Estudios Pedagógicos XXXIV, N° 1: 27-39, 2008 INVESTIGACIONES
PERFIL SOCIOECONÓMICO DEL ESTUDIANTADO QUE ACCEDE A LA EDUCACIÓN SUPERIOR EN CHILE (1990-2003)* Socio economic student's profile that access to higher education in Chile (1990-2003)
Oscar Espinoza Díaz1,
Luis Eduardo González Fiegehen2 1Universidad Diego Portales
y Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE) Universidad
Diego Portales, Vicerrectoría Académica, Manuel Rodríguez Sur 415, Santiago.
oscar.espinoza@udp.cl
Resumen El propósito del presente trabajo es caracterizar a la población de 18 a 24 años que accede a la educación superior según nivel de ingresos familiares, de escolaridad y ocupación del jefe de hogar. Con este fin se trabajó con las Bases de Datos CASEN de los años 1990, 1996 y 2003. A modo de conclusión, se puede mencionar que se ha producido un incremento del acceso a los jóvenes a la educación terciaria en todos los niveles socioeconómicos como consecuencia directa de las políticas implementadas. No obstante, en el periodo 1990-2003 se ha mantenido la brecha entre las posibilidades de acceso de los jóvenes de menores ingresos y los de mayores ingresos. Para superar esta situación se sugiere optimizar la focalización de los recursos destinados a los programas de ayuda estudiantil. Palabras clave: educación superior, acceso, nivel de ingresos familiares. Abstract By analyzing the access of different socio-economic groups to higher education institutions by quintile, this paper examines the impact produced by higher education policies in Chile during the 1990-2003 period. To this end, CASEN household databases provide valuable information to measure: a) access of students (18-24 year-old group) by family per capita income level; b) access of students by household level of schooling; and c) access of students by household employment. Major conclusions set up that even though higher education policies have increased access to the system of economical disadvantaged students, inequity in access still persist. In order to reduce the inequity gap it is recommended to improve allocation of resources oriented to students aid programs. Key words: higher education, access, family income level.
1. FORMULACIÓN DE LA INVESTIGACIÓN La presente investigación pretende determinar cómo ha variado el acceso a la educación superior por parte de los distintos grupos socioeconómicos en el período 1990-2003. Durante la década de 1980 y 1990 los sistemas de educación superior (públicos y privados) experimentaron enormes cambios en todo el mundo como consecuencia de la demanda que se produjo por ingresar a este nivel (Albornoz 1993; Altbach 1996; Brunner 2000; Neave & van Vught 1994) y como resultado de los programas de ajuste económico estructural (structural adjustment programs) que operaron en muchos países subdesarrollados desde comienzos de los años ochenta (Espinoza 2002). Estos cambios en la educación superior se reflejan especialmente en la expansión, diversificación y privatización del sistema, y en el establecimiento de nuevas instituciones postsecunda-rias que buscan responder a las necesidades y demandas de la sociedad. Esta situación implica un tremendo desafío para los gobiernos (Banco Mundial 2000; De Moura Castro y Navarro 1999). Al menos tres factores podrían ser asociados con la expansión de los sistemas de educación superior: (i) la creciente complejidad de las sociedades y economías contemporáneas que han estado demandando de manera continua personal altamente calificado (Espinoza 2000); (ii) las competencias entre distintos grupos socioeconómicos por alcanzar credenciales educacionales, y (iii) los esfuerzos hechos por grupos de élite ligados al aparato estatal, a través de iniciativas como el fortalecimiento de programas de ayuda estudiantil, por absorber jóvenes que de otra forma podrían estar en las calles. Tal como ha ocurrido en otras sociedades y sistemas educativos, Chile experimentó una reforma radical en el sistema de educación superior durante la década de los ochenta que tuvo su origen en una política global de liberalización que culminó en un conjunto de cuerpos legales promulgados por el gobierno militar a partir de 1980. En rigor, la reforma que se practicó al sistema terciario modificó la estructura del sistema, su coordinación y los mecanismos de financiamiento1. Desde el control estatal al libre mercado fue la dirección de los cambios promovidos por el gobierno militar que, tras una década para la implementación y gracias a una gran concentración del poder, consiguió reorientar los principios reguladores del sistema postsecundario y alinearlos con la agenda neoliberal. Los cambios promovidos a comienzos del 80 se reforzaron mediante un sistema que incentivó el autofinanciamiento institucional incluyendo el cobro de aranceles y matrículas y la creación de un sistema de créditos y becas. Los aspectos antes mencionados ciertamente han tenido un impacto directo en el acceso al sistema terciario, así como en la permanencia en el mismo, cuestión que pretende dilucidar la presente investigación. Más allá de los juicios que se puedan hacer sobre el carácter de las reformas, es irrefutable que Chile actualmente cuenta con un sistema masivo y diversificado que ha ido incrementando su cobertura y oportunidades de acceso en distintos niveles socioeconómicos. Pero el acceso al sistema terciario no está únicamente condicionado por factores de orden económico. En efecto, Crossland (1976: 529) sostiene que, en términos generales, el acceso al sistema de educación superior está limitado por condicionantes económicas, sociales y culturales, incluyendo: carencia de recursos financieros (discriminación socioeconómica); excesiva lejanía entre el hogar de los jóvenes y los centros de educación superior; discriminación por sexo; inadecuada preparación académica por parte de las escuelas primarias y secundarias; prejuicios contra ciertas minorías étnicas, religiosas o políticas; exámenes de ingreso estandarizados culturalmente prejuiciados; discapacidad física (pero no mental) que inhibe la movilidad; y discriminación por edad. Ciertamente un efecto combinado de una mayor demanda por educación superior, una mayor oferta y diversificación y el incremento de los ingresos de los hogares pueden ser las razones por las cuales el crecimiento de la educación superior puede explicarse. Sin embargo, un aspecto que podría ser interesante de examinar es qué implicancia tienen los hechos señalados en términos de movilidad social. Un tema clásico de las ciencias sociales, específicamente de disciplinas como la sociología, ha sido estudiar el rol que juega la educación en los patrones de movilidad socioeconómica que tienen las sociedades, grupos sociales e individuos (una buena síntesis puede encontrarse en Goldthorpe 2003 y Aldridge 2001). Para un hogar de escasos recursos, el hecho de "colocar" a uno de sus integrantes en el sistema de educación terciario constituye un buen proxy para alcanzar lo que se conoce como movilidad intergeneracional, en este caso ascendente. Sin embargo, los estudios disponibles muestran que el acceso a la educación superior aún está primordialmente condicionado por el origen socioeconómico de los jóvenes. De acuerdo a Larrañaga (2002), existe una alta correlación entre el nivel socioeconómico de los estudiantes y el puntaje obtenido en las pruebas de selección. El logro medido por las pruebas de selección, que aluden básicamente a la segmentación de la educación secundaria, muestra que aun en un contexto de expansión y diversificación socioeconómica del estudiantado la variable socioeconómica sigue siendo el principal freno al acceso masivo de estudiantes de nivel socioeconómico bajo (Bravo y Manzi 2002). Por su parte, en Chile la mayor parte de las políticas educacionales impulsadas le-galmente e implementadas durante el régimen militar estuvieron asociadas con la retórica de la equidad en el acceso y la igualdad de las oportunidades educacionales (Espinoza 2002). No obstante, con la llegada de los gobiernos democráticos al poder desde 1990 ha habido un creciente énfasis en el discurso gubernamental respecto de la necesidad de lograr la ansiada equidad en el acceso, como así también el proveer igualdad de oportunidades a todos los jóvenes independientemente de sus condiciones de origen. 2. PREGUNTAS DE INVESTIGACIÓN Las preguntas que esta investigación se propone responder son las siguientes:
La primera pregunta apunta a establecer una caracterización socioeconómica y de los hogares cuyos integrantes se han incorporado al sistema de educación superior y su variación en el tiempo. La segunda está referida a establecer cómo se comporta el acceso a la educación superior de jóvenes provenientes de hogares con características constantes en distintos períodos de tiempo. Es decir, al establecer un modelo de hogar tipo2 que tenga las mismas características de ingreso, demográficas, ocupacionales y educacionales se determinará si existen diferencias en el acceso a la educación superior en el tiempo. 3. OBJETIVOS
4. METODOLOGÍA En un primer momento se procedió a caracterizar a la población que ha estado accediendo al nivel terciario en el período 1990-2003 tanto en universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica. Para ello se llevó a cabo un análisis de tendencias y se calcularon los estadígrafos descriptivos utilizando para estos fines las Bases de Datos CASEN3, de modo de obtener las respectivas distribuciones por quintiles de ingreso de los jóvenes que acceden al sistema terciario, así como la distribución de jóvenes según ocupación y nivel de escolaridad del jefe de hogar. Al momento de procesarse las bases de datos CASEN se optó por trabajar con la población comprendida en el tramo 18 a 24 años asumiendo que ese tramo de edad corresponde a la edad en que teóricamente se debieran cursar los estudios de nivel superior. El análisis de los datos se estructuró sobre la base de dos variables:
Para algunos de los cruces establecidos en el documento, como por ejemplo acceso a la educación superior y escolaridad del jefe de hogar, acceso a la educación superior y ocupación del jefe de hogar, tipo de institución a la cual asiste el joven y escolaridad del jefe de hogar, y tipo de institución a la cual asiste el joven y ocupación del jefe de hogar, las bases de datos se depuraron tomando como criterio los jóvenes de 18 a 24 años que eran hijos(as) de los jefes(as) de hogar. Se reestructuraron las bases de datos quedando en el mismo registro información sobre los jóvenes e información del jefe de hogar. El hecho de seleccionar jóvenes que viven con sus padres puede acarrear algunas distorsiones, por cuanto es probable que quienes no viven con sus padres tengan características distintas; lo cual es una limitación del instrumento al ser de corte transversal. De todas maneras, los jóvenes seleccionados para las muestras pareadas representan consistentemente alrededor del 70% de los jóvenes de entre 18 y 24 años de edad. 5. RESULTADOS Los resultados que se presentan a continuación son producto del análisis de la información procesada directamente de las Bases de Datos CASEN de MIDEPLAN4. De entre las bases de datos disponibles se seleccionaron las correspondientes a los años 1990, 1996 y 2003. Se optó por estos años dado que se deseaba hacer un análisis de tendencias que permitiera visualizar el impacto de las políticas educacionales en materia de acceso al sistema (diferenciando incluso por tipo de institución de educación superior). 5.1. Acceso a la educación superior y quintil de ingreso. Cabe destacar que la proporción de jóvenes de 18 a 24 años que han accedido a la educación superior pertenecientes a los quintiles I y II ha experimentado un aumento de casi tres puntos porcentuales en el periodo 1990-2003, pasando de 4,9% a 7,7% en el primer caso, y de 10,3% a 13% en el segundo caso. A su vez, la representatividad de los jóvenes pertenecientes a los quintiles III y IV no ha tenido variabilidad en el lapso ya señalado. Finalmente, los datos muestran que la participación relativa de los jóvenes que acceden a la educación terciaria y que pertenecen al quintil más rico (esto es el quintil V), disminuye respecto a los otros quintiles pasando de 39% el año 1990 a 32% el año 2003 (tabla 1).
Si bien es cierto que la probabilidad de encontrar un joven que haya tenido acceso a la educación superior del quintil I es en la actualidad mayor (8%), sigue siendo 4 veces mayor la posibilidad de que un joven del quintil V haya accedido al sistema (32%). En 1990 dicha razón era de 1 a 8. Por otra parte, como se observa en la tabla 2, mientras en el año 1990 sólo un 5,1% de los jóvenes pertenecientes al quintil I accedía a la educación superior, dicha proporción se incrementó a 8,7% y 12% en los años 1996 y 2003, respectivamente. A su vez, los jóvenes del quintil II duplicaron su participación en el sistema pasando de 9,0% en 1990 a 18% el año 2003. Mientras los jóvenes del quintil III casi duplican su participación en el sistema en el período 1990-2003, los jóvenes de los quintiles más ricos que accedieron a la educación superior incrementaron su participación en forma notoria, pasando de 30% a 43% en el caso de los jóvenes del quintil IV, y de 52% a 69% en el caso de los jóvenes del quintil V. Si bien ha habido un aumento significativo en el acceso en los cinco quintiles de ingreso aún queda mucho por hacer en el caso de los jóvenes que pertenecen a los quintiles más pobres donde el nivel de participación sigue siendo deficitario en comparación con lo que acontece en los quintiles más ricos. En efecto, mientras los jóvenes pertenecientes al quintil V tienen una cobertura superior a los dos tercios en el sistema terciario, los jóvenes del quintil más pobre no superaban el 12% en el año 2003 y los jóvenes del quintil II no superaban aún el 20% (tabla 2). 5.2. Acceso a la educación superior y escolaridad del jefe de hogar. De los jóvenes que accedieron a la educación superior en 1990 un 30% tenía padres que habían alcanzado el mismo nivel educativo, en tanto que en 1996 dicha proporción se elevaba al 33% y en el año 2003 al 41%. Lo anterior implica que el aumento progresivo en el acceso al sistema terciario por parte de jóvenes de 18 a 24 años ha estado directamente asociado a un aumento en el nivel de escolaridad de los jefes de hogar en el período 1990-2003 (tabla 3). De igual forma la tabla 3 permite constatar que el 13% de los jóvenes que accedieron a la educación superior en el año 2003 tenían padres cuyo nivel de escolaridad no superaba la educación básica, en contraste con lo que acontecía en el año 1990 donde alrededor del 26% de los jóvenes que accedió al sistema tenía padres con escolaridad básica. Si bien el ingreso al sistema terciario ha ido aumentando progresivamente en los últimos 15 años no deja de llamar la atención que de los jóvenes de 18 a 24 años que no accedieron a la educación superior en 1990 poco más del 4% tenía padres que sí accedieron a la educación superior, en tanto que en el año 2003 sobre el 8% de los jóvenes que no había accedido a la educación superior tenía padres con dicho nivel de escolaridad. Lo anterior implica que la proporción de jóvenes que no accede a educación superior con jefes de hogar que sí accedieron se duplicó en el lapso 1990-2003 (tabla 3). Esta situación debe analizarse en detalle considerando la posible influencia de la situación ocupacional del jefe de hogar, así como el aumento del acceso en los 90. 5.3. Acceso a la educación superior y ocupación del jefe de hogar5. Al cruzar las variables acceso a la educación superior y ocupación del jefe de hogar se verifica que ha aumentado notablemente la incorporación de jóvenes de 18 a 24 años provenientes de hogares cuyos jefes eran trabajadores manuales y agrícolas, pasando del 20% al 37% entre el año 1990 y el año 2003. Como contraparte, la representatividad de los jóvenes provenientes de hogares cuyo jefe era trabajador no manual ha disminuido del 80% al 64% en el lapso antes aludido. Lo anterior muestra que ha habido una redistribución de los jóvenes que acceden a la educación terciaria según ocupación del jefe de hogar (tabla 4). Por otra parte, la representatividad de los jóvenes provenientes de hogares cuyos jefes son trabajadores agrícolas también ha disminuido proporcionalmente de un 8% a un 3%, lo cual podría atribuirse a la migración campo-ciudad y a la menor oferta de educación superior en los sectores rurales (tabla 4). 5.4. Situación de los jóvenes que estaban cursando estudios superiores al momento de aplicarse la encuesta CASEN. A continuación se caracteriza a los jóvenes que estaban estudiando en el nivel terciario al momento de aplicarse la encuesta Casen según el nivel de escolaridad y tipo de ocupación del jefe de hogar. Si se cruzan las variables tipo de institución donde los jóvenes cursaban estudios de educación superior al momento de aplicarse la encuesta y el nivel de escolaridad del jefe de hogar se constata que hay un incremento relativo de los jóvenes que estudian en el sistema terciario y que provienen de hogares cuyo jefes tienen mayor nivel educativo. En efecto, si se suman los casos con alta escolaridad del jefe de hogar (educación media y superior en conjunto) se tiene que en el período 1990-2003 hay un aumento de 68% a 77% de los jóvenes que asisten a IPs y CFTs y para las universidades varía de un 86% a un 92% en el mismo lapso (tabla 5). Ahora bien, si se cruzan las variables tipo de institución a la que asisten los jóvenes que cursan estudios de educación superior y ocupación del jefe de hogar6 se corrobora que entre los jóvenes que asisten a los CFTs e IPs se ha duplicado la representación de quienes provienen de hogares cuyos jefes son trabajadores agrícolas y manuales pasando de un 23% en el año 1990 a un 52% en el año 2003. Por otra parte, en las universidades ocurre un fenómeno similar variando desde un 14% a un 29% la representatividad de los jóvenes provenientes de este tipo de hogares (tabla 6). Se observa al mismo tiempo que hay mayor representatividad de los jóvenes que pertenecen a hogares cuyos jefes son trabajadores manuales y agrícolas en los CFTs e IPs respecto de las universidades (52% versus 29%, respectivamente) (tabla 6)7. Como contraparte, vale la pena mencionar, en relación a los jóvenes que pertenecen a hogares cuyos jefes son trabajadores no manuales, que ha habido un descenso en su representatividad variando de 77% a 48% en el caso de los CFTs y de 86% a 71% para el caso de las universidades en el periodo 1990-2003. 6. CONCLUSIONES En referencia al acceso a la educación superior y al tipo de institución al que asiste el joven, se pueden establecer las siguientes conclusiones:
NOTAS *Financiamiento otorgado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICYT) a través del Proyecto FONDECYT 1050142. 1 En 1980, esto es con anterioridad a la reforma estructural que modificó el sistema postsecundario, egresaban aproximadamente 120.000 jóvenes de la educación secundaria, de los cuales 30.000 conseguían acceder a la educación superior. En otras palabras, 1 de cada 4 egresados de la educación media ingresaba al sistema terciario. En cambio, en la actualidad de los 140.000 jóvenes que egresan de la educación media cerca de 80.000 acceden a la educación superior, sin contar a los rezagados (Espinoza 2002). 2 Ante la ausencia de datos longitudinales, en la investigación se establecieron, utilizando la serie de encuestas CASEN 1990-2003, distintos tipos de hogar que puedan ser comparables a lo largo del período. Esto tiene por objeto establecer si hay diferencias en el acceso al sistema terciario al tener controlada la variable ingreso per cápita de hogar, tomando como unidad de medida la canasta básica definida por MIDEPLAN para cada encuesta (ver sección metodología para un mayor detalle). 3 La Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) es conducida desde el año 1987 por el Ministerio de Planificación y Cooperación que se realiza bianualmente con una muestra representativa a nivel de comunas. Por sus características, la Encuesta corresponde al modelo de encuestas de hogares que se aplican en diversos países de América Latina. Su propósito es proveer información relevante para la definición e implementación de políticas públicas. 4 Al tratarse de una encuesta de hogares cuyo fin es medir el impacto de los programas sociales es esperable que en la medida que se trabaje con subgrupos pequeños de la muestra, los niveles de error muestral sean más altos. Ello implica que en la medida que los subgrupos sean más pequeños, la precisión estadística se reduzca. La diferencia entre la matrícula que reporta la Encuesta CASEN y la que reporta el MINEDUC ha sido sobrestimada en un 15% por la Encuesta CASEN, lo cual es válido desde el año 1990 en adelante. 5 La variable categorías ocupacionales que considera la Clasificación CIUO 88 fue agrupada en tres categorías siguiendo a Erikson y Goldthorpe (1993), como se detalla a continuación: Trabajadores manuales: Incluye artesanos, operarios, operadores y montadores, y trabajadores no calificados; Trabajadores no manuales: Fuerzas Armadas y de Orden, profesionales, científicos y afines, técnicos, directivos de empresas y Poder Ejecutivo, y empleados de oficina y vendedores de comercio y mercados; y Trabajadores agrícolas: Incluye agricultores y pescadores (comercial y de subsistencia). 6 Para construir la tabla 5 se agruparon las categorías ocupacionales siguiendo la clasificación de Erickson y Goldthorpe. 7 Los datos no permiten hacer la desagregación entre institutos profesionales y CFTs para todos los años considerados en el estudio.
7. BIBLIOGRAFÍA Albornoz, O. (1993). Education and society in Latin America. Pittsburgh, PA.: University of Pittsburgh Press. Altbach, P. (1996). Patterns in higher education development. Towards the year 2000. In Z. Morsy & P. G. Altbach (eds.), Higher education in an international perspective. Critical issues (pp. 21-35). New York: Garland Publishing. Banco Mundial (2000). La educación superior en los países en desarrollo. Peligros y promesas. Santiago: CPU. Bravo, D., I. Manzi (2002). Equidad y Resultados Educacionales: SIMCE y PAA. Santiago. Depto. de Economía U. de Chile y Escuela de Psicología PUC. Brunner, I. I. (2000). Educación superior y desarrollo en el nuevo contexto latinoamericano. En Ministerio de Educación, Revista de la Educación Superior Chilena (pp. 25-37). Santiago: Mineduc. Crossland, R (1976). The equilibrist's query: Equality, equity or equilibrium? Thoughts on policies of access to higher education. Prospects VI. 4: 526-539. De Moura Castro, C. (1999). Will the Invisible Hand Fix Latin American Private Higher Education? In P. Altbach (ed.), Private Prometheus: Private Higher Education and Development in the 21st Century (pp. 51-72). Chesnut Hill, MA: Greenwood Publishing Co. Erikson, R., I. Goldthorpe (1993). The Constant Flux: A study of Class Mobility in Industrial Societies. Oxford: Clarendon Press, USA. Espinoza, O. (2002). The global and national rhetoric of educational reform and the practice of in(equity) in the Chilean higher education system (1981-1998). Ed. D. dissertation, School of Education, University of Pittsburgh. Espinoza, O. (2000). Higher education and the emerging markets: The case of Chile. In J. Mauch, B. Donnorumo y M. McMullen (Eds.), The emerging markets and higher education: Development and sustainability (pp. 171-198). New York: Routledge Falmer. Larrañaga, O. (2002). Elementos para una reforma del sistema de crédito estudiantil en Chile. Documento de Trabajo N° 189, mayo. Santiago, Chile: Departamento de Economía, Universidad de Chile. Mauch, J. & Sabloff, P, eds. (1995). Reform and change in higher education. International perspectives. New York: Garland Publishing. Neave, G., & F. van Vught, eds. (1994). Government and higher education relationships across three continents: The winds of change. Tarrytown, N.Y: Pergamon Press. |