ESTUDIOS
FILOLÓGICOS, N° 33, 1998, pp. 170-173
DOI: 10.4067/S0071-17131998003300015
RESEÑAS
HERNÁN NEIRA: El espejo del olvido. Ensayos Americanos. Santiago, Dolmen Ediciones S. A., 1997, 177 págs.
Jorge Lagos
El espejo del olvido es un conjunto de ensayos sobre la América de ayer y la actual, vista desde la perspectiva de las múltiples paradojas que presenta el continente. Su autor, profesor de la Universidad Austral de Chile, fue finalista del Premio Juan Rulfo de Cuento, (París, 1990). En 1995, la Edit. Andrés Bello le publicó la colección de cuentos "A golpes de hacha y fuego".
En el Prólogo a El espejo del olvido, Hernán Neira plantea que América resulta irreductible a un solo modelo de interpretación, razón por la cual ninguna de las fuentes de inspiración para la escritura de este texto ha sido erigida como sistema, tampoco su totalidad.
El propósito, por tanto, al igual que la obra citada de William Carlos Williams –The America Grain– no es "... descubrir documentos originales, crear héroes, hacer o deshacer glorias, sino simplemente reinterpretar ciertos hombres o escritos que han contribuido a forjar, por su palabra o por su acción, la idea de América. Así resulta, a veces, que personajes insignificantes o secundarios dicen más de América, por lo que callan o por lo que develan, que muchos de los que se supone grandes próceres. En la misma línea, que busca ante todo signos y hechos morales, nos inspiramos en Todorov, quien escribiera un libro llamado La conquête de l’Amérique, la vision de l’autre (7).
A partir de estas fuentes –dice el autor–, guardando las diferencias, ha elaborado un método que llama, provisionalmente, "americología", en el que juegan un rol importante la imaginación metódica y el impresionismo crítico.
No pretende –expresa por otra parte– describir hechos que los eruditos ya han descrito, sino buscar e investigar ciertas posibilidades de la historia de América desprendidas más bien de la interpretación que del análisis documental y que conducen a una propuesta a la vez moral y científica.
En seis capítulos –"América en sus primeros momentos"; "Del amor por Doña Inés"; "El espejo del olvido"; "Quinto Centenario (1492-1992): "Los representantes culturales latinoamericanos no consiguieron ningún acuerdo sobre estos aspectos"; "América y su tradición (Borges o el folklore inmortal)" y "Americología"–, Neira desarrollará un cierto número de conceptos referidos a un cierto número de hechos o autores para esbozar lo que él llama las bases mínimas de la americología.
En el primer capítulo, el autor subraya algunas ideas fundamentales y conceptos esenciales de la constitución de la América en sus primeros momentos: la conversión al catolicismo por parte de los indios y el sometimiento al emperador hispano, quedando fuera de la historia la "falsa" religión y los jefes "ilícitos" por no tener consagración papal; la invención de Cortés –antes de las guerras de la Independencia–: de la aculturación, la guerrilla y la zapa moral, tres características esenciales de la América colonial y de hoy y presentes en Moctezuma –su principal víctima– desde que se entera que un pueblo extranjero ha desembarcado en México. La angustia vivida por Moctezuma, así como la de ciertos pueblos indígenas en donde existió la leyenda del retorno divino desde oriente, es también uno de los momentos esenciales en la formación de lo americano.
La "Conciencia de la derrota, desesperanza y apertura ecléctica al cristianismo constituyen momentos y razones de la pérdida de iniciativa interpretativa que caracteriza a América", elementos presentes también en el libro maya Chilam Balam. Califica Neira este texto como paradójico, pues pone de manifiesto una derrota hermenéutica antes que una derrota militar, a diferencia de las crónicas indígenas. En este sentido, América es un continente que surge en el momento en que los amerindios pierden la iniciativa hermenéutica y en donde la conciencia más "propia" americana es aquella que le viene de fuera; dicho de otro modo, la exterioridad de América es la impronta fundamental de su interioridad, así como la angustia, la desesperanza y la aculturación son condiciones hermenéuticas base del concepto y la palabra que la mientan.
En el segundo capítulo, el autor centra en parte su atención en Pedro de Ursúa y sus propósitos olvidados por el amor de Inés, y prosigue hablando de Lope de Aguirre. Al final, lamenta las víctimas del "rebelde sin causa" y del amor que pudo haber sido feliz entre Ursúa e Inés; sin embargo, expresa el autor: "Ni Ursúa ni Lope modificaron apenas el carácter o la cultura americanas", aunque "... ambos son frutos de la América colonial y representan dos formas de vivir el continente y de ser americano, que en muchos aspectos siguen reproduciéndose" (45).
Al tercer capítulo el autor debe el título de su libro. En éste, el árbol genealógico, las vicisitudes político-étnicas y la idea de América de Juan Bautista Túpac Amaru conforman su contenido. Neira, semióticamente, da cuenta de lo no dicho y, por tanto, no interpretado en Memorias de Juan Bautista, pues éste "... no puede ser considerado ejemplo de la síntesis de lo hispano y de lo amerindio, pues en él lo americano y lo indio ha sido completamente olvidado y, cuando lo recuerda, lo interpreta con la mente de un liberal o europeo", debido fundamentalmente a sus 40 años de exilio en Ceuta. Es en este sentido, paradojalmente, que Juan Bautista puede ser llamado representativo del indio hispanoamericano: el indio que olvida, el indio que ya no puede recordar, el indio que olvida que olvida. En consecuencia, la metafísica que interpreta la historia en Memorias como obra de razón o de la naturaleza humana, es una metafísica eurocentrista –asevera Neira–, expresada en un discurso atrapado en el marco epistemológico y metafísico occidental. Es en este contexto que Neira propone, junto con las previsiones de León-Portilla, una ciencia ignorada por los historiógrafos: la americología, ciencia acerca del modo de representar las representaciones, situada en el campo de la semántica y de la epistemología; y cuya realización es tratar los distintos sistemas representativos en plano de perfecta igualdad, no sólo epistemológica, sino ética, lo que supone la puesta entre paréntesis de los valores morales de quien investiga.
La problemática surgida en torno a la conmemoración del "Descubrimiento / Encuentro de dos mundos / Evangelización de América / Invasión" y las distintas realizaciones que cada posición tiene, es el tema fundamental del capítulo "Quinto Centenario". Las perspectivas de los "vencedores" y "vencidos", hoy día mezcladas de ideas de conveniencia para los primeros y de reivindicación para los segundos, han conducido cada vez más a la consideración política del punto de vista indígena, ignorado en las conmemoraciones tanto por las naciones americanas como por los criollos mismos.
Expresa el autor: "Una de las dificultades que plantea el tardío intento de oír la voz indígena, es que en muchos casos son los criollos, apoyados por agencias y fondos internacionales, quienes organizan esta recuperación de memoria nativa y quienes tratan de transmitirla, sistematizada en libros y estudios universitarios, a los descendientes indígenas. Esta actitud, que sin duda presenta innumerables ventajas ante el tradicional desprecio de lo nativo, no por ello peca menos de paternalismo y de un cierto autoritarismo: la "verdadera" imagen de lo indígena que incluso los indígenas deben adquirir, es aquella que le entregan los "sabios" imbuidos de ciencia occidental. Desde 1492, la conciencia indígena se ha ido volviendo exterior a sí misma. Hoy, las naciones europeas y criollo-americanas hacen todo lo posible para que el indio se reconozca más en el espejo que le tendió el Quinto Centenario que en la conciencia inmediata y en la experiencia directa de sí y del mundo. Una vez más, no se trata de mala voluntad; la más bienintencionada de las conmemoraciones no puede pasar por alto que los pueblos nativos conocen de manera consciente más de la derrota gracias a los textos que le transmiten los sabios occidentales que por tradición oral" (110-111).
El autor destaca el binomio encuentro/desencuentro para expresar que la línea fronteriza que lo separa, hoy como antes, es la población nativa destruida o marginada. Sin embargo, en la actualidad no es España la que tiene en sus manos el convivir respetuosamente con los indígenas en su comunidad nacional, sino los países criollos, los cuales ante todo deben aprender la multiplicidad de identidades y tradiciones que conforman su propia comunidad. Por su parte, la antropología indigenista contemporánea intenta hacer estudios que permitan –en una segunda etapa "pedagógica", llamada así por el autor– entregar a los indígenas la memoria perdida, como única posibilidad tal vez éticamente aceptable, aunque sometida a cuestionamiento crítico desde un punto de vista gnoseológico y metafísico.
En el quinto apartado propone el autor una visión paradójica –aparentemente contradictoria– de Borges respecto de la tradición americana desde un análisis de las raíces de la escritura del autor argentino. A partir de la crítica a Borges, considerado como no propiamente argentino (o "poco americano"), porque su creación poética no es localista (o telúrica), se entiende lo americano en oposición a lo universal (o europeo); sin embargo, los que así piensan, están afectos a un nacionalismo literario americano que lleva consigo una paradoja, "que es la de ser una forma elegante de etnocentrismo, pero no de etnocentrismo americano, (...), sino de etnocentrismo europeo que defiende celosamente un área de influencia cultural. El pretendido nacionalismo literario de los países americanos que insisten en el deber moral y estético de escribir de temas locales es, en realidad, una forma no consciente de interiorizar el pensamiento del colonizador otrora y, hoy, de las metrópolis de las cuales América todavía depende..." (152). Es en este sentido que el universalismo de Borges es representativo de América para el autor, pues "América posee fronteras que traspasan los límites geográficos que los mismos conquistadores y el colonialismo contemporáneo le atribuyen, pero que un tipo de nacionalismo americano interioriza, paradójica y equivocadamente, como suyas" (152).
En el sexto capítulo, Neira retoma una idea propuesta en el tercero y la profundiza. Define y delimita el campo de estudio de la americología, sus realizaciones, sus limitaciones y riesgos, sus vacíos epistemológicos y fundamentos metafísicos. Va, a la vez, "ensayando" el método con nuevas representaciones que dejan suspendidas aquellas ya hechas por la historiografía, la filosofía y otras disciplinas occidentales afines. Así, la americología "estudia los conceptos, los sistemas mentales y las palabras que tienen que ver con el continente americano, (...) analiza los fundamentos conceptuales y el marco epistemológico utilizado para comprender América". En este marco conceptual, el investigador deberá "partir de la aceptación de una ausencia de fundamento apodíctico de la vida y de la historia, trascendente o inmanente a éstas", como modo de establecer así la igualdad a priori del género humano. "De lo contario –plantea Neira–, ya se suponga a unos portadores de un evangelio salvador, ya portadores de una cultura que merece permanecer inmutable, se cae necesariamente en una rivalidad etnológica que busca y sin duda encuentra razones en su mitología fundadora para probar su "superioridad" o su derecho sobre las otras culturas" (177).
De este modo, Hernán Neira cierra el último capítulo de su libro en el que, en 177 páginas, proporciona un enfoque distinto de la problemática amerindia, no entregando datos históricos diferentes o inéditos, sino "leyendo" esos antecedentes sobre una plataforma subterránea autoconstruida que le permite evidenciar representaciones conceptuales sin la proclividad usual de abrazar banderas o asumir posiciones estereotipadas.
Una bibliografía de más de ochenta obras consultadas y de casi noventa autores constituyen un sólido soporte de su propuesta ensayística.
A nuestro juicio, éste es un libro que de alguna manera muchos de nosotros esperábamos fuera escrito por un coterráneo continental con una visión no sólo crítica del problema, sino también consciente de sus propias estructuras mentales y de los soportes epistemológicos y metafísicos que utiliza para la conformación de su discurso. Unica manera, tal vez, de desembarazarse de prejuicios y estereotipos conceptuales culturales tradicionales.
El espejo del olvido y su autor constituyen una respuesta a varios interrogantes que muchos nos hicimos tras la aparición y lectura de la versión en español de La conquista de América, la cuestión del otro de Tzvetan Todorov: ¿por qué debía haber tal preocupación, interés intelectual y tiempo de estudio para una situación pretérita casi 500 años en esa fecha? ¿Qué consecuencias actuales puede traer una sola interpretación colectiva sobre un suceso histórico tan relevante como el señalado? Y lo principal: ¿por qué un estudioso "francés" de origen eslavo y no un americano ha tomado como de su responsabilidad pensar (o repensar) semióticamente los procesos categorizados como de "descubrimiento, conquista y colonización" –de un continente llamado América por otro continente al cual el autor pertenece aun cuando no sea propiamente celtíbero– viéndolos ahora desde la perspectiva del otro, que no es el europeo, pero que tampoco es el criollo, ni el mestizo ni el indígena nuestro, sino Todorov apoyado en una seleccionada bibliografía a su alcance y premunido de su bagaje e interés intelectuales?