Estudios
Pedagógicos XXXII Nº2: 103-120, 2006 ENSAYOS
EDUCACION
ECONOMICA EN Economic education in the school: toward a proposal of intervention
Marianela Denegri Coria 1, Carlos del Valle Rojas 2, René Gempp Fuentealba 3, Miguel Angel Lara Arzola 4 1
Universidad de Resumen 1) ¿Cuál
es la edad óptima para introducir la formación económica en el currículum? Finalizaremos
con la descripción de nuestro programa “Yo y This paper pretends to review critical aspects and challenges that is necessary to consider to show a proposal of economic education which allow, since elementary school, to contribute to the economic literacy of the kids and to impact in their families through process of intergenerational transmission. For that reason, we will try to show three key questions: 1) Which
is the best age to introduce the economical information in the curriculum? We will end with the description of our program “Me and the Economics”, that pretends to articulate the effective curriculum with the profit’s highest economic literacy levels in children. Actualmente la economía internacional tiende cada vez con mayor insistencia a la globalización, a la formación de nuevas regiones económicas y de nuevos bloques entre países con el propósito de acrecentar las actividades comerciales, generando una mayor complejización del mercado (Elizalde 2003). Sin embargo, la mayoría de las agendas políticas de los países contrastan fuertemente con las capacidades reales que tiene la población para poder insertarse efectivamente en los crecientes requerimientos de sociedades cada vez más complejas (Cumbre de las Américas 1999). Un aspecto crítico de estas habilidades está vinculado con el desarrollo de destrezas y actitudes que permitan regular la conducta personal y familiar hacia un uso racional de recursos económicos escasos y por ello la preparación real que poseen las personas para enfrentarse a un mercado creciente que presiona hacia el consumo. Desde esta perspectiva, la educación económica se traduce operacionalmente en “alfabetización económica” y proporciona las herramientas para entender el mundo económico, interpretar los eventos que pueden afectar directa o indirectamente y mejorar las competencias para tomar decisiones personales y sociales sobre la multitud de problemas económicos que se encuentran en la vida cotidiana (Yamane 1997; Denegri y Martínez 2004). Lograr la comprensión del mundo económico requiere que el individuo construya una visión sistémica del modelo económico social en que está inserto, para desarrollar competencias y actitudes que le posibiliten un uso adecuado de sus recursos económicos, incluyendo hábitos y conductas de consumo racionales y eficientes (Denegri 1998). Así, un proceso eficiente de socialización económica previo a la adultez se vuelve cada vez más necesario (Cram y Ng 1999) a la vez que se demuestra que es más efectivo a edades más tempranas (Furnham 1986). En este sentido, es relevante distinguir dos tipos de socialización que se manifiestan conjuntamente, la primaria, referida a la influencia de la familia, y la secundaria, concerniente a todas las influencias externas, tales como la escuela, los medios de comunicación de masas, etc., a través de las cuales los niños adquieren conocimiento económico a partir del cual definen sus conductas futuras (Mori y Lewis 2001; Denegri, Iturra, Palavecinos y Ripoll 1999). En cuanto al momento evolutivo en que se podría iniciar una formación económica sistemática en la infancia, una serie de trabajos demuestran que los estudiantes de educación primaria son capaces de aprender conceptos económicos y que ello impacta en el desarrollo de competencias en la vida cotidiana. Las conclusiones de los estudios señalan que los niños de educación elemental o básica pueden identificar y comprender conceptos económicos y también aplicarlos a problemas reales de su entorno (Kourilsky 1987, 1993; Lawson y O’Donnell 1986; Schug y Walstad 1991; Sossin, Dyck y Lynn 1997; Laney y Schug 1998; Laney, Moseley y Pak 1996). Se aprecia que la reflexión sistemática sobre problemas económicos reales de la vida cotidiana también incrementa las capacidades de razonamiento general y ayuda a los niños a diferenciar aspectos que se consideran claves para comprender el mundo social. Uno de ellos es la comprensión de la diferencia entre una concepción de la vida como un hecho que sucede y donde los individuos no tenemos posibilidad de control versus la conceptualización de los fenómenos sociales como resultado de elecciones realizadas por individuos y colectivos. El segundo aspecto clave implica la toma de conciencia que en cada decisión hay implicados costos y beneficios y que ellos deben ser evaluados antes de actuar. Ambos aspectos implican el desarrollo de la capacidad de relacionar procesos, evaluar cursos de acción y reflexionar sobre consecuencias, todo lo cual forma parte importante de las competencias cognitivas, de comportamiento y valóricas necesarias para la instalación de una lógica ciudadana en contraposición con una postura pasiva frente a la realidad social (Wentworth y Schug 1993; Denegri y Martínez 2004). Otro
hallazgo crucial se vincula al impacto de la intervención educativa en
los niveles de maduración logrados por los niños cuando son enfrentados
a la necesidad de analizar y tomar decisiones sobre los problemas de su
ambiente. Los resultados indican que los estudiantes de 5º y 6º grado
son los que más se benefician de una educación económica que integre conceptos,
reflexión y aplicación a la resolución de problemas. Ello considerando
que por su etapa evolutiva ya se han instalado las estructuras cognitivas
operacionales necesarias para relacionar eventos y procesos, poseen las
bases del pensamiento matemático (Berti, Bombi y De Beni 1986; Berti 1993)
y una capacidad de memoria más flexible que les permite establecer relaciones
entre experiencias pasadas y nueva información (Ajello, Bombi, Pontecorvo
y Zucchermaglio 1987; Laney 1988; Laney y cols. 1996; Laney y Schug 1998).
A su vez, han tenido acceso a un nivel básico de instrucción en la comprensión
del medio social y cultural (Wentworth y Schug 1993) y nuestros estudios
han comprobado que en estas edades también se han alcanzado niveles de
desarrollo del pensamiento económico que implican la comprensión de nociones
básicas como la ganancia y el carácter fiduciario del dinero así como
su carácter de medio de intercambio (Denegri 1995; Denegri, Delval, Ripoll,
Palavecinos y Keller 1998). Así, al evaluar el nivel de Alfabetización
Económica en niños chilenos (Cortés, Quezada y Sepúlveda 2004), se observa
que la mayor parte de los escolares de Por
otra parte, si bien en Latinoamérica, y especialmente en Chile, aún no
existen estudios comparativos amplios de los montos de dinero En
suma, los antecedentes sugieren que la formación económica formal podría
implementarse exitosamente a partir de los La socialización y la educación tendrían importantes consecuencias en la comprensión de los asuntos económicos de los niños y adolescentes. Así, los padres, quienes son los principales proveedores de dinero, son también los educadores primordiales de conductas económicas (Moore-Shay y Berchmans 1996; Rose 1999), puesto que es en la familia donde los niños aprenden a desenvolverse, adquiriendo los hábitos, habilidades y actitudes que definen sus patrones futuros de consumo; sin embargo, sus prácticas educativas en esta área son limitadas. Tal como otros hábitos familiares, las prácticas de socialización económica son principalmente de tipo informal y no sistemáticas (Lassarre 1996; García, Ibáñez y Lara 2004). La situación adquiere mayor relevancia si se considera que el analfabetismo económico se reproduce a través de la socialización económica en la familia, puesto que antes de llegar a comprender la complejidad del mundo de la economía, los niños ya han observado y probablemente imitado una gran cantidad de estereotipos acerca del consumo usados por los adultos y han tenido experiencia directa, a un nivel simple, con una amplia variedad de actividades de consumo, que aumenta durante los años escolares (Moschis 1987; Page y Ridgway 2001; Denegri et al. 1999). Las mismas investigaciones también señalan que, al carecer los propios padres de una adecuada alfabetización económica (Mori y Lewis 2001), se produce una transmisión intergeneracional de pautas de consumo y uso del dinero poco reflexivas o ineficientes, tal como lo muestran nuestros últimos estudios en estrategias y prácticas de socialización económica en familias de distintos estratos socioeconómicos chilenos (Denegri, Palavecinos y Gempp 2004). Estos déficit en educación económica en la infancia se mantienen hasta la adolescencia y la adultez (Caripán, Hermosilla y Catalán 2004; Denegri y Palavecinos 2003), sin que el sistema educativo actual logre compensarlos. Si bien la mayoría de los estudios en el ámbito de la socialización económica en la familia se ha enfocado en las concepciones de los padres sobre los montos de dinero que deben manejar los niños para sus gastos y la regularidad de su entrega (Kerr y Cheadle 1997; Lunt y Furnham 1996; Furnham y Thomas 1984a) se ha observado que la edad de los padres y el nivel socioeconómico eran variables claves en la toma de decisiones de alfabetización económica de los hijos. Los padres jóvenes tenían mayor tendencia a instituir una mesada (pocket money) regular desde edades más tempranas de sus hijos en comparación con los padres de mayor edad. Por su parte, las familias de clase media entregaban dinero de forma regular y organizada en comparación con los padres de clase baja, los cuales daban dinero de manera irregular y en pequeñas cantidades pero con mayor frecuencia. Un aspecto interesante fue el hallazgo en la clase trabajadora de la entrega diferencial de dinero según el sexo de sus hijos, siendo los niños quienes recibían más dinero que las niñas. Por su parte, Sonuga-Barke y Webley (1993) concluyen que “es sorpresivo el gran número de padres que no realiza ningún esfuerzo sistemático por entrenar a sus hijos en el uso y manejo del dinero, a pesar de sus declaraciones de la importancia que esto reviste” (p. 83). En nuestro equipo de trabajo se han investigado las estrategias y prácticas de socialización económica utilizadas por familias urbanas de diversos niveles socioeconómicos (Denegri, Palavecinos y Gempp 2003-2005). Nuestros resultados en familias de clase media indican que en el discurso de los padres se reconoce la importancia de educar en el uso del dinero a sus hijos; sin embargo, esto no parece reflejarse coherentemente en las prácticas cotidianas de socialización económica que ellos llevan a cabo. Pese a que los padres dicen valorar un estilo de vida austero, con sus hijos se comportan más bien como consumidores impulsivos, donde la reflexión y los límites a las peticiones de consumo de los niños parecen ser bastante difusos. Por otro lado, si bien valoran la importancia de aprender a administrar el dinero, por otro lado no fomentan la autonomía ni la responsabilidad efectiva de dicha administración en sus hijos. Otro resultado interesante que confirma hallazgos previos de la bibliografía (Moore-Shay y Berchmans 1996; Rose 1999), es la tendencia a repetir, en la socialización de sus hijos, las pautas que ellos vivieron en su infancia , apreciándose la presencia de una transmisión intergeneracional de pautas económicas que no siempre es concordante con los cambios que han sufrido el sistema económico chileno y la consideración de los niños como un segmento de consumidores creciente (Denegri, Palavecinos, Gempp y Caprile 2005; García et al. 2004). En síntesis, la mayor parte de las investigaciones en torno a socialización económica concuerdan en que los padres juegan un rol fundamental (aunque lamentablemente ineficiente) en la alfabetización económica de sus hijos. Un Modelo de Formación Económica, por tanto, debería considerar el efecto de los padres, ya sea como variable extraña y/o como un elemento a incorporar dentro del esquema de formación, ya que, por un lado, las familias son incapaces de socializar en competencias económicas eficientes y, por otro, el sistema educativo actual no ofrece la posibilidad de acceder a una educación económica sistemática. Para
desarrollar estrategias educativas orientadas al uso pedagógico de los
medios en la escuela y para comprender su impacto en los niños se han
utilizado dos modelos complementarios (Sarramona 1989; Sarramona, Vásquez
y Colom 1998). El primero incorpora a los medios como agentes y proceso,
en cuyo caso son “instrumentalizados pedagógicamente para vehicular información”
(Aparici 2002; Del Valle 2004), mientras que en el segundo, los medios
son conceptualizados como objetos y productos en sí mismos, lo que implica
que las estrategias pedagógicas deben En relación al modelo de uso de los medios como agentes y procesos, las evidencias señalan que el uso de medios de comunicación como videos, cine, televisión, videojuegos, libros de texto electrónicos e Internet (Wentland 2004; Vachris y Bredon 1999; Walbert y Ostrosky 1997) puede ser aprovechado para el logro de mejores niveles de aprendizaje en los programas sistemáticos de educación económica. En esta misma línea se destaca el uso de material pedagógico producido por los propios estudiantes, a partir de sus experiencias reales de vida (Meyers 2004) y la importancia de las imágenes de productos sociales y comerciales aparecidos en los medios (Vargha 2004). En síntesis, esta línea de trabajos destaca la importancia de la publicidad y del componente educativo que hay en los videojuegos y los juegos on-line, los cuales pueden favorecer el aprendizaje de contenidos curriculares y el aprovechamiento del tiempo destinado actualmente a estas actividades (Del Valle 2005). Al formar parte de la “cultura cotidiana” de los niños constituyen material motivador, favorecen el trabajo de aspectos procedimentales, son flexibles para utilizarlos y constituyen un material altamente accesible; aunque es necesaria una orientación crítica para su uso (McNeal 2000; Revuelta 2004). En cuanto a la consideración de los medios como objetos que transmiten significaciones y por ende al desarrollo de una conciencia crítica frente a ellos, un aspecto crucial a considerar en las intervenciones educativas que se sustentan en este modelo se relaciona con las características cognitivas y afectivas de los niños escolares. En este aspecto, las investigaciones muestran que entre los 10 y los 12 ó 13 años se produce la etapa de transición entre lo lógico y lo abstracto, la fantasía y la realidad objetiva y ello influye en las condiciones de construcción de identidad en los niños (Denegri y Martínez 2005). En esta etapa las fantasías de los niños se tornan más “realistas”, por lo que sus intereses se orientan hacia la búsqueda de ciertos niveles de verosimilitud, de allí su predilección en programas que “reflejen realidades” como es el caso de las teleseries y telenovelas de romance. Además se observa un marcado interés en el desarrollo de las características “ideales” presentes en el medio social (fuerza, poder, prestigio, atractivo físico, aceptación social, entre otras) (CNTV 2004; Acuff y Reiher 1998), lo cual es aprovechado por las industrias del marketing y los anuncios publicitarios (Guber y Berry 1993) para inducir la identificación del yo con los productos que se consumen. Estas mismas características pueden ser aprovechadas pedagógicamente para inducir procesos de reflexión en torno a los medios y sus mensajes y con ello ayudar a los niños a “develar” su influencia persuasiva. En
síntesis, los medios presentan una doble influencia en la conducta económica
infantil. Por una parte, constituyen una forma permanente de penetración
y persuasión y por lo tanto de estimuladores de patrones de consumo y
por otra pueden tener un importante rol en el desarrollo de propuestas
educativas más motivantes y cercanas a la cultura de los niños (Del Valle
2000, 2003b). Sin embargo, ello implica también el requerimiento de desarrollar
actividades que permitan “una lectura crítica” de sus mensajes y la preparación
de los profesores para aprovechar toda su potencia. Si bien en Chile no encontramos estudios que den cuenta del diseño o evaluación de programas de educación económica, sí se cuenta con datos que refuerzan la necesidad de su consideración. Entre
los años 1999 y 2000 Chile participó en el Estudio Internacional de Educación
Cívica (Ministerio de Educación, Unidad de Currículum y Evaluación, SIMCE
2003). Respondieron esta encuesta alumnos de 8º Año Básico y posteriormente
lo hicieron los alumnos de 4º Año Medio. Los conocimientos económicos
sólo fueron incorporados en los alumnos de 4º Año Medio, donde Chile obtuvo
un promedio significativamente inferior al promedio internacional, situándose
en 87 puntos, mientras que la media internacional fue de 100. Por otra
parte, en otro estudio realizado por Esto
se explica, en parte, debido a la poca extensión y organización de la
alfabetización económica en el currículum. Sólo en términos de La mayoría de los modelos de educación económica coinciden en que es fundamental incorporar la relación entre al menos tres variables que interactúan en el comportamiento económico, ellas son: (1) las elecciones económicas, (2) los conceptos económicos y (3) las metas del comportamiento (Schug 1982, 1996; Schug y Hagedorn 2005). En relación a ello, Kourlisky (1993, 1996) enfatiza la importancia de una aproximación interdisciplinaria a la enseñanza de conceptos económicos. Al igual que otros autores (Schug 1996; Sossin et al. 1997; Walstad y Rebeck 2001), señala que los conceptos básicos que deberían ser abordados en educación primaria son los de escasez y recursos limitados; costo de oportunidad y análisis de costo-beneficio en la elección de alternativas; mercado y producción de bienes y servicios; funcionamiento bancario; consumo e ingresos; dinero y formas de intercambio; distribución de recursos y oferta y demanda. La intervención pedagógica debe culminar con la creación de un pequeño emprendimiento colectivo por parte de los alumnos, el cual permita poner en acción lo aprendido en las unidades anteriores. Por su parte, Laney (1993) plantea que el tema de la escasez debería utilizarse como articulador del programa curricular a partir de cuatro principios básicos: 1) la importancia de la experiencia real para promover aprendizaje y retención de conceptos económicos, 2) la experiencia debe ser una experiencia guiada y mediada por el profesor, quien destacará los conceptos centrales en cada actividad, 3) el aprendizaje de “etiquetas” que permitan reconocer los conceptos y potenciar su incorporación a las estructuras preexistentes; y 4) el uso de materiales producidos por el profesor y por los estudiantes, que incorporen elementos tanto verbales como visuales para potenciar el aprendizaje y la retención. En este punto cobra importancia el uso de los medios tecnológicos y los recursos propios de la cultura cotidiana de los niños como cómics, videojuegos y animaciones. Existe abundante evidencia empírica internacional acerca de la efectividad de los programas sistemáticos de educación económica incorporados al currículo (Kourlisky 1987, 1993; Soper y Walstad 1991; Schug y Walstad 1991; Bosshardt y Watss 1994; Sossin et al. 1997; Georgius 1996; Varcoe y Fitch 2003; Schug y Hagedorn 2005). Los investigadores concuerdan en que el aprendizaje sistemático de contenidos económicos muestra tener un alto impacto no sólo en el nivel de conocimientos, sino también en la conducta cotidiana de los estudiantes, los que después de aplicado el programa, aumentan su conocimiento económico general, desarrollan actitudes positivas hacia un manejo más racional de sus recursos y son capaces de elegir opciones de comportamiento económico más eficientes. Un aspecto que se destaca es la importancia de la participación de los estudiantes en la selección y análisis de problemas económicos vinculados a su vida cotidiana, como una forma de potenciar la significatividad de los aprendizajes, su retención y transferencia. Otro grupo de estudios se ha centrado en la efectividad de ciertas metodologías específicas para el aprendizaje de conceptos económicos. Una de ellas es la resolución de problemas mediante aprendizaje cooperativo y mastery learning (Boud y Feletti 1991; Kagan 1994; Laney et al. 1996; Laney 1999; Johnston y James 2000). Los resultados muestran que estas metodologías logran mayores niveles de adquisición de conceptos económicos que el uso de metodologías sólo expositivas o la combinación de lecturas y exposición (Harter y Becker 1999). Al mismo tiempo, el uso de metodologías cooperativas estimula no sólo mayores niveles de aprendizaje conceptual, sino también el desarrollo de competencias sociales y de negociación que los autores vinculan con los requerimientos de la vida ciudadana. Strober y McGoldrick (1998) muestran la efectividad del método de aprendizaje de servicio en la comunidad (Dewey 1938), donde los estudiantes deben identificar problemas económicos en su comunidad, explorar soluciones a partir de la adquisición de conceptos económicos y desarrollar proyectos de afrontamiento de acuerdo a ello. Sus conclusiones señalan que este método no sólo proporciona un mejor aprendizaje, sino también estimula el desarrollo de la responsabilidad social. Otros métodos estudiados que también han mostrado ser exitosos son el uso de rol play, simulaciones, experimentos y demostraciones (Truscott y Rustogi 2000; Lage y Platt 2000), así como el uso de multimedios y nuevas tecnologías (Walbert y Ostrosky 1997; Vachris y Bredon 1999). Wentland (2004) realiza un metaanálisis del uso de metodologías en educación económica y concluye que estas son diversas y que su efectividad se vincula fundamentalmente con la posibilidad de estimular competencias complejas (cognitivas, afectivas y psicomotoras), orientar las actividades de aprendizaje hacia las necesidades de los estudiantes, incorporar tanto al individuo como al grupo y optimizar el tiempo como un recurso escaso, potenciando adicionalmente el uso de la tecnología. En cuanto a la influencia del profesor en los logros de aprendizaje, los estudios concluyen que los profesores de escuelas primarias y secundarias, si bien poseen entrenamiento y experiencia en el desarrollo de estrategias pedagógicas, raramente tienen una preparación en temas económicos que les permita ser eficientes en la educación económica de sus alumnos. Ello se vincula no sólo con la falta de una formación sistemática en economía, sino también con sus propios preconceptos y la forma como vivencian afectivamente el mundo económico, incluyendo sus posturas ideológicas frente al consumo (Kourilsky 1993; Hauwiller 2001; Walstad y Rebeck 2001; Vargha 2004). Los mismos estudios señalan que un entrenamiento sistemático de los profesores, que incorpore evaluación del nivel de alfabetización económica, desarrollo de conceptos claves, reflexión sobre sus propios comportamientos económicos y acompañamiento en la implementación de estrategias de educación económica, tiene un importante impacto en los niveles de aprendizaje de los alumnos (Kourilsky 1993; Walstad y Robson 1997; Walstad y Allgood 1999; Walstad y Rebeck 2001; Vargha 2004). A partir de la revisión de la literatura previa y los resultados de nuestros estudios, podemos concluir la importancia que reviste la alfabetización económica para los individuos y la ausencia en nuestro currículum educativo de una propuesta integrada de educación económica que permita que los niños adquieran los conocimientos, competencias y actitudes que les preparen para actuar responsable y eficientemente en un sistema económico complejo. NUESTRA
PROPUESTA: EL PROGRAMA YO Y Considerando
que los estudios previos muestran que la edad crítica para incorporar
una formación sistemática en economía es a partir de los 10 años y que
en el actual currículum de Enseñanza Básica, específicamente en el Subsector
de Estudio y Comprensión del Mundo Social en 6º Año Básico, se incorpora
una Unidad de Economía Cotidiana, hemos seleccionado este nivel para poner
a prueba un programa integral de Educación Económica denominado Yo y El
propósito de nuestro programa es empoderar a los estudiantes para construir
aprendizajes significativos a través de una conexión generativa entre
los contextos de la economía familiar cotidiana y los nuevos conceptos
a aprender de tal forma que comprendan conceptos básicos de economía,
desarrollen estrategias de razonamiento económico y desarrollen habilidades
como consumidores y actitudes proactivas que sirvan de sustento a conductas
de emprendimiento personal y social. Para ello, a través del programa
de Educación Económica Yo y Dentro de la formulación de nuestro programa de educación económica hemos considerado elementos de varias experiencias que han mostrado ser exitosas, como Kinder Economy y Mini-Society de Marilyn Kourlisky (1993, 1996) y la propuesta de Aprendizaje Generativo de Laney (1993). El
esquema del programa y de acuerdo a la literatura (Kourlisky 1993; Laney
1993; National Council on Economic Education 1997) considera el abordaje
de siete conceptos económicos básicos, los cuales son articulados con
los propios contenidos que establece el programa de 6º Básico. Se utilizan
como ejes articuladores de los proyectos de aula los bloques temáticos
establecidos en Cada
bloque temático se desarrolla en cuatro pasos sucesivos: 1) experiencia,
2) cuestionamiento, 3) refuerzo mediante la reflexión guiada y 4) aplicación. 1. Experiencia:
En primer lugar, los estudiantes vivencian experiencialmente una serie
de simulaciones de situaciones económicas de la vida cotidiana y deben
determinar cómo actuarían frente a dicho problema. 2.
Cuestionamiento: El segundo
paso implica que el profesor interroga y cuestiona a los alumnos sobre
su actuación y aclara los conceptos vinculados a la experiencia. Este
es el momento de “Alfabetización Económica Conceptual”, cuyo objetivo
es que los estudiantes comprendan los conceptos vinculados a las actuaciones
económicas y sean capaces de reconocer aquellos cursos de acción más eficientes
para tomar decisiones financieras. 3. Refuerzo mediante la reflexión guiada: En el tercer paso, el profesor profundiza la reflexión y refuerza los conceptos entregando actividades complementarias donde cobra importancia el uso de los medios tecnológicos y los recursos propios de la cultura cotidiana de los niños como cómics, videojuegos, animaciones, fábulas, cuentos y análisis de programas televisivos.
4. Aplicación
y ejercicio de competencias: El programa finaliza con el desarrollo
de un pequeño emprendimiento colectivo que puede ser de generación de
recursos monetarios o de inversión social en trabajo con la comunidad
articulado en torno al concepto de escasez (Laney 1993). De este modo
y siguiendo a Laney (1993), los cuatro principios básicos que articulan
las experiencias de aprendizaje son: 1) la importancia de la experiencia real para promover aprendizaje y retención de conceptos económicos. En relación a ello, se potencia el uso de experiencia directa y vicaria en la fase de refuerzo y con ello se ayuda a los estudiantes a transferir sus aprendizajes a nuevas situaciones. 2) La experiencia por sí sola no garantiza el aprendizaje adecuado, por ello debe ser una experiencia guiada y mediada por el profesor quien destaca los conceptos centrales en cada actividad. 3) El aprendizaje de conceptos ancla que vinculan lo que los estudiantes ya conocen con las nuevas experiencias de aprendizaje y potencian su incorporación a las estructuras preexistentes. Por ejemplo, un concepto ancla es el ahorro y sus diversas manifestaciones, así a partir de las experiencias de ahorro espontáneas de los niños se vincula al concepto de escasez como base de la necesidad de ahorrar para optimizar el uso de recursos. 4) El uso de materiales producidos directamente por el profesor y por los estudiantes, que incorporen múltiples formas de representación (verbal, visual, simbólica), potencia el aprendizaje y la retención porque aumenta la significatividad del acto de aprender. La implementación del programa requiere de cuatro etapas: evaluación inicial, capacitación de profesores, seguimiento de proceso y evaluación de resultados. a) Evaluación inicial: Un aspecto clave para el desarrollo del programa radica en el conocimiento de las preconcepciones y de los conceptos erróneos o incompletos –tanto de los niños como de los profesores– que deberán ser reorganizados (Wittrock 1991; Kourlisky 1993). Por ello, el programa se inicia con la evaluación previa de su nivel de Alfabetización Económica mediante el uso del Test de Alfabetización Económica para niños (TAE N) y el reconocimiento de sus estrategias cotidianas de manejo del dinero y prácticas de consumo. En el caso de los profesores se utiliza el Test de Alfabetización Económica para adultos (TAE A) y el Cuestionario de Caracterización del Consumidor Adulto para determinar sus conductas y actitudes de entrada al programa, aquí se incluye la evaluación de las Actitudes hacia el Endeudamiento y los Hábitos de Consumo. b)
Capacitación de profesores:
En forma previa al desarrollo del programa se realiza una etapa de capacitación
y entrenamiento para los profesores participantes. El proceso de capacitación
tiene como objetivos la revisión de los conceptos económicos articuladores
y la apropiación conceptual de ellos por parte de los profesores, la reflexión
sobre las propias posturas de los docentes frente al tema del consumo
y la economía, la ejercitación en las diferentes metodologías de enseñanza
aprendizaje y las estrategias de planificación de actividades didácticas
incorporando los pasos de experiencia, cuestionamiento y refuerzo mediante
la reflexión guiada. La etapa de capacitación y entrenamiento finaliza
con la formulación del proyecto de aula interdisciplinario (Denegri y
Martínez 2001, 2003) por parte de los profesores que permita poner en
marcha el programa de Educación Económica Yo y c) Seguimiento de proceso: Una vez finalizada la etapa de entrenamiento, el desarrollo del programa debe ser monitoreado constantemente para instalar en los docentes las competencias necesarias para la reflexión sobre la práctica y la coherencia de las experiencias de aprendizaje de sus alumnos y sus propias experiencias como consumidores. Ello para aumentar la coherencia actitudinal, considerando que el profesor constituye un modelo de comportamiento para sus estudiantes y que un profesor “consumerista” (Denegri y Martínez 2004) tiene mayor probabilidad de fomentar comportamientos de consumo reflexivo en sus alumnos. Así, el proceso de seguimiento tiene como propósito apoyar la ejecución de los proyectos de aula con la asesoría de un tutor. Transversalmente se trabaja la aceptación mutua y la cooperación para favorecer las buenas relaciones entre colegas, la coordinación de intereses, la tolerancia y la superación de problemas. Al ser esta etapa primordialmente práctica, se evalúa a través de asesoría directa a los grupos de trabajo y observación en aula de las actividades que desarrolla cada equipo de profesores. Esta observación es realizada por un equipo de observadores entrenados que no mantiene ningún otro tipo de relación con el equipo docente para no introducir sesgos en la observación. Los resultados de la observación son entregados al tutor, quien los discute con el equipo de profesores. A su vez, cada profesor recibe un informe individual y confidencial de los resultados de la observación de su clase. d)
Evaluación de resultados: Finalmente, se
evalúa cualitativa y cuantitativamente
el resultado del programa y su impacto en la educación económica de los
estudiantes y sus familias. Para ello, se aplican nuevamente los instrumentos
de evaluación para medir el avance en alfabetización económica, se presentan
los resultados de los proyectos de aula y se establecen grupos de discusión
con profesores, estudiantes y padres para conocer sus percepciones y su
valoración de los aprendizajes desarrollados. A su vez, se orienta a la
unidad educativa para articular la educación económica con su Proyecto
Educativo Institucional y Pedagógico. REFLEXIONES
FINALES Es evidente que la inexistencia de una alfabetización económica sistemática también redunda en la mantención de las brechas de desigualdad social al privar a los individuos, especialmente de los estratos más pobres, de la posibilidad de desarrollar competencias que les ayuden a una mejor administración de recursos económicos escasos, de búsqueda de alternativas de consumo más eficientes y del desarrollo de estrategias de resolución de problemas que potencien el emprendimiento. Por ello, si bien es importante el papel de agente socializador y educador de la familia en el ámbito económico, no es posible ignorar que los propios padres también carecen en muchos casos de una adecuada alfabetización económica. Ello se traduce en la transmisión intergeneracional de pautas de consumo y uso del dinero poco reflexivas o ineficientes como lo muestran nuestros últimos estudios en estrategias y prácticas de socialización económica en familias de distintos estratos socioeconómicos (Denegri, Palavecinos y Gempp 2004). Así, la inclusión curricular temprana de la alfabetización económica en la formación de educación básica mediante aproximaciones didácticas que potencien la reflexión, el pensamiento crítico y el trabajo cooperativo, cobra especial relevancia para el desarrollo de actitudes y destrezas que permitan a niños y niñas el control y especialmente el autocontrol de sus procesos de consumo. En conclusión, introducir los temas económicos y la educación para el consumo en el currículo escolar y con ello lograr que nuestros niños y jóvenes sean alfabetizados económicamente, presenta una serie de ventajas específicas. En primer lugar, el desarrollo de las destrezas en el uso y administración del dinero puede ayudar a niños y jóvenes a prepararse de manera real para los problemas de toma de decisiones económicas que deberán enfrentar en la vida adulta, y, por ello, ayuda a la transición entre la vida escolar y laboral. Por otra parte, la alfabetización económica requiere del desarrollo de estrategias de planificación, toma de decisiones y resolución de problemas, las cuales constituyen destrezas transferibles a otros ámbitos de conocimiento y, por tanto, estimulan el desarrollo de capacidades generales de razonamiento. Finalmente, confrontar a los alumnos con el reconocimiento de su entorno económico y social, de los problemas presentes en él y ayudarlos a construir su juicio crítico en torno a su propia actuación frente al mundo del consumo, estimula el desarrollo de un pensamiento social que constituye la base de la educación para la ciudadanía. La diferencia entre el ciudadano y el súbdito está dada fundamentalmente porque el primero es capaz de evaluar críticamente el entorno social y asumir el rol que le corresponde como “controlador” de las decisiones de aquellos a quienes encomendó su representación mediante el voto. Ello involucra el concepto de accountability tan necesario para asegurar la gobernabilidad en los sistemas democráticos. * Trabajo
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