Revista de Derecho, Vol. IX, diciembre 1998, pp. 239-244 DOCUMENTOS
DISCURSO DE TOMA DE POSESION DEL CARGO DE DECANO DE LA FACULTAD DE CIENCIAS JURIDICAS Y SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD AUSTRAL DE CHILE
Del Prof. Juan Carlos Ferrada Borquez
Señor Rector de la Universidad Austral de Chile, don Manfred Max-Neef; señores Vicerrectores don Germán Campos y don Guillermo Urrutia; señor Secretario General de la Universidad don Juan Andrés Varas; señor Gobernador Provincial don Jorge Vives; señor Presidente de la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Valdivia don Darío Carretta; señores Decanos; señores Consejeros Académicos; señor Presidente del Colegio de Abogados de Valdivia y Osorno, don Carlos Herrera; profesores y colegas de esta Facultad, representantes de los alumnos, señoras y señores: Antes que todo quisiera agradecer a mis colegas de la Facultad , al Consejo Académico y al Rector el alto honor que me han concedido de dirigir por este período a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile. Está claro que mi juventud, mi inexperiencia y poca trayectoria en la Universidad Austral no han sido suficientes obstáculos para descartar esta opción dentro de las posibles. Agradezco sinceramente su confianza y me comprometo a hacer mis máximos esfuerzos para no defraudarles. Mi poca habitualidad a decir discursos -sobre todo discursos de asunción de cargo de Decano- me ha puesto estos días en un difícil aprieto. Me preguntaba: ¿cómo hacer un discurso serio y profundo, como la ocasión lo amerita, sin que sea aburrido? ¿El discurso que debo pronunciar debiera ser protocolar, académico o personal? ¿Aguantará la audiencia sin bostezar escandalosamente? Como se podrá apreciar en seguida, no pude resolver el enigma, por lo que hay, en estas palabras, un poco de todo y de nada. Espero que la mezcla no resulte explosiva. En fin -y ya entrando en materia-, como ya sabemos, hoy asumo oficialmente como Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile, y lo hago con una enorme ilusión y esperanza, pero también con cierta tristeza. Tristeza porque deja el cargo la decano que -literalmente- ha gestado y construido esta Facultad. Los esfuerzos y sacrificios de Karin en esta Facultad son realmente admirables, y aunque es poco el tiempo que llevo trabajando junto a ella, este ha sido suficiente para apreciar su calidad humana y profesional a toda prueba. Sean Karin estas breves palabras de sincero agradecimiento y reconocimiento a tu labor, las primeras que pronuncie como Decano de esta Facultad. La responsabilidad que hoy día asumo supone, a mi juicio, un serio compromiso profesional y personal con la Universidad Austral de Chile, compromiso que entiendo se resume en la tarea de seguir avanzando en la consolidación de nuestra Facultad. Ustedes juzgarán al cabo de estos tres años que aquí comienzan -o antes si así lo estimaren oportuno- si ese compromiso lo cumplo cabalmente. Para ello, creo que tengo la obligación de señalar aquí algunos elementos esenciales que debieran inspirar mi labor, elementos que espero sirvan de base para fiscalizar mi actuar. A tal efecto, haré algunas breves reflexiones personales sobre tres cuestiones que me parecen fundamentales para un profesional del Derecho. En primer lugar, la noción misma de Derecho; el papel de la Universidad en su enseñanza y discusión, y, por último, la aplicación concreta de estas ideas a mi proyecto de Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile. A mi juicio, el Derecho es mucho más que una simple técnica jurídica de control social. El Derecho, para mí, es el objeto propio de estudio de una ciencia social denominada ciencia jurídica. Utilizo la palabra ciencia no en el sentido absoluto y exacto que posee en las ciencias naturales, sino como identificadora de una área del conocimiento que posee un conjunto de reglas propias de construcción y argumentación. Esta última característica es precisamente lo que explica la diferencia de opiniones y posiciones en una materia determinada, discrepancia que debe hacerse siempre, claro está, con estricto apego a las reglas o códigos estructurales que identifican a esta ciencia. En este sentido, el Derecho, creo yo, no está construido sobre la base sólo de elementos lógicos de los que derivaría una institución jurídica -como lo sostuvo en su día Gerber- sino al contrario, está unido a consideraciones Ideológicas y ponderaciones políticas, las cuales precisamente son las que le dan el contenido a las normas, privilegiando determinados bienes o intereses jurídicos. De ahí que me sienta más cerca de Triepel y su alegato realista de la vinculación del Derecho y la política, rebelándome contra aquellas interpretaciones que pretenden construir una ciencia jurídica que considere al Derecho en forma aséptica y formal, separando su contenido de los intereses sociales que nuestra comunidad demanda. De lo anterior queda clara mi posición. El Derecho para mí incluye también valores, valores que identifican posiciones políticas y éticas en nuestra sociedad o como señala el mismo Triepel "un conjunto de juicios de valor sobre conflictos de intereses". Y entonces, algunos se estarán preguntando: ¿cómo podemos hacer ciencia jurídica en este relativismo moral y político? En mi opinión, reconociendo precisamente esta condición del Derecho, es decir, no renunciando a investigar y a establecer los verdaderos fines que van tras las normas jurídicas y recubriéndolos, falsamente, como presupuestos lógicos y verdades absolutas, sino al contrario, utilizando la reflexión teleológica como método de estudio de la ciencia jurídica. En este sentido, reivindico enérgicamente lo valórico como algo sustancial al Derecho, sustancia que le da sentido a la norma. Si el Derecho es, desde esta perspectiva, no sólo un conjunto de reglas lógicas y objetivas, sino también un conjunto de intereses sociales protegidos por el ordenamiento y elevados a la categoría de dogmas por aquellos que detentan o detentaron el poder público, forzoso es concluir que los estudiosos de la ciencia jurídica debemos preocuparnos de ambas cuestiones. Así deberemos preocuparnos de analizar críticamente las normas jurídicas establecidas, interpretarlas y ponerlas en relación con las demás normas del ordenamiento -incluyendo las normas internacionales claro está- y, a partir de allí, reformular sus postulados y promover los cambios necesarios que nuestra sociedad urgentemente reclama. De ahí que nuestra labor como profesores de Derecho deba ser, a mi juicio, no sólo la de entregar a nuestros alumnos el contenido objetivo y formal de las normas jurídicas existentes -cuestión de suyo importante-, sino también proveerlos de las herramientas necesarias para analizar críticamente su contenido, ayudándolos a hurgar y descubrir los fines y valores que están detrás de estas, criticarlos y reformularlos. En este sentido, don Antonio Machado afirmaba y prevenía a sus alumnos, con singular maestría y humildad, sobre esta compleja cuestión, en los siguientes términos: "...no toméis demasiado en serio nada de cuanto oís de mis labios, porque yo no me creo en posesión de ninguna verdad que pueda revelaros. Tampoco penséis que pretenda enseñaros a desonfiar de vuestro propio pensamiento, sino que me limite a mostraros la desconfianza que tengo en el mío. No reparéis en el tono de convicción en que a veces os hablo, que es una exigencia del lenguaje meramente retórica o gramatical, ni en la manera algo cavaliere o poco respetuosa que advertiréis alguna vez en mis palabras cuando aludo, siempre de pasada, a los más egregios pensadores. Resabios son estos de viejo ateneísta, en el más provinciano sentido de la palabra. En ello habéis de seguirme menos que en nada". Ahora bien, ¿en que se traduce, para nosotros profesores universitarios, esta concepción del Derecho antes descrita? En mi opinión, en una exigencia mayor en nuestro magisterio, exigencia que se expresa en un perfeccionamiento sustancial de nuestra docencia, en un desarrollo profundo de la investigación jurídica y, por último, en un aporte significativo a la comunidad nacional y local del resultado de nuestra reflexión e investigación. En este último sentido, tenemos la obligación -creo yo- de contribuir a la recuperación y profundización del debate ciudadano en nuestra patria, liderando la discusión franca, abierta y racional de los problemas sociales y políticos del país y ayudando, de este modo, a desterrar los dogmas trasnochados que perviven en nuestro medio. Partiendo de estas premisas, quisiera a continuación esbozar algunas ideas -no digo programa porque creo no alcanza esa entidad- acerca de cómo yo abordo y proyecto mi labor de Decano en el período que hoy comienza. Para ello, desarrollaré mi exposición siguiendo la tríada de objetivos o tareas esenciales de toda Universidad, es decir, docencia, investigación y extensión. Partiré por la docencia. Es evidente que una docencia requiere de profesores preparados y motivados para enseñar. Un escritor salvadoreño señalaba con cierto pesar e ironía que en las facultades de Derecho "hay profesores de muchas clases, aunque -añadía- se hace difícil encontrar una rallo divisionis capaz de abarcar su espléndida, casi tropical variedad. Por supuesto, como ocurre en botánica, muchas de las especies académicas no son precisamente 'buenas', las hay también nocivas, soporíferas, urticantes y hasta letales". Nosotros, evidentemente, sólo necesitamos "buenas especies", es decir, profesores que no sólo sepan su materia, sino también que logren transmitir a los alumnos el interés y la pasión por la ciencia jurídica: Se trata en síntesis que los estudiantes no vean en los cinco o más años en la universidad una especie de travesía por el desierto previa al ejercicio profesional, sino como la etapa formativa de mayor impacto en sus vidas. En este sentido, en concreto, mi propósito es avanzar en la consolidación de un cuerpo docente de alto nivel para nuestra Facultad. Al efecto, creo indispensable acelerar el proceso de formación de la planta académica de la Facultad , ya sea con personas ajenas a la misma y que se encuentren en posesión de un postgrado o estar en vías de obtenerlo, o mediante la incorporación progresiva a la misma de los egresados destacados de nuestra propia Facultad. Ello es sin perjuicio de mantener una importante cuota de profesores que ejerzan activamente la profesión de abogado o de juez, ya que la experiencia que aportan en las aulas me parece indispensable para la buena formación de nuestros alumnos. En todo caso, la selección de unos u otros será por concurso público, teniendo como únicos criterios sus aptitudes para la docencia y su competencia en el área específica de que se trate, sin considerar su renombre o posición social. Por otro lado, creo necesario implementar sistemas de control y evaluación progresiva de la docencia en cada curso, de modo que la calidad de la misma no sea una cuestión entregada a una sola encuesta de fin de año, sino que sea el fruto de un proceso continuo de análisis y crítica. En este ámbito, cabe una especial participación a los alumnos y espero contar con su colaboración para la buena marcha del proyecto. En cuanto a la investigación -y para no aburrirles mucho más- sólo diré algunas breves palabras, aun cuando creo que su importancia merecería algunas más. No es ningún secreto -para aquellos que nos dedicamos a esta disciplina- que las Facultades de Derecho chilenas -cual más, cual menos- se han dedicado casi exclusivamente a la transmisión de conocimientos jurídicos en el aula, pero sin abordar con rigurosidad el campo de la investigación. En este sentido, mi compromiso es impulsar decisivamente la investigación científica en esta Facultad, promoviendo la creación de grupos de trabajo dentro de la Facultad , definiendo líneas de investigación y diseñando controles de calidad de la misma. Una buena investigación jurídica debiera ser nuestra carta de triunfo y liderazgo en la sociedad chilena, más aún tomando en cuenta la escasa producción que existe en Chile en este campo y las oportunidades que se avizoran en el mismo. Por último, con relación a la extensión, yo concibo esta desde dos puntos de vista. Por un lado, como contribución de la Universidad y, en este caso puntual, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales a la socialización del Derecho, buscando su conocimiento y difusión a toda la comunidad; y, por otro, como aporte de nuestra Facultad al debate jurídico y político de los temas importantes para nuestra colectividad local, regional y nacional. En este sentido, el espacio a generar debe alcanzar a temas tan diversos como la filiación, el divorcio, el aborto, la reforma procesal penal, el sistema carcelario, la pena de muerte, los derechos humanos, la democracia, el sistema político, la regionalización, etc. Estoy seguro que nuestra reflexión y opinión razonadas y consistentes serán muy útiles para toda la comunidad, contribuyendo así a la creación de un auténtica sociedad democrática en nuestro país. Los instrumentos concretos a través de los cuales se canalice dicha extensión son variados. Permítase mencionar sólo dos que considero prioritarios fortalecer y desarrollar: La Revista de Derecho de nuestra Facultad y los seminarios o jornadas anuales sobre temas de relevancia jurídica. Para empezar ya a concluir, quiero insistir sobre algo que ya dije hace algunos minutos. Colegas, tenemos la oportunidad histórica de hacer de esta Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral una Facultad distinta. Una Facultad preocupada de la docencia que entrega a sus alumnos; una Facultad dedicada a la investigación jurídica; una Facultad con presencia en la comunidad local, regional y nacional. De nosotros depende su realización. Estos son, en forma apretada y desordena, mis ideas y proyectos para esta Facultad. Estos son mis sueños, y como soñar es vivir -como afirmara Segismundo-, les invito a compartir esta vivencia conmigo. Como las palabras cansan y el hambre aprieta, creo de justicia necesario terminar este discurso. Sin embargo, como todo escrito de abogado -y asumo la deformación profesional- deseo finalmente hacer algunas peticiones concretas a quienes corresponda: 1° Solicitarles a mis colegas profesores de la Facultad y a las autoridades universitarias su ayuda y colaboración en esta tarea, petición que hago extensiva a la señora Angélica, don Aldo, Eli, Violeta y Carolina, aunque creo que esto último es casi innecesario, ya que me consta -y así me lo han hecho saber ellos- su generosa disposición a trabajar conmigo. 2° Pedir el apoyo y comprensión de mis colegas y amigos, esperando que al cabo de estos tres años pueda seguir contando con ellos. 3° Agradecer a Yolanda, mi compañera -seguro que no esperabas que te mencionara-, por su apoyo y comprensión, aprovechando de paso para pedirle disculpas anticipadas por los momentos que le robe para realizar este trabajo. Bueno, creo que ha sido suficiente. Muchas gracias. Valdivia, 26 de octubre de 1998.
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