Revista de Derecho, Nº Especial, agosto 1997, pp. 95-108 COMUNICACIONES Y PONENCIAS
REFLEXION PROSPECTIVA SOBRE ETICA Y DERECHO
José Luis Cea Egaña Profesor Universidad Católica de Chile, Universidad de Chile, Universidad Austral de Chile.
I. NOTA DE RECONOCIMIENTO Y EXPLICATIVA A gradezco, por varias razones, haber sido invitado a estas Jornadas. Desde luego, en atención a que el tema es trascendental, problemático y, a raíz de ello, también incitante. Además, por lo grato del Encuentro, ante alumnos y autoridades, en que debatiremos, profesores mayores con otros jóvenes, intercambiando experiencia y opiniones, fomentando la amistad que tanto falta en la comunidad académica chilena. No puedo silenciar, empero, que vengo con cierto temor. Efectivamente, me preocupa ser disonante, pues al cabo de los años, el estudio y las lecciones de la vida me han llevado a la convicción que la ética y el Derecho tienen numerosos e importantes ligámenes, provenientes de la primera y que el segundo no puede rechazar sin caer en tesis formales, de un positivismo duro1, identificable con la estatalización del fenómeno jurídico, todo lo cual, como sabemos, remata en deplorables consecuencias para la dignidad y derechos fundamentales de la persona, para la democracia y el imperio del sistema jurídico2. Y, a mayor abundamiento, digo que me inquieta penetrar en tópicos que cultivé dos o tres décadas atrás, pero que ya no son el objeto principal de las disciplinas que profeso, aunque ciertamente están vinculados a ellas, es decir, el Derecho Constitucional y la Teoría Política. Ponderando las circunstancias expuestas decidí, como tuve la oportunidad de anticiparlo, participar en este Encuentro, defender los valores en que creo y meditar la crítica que se haga de mi posición al respecto. Lo hice, especialmente, después de recordar los lazos que me unen con esta Facultad. Efectivamente, he cooperado, bajo la guía de la decana Karin Exss, a fundar, consolidar y desarrollar la Institución invitante, constatando que al organizar Jornadas como esta da un paso importante para afirmar su presencia en la Dogmática Jurídica de Chile. Espero que en los próximos años podamos reencontrarnos en las que, gracias al esfuerzo y mérito intelectual del profesor Juan Ornar Cofre, sean nuevas Jornadas en torno de la Etica y el Derecho. II. DELIMITACIÓN TEMÁTICA El tema cuyo análisis nos convoca es de la mayor relevancia. Cada palabra empleada en su enunciado demuestra las implicancias del presente Encuentro. Pues nos hemos reunido para debatir, crear conciencia y, ojalá acércanos, a la solución de las cuestiones que nos preocupan por ser definitorias del contenido y finalidad del Derecho, a la vez que con iguales consecuencias en la Sociedad. Tales problemas, sin embargo, carecen de una respuesta que sea singular, persuasiva, convincente para todos en Chile y en el mundo entero. Lo acuciante yace en que precisamos, con urgencia, dar tal respuesta, ignorando cuál es o puede ser ella, repito en términos que conciten, si no el consenso, al menos la convergencia aunque sin excluir un razonado disenso. Problemas éticos, dice la convocatoria, es decir, concernientes a la moral y a las obligaciones humanas3, devolviéndonos así al debate tanto de los ligámenes de esa disciplina con el Derecho como de la autonomía epistemológica de ambas ciencias. Tales vínculos y afinidades, no omito decirlo, nunca debieron ser olvidados, descuidados ni rechazados, porque hacerlo implicó empobrecer a dichas disciplinas y, al tenor de lo ya advertido, quedar sin argumentos sólidos en tiempos de crisis, sea por la manipulación resquiciosa del ordenamiento positivo, o como secuela de dictaduras que atropellaron los derechos fundamentales con el inaceptable pretexto de que obraban dentro de la juridicidad que ellas mismas habían impuesto. Jamás debemos olvidar que la legitimidad del Derecho es principalmente sustantiva y que esta cualidad se aprecia, sobre todo, durante procesos críticos, porque los tiempos de calma o sosiego son más propicios para esfuerzos teóricos y de utopía4. Por último, se trata de problemas éticos, pero que tengan el rasgo de cruciales, es decir, decisivos aunque con resultados inciertos, de modo que nuestro pronunciamiento acerca de tales problemas tiene secuelas de largo plazo, marcando el rumbo -de límpido, o de brumoso y tal vez confuso- para seguir indagando en los nexos de la Etica y el Derecho. III. ANTIGUOS PROBLEMAS Considero útil destacar que el conjunto de tópicos abordados en estas Jornadas revela que nos preocupa una problemática distinta de la imperante en Chile un cuarto de siglo atrás y, más todavía, diferente de la agenda que nos atraía hace una década. Efectivamente, recordemos que hace veinticinco años vivíamos acontecimientos macroscópicos, estructurales como se los sigue llamando, a los cuales me parece más acertado denominar asuntos institucionales, vinculados sobremanera a la legitimidad del sistema político, social y económico respectivo. Eran aquellos los años de los cambios profundos, vastos y rápidos, impulsados desde arriba por quienes controlaban el aparato del Estado-Gobierno, tras el cual se hallaban actores con ideologías opuestas, a veces extremas, casi siempre democráticamente minoritarios, pero premunidos de potestades discrecionales de frente a las cuales el ciudadano y los grupos quedaban, por lo común, judicialmente desamparados. En esos cambios estructurales se enfatizaban las cosas y los bienes, los procedimientos, los métodos y objetivos, quedando la persona fuera del centro que le corresponde por naturaleza, como un objeto susceptible de ser modelado de alto a bajo. El "Hombre Nuevo", del cual tanto se hablaba sin entender bien qué significaba esa locución, no era sujeto o protagonista de su vida, dominada esta, como entonces se decía, por fuerzas inexorables de índole económica. En fin, no nos apasionaban las implicancias éticas de aquellos cambios, encontrándonos sumidos en ardientes disputas sobre el Derecho, su sustancia, rasgos y objetivos, más que nada acerca de las potencialidades suyas en cuanto instrumento autónomo de reforma o revolución social o de obstrucción a las mismas. Excepcionalmente, aparecía alguna publicación de reducido tiraje, resumiendo las monografías presentadas en un seminario aislado5. En ese escenario, la cultura era un epifenómeno, determinado por las fuerzas económicas antagónicas. IV. NUEVOS DILEMAS Los problemas cruciales de hoy son distintos de los recién esbozados. Pienso que ellos resultan, además, de una gravedad mayor por sus repercusiones, las cuales tienen rasgos de irreversibles, masivas y de largo plazo en sus secuelas. Por otra parte, me parece que los problemas de hoy se han acumulado a muchos de los que nos preocupaban en la década de 1970, porque estos persisten, idénticos o apenas aliviados con paliativos que distan de solucionarlos. Permítaseme exponerles algunos ejemplos atinentes a Chile o a países del mundo entero. La encuesta CASEN difundida en julio de 1997 demuestra que hay mucha pobreza y miseria incluyendo, inevitablemente, la de índole moral; se constata, paradojalmente, una opulencia creciente, concominante con la distribución del ingreso que va concentrándose en los sectores que ya los perciben desproporcionadamente. Con probabilidad derivado de una aplicación del modelo económico sin las bases culturales que deben ser su fundamento y clave de bóveda, se han ido esfumando la conciencia social, el sentido solidario y el propósito de mecenazgo en la actividad privada. Continuamos alabando -y con razón- la libertad6, pero cuando hablamos de la igualdad lo hacemos restringiéndola a la isonomía de oportunidades, declarando con recelo nuestro compromiso con la búsqueda de fórmulas que permitan concretar, cada día más, un nivel básico pero esencial de igualdad, incluyendo el acceso al bienestar que sea común a toda persona por su dignidad de tal7. Prosiguen ciertas violaciones impunes a la vida, la integridad y otros derechos humanos, no tanto ya en Chile, pero sin que nos tranquilice saber que ello sucede en México, Haití, Bosnia Herzegovina, Ruanda, Burundi o la región de Turquestán porque se lesiona el sistema en su conjunto, tensionándolo y demorando las soluciones reclamadas. Por último, es creciente la ciudadanía que llega a niveles de conciencia cívica coincidente en que son obsoletos, poco representativos, susceptibles de manejo incontrolable y bastante corrompidos diversos procedimientos tradicionales trazados para la realización de objetivos democráticos, hallándose estos, a su vez, replanteados en la perspectiva, todavía difusa, de la globalización de la economía y las comunicaciones, paralela a la modernización del Estado. Pero, repitiendo lo advertido, digo que los nuevos problemas y que más nos acucian me parecen de una gravedad mayor que los recién bosquejados, porque amenazan, varios de ellos frontal y hondamente, la supervivencia y la coexistencia digna del género humano. En estas Jornadas fueron ya expuestas, por ejemplo, diversas ponencias acerca del derecho a la vida, la ecología, la censura y el sentido de la ética en la democracia contemporánea. No necesito, consiguientemente, explicar más a cuáles problemas me refiero. Lo que no podemos repetir, dicho en términos afirmativos y con ánimo de rechazo decidido, es el cómodo expediente de invocar premisas ideológicas como recetas; o el relativismo axiológico con el carácter de argumento paralizante de la cohesión, integración y aplicación de esfuerzos sociales compartidos. Estoy cierto que se requiere más convicción en la energía que tienen los valores y, por cierto, más fe en estos mismos8. Persuadido estoy, además, que se precisan más oportunidades de participación y compromiso en la solución de tales problemas. Por último, no dudo que necesitamos crear y consolidar una conciencia social en torno de la gravedad de tales dilemas, objetivo que diviso como parte de una cultura sensibilizada sobre la gravedad de ellos y la determinación de progresar en remediarlos. V. REPASO SIN ÁNIMO DE POLÉMICA Lamento no haber podido asistir a las actividades de ayer, careciendo también del texto de las comunicaciones entonces debatidas. Deseo, empero, en esta visión retrospectiva y con pocas palabras, transmitir mi opinión en punto a cada uno de tales tópicos. Lo haré más preocupado de exponer lo que pienso con franqueza que de hacerlo recurriendo a una cautelosa actitud ecléctica, porque creo que los imperativos éticos comienzan aquí, exponiendo ante ustedes, con respeto pero sin eufemismos, cuánta ausencia de ellos advierto en el Derecho contemporáneo. 1. Comunicación Social y Pluralismo Me preocupa que se haga prevalecer, casi sin contrapeso real, un supuesto Derecho a la Información sobre la Libertad de Informar y, a raíz de ello, que se lo privilegie también sobre el secreto de ciertos asuntos estatales, la intimidad y la honra de la persona, porque con ello se puede quebrantar, sin remedio, la seguridad pública y la dignidad del ser humano9. Tal Derecho a la Información carece de claridad conceptual, v.gr., en nexo con el titular y el sujeto pasivo del mismo, habiendo tenido la ocasión de leer que a los periodistas, a los medios de comunicación o a ambos incumbe, por una rara pretensión de representación vicaria o presunta, asumir aquel carácter de sujeto activo o titular del mismo10. 2. Seres Vivos no Humanos Me preocupa que llegue a reputárselos Sujetos de Derecho, infundiéndoles la calidad de titulares de derechos subjetivos, avanzando así hacia el panteísmo ecológico. Pido que se entienda bien lo dicho y ruego no ser mal interpretado, pues yo defiendo el medio o ambiente, natural y humanamente entendido, sobre todo en relación con la protección de los recursos no renovables, pero hay un abismo de allí, por una parte, a concluir, de otra, que las dunas o las rocas, que las aves o los animales son titulares de los derechos aludidos, igual que los seres humanos. 3. Derecho a la Vida Me inquieta porque habiendo llegado a conocer, científicamente, cuándo comienza y termina nuestra existencia11, advertimos lenidad en punir conductas ilícitas como el aborto, la eugenesia y la eutanasia, cuando no el planteamiento de su legalización, imitando lo sucedido en Holanda y otros países. En semejante orden de ideas, tampoco puedo callar mi inquietud ante la manipulación genética, superlativamente la clonación o reproducción asexuada12 y en serie, así como otros fenómenos de secuelas imprevisibles y que la bioética procura detener o encausar13. 4. Democracia Como marco de los problemas anteriores, dentro del cual ellos deben hallar solución o legítima regulación, me alarma, por último, la pérdida de fe en la democracia; el despliegue de la indolencia cívica, especialmente de aquella juventud que no se siente comprometida con el principio del servicio público; el incremento de la corrupción en los órganos estatales, aunque jamás silenciaré que esa patología requiere siempre de actores, por lo común del sector privado, que inducen a incurrir en ella14. Y lo digo porque la democracia es, en cuanto estilo de convivencia y forma de gobierno, la organización política más legítima en la medida que ninguna como ella asegura el respeto y protección de los derechos fundamentales, en un contexto de libertad con orden, tolerancia y niveles aceptables de isonomía o igualdad sustantiva. La democracia es, en efecto, la fórmula gubernativa que mejor defiende la dignidad, los derechos y las garantías de ser humano, individualmente y asociado; es la fórmula que, lejos de ser perfecta o una panacea, logra más participación, control, responsabilidad y seguridad colectivas; es la fórmula que custodia mejor los derechos de la minoría de cara a la voluntad de la mayoría; en fin, la democracia es el régimen político que posibilita, más y mejor que ninguno, la corrección, rectificación y sanción, si es procedente, de los errores, renovando en paz y periódicamente a los órganos estatales. 5. Estado de Derecho Y todos esos son valores o, si se prefiere, elementos éticamente determinantes de la legitimidad de cualquier tipo de gobierno, cuya presencia en la democracia está, en mayor medida, asegurada en parangón con las demás fórmulas políticas. Por eso, insisto en que la ética es parte del núcleo de la democracia y que el Derecho establecido en aquella tiene una legitimidad, sustancial y formal, superior al que se dicta en los regímenes autoritarios. Por lo mismo y finalmente, declaro no entender la actitud, algo obsesiva, de ciertos juristas que, más allá de propugnar el positivismo, lo cual es totalmente respetable, manifiestan predisposición a tratar de demostrar los errores, ambigüedades, contradicciones o supuestos que, en concepto de ellos, afectan a los juristas que adhieren al iusnaturalismo, en sus diversas especies. No abogo por el fanatismo, cualquiera sea quien lo propugne y, por lo mismo, critico la esterilidad de tan reiterativo discurso positivista, insostenible de frente a las consecuencias que él ha tenido, incluso en Chile. VI. CUESTIONES CANDENTES De cara a los problemas planteados en la sesión de esta tarde y que he podido oír íntegramente, digo de nuevo que, como opiniones respetuosas pero manifestadas con franqueza, deseo exponer mis coincidencias y divergencias con lo sugerido en las interesantes disertaciones que me precedieron, salvando omisiones que creo haber advertido en ellas. 6. Censura e Información Lamento que el tópico no haya sido abordado, porque es grave y recurrente. Declaro que he sido siempre contrario a la censura, sea la técnicamente definida como tal, o la autocensura o, en general, todo impedimento ilegítimo al ejercicio de la libertad de expresión o de manifestación15, definición con la cual abarco también cualquier conducta que implique imponer la difusión de mensajes, sea o no a través de medios de comunicación social16. Claramente rechazada la censura debo, sin embargo, añadir que aquella y la desinformación plantean cuestiones que sobrepasan, largamente, el ámbito de la comunicación social y del ejercicio de la profesión por periodistas. Expresada más enfática y directamente mi tesis, sostengo que esas cuestiones incluyen, v.gr., el ejercicio de la cátedra universitaria y la investigación tanto científica como tecnológica; la libertad de manifestarse un alumno en la enseñanza básica, media o superior; la profesión del culto; la publicidad comercial y la propaganda política; la expresión de las artes y, por cierto, la literatura en sus diversos géneros. El derecho a la imagen, como exteriorización de los rasgos propios de cada cual, es indudablemente una faceta de la libertad referida17. Pues bien, indispensable me parece insistir en que no es censura cualquier impedimento, proveniente de órgano estatal o de sujeto privado, para difundir lo que un individuo, grupo o institución decida transmitir públicamente. No existen derechos absolutos y la libertad de expresión tampoco se escapa de tal regla18. Tenemos, por ende, que reflexionar más serena, fina y hondamente en torno de la noción, naturaleza y alcance de la censura, lo cual no se ha hecho todavía en Chile y, que yo sepa, tampoco en el Derecho Comparado. Seguimos desenvolviéndonos, por ende, en términos casuísticos, reactivos y emocionales ante episodios críticos, usando argumentos gastados y conceptualmente toscos, esgrimiendo a priori el rechazo de la censura como principio, en lo cual todos coincidimos, pero sin reconocer ni aplicar las excepciones. No puntualizamos, entonces, los contornos de la libertad de expresión para que, como hemos dicho, se mantenga dentro de los límites que legitiman su ejercicio, porque ella no tiene contenido, forma ni proyección absoluta. La dogmática jurídica en el tema, en síntesis, no existe pese a la gravedad del problema que ello encierra. Sostengo que hay asuntos sustraídos de aquel ejercicio legítimo, de modo que informar o manifestarse en público sobre ellos no es ejercer un derecho, sino que incurrir en una conducta de facto, reprobable tanto constitucional como civil y penalmente. Existen, por consiguiente, asuntos de naturaleza estatal, social o particular que se encuentran en zonas que he denominado de micro o macro secreto, esto es, cubiertas por la confidencialidad o reserva, reconocidas y amparadas por el Derecho a raíz de ser, en su esencia, indispensables para que puedan ser adoptadas y cumplidas, con eficacia, las decisiones estatales; o cauteladas las áreas sociales de interés o trascendencia sólo grupa!; o, por último, protegidos los asuntos que atañen a la dignidad e intimidad de una persona, de la pareja o de su familia19. Mi tesis, en tal sentido20, consiste en afirmar que no hay censura de ninguna especie cuando, obrando dentro de un proceso justo, el órgano jurisdiccional competente acoge la acción cautelar de un derecho esencial, sea individual, grupal o de la Sociedad representada por el Estado deducida en contra de quien pretende difundir mensajes cuya secuela inevitable será un daño grave e irreparable al titular de cualquiera de tales bienes jurídicos. Esa acción o recurso cautelar tiene que ser, sin duda e inevitablemente, preventivo para que cumpla el objetivo perseguido por el titular del derecho fundamental amenazado. De lo contrario, el daño referido puede convertirse en inexorable, provocando la mayor injusticia por su irreparabilidad, como hemos dicho. En tal situación, por ende, estimo que no hay censura, como tampoco se configura esta cuando el órgano jurisdiccional competente, que en Chile es la Corte de Apelaciones respectiva, acoge la solicitud de no innovar en el curso de los hechos, ordenando paralizarlo en el estado en que se encuentra21. 7. Relativismo y Espiritualidad Por otra parte, me inquieta la pérdida de rumbo en la controversia ético-jurídica contemporánea, en cuanto va adquiriendo predominio la proposición del relativismo moral e, incluso más, del subjetivismo axiológico, como si los valores carecieran de entidad y significación objetiva. De esa controversia, tan bien resumida en estas Jornadas por el profesor Cofre, no callo que lo más inquietante lo ubico en la pérdida, o al menos el desgaste, del sentido humanista de nuestra convivencia, fenómeno que, sin embargo, no estoy seguro que pueda ser atribuido al liberalismo solamente. Me preocupa, por último, el rechazo creciente del significado de la espiritualidad en nuestra existencia. En Chile tenemos que ser exigentes en mantener el compromiso con tal valor y cuanto él implica, porque, desgraciadamente, padecemos de crisis recurrentes de aquello que Enrique Mac-Iver llamó Crisis Moral de la República, patente hoy en las inusitadas dimensiones y variedades que reviste la corrupción22, la violencia intrafamiliar, la criminalidad infantil y la inseguridad humana23. VII. APORTE CON ÁNIMO CONSTRUCTIVO Nos hemos reunido para reflexionar en torno de problemas, contemporáneos y futuros, con el propósito no tanto de formular diagnósticos sino que, más constructivamente, con el modesto pero decidido ánimo de plantear, aunque sea de modo tentativo y preliminar, ideas orientadas a resolverlos, morigerarlos o prepararnos para enfrentarlos con éxito. En esa perspectiva, debemos entonces preguntarnos ¿cómo solucionar tales problemas, supuesto que hayamos logrado consensuar, aunque sea sólo con características de respuestas sensatas o plausibles, alternativas para ello?, ¿podemos, con la inevitable dosis de realismo que siempre se requiere, asumir o, menos todavía, dar por sentados tales consensos? Un imperativo ético me lleva a contestar en términos negativos o de escepticismo esas y otras interrogantes parecidas. Veamos concisamente algunas de las razones en que fundo tal posición general. 8. ¿Fin de la Historia? Creo, primeramente, que en lugar de haber avanzado tenemos que reconocer que nos encontramos paralizados en el proceso de progreso hacia los acuerdos referidos. Hoy, por ejemplo, es claro que existe un relativismo mayor que tres décadas atrás, afirmándose «el fin de la historia» como punto final de la evolución, denotando con esa pretensión la llegada a la cima, coincidente con la perspectiva liberal e individualista24. Lo mismo digo con respecto a los valores determinantes de una convivencia civilizada, como la llamó Bobbio25. Consciente que enfrento la crítica -injusta, en mi concepto- de quienes me califiquen como «conservador», sostengo que hoy se advierte una conducta más generalizada de falta de respeto por la autoridad y por el prójimo, sobre todo dentro de este último concepto genérico, la niñez y juventud, el anciano y la mujer, el consumidor y, en general, el prójimo en cuanto titular de los intereses infraprotegidos o identificados como intereses difusos26. Esa pérdida de respeto lleva consigo una vigencia menor de la tolerancia, el diálogo y la confianza en que, por esta vía, sea factible llegar a soluciones compartidas. Aumentan correlativamente el sectarismo y el fanatismo, multiplicados cuando reciben el refuerzo de las simplificaciones ideológicas. Especialmente en la juventud hay más soledad, egoísmo, desesperación y pesimismo. En cierta juventud advierto, entonces, menos respeto de sí mismo, cuyas consecuencias incluyen la tendencia a evadirse mediante la droga, el consumismo y la frivolidad. Sin duda, estamos convencidos que lo expuesto es una cuestión de niveles o grados, distante por lo mismo de una situación absoluta, pero admitiendo eso prosigo pensando en que hoy es más delicado, que una o dos generaciones atrás, el panorama descrito. 9. Vistazo Institucional Opino que se ha ido difundiendo, con razones sólidas para explicarlo, el fenómeno de falta de correspondencia de los órganos representativos con el sentimiento, las aspiraciones y las demandas concretas de la gente, en ciudades, poblados y campos. El punto aquí mencionado es delicado, porque las instituciones representativas son fundamentales para la democracia y el Derecho, de modo que el debilitamiento de la conciencia y el sentimiento popular acerca de la legitimidad, sustantiva y procesal, de aquellas va tornando ineficaz la decisiones que adoptan y los recursos que ellas demandan para cumplir sus funciones o realizar los cometidos pertinentes. Aunque no adherimos a la repetida locución catastrofista según la cual, ahora y nuevamente, nos hallamos inmersos en un sistema institucional en crisis, secuela de lo cual sería la ingobernabilidad de nuestras Sociedades Nacionales, tampoco reputamos sensato ignorar que las instituciones democráticas han dejado de ser representativas para vastos sectores de la ciudadanía. Así ocurre con el Gobierno, el cual enfrenta demandas, reales, precisas y crecientes en salud, vivienda, educación y seguridad tanto colectiva como en el sentido de previsión social, demostrándose incapaz de satisfacerlas, al menos en medida considerable, a pesar de los miles de millones de dólares aplicados al propósito de infundir equidad a la economía de mercado, para que sea consistente con al rasgo social que se predica de ella. El Congreso y los partidos políticos27 son instituciones afectadas, casi crónicamente podría decirse, por la erosión de su legitimidad. Ahora las encuestas evidencian la extensión de ese proceso a la Magistratura y a la Administración Pública. El reproche que se dirige a dichas instituciones es más o menos uniforme. Podemos resumirlo diciendo que ellas desconocen los problemas concretos o ignoran los procedimientos para enfrentarlos; siguen sus propios designios ideológicos, los cuales imponen, de arriba a bajo, en una modalidad de autoritarismo ilustrado; sucumben a presiones ilícitas, ejercidas en secreto o con público desenfado, tratando de satisfacer intereses egoístas o acudiendo al populismo, respectivamente; se incurre, aunque estamos lejos de la generalización, en actos de corrupción que nunca llegan a ser aclarados; y, por último, con repetidas consignas se rechaza el plebiscito o referendo, olvidando que si somos capaces de elegir mandatarios también lo somos de decidir las cuestiones de interés colectivo más relevante. 10. Comunicación Social Pensamos que reviste singular importancia reflexionar acerca del avance que las patologías institucionales aludidas tienen sobre los medios de comunicación social y las funciones, de opinión e información transparente y oportuna, que ellos deben cumplir en nuestra Sociedad pluralista. Esos medios son la última línea de defensa de la democracia y el Derecho cuando han fallado o no están funcionando bien las instituciones políticas. Por eso mismo los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos tienen siempre que gozar de un estatuto jurídico que les asegure el desempeño libre y elevado de su delicada misión. Empero, correlativo a ese derecho se halla el deber de ejercicio profesional imparcial e independiente, de cara más que nada a la injerencia de la política contingente y sus protagonistas, deseosos de exhibir cuanto hacen y ocultar los errores o difuminar las omisiones en que han incurrido. 11. ¿Subsistirá el Estado? El Estado de nuestro tiempo ha envejecido y, pese al esfuerzo por reanimarlo con los procesos, algo brumosos, de modernización, mayor gobernabilidad dentro de él e inserción suya en un sistema de globalidad, parece inevitable plantearse y contestar la pregunta con que encabezamos este párrafo. Sostenemos la necesidad de la autoridad política, sea o no con la forma de órganos estatales que ejercen el Poder. Sin embargo, es precisamente ese elemento energético o Soberanía, concebido todavía con rasgos de índole suprema y muchas veces incontrolable, el que tiene que ser reexaminado por entero, pues de frente a la dignidad humana, los derechos fundamentales y las garantías para tutelarlos ha perdido, al menos gran parte, de lo que fue su concepto matriz, en cuanto capacidad de dictar e imponer el ordenamiento jurídico de cada Sociedad Política. He aquí, entonces, otra razón para declararse escéptico del positivismo, dado que en este se identifica el Estado con el Derecho. Por otra parte, pensamos
que la expansión de la Sociedad Civil o no
Estado, recuperando áreas de actividad que la burocracia pública
había cubierto con el lema del Estado Benefactor o Providente, se orienta
en el mismo sentido, o sea, de exigir el replanteamiento del concepto,
los roles y la legitimidad sustantiva del Estado-Gobierno, porque están
agotadas las ideas de hace un siglo o, incluso, de un par de décadas
atrás.
12. Más Democracia El robustecimiento del estatuto de la persona y de la Sociedad Civil significan, inexorablemente, el despliegue de la democracia en su vertiente de mayor participación por medio de los mecanismos que tipifican a la democracia semidirecta o semirepresentativa. Esa dinámica, coherente con el más elevado nivel de madurez y responsabilidad cívica que existe en nuestra Sociedad, rasgos que son característicos del tránsito desde la democracia gobernante a la gobernada28, debe llevarse a la práctica paulatinamente pero sin cesar, comenzando en la que se ha denominado la microdemocracia29. Este concepto se refiere a la democracia vivida en las más diversas asociaciones intermedias que, por su naturaleza libertaria e igualitaria, son afines a la participación colectiva en las decisiones de interés común al grupo respectivo. 13. Defensa de la Familia No puedo ocultar mi preocupación en el asunto, más que nada porque no percibo buena y decidida voluntad general para protegerla de tantas embestidas. Este no es un asunto sólo de católicos, porque la familia es una institución que concierne al universo entero. No estoy pensando en términos de crisis, pero sí de desorientación, confusión y desconcierto. Sin eufemismos, me declaro perplejo ante la embestida que se advierte a propósito del matrimonio, la filiación, el aborto y otra serie de fenómenos, cuyo ligamen con la fortaleza o debilidad de la familia resultan innegables. Y la inquietud se agudiza cuando uno comprende que las secuelas negativas en el asunto tardan generaciones en ser resueltas. 14. Preocupación por la Juventud El Derecho de nuestra época carece de regulaciones sistemáticas adecuadas para proteger a la juventud y sancionar a quienes, de cualquier manera, atentan en contra de su rectitud de costumbres, entrega generosa, trabajo como aprendices que consideran a sus maestros, limpia incorporación a la comunidad, socialización en matrices axiológicas, etc. Son numerosos los indicadores susceptibles de invocarse para demostrar que la juventud, al no ser motivo de preocupación primordial por los órganos públicos y las entidades privadas, ha ido distanciándose de ambas para sumirse en la apatía o indiferencia, en la falta de compromisos, los cuales y en otro tiempo, singularizaban su rasgo romántico y desprendido. Temo que en la juventud esté creciendo la conciencia de autoidentificación como sector en situación de olvido, ausencia de oportunidades y demás circunstancias aludidas, a las cuales imposible me parece dejar de añadir, como ya he dicho, el consumismo, la relativización de principios éticos y otras patologías. 15. ¿Crepúsculo de las Ideologías? Hoy y con la última década a la vista, estimo que puede sostenerse, en principio al menos, el crepúsculo al que Gonzalo Fernández de la Mora se refirió tantos años atrás. Sin embargo, la vitalidad de ciertas cosmovisiones, en el presente todavía no constatada después del ocaso que sufrieron a partir de la década pasada, me induce a ser cauteloso y no afirmar, por lo mismo, que ellas dejen de presentarse con pujanza en Chile, ya que mucha gente sigue creyendo en la potencialidad mágica de ellas. Al margen de la prevención anterior y cerrando el cuadro de motivos que me impiden sostener, con certeza, qué rumbo seguirá el nexo de la Etica con el Derecho, expreso que advertimos la ausencia, o la insuficiencia, o el agotamiento de los modelos de pensamiento y acción heredados, más que nada, de los grandes ideólogos del siglo XIX y primeras décadas del presente30. Es demasiado temprano como para exigir lucidez en quienes han visto derrumbarse utopías, mitos e ideologías. Es muy corto el tiempo transcurrido como para reflexionar, visionaria y sistemáticamente, acerca de nuestro futuro, más allá de hacerlo en términos usuales, pero polisémicos, como son los de modernización del Estado, incremento de la gobernabilidad de la Sociedad, globalización de los mercados y las comunicaciones, descentralización política, etc. Entiéndase así, por consiguiente, el recurso a redes conceptuales heterogéneas, con las cuales se intenta integrar ideas inconexas, porque surgen de bases antagónicas tales como la espiritualidad y el materialismo, la racionalidad y el obscurantismo, el misticismo y la irreligiosidad, la libertad y el determinismo. La corriente cultural, filosófica y artística denominada New Age31 calza con el panorama descrito, de desconcierto y ausencia de sentido en la vida. VIII. OPORTUNIDADES DE PROGRESO Las crisis, como tantas veces se ha afirmado y demostrado, son oportunidades abiertas al progreso, avanzando en la formulación y solución de los problemas que nos afectan. Las crisis surgen y se precipitan, indudablemente, cuando los marcos de pensamiento y acción que infunden sentido al obrar humano se hallan agotados o desgastados, exigiendo revisiones profundas para reemplazarlos o renovarlos. Semejante consecuencia tienen las crisis también en la solidez de las instituciones y en la capacidad de estas para regular, con legitimidad exitosa, las más diversas conductas humanas. Organizaciones, v.gr., políticas y jurídicas, hay numerosas; pero instituciones, de esa u otra índole, son pocas pues la perdurabilidad indefinida de la obra en común es lo que singulariza a la institución, diferenciándola de la simple organización. Las instituciones políticas y jurídicas, como lo hemos intentado demostrar esta tarde, atraviesan tiempos difíciles, precisamente porque experimentamos procesos de cambios sociales que repercuten en ellas, imponiéndoles el deber de adaptarse a las nuevas demandas, a la vez que haciendo a un lado aquellas que se demuestran obsoletas, propias de épocas pretéritas. Ciertamente, es una dificultad entender esa necesidad de modernización y, más aún, alcanzar la lucidez que permita diseñar las reestructuraciones adecuadas para satisfacer los requerimientos de la comunidad. Gravita excesivamente en nosotros la tradición; o el atan de ajustar los cambios sociales a las organizaciones existentes, porque actuar así es más seguro y cómodo que realizar la trayectoria inversa. Pero la pasividad, la indiferencia o la falta de espíritu alerta y permeable a la recepción y regulación de los cambios aludidos termina en la desinstitucionalización del sistema vigente, fenómeno que es complicado detener, revertir y reencauzar sin lesión de la conciencia colectiva en punto a la legitimidad de aquel. Las presentes Jornadas poseen, por consiguiente, el mérito de sensibilizarnos acerca de las cruciales cuestiones planteadas, molivilizándonos hacia su estudio y solución. IX. FE EN EL HOMBRE Fluye de lo recién expuesto que soy optimista, dentro de un contexto de indispensable realismo, alejado, como siempre he permanecido, de las cosmovisiones que simplifican procesos complejos. Mi optimismo se funda en que hoy, más que en el pasado, creo en el Hombre, en su dignidad y derechos; en el imperativo de defenderlo y promoverlo, sobre todo mediante acciones y recursos cautelares. Ese optimismo se apoya, además, en que nunca como hoy creo en la democracia y en el Estado de Derecho en cuanto regímenes político-jurídicos que aseguran, más que todos los otros, la realización, a pesar de ello siempre incompleta, de los valores de participación popular, control ciudadano de los gobernantes, responsabilidad de estos en el desempeño de sus funciones, transparencia y corrección en las decisiones colectivas, distribución del ingreso con preocupación por la equidad, solidaridad social, etc. Probablemente, ese fortalecimiento que siento en mi identificación con los valores reseñados es consecuencia de ciertas circunstancias que, con ánimo ilustrativo, manifiesto aquí en voz alta. Confieso que mi vida ha sido ya más bien larga y que de ella he aprendido mucho, a veces con la dureza que sufre quien se demostró renuente a hacerlo. Confieso también que en mi vida he llegado a una etapa en la cual me siento inquieto por múltiples causas, pero tranquilo conmigo mismo, creo que a raíz de haber llegado a una convicción profunda de mi fe en Dios y en la Persona; en la capacidad de esta con la ayuda de aquel para hallar y aplicar respuestas sensatas a los problemas mayores que nos afectan. Confieso, asimismo, que tengo más energía que antes para seguir creyendo en valores como el Derecho y la democracia; la libertad y la igualdad; el respeto y la tolerancia; la paz y la justicia; el perdón y el olvido. La ética y la honestidad consigo mismo como pauta de conducta recta en la convivencia humana. Confieso, en fin, que si bien me siento seguro de la vigencia de esos y otros valores, jamás cerraré la vocación por contribuir a consolidar, cada día más, la civilización fundada en el diálogo, es decir, otro valor, cuya trascendencia estriba en que posibilita el cambio realizado de modo persuasivo, con carácter constante, cuya intensidad y velocidad son moderadas32. Esos rasgos hacen del diálogo el método más humano para lograr el progreso mayor, en beneficio de todos y en términos perdurables. ¡Gracias por venir y escucharme! NOTAS 1 Consúltese Neil Mac Cormick: "Natural Law and the Separation of Law and Morals", en Robert P. George (editor): Natural Law Theory. Contemporary Essays (Oxford, Oxford U. Press, 1995) pp. 107-108. 2 Véase cómo Norberto Bobbio, un jurista afín al positivismo, reconoce tan deplorable secuela en El Problema de la Guerra y las Vías de la Paz. (Barcelona, Ed. Gedisa, 1992) pp. 129 ff. Útil es también revisar Andrés Ollero: "Derecho y Moral entre lo Público y lo Privado. Un Diálogo con el Liberalismo Político de John Rawls", Estudios Públicos N° 69 (1998), pp. 19 ff. Una visión más amplia y balanceada se halla en Salvador Vergés Ramírez: Derechos Humanos. Fundamentación (Madrid, Ed. Tecnos, 1997). 3 José Ferrater Mora: II Diccionario de Filosofía (Madrid, Alianza Editorial, 1979), pp. 1057 ff. 4 Joseph Raz: "Liberty and Trust", en Robert P. George: Natural Law, Liberalism and Morality (Oxford, Clarendon Press, 1996) pp. 113 ff. 5 Véase Antonio Bascuñán Valdés, Jorge Millas Jiménez et al.: Derecho y Conducta (Santiago, Boletín del Instituto de Docencia e Investigación Jurídicas N° 5, 1971). El mismo texto fue reproducido en Gonzalo Figueroa Yáñez (editor): Derecho y Sociedad (Santiago, Corporación de Promoción Universitaria, 1978). 6 Una exposición completa y novedosa en el tópico es la de Orlando Patterson: La Libertad (Santiago, Ed. Andrés Bello, 1993). 7 Agustín Squella Narducci: "¿Qué Derechos Humanos Tendremos en el Próximo Milenio?", Revista Atenea N° 469 (1994) pp. 239 ff. 8 El lector puede revisar varios artículos que se orientan en el sentido aquí propugnado, reunidos en el volumen Interpretación, Integración y Razonamiento Jurídicos (Santiago, Ed. Jurídica de Chile, 1992). 9 Útil es puntualizar que, en la Cumbre de Jefes de Estado y Gobierno de Iberoamérica, celebrada en Santa Margarita (Venezuela) en noviembre de 1997, fue rechazada la tesis consistente en reconocer el Derecho a la Información, habiéndose optado por la Libertad de Informar. 10 Véase, en coincidencia con la tesis del autor, la sentencia del Tribunal Constitucional pronunciada el 30 de octubre de 1995 (Rol N° 226), especialmente en sus considerandos 21° y 22°. 11 Consúltese la serie de monografías sobre el tema publicada en IV Revista de Derecho de la Universidad Católica del Norte-Coquimbo (1997). 12 Alentador es saber que 19 países del Consejo de Europa acordaron prohibir y penar la investigación y práctica de la clonación humana. Véase al respecto "El Mercurio" (13 de enero de 1998). 13 Ernest Benda en su Manual de Derecho Constitucional (Madrid, Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales, 1996) p. 135 escribe: "Cuando se consigue modificar la dotación genética interviniendo el sistema de reproducción humana, no sólo se manipula en la forma deseada a la persona directamente afectada, sino a todos sus descendientes (...) Es decir no está en juego una mera imagen abstracta del hombre, sino el destino de futuras generaciones respecto del que somos responsables". 14 Véase del autor "Para Prevenir la Corrupción en Democracia", Revista Universitaria N° 44 (1994) pp. 37 ff. 15 Consúltese del autor su Teoría de la Libertad de Expresión (1972), cuya tercera edición fue publicada en TOMÁS P. MAC HALE (editor): Libertad de Expresión. Etica Periodística y Desinformación (Santiago, Centro de Estudios de la Prensa de la Universidad Católica de Chile, 1988) pp.15 ff. 16 Revísese la sentencia pronunciada por la Corte de Apelaciones de Santiago el 27 de junio de 1997 (Rol N° 1427'-97), confirmada por la Corte Suprema mediante sentencia fechada el 12 de agosto de 1997. 17 Lluís de Carreras Serra: Régimen Jurídico de la Información (Barcelona, Ed. Ariel, 1996); y Ana Azurmendi Adarraga: El Derecho a la Propia Imagen. Su Identidad y Aproximación al Derecho a la Información (Madrid. Civitas, 1997). 18 Véase Bobbio, supra nota 2 en pp. 151 a 155. 19 Consúltese del autor "Vida Pública, Vida Privada y Derecho a la Información. Acerca del Secreto y su Reverso", III Revista de Derecho de la Universidad Austral de Chile (1992) pp. 13 ff. La última publicación mía en el tema se halla en la revista del Colegio de Periodista de Chile titulada A Toda Prensa N° 43 (1997). 20 Revísese del autor "Misión Cautelar de la Justicia Constitucional", XX Revista Chilena de Derecho T. I (1993) pp. 395 ff. En semejante sentido se pronuncian Pablo Salvador Coderch y María Teresa Castineira Palou: Prevenir y Castigar. Libertad de Información y Expresión, Tutela del Honor y Funciones del Derecho de Daños (Madrid, Ediciones Jurídicas Marcial Pons, 1997). 21 Raúl Tavolari Oliveros: Tribunales, Jurisdicción y Proceso (Santiago, Ed. Jurídica de Chile, 1994) pp. I37ff. 22 Discurso pronunciado en El Ateneo de Santiago el 1 de agosto de 1900, reproducido en Hernán Godoy Urzúa: Estructura Social de Chile (Santiago, Ed. Universitaria, 1971) pp. 283 ff. Consúltese, en el mismo sentido aunque con prosa e intención más dura, el "Balance Patriótico" de Vicente Huidobro, publicado en la Revista Acción el 8 de agosto de 1925 y reproducido por Mario Góngora del Campo en Ensayo Histórico sobre la Noción de Estado en Chile en los Siglos XIX y XX (Santiago. Ed. La Ciudad 1980 pp. 113 ff. 23 Ténganse presente las cifras siguientes, resultantes de encuestas practicadas en julio de 1997: El 78,1% de los chilenos teme ser víctima de robo, agresión o accidentes; el 57,7% de nuestra población declara no tener confianza en recibir ayuda de los demás; y el 52,9% piensa que en Chile no se respeta la opinión del prójimo. Véase PNUD: Informe sobre Desarrollo Humano 1998 (1998) pp. 193 ff. 24 Consúltense las publicaciones de Francis Fucuyama, especialmente la monografía publicada en Estudios Públicos N° 37 (1990). 25 Véase Norberto Bobbio: El Futuro de la Democracia (Barcelona, Ed. Plaza y Janes, 1985) pp. 112 ff.; y del mismo autor su Estado, Gobierno, Sociedad. Contribución a una Teoría General de la Política (Barcelona, Ed. Plaza y Janes, 1987) pp. 50 ff. 26 Revísese, en general: Las Acciones de Interés Público (Santiago, Escuela de Derecho Universidad Diego Portales, 1997); Alfonso Martínez Escribano: "Garantías Constitucionales en el Proceso Civil", en Gerardo Ruiz-Rico Ruiz (editor): La Aplicación Jurisdiccional de la Constitución (Valencia, Editorial Tirant Lo Blanch, 1997) pp. 160 ff; y Antonio Manuel Peña Freiré: La Garantía en el Estado Constitucional de Derecho (Madrid, Editorial Trotta, 1997) pp. 170 ff. 27 Consúltese, v.gr., Arthur Utz: Entre Neoliberalismo y Neomarxismo (Barcelona, Ed. Herder, 1977); Manuel García Pelayo: Las Transformaciones del Estado Contemporáneo (Madrid, Alianza Editorial, 1981); Juan Bull Fernández: Democracia y Sociedad Equitativa (Anuario de Filosofía Jurídica y Social N° 14(1996)). 28 Georges Burdeau: La Democracia (Barcelona, Ed. Ariel, 1961). 29 Giovanni Sartori: Elementos de Teoría Política (Madrid, Alianza Universitaria Textos, 1992), pp. 27 ff.; y del mismo autor La Democracia después del Comunismo (Madrid, Alianza Editorial, 1994). 30 Ralph Miliband: "Reflexiones sobre la Crisis de los Regímenes Comunistas", en Robin Blackburn (editor): Después de la Caída. El Fracaso del Comunismo y el Futuro del Socialismo (Barcelona, Editorial Crítica, 1994) pp. 25 ff. 31 Revísese la serie de monografías sobre el tópico publicadas en la Revista Humanitas N° 9 (1997). Útil también es consultar, en una perspectiva más amplia, Rafael del Aguila: "El Centauro Transmoderno. Liberalismo y Democracia en la Democracia Liberal", en Fernando Vallespín (editor): VI Historia de la Teoría Política (Madrid, Alianza Editorial, 1995) pp. 549 ff. 32 Isaiah Berlín en su ensayo "El Erizo y el Zorro" (México D.F., Ed. Fondo de Cultura Económica, 1980) pp. 69, 70. 162 y 164 escribe lo siguiente, extractado aquí por coincidir el autor con lo planteado por aquel filósofo: "Entre los fragmentos del poeta griego Arquíloco hay un verso que dice: 'El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa.' (...) Puede darse a esas palabras un sentido figurado. Y es que existe una enorme brecha entre aquellos que. por un lado, lo relacionan todo a una sola visión central, un sistema de acuerdo con el cual comprenden, piensan y sienten; y, por la otra parte, aquellos que persiguen muchos fines, a menudo no relacionados o aun contradictorios no vinculados por algún principio moral o estético. (...) El significado de esto no es oscuro. Somos lo que somos y vivimos en una situación dada que tiene las características -físicas, psicológicas y sociales- que tiene; lo que pensamos, sentimos y hacemos está condicionado por ello, incluso nuestra capacidad de concebir alternativas posibles. (...) Conocer esos límites, tanto de la imaginación como, a fin de cuentas, del pensamiento mismo, es enfrentarse cara a cara con la 'inexorable' pauta unificadora del mundo; percatarnos de nuestra identidad con ella, someternos a ella, es encontrar la verdad y la paz". |