y riesgos que esto supone23–, o bien como la distinción de sublocalidades en la localidad urbana, como pueden serIo los barrios o las comunas, esto es, zonas con supuesta vida lingüística propia, especialmente cuando se trata de urbes muy extendidas, logrando con ello que la red diatópica se torne más densa en las zonas de concentración demográfica24.

La variable diatópica, que en rigor es también monoestrática en las localidades donde se considera un solo estrato (por tradición, el estrato "bajo", "popular’ o "no culto"), como es el caso de nuestras localidades rurales y marítimas, se combinará con la diastrática en los centros urbanos seleccionados. En ellos se hará una geolin-güística bidimensional, para usar la terminología de Otto Winkelmann25, con encuestas múltiples que recojan el habla de los estratos "culto" y "popular" (1-1 en la mayoría de las ciudades, 2-2 en Valparaíso y Concepción, y 4-4 en Santiago, en atención a la densidad demográfica, y se echará mano simultáneamente de las dos orientaciones de la dialectología urbana examinadas arriba.

Este parámetro diastrático se complementará con el de sexo, en la medida en que si se selecciona un informante hombre, éste será considerado "culto" o "popular’ por sus características, lo que obligará a que el otro informante sea mujer y corresponda al estrato opuesto. Naturalmente, no se pretende, de este modo, hacer una encuesta diasexual sistemática propiamente hablando, sino sólo documentar eventuales diferencias de género.

Para la documentación lingüística se emplearán varios instrumentos: el cuestionario propiamente tal en manos del investigador que transcribirá las respuestas, quien se hará cargo igualmente de la grabación en cinta magnetofónica; y el manual del encuestador –que lleva los ítemes y la formulación de las mismas– y el laminario –que se usará especialmente para las secciones de flora y fauna–, a cargo del investigador que seleccionará al sujeto y hará la interrogación.

Al término de la encuesta, en cada localidad se hará una grabación libre correspondiente a conversaciones y narraciones, con el objeto de recopilar material que sirva de complemento a las encuestas realizadas para el atlas, que pueda ser utilizado para estudiar la sintaxis, la fonosintaxis y la entonación, y, eventualmente, se lo aproveche para confeccionar un archivo de textos dialectales e, incluso, un archivo de la palabra, dado que hoy se dispone de la tecnología que permite conservar la voz sin que ésta sufra alteraciones por el paso del tiempo. La documentación etnográfica se hará igualmente con posterioridad a la encuesta.

Atlas lingüístico y etnográfico de Chile por regiones 
 
ALECH Localidades Encuentas
Urbana
Rural
Marítina
Total
Urbana
Rural
Marítina
Total
Norte
7
35
6
48
14
35
6
55
Centro
6
49
5
60
20
49
5
74
Sur
4
49
7
60
10
49
7
66
S-austral
6
34*
9
49
12
34
9
55
-
-
-
-
-
-
-
-
-
Total
23
167
27
217
56
--
--
250
 
* 10 de estas localidades son también marítimas.  

 
Estado actual de los trabajos.  Como se ha dicho a lo largo de este texto, ya han sido determinados los puntos de encuesta, impresos los cuestionarios y confeccionados el manual del encuestador y el laminario.

En setiembre se dio comienzo a la primera etapa de encuestas —de cinco previstas– que será terminada en enero próximo. A partir de esa fecha, se ha planeado el trabajo de campo para ser ejecutado durante las temporadas de invierno-primavera y verano, de manera de no entorpecer las tareas habituales de los investigadores. Se espera tener debidamente registrado todo el material en enero del año 2000, luego de haber sorteado las dificultades propias de este tipo de trabajo, y de ese modo iniciar las fases siguientes que permitan contar, por primera vez en Chile, con un Atlas lingüístico y etnográfico nacional por regiones.

Universidad Austral de Chile
Facultad de Filosofía y Humanidades
Instituto de Lingüística y Literatura
CasiIla 567, Valdivia, Chile

NOTAS

1 Sobre este propósito da cuenta Sever Pop en La dialectologie. Aperçu historique et méthodes d’enquêtes linguistiques. Première partie. Dialectologie romane. Louvaine, Duculot, p. 403.

2 El proyecto de Gastón Carrillo, que logró algunos avances, fue dado a conocer en Cuadernos de Filología 1 (1968), Universidad de Chile de Valparaíso, bajo el titulo de "Proyecto de Atlas lingüístico y etnográfico de Chile (ALECh)", pp. 77-85; en el volumen doble, 2-3, de la misma revista, su autor se refiere nuevamente al ALECh en dos extensos artículos: "Atlas Lingüístico etnográfico de Chile (ALECh). Consideraciones generales. Territorio. Determinación de la red de localidades" (1969), pp. 13-84, y "Atlas lingüístico y etnográfico de Chile (ALECh). Red de localidades", pp. 85-139. Finalmente, en los Anales de la Universidad de Chile, Año CXXVII, Nº 149 (enero-marzo 1969), pp. 306-356, apareció "Significación del Atlas Lingüístico y Etnográfico de Chile (ALECH) para la dialectología y la lingüística geográfica chilena e hispanoamericana".

3 Proyecto de investigación 1970397 (1997), financiado por el Fondo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica, FONDECYT.

4 Me refiero específicamente a los atlas diseñados en 1943 por Albert Dauzat, que conforman el Nouvel Atlas linguistique de la France par régions (NALF), y a los nuevos atlas lingüísticos regionales de Rumania (NALR), proyectados en 1958 (Nicola Saramandu e Ion Ionica. "Atlas linguistiques roumains" (ed). Pilar GARCIA MOUTON. Geolingüística. Trabajos europeos. Madrid, CSIC, 1994, pp. 233-252).

5 Para más detalles, véanse las diversas contribuciones reunidas por Pilar García Mouton en el texto citado en la nota anterior.

6 Editado por William A. KRETZCHMAR, Jr., Edgar W. SCHNEIDER y Ellen JOHNSON. Anejo de Journal of English Linguistics 22.1 (April 1989), 1990, especialmente pp. 30-9.

7 Información proporcionada por Hans Goebl en Pilar GARCIA MOUTON, op. cit., pp. 155-68.

8   Estructuralismo, geografía lingüística y dialectología actual. Madrid, Gredos, p. 190.

9 Guillermo ARAYA, Constantino CONTRERAS, Claudio WAGNER y Mario BERNALES. Atlas lingüístico-etnográfico del sur de Chile ALESUCH), tomo 1: 314 mapas lingüísticos y 7 láminas de dibujos (Valdivia, Univ. Austral de Chile y Edit. Andrés Bello, 1973); Claudio WAGNER, Gustavo RODRIGUEZ, Eduardo ROLDAN y Luis TECAS. "Chile en el Atlas Linguístico de Hispanoamérica", EFil 29 (1994), pp. 15-240.

10 Esta situación resulta ser común a Hispanoamérica, en mayor o menor medida, según también lo advierte, entre otros, Otto Winkelmann: "En la Nueva Romania, es decir, en las regiones lingüísticas de colonización no existen fronteras lingüísticas bien definidas, ya que no se dieron las condiciones necesarias para su formación, especialmente el aislamiento de un dominio lingüístico durante un período de tiempo largo" (Edgar RADTKE y Harald THUN (eds.). Neue Wege der Romanischen Geolinguistik. Akten des symposiums zur Empirischen Dialektologie. Heidelberg/Mainz 21–24.10.1991, Dialectologia Pluridimensionalis Romanica: 1, Westensee-Verlag Kiel, 1996, p. 342). Y para Chile en particular, habría que decir que los estudios geolingüísticos realizados en el país parecen confirmar la posición de zona exclusiva que se le atribuye al español de Chile, con toda probabilidad por su carácter unitario, en tres de las seis hipótesis que se han formulado sobre la articulación dialectal del español de América: configura la 4ª zona para P. Henríquez Ureña (1921), la 8ª zona para Juan C. Zamora Munné (1979) y la 3ª para Philippe Cahuzac (1980) (Vd. Francisco MORENO FERNANDEZ (ed.). La división dialectal del español de América. Ensayos y documentos 15, Alcalá de Henares, Univ. de Alcalá de Henares, 1993).

11 Gastón Carrillo hace una exhaustiva descripción, global y por regiones, del territorio del ALECH, desde las perspectivas geográfica, de asentamiento y distribución de las poblaciones, y de las actividades u ocupaciones de las mismas, que en general sigue siendo válida, lo que me libera de tener que referirme a ellas ("Atlas lingüístico y etnográfico... Consideraciones generales", pp. 33-75).

12 Idem, p. 36. Una de las tareas fundamentales de nuestro proyecto será precisamente la de obtener los datos necesarios para determinar con rigor científico los probables espacios lingüísticos en que se encuentra articulado el español de Chile, con lo que se podrán confirmar o invalidar las hipótesis que al respecto han planteado Rodolfo Lenz, Alejandro Cañas P. y Rodolfo Oroz (Vd. Gastón CARRILLO "Significación del Atlas...", esp. pp. 337-350).

13 El único texto de conjunto sobre el español de Chile, La lengua castellana en Chile, de Rodolfo Oroz (Santiago, Universidad de Chile, 1966), notable en tantos aspectos, se funda sobre materiales heterogéneos y difícilmente evaluables: por una parte, los proporcionados por una encuesta por correspondencia, y por otra, los provenientes de la literatura nacional.

14 La última división político-administrativa del país, realizada en 1974 –a partir de la cual hemos fundado nuestras cuatro regiones (en esta perspectiva, macrorregiones)–, ha de haber tomado en consideración sin duda, entre otros, los criterios mencionados.

15 INSTITUTO NACIONAL DE ESTADISTICAS. Chile. División politico-administrativa. Ciudades y pueblos. Santiago, INE, 1995, p. 136.

16 "Atlas lingüístico y etnográfico... Red de localidades", pp. 88-9.

17 INSTITUTO NACIONAL DE ESTADISTICAS, idem.

18 En el ALESUCH, cuyas encuestas se realizaron entre 1967 y 1968, y en la recogida del material lingüístico para la sección Chile del ALH, que se llevó a cabo entre 1993 y 1995.

19 "Les Atlas linguistiques de la France par régions", Alain Lerond (ed.). Les parlers régionaux, Langue Française 18 (mai 1973), p. 73.

20 Nuestra experiencia nos aconseja no recurrir a este tipo de informante que, por lo demás, no es fácil de encontrar en la zona rural de Chile.

21 Cf. Jean SEGUY, op. cit. p. 88 ; Manuel ALVAR, op. cit., pp. 22-24 et passim; Juan M. LOPE BLANCH. "El polimorfismo lingüístico y el Atlas de México", en Edgar Radtke y HaraId Thun, op. cit., pp. 78-91, y del mismo autor: "Sobre el rehilamiento de ll/y en México", Anuario de Letras VI (1966), pp. 43-60, y "La -r final del español mexicano y el sustrato nahua", Thesaurus XII (1967), pp. 1-20.

22 Cf. J.K. CHAMBERS y Peter TRUDGILL. La Dialectología. Trad. de Carmen Morán González, adaptación y anotación de Eugenio Bustos Gisbert, Madrid, Visor Libros, 1994, pp. 81-93.

23 Dificultades y riesgos que, a propósito de la incorporación de la variable diasexual en los atlas, examina con cierta detención Francisco MORENO FERNANDEZ en "Método geolingüístico y método sociolingüístico. El factor "sexo" en los Atlas", en Edgar RADTKE y Harald THUN, op. cit., pp. 92-112, esp. p. 101 y ss.

24 Edgar RADTKE y Harald THUN "Nuevos caminos de la geolingüística románica. Un balance", en Edgar Radtke y Harald Thun (eds.), op. cit., pp. 33 y 39.

25 Op. cit., p. 343.